diumenge, 4 de novembre del 2012

Día de los difuntos y la Memoria Histórica



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04-11-2012
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Entre mis antiguos papeles ha aparecido una hoja impresa en la que el PSOE de Burgos, y el sindicato socialista, convocaban tres actos de “Homenaje a las víctimas de la represión” en los montes de Estepar, La Pedraja y en la “Fosa común del cementerio de Burgos”. La fecha: el 4 de noviembre de 1979.
En la hoja figura el dibujo de Pablo Picasso, a dos colores, en el que la diosa Jano simboliza con sus dos caras el pasado y el futuro. En su reverso, el impreso reproduce un artículo mío, publicado el año anterior -el 1º de noviembre de 1978- titulado “No fue inútil su muerte”. La frase completa que escribí decía: “No fue inútil su muerte; fue inútil su fusilamiento”.
Leyendo ese escrito queda claro que la primera vez que se convocó públicamente un acto de “Homenaje en el Día de los Difuntos”, en el monte de Estepar y de La Pedraja, fue: ¡en noviembre de 1977!, cuando hacía unos pocos meses que se habían elegido diputados y senadores, y esas 558 personas eran los únicos representantes democráticos en un mar —a veces amenazador- de cargos políticos reclutados con las leyes de la Dictadura. El Rey y el Gobierno de Suárez, en 1977, basaban su legitimidad estatal en las normas del franquismo. En noviembre de 1979, cuando era la tercera vez que se convocaba el “Homenaje a los Muertos por la Libertad”, la Constitución de 1978 estaba en vigor, aunque el proceso democrático estaba amenazado por el golpismo militar y por el terrorismo de ETA.
El historiador Santos Juliá publicó en 2011 un libro titulado “Elogio de Historia en tiempo de Memoria”. Critica la inanidad de la famosa Ley 52/2007, de 26 de diciembre, llamada de “Memoria Histórica”. (No se llamó así sino algo más ajustado a la modestia de su cometido).
Cuando se tomó la iniciativa de hacer una ley de “Memoria Histórica”, alguno de sus promotores, por ejemplo Esquerra Republicana de Catalunya, creyó que era posible saltarse la ley de Amnistía de octubre de 1977, que fue la clave de bóveda de nuestro actual Estado de Derecho. Esquerra Republicana, en 1977, estuvo en contra de la ley, lo mismo que algunas otras minorías, entre las que se encontraba Alianza Popular. Santos Juliá analiza ese error, error en el que incurrió también el magistrado Baltasar Garzón (con su auto de 2008), y todos los que intentaron saltarse la ley de Amnistía de 1977 para tener justificación judicial para generalizar la exhumación de cuerpos de republicanos asesinados por el franquismo (El propósito del magistrado Garzón, razona Santos Juliá, era reanudar la búsqueda de los restos de Federico García Lorca, algo de gran trascendencia mediática internacional, pero que no contaba con la voluntad de la familia del artista.)
Por entonces estuve en el Instituto Cervantes de París en un debate sobre esa Ley de “Memoria Histórica”. Mi punto de vista era el mismo que ahora. Cuando alguien del público citó la negativa de la familia Lorca a seguir buscando los restos del poeta, recordé lo que una señora me dijo ante el monolito de La Pedraja: “Mi padre está enterrado con los suyos y ahora todo el mundo sabe dónde fue asesinado”. Hay familias que se niegan a que ahora se entierre a sus víctimas en un Cementerio oficial, obviando las cuatro décadas de mendaz olvido. Pero la ley de “Memoria Histórica” no ha servido para que el monolito de La Pedraja esté mejor cuidado.
Otro argumento que se empleó a favor de la ley de “Memoria Histórica” fue que en 1977 actuamos con miedo y por eso pasamos de puntillas por los crímenes de la Guerra Civil. Santos Juliá señala la falacia de ese argumento: “La Ley de Amnistía no impuso sobre la sociedad española, como tantas veces ahora se pretende, ningún pacto de olvido, ni estableció ninguna tiranía del silencio…”. Hubo “amnistía”, pero no hubo “amnesia”. En España, en 1936, hubo un golpe de Estado, que fue seguido de una revolución y de una guerra civil. Cualquier comparación con la Argentina de la Dictadura y del “punto final” —como se alega erróneamente para España- no se sostiene.
El “Homenaje a los Muertos por la Libertad”, celebrado en noviembre de 1977 en Burgos, expresa la libertad plena con la que actuamos: “Acudir a esas honras es, para algunos, una obligación —escribí en aquella ocasión-, para muchos, un derecho que hoy puede ejercerse con libertad. En estos momentos que vivimos, conviene detenerse y pensar qué valor no tendrá la libertad, si hombres hubo que perdieron la vida por ella. Qué valor tiene la libertad si cuando se carece de ella ni a los muertos puede honrarse sin temor.”