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El historiador Miguel Puchol advierte de los numerosos artefactos ocultos entre Cartagena y el Mar Menor
Camufladas como un camaleón y silenciosas a la espera de su estallido trágico. Así permanecen las bombas sin explotar, con su capacidad intacta para matar, ocultas bajo tierra o en el mar, sobre todo entre Cartagena y el Mar Menor, 60 años después de que los pilotos alemanes e italianos las dejasen caer sobre objetivos estratégicos de la Región para doblegar las fuerzas republicanas.
El pasado miércoles, un equipo de desactivación de explosivos de la Unidad de Buceadores de Medidas Contraminas (UBMCM) de la Armada neutralizó dos granadas mortero halladas en aguas del Mar Menor, a solo 250 metros de la Base Aérea de Los Alcázares. Las encontraron alumnos de la Escuela de Buceo de la Armada. No fue una casualidad. Los Alcázares, con la primera base de hidroaviones de España, figuró en la Guerra Civil como objetivo militar número 17 en los informes para la Aviazione Legionaria manejaban las fuerzas de apoyo a la sublevación franquista. En sus embestidas aéreas, lograron dañar algunos de los aviones katiuskas soviéticos que se montaban en los hangares alcazareños.
Le seguían, como dianas a destruir, la base aérea de San Javier con el puesto 17, El Carmolí con el número 18 (por sus almacenes de artillería) y Cartagena en el 19.
Reducto de la resistencia
La ciudad portuaria, reducto de resistencia republicana, «fue en los últimos seis meses de la Guerra Civil la zona más bombardeada de España», afirma el historiador lorquino Miguel Puchol, quien expuso su estudio en una charla organizada por la asociación Los Alcázares Ecocultural por el Centenario de la Hidroaviación española. Incluso un hijo de Mussolini se desfogó sobre Cartagena al mando de un Savoia en uno de los bombardeos más severos, el 14 de octubre de 1937.
Difícil calcular cuántos proyectiles pueden quedar ocultos, con su carga intacta para ser detonada al mínimo contacto. «Dos de cada 10 bombas que caen en tierra no explotan, y tres de cada 10 que caen al mar», asegura Puchol. Descartado el puerto de Cartagena tras los dragados, cree que «podría haber cuatro o cinco en Águilas y, en Cartagena, y 10 ó 12 dentro de la ciudad». Recuerda que en el cuartel de Antigones se descubrió una bomba de 20 kilos intacta, incrustada en el falso techo».
«Las víctimas de la Guerra Civil aún no han terminado. Quedan algunos 'pepinos' esperando», dice el investigador. «¿Aprender? ¿Aprendemos de las multas de tráfico, o de los accidentes?», se pregunta.
Aún recuerda el caso de un vecino de Los Urrutias que tuvo en su casa, como pisapapeles, una bomba incendiaria durante 40 años: «Los Tedax desactivación de artefactos explosivos de la Guardia Civil y lo hicieron explotar de forma controlada. Había estado activada durante todo el tiempo».
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