Entrevista con el escritor Andrés Trapiello
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‘Ayer no más’
Así comienza ‘Ayer no más’, la última novela escrita por Andrés Trapiello y editada por Destino. Sin embargo, no estamos ante un libro más sobre la Guerra Civil sino “con la Guerra Civil como telón de fondo, con personajes de hoy y basado en un suceso real, que ocurrió en León cuando aquel anciano reconoció al asesino de su padre por su deje y del que recordó que, junto con otras personas más, era quien le había matado”.
Trapiello está cansado de la Guerra Civil de la que oyó hablar en su casa desde siempre. “El problema es que la gente está hasta el copete de novelas y novelistas de la Guerra Civil. En mi libro hablo de cosas que no se han leído y lo hago de un modo como no se han contado antes y no porque yo sea más listo, sino porque cada cosa requiere un tiempo para ser narrado. Hemos tardado setenta años en hacerlo, porque la verdad es lenta“. Pepe Pestaña, como profesor y miembro de la Memoria Histórica, se encuentra en una situación delicada, difícil de manejar. “Pepe Pestaña es una persona que intenta conocer la verdad.
Él no está contra su padre, que es como todo en la vida, una mezcla de verdad y de mentira. Su objetivo es conocer hasta donde su padre le miente y hasta donde no puede decirle toda la verdad.“ El protagonista tampoco puede olvidar los recuerdos porque “a pesar de lo que su padre haya podido ser, él vivió momentos felices a su lado”. De todos modos, descubrir que tu padre puede ser un asesino no es una experiencia agradable, ni tampoco fácil de asimilar.
“En este asunto eso debe de ser algo frecuente porque estamos hablando de una guerra en la que hubo seiscientos mil muertos y donde nadie mató a nadie. Y alguien debió hacerlo, porque o alguien miente o nadie cuenta la verdad. Si preguntamos a nuestros padres o a nuestros abuelos, ninguno sabe nada. Disparaban porque había que disparar, porque había que matar. Luego trataron de olvidar, porque las personas decentes no pueden vivir con esa carga permanente sobre sus hombros. Es demasiado pesada”.
La Memoria Histórica
Después de más de treinta años de caminar juntos, España parece que se ha decidido por fin a pasar la página de la Guerra Civil, pesada página, y para ello debe revisar los hechos sucedidos. La distancia es buena para cargar de aire limpio los pulmones, oxigenar el cerebro y repasar todo aquello que hasta ahora no salió a la luz.
El juez Garzón decidió atender solo los agravios sufridos por las víctimas del franquismo, dejando fuera a las demás, ya que consideraba que sus cuitas ya fueron reparadas durante los cuarenta años de gobierno franquista y que para eso ya tenían el Valle de los Caídos. Hubo unos que aceptaron su postura y otros que no. Al final, los jueces, sus compañeros, lo echaron fuera de la carrera judicial al considerar que había empleado la ley de una manera torticera”.
El escritor leonés hace hincapié en demostrar que esta ley no ampara a todos los españoles por igual. “No, no lo hace y además plantea cuestiones curiosas porque, por ejemplo, ¿es posible olvidar o recordar obligatoriamente por ley?” La novela, a través de la relación entre Germán y su hijo, intenta plantear la necesidad de establecer acuerdos en base a unos mínimos básicos y elementales. “Primero, la Guerra Civil se inició con un golpe de estado ilegítimo. Eso, que parece tan sencillo, no resulta fácil de asumir.
Al día de hoy, el parlamento español todavía no ha condenado oficialmente el golpe; y segundo, hay que admitir que los principios de la Ilustración estaban únicamente representados por la República, con una salvedad, y es que estos principios no siempre fueron defendidos por el gobierno y a menudo fueron conculcados porque la República cayó en manos totalitarias”.
La cosa se enreda un poco más porque, como explica Trapiello, los dos bandos no fueron grupos homogéneos. “Lo que hace todavía más complejo el asunto es que entre los fascistas que se sublevaron contra la República hubo personas demócratas y liberales como Unamuno. Y en el otro lado, como Azorín y Ortega y Gasset, que luego se desencantaron. Y para rematar esta complejidad, hay que decir que una gran parte de las víctimas de los dos bandos fueron al mismo tiempo victimarios de otros.
Un tercer mínimo, la tercera españa
Según Trapiello para solucionar este problema todavía hay que dar un paso más, el tercero, otro mínimo. “Si te dieran la posibilidad de optar, posiblemente no hubieras elegido ni el bando de los buenos, ni el de los malos, sino otro distinto, porque percibimos que ni los buenos eran buenos, ni los malos eran malos. O sea que los buenos están en otro lado, en otra parte y eso es lo que hemos dado en llamar la Tercera España, una España por la que trabajamos todos y que no fue posible entonces pero sí ahora. Es un bando no uniforme, donde hay gente de derecha, de centro, de izquierda…”
La estructura de la novela. Los nombres
A la hora de narrar, Andrés Trapiello ha optado por la voz en primera persona, con estructura coral, aunque afirma que es el lector el auténtico autor de la novela. “Yo no he hecho nada, esta novela la han escrito todos menos yo, por eso los personajes hablan en primera persona y todos lo hacen de la mejor manera que saben. Hasta el tonto habla con sus mejores palabras, con su mejor inteligencia. Aquí el único importante es el lector que es el que ha de decidir quién dice la verdad, quién miente y por qué lo hacen, por qué ocultan, por qué engañan.
El lector es el verdadero autor de la novela, él es quien la termina con su lectura y al que se le pide opinión sobre todo lo que ha leído. Por eso, a lo largo del texto está continuamente interpelado”. El propio escritor hace un cameo y aparece en una de las páginas del libro. “Sí, he hecho un cameo pero quedo muy mal, como un pedante”. Y, para concluir, algo que no podemos olvidar en ‘Ayer no más’: la cantidad de nombres curiosos que aparecen en sus páginas (Severino, Toribio, Odelmiro, Críspulo, Rudesindo, Rolindes, Verinilo, Sóstenes, Atilano, Deodato, Evencio, Belarmino, Fidenciano, Mamés y muchos otros) por poco usuales.
La novela transcurre en León y sé que los nombres allí son así por mi propia experiencia, ya que los he buscado entre los miembros de mi familia. Y es que en las zonas rurales existía la tradición de poner el nombre del santo del día, utilizando para ello el almanaque. Pero para distinguirlos mejor no cogían el primero sin cualquier otro de los que venían detrás”.
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