dilluns, 14 de desembre del 2015

EL FRENTE DE ARAGÓN EN LOS MONEGROS VIDA COTIDIANA EN LAS TRINCHERAS Y LA RETAGUARDIA MÁS PRÓXIMA.

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ALEXIS PORTA, HISTORIADOR Y MONEGRINO

Publicado en el Periódico Altoaragón.Ver enlaces
  • INTRODUCCIÓN

Un ejemplo claro de vida por y para la guerra lo constituye el frente de Aragón entre Julio de 1936 y Marzo de 1938. En este tiempo, la línea que separaba a nacionales de republicanos permaneció prácticamente inmóvil, y generó unas condiciones de vida peculiares, adaptadas a las necesidades bélicas del momento. Con una bibliografía seleccionada, quisiera mostrar como transcurrió ese tiempo en el Norte de la comarca oscense de los Monegros.
Planimetría del frente en la sierra de Alcubierre (Ruta Orwell)
Por suerte, contamos para esta zona concreta con los muy valiosos testimonios directos de una enfermera australiana y voluntaria llamada Agnes Hodgson y con el del famoso escritor George Orwell. Ambos relatan en sus particulares diarios como vivieron la guerra, sus sentimientos y sus experiencias. Quizá para completar el círculo sería necesario encontrar el relato directo de algún combatiente español, pero no ha sido posible, tampoco de ningún poblador de la zona conflictiva. Por otro lado, Las memorias de Joaquín Ascaso son vitales para entender como se desarrolló la vida política en el Aragón no sublevado. “El tinglado político dirigente de la cosa pública habíase derrumbado verticalmente, idiotizando,…, hasta a los más apasionados defensores de la farsa democrática”. Comenta Ascaso al hablar de cómo se creó el Consejo Regional de Defensa de Aragón.
Para cuestiones militares y políticas, las cuales no pretendo tratar salvo para ayudarme puntualmente, son imprescindibles los trabajos sobre la Guerra Civil en Aragón de la editorial Delsan, especialmente el tomo dedicado a Huesca. En este se encuentra información relevante de los dos bandos. Por último, destacar la labor que se ha hecho desde la comarca en los últimos años, con la creación tanto de centros de interpretación, como de rehabilitación de los escenarios bélicos (Ruta Orwell, Robres, Albaltillo, etc.).

  • DESARROLLO

A pesar de lo que cuenta Orwell, (George Orwell, Homenaje a Cataluña. Ed. Virus, Barcelona 2005).este frente permaneció bastante activo durante toda la contienda. Casi todos los días había bajas. La situación era de calma tensa, el cerco a la ciudad de Huesca era continuo, y en lo que afecta a Monegros, partía en dos a la comarca en torno a la Sierra
de Alcubierre. Se produjeron duros combates y bombardeos en pueblos como   Tardienta, Robres, Alcubierre o Grañen (pertenecientes al bando repubicano) o Almudebar, Leciñena y Perdiguera (del bando Nacional). Hablamos de un momento entre el verano del 36 y marzo del 38, cuando el frente republicano de Aragón se desplomó, y las tropas de Solchaga y el Cuerpo de Ejército de Aragón tomaron la línea Tardienta-Alcubierre,
En ese año y medio, se desarrolló en esta tierra una vida peculiar, sujeta constantemente a las incidencias militares, pero también hubo momentos de relajación, y como nos cuenta Agnes Hudgson, en el municipio de Poleñino “Había una fiesta… y la banda local tocaba delante del hospital. La gente bailaba y todas las bellezas del lugar han hecho acto de presencia.”. Quizá con la intención de subir la moral de las tropas, o tal vez para relajar la tensión entre los habitantes de Poleñino y el personal de retaguardia. No olvidemos que la gente que vivía en estos municipios se encontró de pronto en plena vorágine bélica, y obligados a dar todo el apoyo con que contaran a los miles de personas que se trasladaron a la zona.
Casa Launa en Poleñino. Hospital de campaña durante la Guerra Civil
Y esto después de que los sucesos de Julio de 1936 marcaran profundamente la vida en todos los municipios monegrinos. La confusión reinaba y en casi todas las localidades surgieron pequeños grupos revolucionarios de izquierdas que pretendían que la sublevación nacional no prosperara pero a la vez también aspiraban a implantar una nueva estructura socio-económica en el pueblo mediante el fusilamiento de los patrones y los curas. Estos grupos se toparon en primera instancia con la guardia civil, que se declaró masivamente a favor de los golpistas, con falangistas y con representantes municipales de la CEDA. Conscientes de la importancia de hacerse con el control de cada pueblo, los fusilamientos, los combates entre vecinos y las venganzas sembraron de terror las calles de
Lanaja, Tardienta, Leciñena, Grañen o Barbues. Aún recuerdo cuando me contaron la historia de Rogelio Escanilla, militante de la CEDA en Poleñino, fusilado en los primeros momentos junto con cuatro compañeros más. Los fusilamientos generalmente en plazas y tapias de cementerios, fueron practicados por los dos bandos indistintamente.
Uno de los principales problemas en la guerra era el de la comida, a pesar de que estaban relativamente bien abastecidos en comparación con otras zonas. Agnes relata: “La mayoría de los días no comíamos carne, y para desayunar, un huevo y agua. El comité local no adelanta nada. Paulino busca caracoles y setas con que cocinar. … no queda mermelada, comemos pan duro y seco…” y Orwell, que se encontraba en el frente dice: “El agua que bebíamos, al igual que los alimentos, se traían en mulas desde Alcubierre, y la porción diaria para un hombre no llegaba a un litro. Era un líquido repugnante…”. Pero “La comida era bastante satisfactoria y abundaba el vino”. En cuanto a la gente que estaba sitiada en Huesca, nacionales, la situación de sus abastecimientos dependía de los trenes de abastecimiento que llegaban de Zaragoza hasta Ayerbe, de los productos que pudieran cultivar en las peligrosas huertas cercanas y de la sostenibilidad de la única fuente de agua potable capaz de abastecerles, llamada del Ibón. La escasez de productos no llegó a ser crítica.
Combatiente nacional dando cuenta del rancho (Ruta Orwell, Alcubierre)
En plena guerra de trincheras en la Sierra de Alcubierre, cinco eran las cosas que realmente importaban “leña, comida, tabaco, velas y el enemigo. En invierno… eran importantes en ese orden, con el enemigo en un alejado último puesto.” Sin duda es la visión de Orwell, seguro que otros combatientes situarían al enemigo a la cabeza de la lista. Pero no deja de tener razón en que el invierno en la trinchera es realmente duro. Más aun en esta posición monegrina, donde casi no hay leña para calentarse y el frío te paraliza. La comida, el tabaco y las velas, además de la ropa, constituían algo así como el “kit” de supervivencia en la trinchera. En cuanto al armamento, era realmente escaso en todos los sentidos, y muchas veces inservible, al menos en el bando republicano.
Trinchera rehabilitada en la sierra de Alcubierre Construcción rehabilitada llamada
Vivac, donde los soldados hacía vida y se guarecían
Retomando el tema del enemigo, la visión  de Orwell contrasta con la de Agnes Hodgson. En el pequeño hospital dePoleñino, el cual estaba al cargo de la Unidad Británica de auxilio Médico, los heridos llegaban constantemente del frente, más numerosos cuantomayor era la acción bélica en la que habían participado. Llegaron incluso a dar asistencia a 520 personas en abril de 1937 durante el enésimo asalto a Huesca. También trataban a las victimas de los bombardeos nacionales, que solían ser población civil. En Sariñena, la aviación franquista estuvo realizando incursiones durante toda la guerra, unas veces en misiones de reconocimiento y otras de ataque, aunque las bombas casi siempre caían en las huertas de los alrededores. El mayor de los bombardeos se produjo en marzo de 1938 y arruinó gran parte del caserío, fue el preludio a la ocupación. Otros pueblos de Monegros que soportaron los bombardeos fueron Torralba, de nuevo Tardienta , Poleñino, etc. Las gentes se refugiaban al oír la sirena de alarma en las cuevas que se habían construido debajo de las iglesias o en los montículos cercanos.
Refugio antiaéreo debajo de la iglesia de Poleñino
La rutina, en ocasiones, de la guerra en esta zona, hacía posible que la gente continuara con sus tareas en el campo. En la retaguardia claro.  Pero los campesinos aragoneses de la zona republicana se encontraron en pleno proceso revolucionario. El territorio aragonés en manos republicanas iba a constituir uno de los primeros ejemplos de colectivizaciones. Los patrones habían huido, los terratenientes también, y el precario Consejo Regional de Defensa de Aragón, en manos de la CNT, y presidido por Joaquín Ascaso, debía revitalizar lo que quedaba de economía y producción aragonesa, al margen de otras cosas. Dice Ascaso: “Confianza en los Municipios. Espectáculos públicos, tierras comunales y las que no pudieron trabajar por sí mismos sus propietarios, todo…,  pasaba a usufructo  del Municipio para que este lo entregase… al disfrute de las organizaciones proletarias” y lo distribuyera equitativamente. Esta medida se aplicó de igual manera en los Monegros. Las labores en el campo seguían su curso. Orwell dedica una parte del libro a describir la situación del campesinado y de los pueblos más cercanos al frente.
Campo monegrino al Sur de la Sierra de Alcubierre, en retaguardia
Tanto Orwell , en el frente, como Agnes, en retaguardia, estaban conectados: “…Nuestro Frente, o mejor dicho, nuestra división todavía no ha entrado en combate. Cuando  tacan Santa Quiteria, nos afecta.” dice AgnesEntre enero de 1937 y mayo del mismo año, pudieron perfectamente conocerse. Si bien es cierto, que Agnes fue cambiando constantemente de lugar, pasando por los hospitales de Grañen, Poleñino, Sariñena y más tarde Boltaña. En esta zona de guerra hay que destacar la cantidad de gente que había de muchas nacionalidades distintas. La mayoría voluntarios enrolados en las milicias que defendieron la república en los primeros momentos de la guerra civil. En segundo lugar personal sanitario de diversos lugares (Australia, Inglaterra, Escocia, etc.) y por último las brigadas internacionales, que se formaron más tarde. Se trasladaron a España gentes de todo el mundo, no en vano, se estaba librando una lucha ideológica  que traspasaba las fronteras de la península.
Esta lucha ideológica se vivía más intensamente en el frente, pero calaba en toda la geografía. Las líneas republicanas en los Monegros eran un conglomerado de milicias de diferente ideología (POUM, PSC, CNT…) que debían defender su posición. El ejército republicano también entraba dentro de este juego. En el bando nacional, al ejército sublevado se sumaban las milicias de falange y los requetés carlistas. Forman parte de la vida cotidiana de las trincheras la propaganda ideológica mediante proclamas con altavoces, lanzamiento de panfletos y los periódicos con las noticias de otros frentes.
Panel informativo de la ruta Orwell en Alcubierre
La organización del sistema sanitario es fundamental en las dos retaguardias. Hospitales de recuperación, de campaña, puestos de socorro, bancos de sangre, trenes hospital, ambulancias y personal sanitario debía estar perfectamente organizado y coordinado para atender las exigencias bélicas además de a la población civil. En este sentido, la sanidad el bando franquista tenía un único mando, en Zaragoza, que daba apoyo a todo el frente del Norte. Totalmente diferente era el sistema sanitario republicano, dependiente en los primeros momentos de las milicias, pasó a manos de la Generalitat catalana con el transcurso de la guerra. Pero a pesar de los intentos por centralizarlo, la impronta anarquista de este frente hizo imposible la tarea. Agnes Hodgson se queja frecuentemente de la falta de material médico “Aquí las condiciones son primitivas y el material escasea.” En esta ocasión refiriéndose a un puesto de socorro en Molinos. Las intervenciones realizadas por el personal sanitario como Agnes eran propias de una guerra. Sobrecoge leer en su diario como  trataban continuamente amputaciones, heridas de bala, infecciones, epidemias, etc., con la mayor profesionalidad dadas las circunstancias y sin importar el bando al que pertenecían los heridos. También relata como asistieron a “… varios soldados con heridas en manos y pulgares, la mayoría accidentes; existe la sospecha de que algunas de esas heridas se las hicieron ellos mismos.”.  Algunos soldados,
desesperados, recurrieron a este tipo de picaresca para alejarse del frente. No es de extrañar, ya que la mayoría del personal militar enrolado a la fuerza tenía una preparación muy deficiente.
Las milicias sindicales estaban compuestas por trabajadores, no por soldados  rofesionales. Con los recursos de que disponían tuvieron que hacer frente a la sublevación fascista, que sí contaba con el ejército profesional. Con el transcurso de la guerra, la República constituyó el nuevo ejército, pero en los primeros momentos fueron las milicias las que presentaron oposición. Retomando el tema de antes, la preparación de los milicianos era casi nula. Era la guerra la que les daba experiencia. Estaban compuestas en esta zona concreta por lideres sindicales, algunos extranjeros, obreros (en su mayoría catalanes), y muchos adolescentes “… En Monte Pocero creo que nadie tenía menos de quince años, pero la edad promedio debe de haber estado muy por debajo de veinte.” cuenta Orwell. Incluso había milicianos de once o doce años, que eran empleados en la retaguardia para distintos fines, ya que tenerlos en el frente era un peligro. Se solían alistar para tener un sustento. En las milicias no existía el trato jerárquico de un ejército, sí había mandos, pero eran tratados de camaradas y muchas veces las órdenes eran sometidas a votación.
Puesto de guardia en la trinchera (Alcubierre)
En cuanto al material bélico, era de una pobreza extrema. Fusiles de segunda y tercera mano y no para todos. Granadas contadas, de las que un tercio no explotaba y unas pocas ametralladoras a lo largo de todo el frente de Monegros. Cuantas veces dice Orwell que con un par de buenos cañones habrían acabado con todas las posiciones franquistas sin tiempo a que reaccionaran. La escasez de material va en consonancia con el hecho de ser milicias proletarias y con la poca ayuda que recibieron tanto de la república como de las potencias democráticas extranjeras. Después de una incursión en las líneas enemigas, se intentaba lograr el máximo de botín. Cualquier cosa servía, desde catalejos a munición alemana (de mucha mayor calida). Pero el gran botín era conseguir alguna ametralladora.
Puerto de Alcubierre, a sus lados se establecieron las trincheras de ambos ejercitos
Trincheras rehabilitadas de la ruta Orwell
  • CONCLUSIONES

El día a día en las trincheras estaba marcado por la rutina militar de tareas como recoger leña, hacer guardia y revisar el material. Las acciones bélicas eran escasas en este frente, pero el reguero de heridos y muertos era continuo. La falta de material bélico y las necesidades de otros frentes influyeron notablemente para el estancamiento de la contienda en los Monegros. La aviación no resultaba un peligro real en las trincheras de la Sierra de Alcubierre. El abastecimiento desde la retaguardia era bastante bueno, pero eso no paliaba la situación en la que se encontraban los milicianos en las trincheras, con frío, ratas, barro, y demás penalidades propias de la guerra civil española. Al contrario que en la retaguardia, aquí las ideologías políticas estaban en un segundo plano y el sentimiento de combatir al enemigo juntos como camaradas era más fuerte que las diferencias de partido. Los heridos eran traslados en cuanto era posible, primero a los Puestos de Socorro cerca del frente y luego a pequeños hospitales como el de Poleñino, donde se encontraba Agnes Hodgson.
El sistema sanitario, a pesar de su precariedad, intentaba dar servicio a todos los combatientes sin importancia de su bando. El verdadero peligro para los heridos graves eran los traslados a otros lugares ya que las carreteras eran muy deficitarias. El mejor sistema era mediante trenes hospital. En el frente republicano de Los Monegros el tren
llegaba hasta Tardienta, y esto hacía más fácil la movilidad entre Barcelona y la retaguardia. En el bando nacional, el tren llegaba hasta Ayerbe, y pudo abastecer a la población sitiada en Huesca. El sistema sanitario franquista, centralizado en Zaragoza, fue una ventaja frente al compartimentado sistema republicano.
Por último, la población civil, una vez estabilizado el frente y vivido el horror de los primeros días, volvió a sus rutinas diarias en el campo o en las tiendas, no sin sobresaltos de vez en cuando, provocados por los bombardeos de ambos bandos. El Consejo Regional para la Defensa de Aragón, presidido por Joaquín Ascaso, rellenó el vacío de poder en Aragón con una intensa actividad colectivizadora, económica y legislativa. La vida de los pueblos se transformó completamente al estar tan cerca del frente. Los pueblos de la comarca de Monegros durante casi dos años tuvieron que dar todo el apoyo que pudieron, obligatoriamente, a las tropas y el personal sanitario que se asentó en la zona. El carácter peculiar de estas gentes, involucradas en un conflicto a la fuerza, quedará por siempre en la memoria colectiva gracias a los numerosos testimonios que nos han llegado.
Puesto de vigilancia (Alcubierre)

  • BIBLIOGRAFÍA

Agnes HodgsonA una milla de HuescaDiario de una enfermera australiana en la guerra civil española. Edición de Judith Keene y Víctor Pardo Lancina. Ed. Publicaciones de Rolde de Estudios Aragoneses y Prensas Universitarias de Zaragoza, Zaragoza, 2005.
Charles S. Esdaile, Anthony BeevorEl fin de la monarquía: República y Guerra Civil. Historia de España Vol. 18. Dir. John Lynch.  Ed. El País. Madrid, 2007.
Joaquín Ascaso, Memorias (1936-1938) hacía un nuevo Aragón.  Introducción, Edición y Notas de Alejandro R. Diéz Torre, Ed. Instituto de Estudios Altoaragoneses, Huesca, 2006.
Gabriel JacksonLa  República española y la Guerra Civil (1931-1939). Ed. Orbis, Barcelona 1985.
George OrwellHomenaje a Cataluña. Ed. Virus, Barcelona,
2005.
Luís Alfonso Arcarazo García, Pedro Borrachina Bolea, Fernando Martínez
de Baños Carrillo
Guerra
Civil en Aragón, Huesca “el cerco”
. Ed. Delsan, Zaragoza, 2007.
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