El documental ‘Dejadme llorar. El genocidio olvidado’ rescata los hechos y testimonios de las víctimas de la represión franquista en Córdoba y su provincia donde se contabilizaron cerca de 12.000 desaparecidos.
Víctimas en primera persona, la investigación de más de 30 años de un historiador sobre los hechos y las palabras de los jueces Baltasar Garzón y María Servini dibujan una parte de la historia desconocida para muchos aún hoy.
“Durante los cuarenta años del franquismo estas familias estuvieron siempre marcadas y ahora, otros cuarenta años de democracia después, aún no se les ha reconocido como víctimas de las atrocidades más horribles”.
Una cifra lo resume todo: 11.581. Es el número –quién sabe si incompleto aún- de personas desaparecidas en Córdoba durante la represión franquista. Una cifra que poca gente conoce en la Córdoba de hoy y que es fruto de la investigación del historiador Francisco Moreno durante más de 30 años sobre los crímenes de la dictadura en la provincia cordobesa. Esa cifra, el silencio sobre ella y los hechos que la propiciaron, es el motivo que ha guiado al periodista Jordi Gordon a poner voz a las víctimas y sus familias, a su historia, en el documental ‘Dejadme llorar. El genocidio olvidado’ que estrenará la próxima primavera.
“En la historia del mundo no hay nada similar a la gran fuerza fáctica que hay en España para reprimir la memoria, el recuerdo y la historia auténtica de lo que pasó”, señalan quienes, como el historiador Moreno, se han dejado la piel en investigar los hechos y sacar a la luz la historia de quienes se quedaron sin su vida –asesinados o no- por no apoyar el golpe franquista. Ahora, a través de este documental - que además de testimonios de las víctimas incluye el del juez Baltasar Garzón que quiso investigar los crímenes franquistas y el de la jueza argentina María Servini que lo hace actualmente desde su país- se reclama que se levante el silencio sobre los hechos que acontecieron en Córdoba.
‘Dejadme llorar. El genocidio olvidado’ “es un grito en nombre de los Derechos Humanos”, clama su director. “No sólo es un problema de memoria, es también un problema de solidaridad porque es hora ya de que la sociedad haga de una vez por todas sus tareas democráticas”, dice Gordon antes de la presentación de un avance del documental en la capital cordobesa.
“No se podía llorar a los muertos, no se podía hablar de ello, el miedo lo invadía todo. Durante los cuarenta años del franquismo estas familias estuvieron siempre marcadas y ahora, otros cuarenta años de democracia después, aún no se les ha reconocido como víctimas de las atrocidades más horribles”, denuncia sobre esa “realidad silenciada” quien rescata ahora los testimonios de represaliados y familiares de víctimas del franquismo para que puedan “llorar” su luto.
Esa memoria callada habla de esas 11.581 víctimas –casi todas ellas contabilizadas en los primeros 15 años de dictadura-, la mayoría de ellas sin nombre, que fueron enterradas sin identificar y sus familiares ya han muerto o se exiliaron. Perecieron -relata la investigación del historiador Moreno que narra los hechos en el documental- sobre todo en 1936, bajo el llamado período de terror de Don Bruno, el teniente coronel Bruno Ibáñez, enviado "con carta blanca" por el general Queipo de Llano a Córdoba.
Durante ese tiempo, se mandó encarcelar a miles de personas en la antigua prisión de Córdoba, en el Alcázar de los Reyes Cristianos. Muchos no llegaron a tener ese destino. “Unos 4.000 cadáveres fueron enterrados en fosas comunes en los cementerios de San Rafael y La Salud -en la capital cordobesa- pero la memoria colectiva no lo conoce, se ha callado, se ha silenciado y olvidado”, explica el autor del documental. Otras 750 personas murieron debido a la insalubridad de la prisión. A ellos se suman más de 200 maquis muertos en la sierra y otras 160 personas asesinadas por servir de enlaces con los republicanos. La cifra sigue aumentando con los 1.600 represaliados en la posguerra, las 220 personas exterminadas en los campos del III Reich y otras 4.500 personas que aún reposan en fosas comunes de la provincia, según la investigación de Moreno.
Porque lo ocurrido sobrepasa y desborda la mente de quien desconoce que todo eso pasó sólo en Córdoba y su provincia, donde la investigación hecha señala que “se emplearon todos los métodos posibles de la desaparición" de personas. El “exterminio” comenzó apuntando a personalidades concretas, pero después se abrieron paso los “fusilamientos en masa” y se llegó a los “paseos” sangrientos donde caían la mayoría de las víctimas, en parajes de Córdoba como la Cuesta de Los Visos, Alcolea o la carretera a Almadén.
Niños de entonces, ancianos traumatizados de hoy
Esos hechos acaecidos se recogen en síntesis en el documental a través de las voces en primera persona, testimonios de las víctimas que aún viven, de quienes entonces eran niños y ahora en su vejez aún no han visto reconocido el sufrimiento que vivieron “arrebatados de los brazos de sus padres asesinados, les quitaron la familia, les despojaron de sus bienes, los arrojaron a la miseria, sin sus casas, les quitaron sus vidas”, relata el director que ha recopilado esas vivencias en el documental.
Esos testimonios muestran también cómo, aún hoy, “hay personas que cuentan que siguen viviendo con miedo, traumatizadas, sin que se les haya hecho justicia ni curado sus heridas”. Una justicia que reclama para que en España deje de haber, a su juicio, “víctimas de primera, que son las del terrorismo que tienen todos los reconocimientos, y víctimas de segunda, que son las del franquismo a las que nadie escucha”, denuncia Gordon.
El periodista y director del documental aprovecha su presentación en Córdoba, “una ciudad ligada siempre al encuentro, al diálogo” para denunciar que “se haya tapado y silenciado el genocidio de miles de personas que no apoyaron el golpe militar” de Franco. “Nos olvidamos de lo que pasó aquí mismo”, lanza como reflexión, “mientras en la memoria de todos sí están otros genocidios cometidos sobre un número menor de víctimas”.
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