Al comenzar la
guerra civil en la que se convirtió el intento de golpe de estado reaccionario
del 18 de julio de 1936, Torrelodones quedó dentro de la zona leal al gobierno
republicano, y así permanecería hasta el final de la contienda. Por su posición
geográfica cercana al primer objetivo de los sublevados, Madrid, en solo
cuestión de días este pueblo quedará peligrosamente cercano al frente de
guerra. Por encontrarse a medio camino entre la sierra y el llano y por estar
junto a importantes vías de comunicación, el entonces mínimo núcleo de casas de
Torrelodones, seguramente mejor conocido por su colonia de villas de descanso,
se convertirá en un enclave estratégico de la retaguardia leal inmediata al
frente, lo que sin duda marcó su vida durante todos los días de guerra. A lo
largo de los 32 meses que esta duraría se pueden señalar al menos cuatro
momentos diferentes en los que la actividad bélica se dejó sentir en
Torrelodones de una forma más intensa: Primeras semanas de la contienda,
ofensiva franquista de diciembre de 1936–enero de 1937, batalla de Brunete y
ataque republicano del día 13 de enero de 1939 en la zona de Brunete y
Quijorna.
A la derrota de la sublevación
militar parcial ocurrida dentro de la capital y en cuarteles del extrarradio le
sucede la progresión hacia Madrid de las columnas del Ejército del Norte
mandado por Mola. Los primeros choques con las fuerzas milicianas se producen
en torno a los puertos de la sierra que separa Madrid de Segovia y Ávila, e
inmediatamente se extienden sobre la línea de alturas. En pocas jornadas se
alcanza una situación de equilibrio donde ni los republicanos pueden desalojar
a las fuerzas de Mola de sus posiciones recién ganadas, ni estos consiguen romper
el incipiente frente republicano para lanzarse sobre Madrid.
Tras las primeras semanas de lucha
encarnizada, este frente de la sierra se quedará estático y más tranquilo,
permaneciendo sin cambios apreciables hasta el final de la guerra. El Mando sublevado
(que hasta septiembre no elegirá a Franco como jefe superior) parece estar más interesado en entrar en Madrid con
el Ejército Expedicionario con el que Franco avanza siguiendo la dirección de
Extremadura a Toledo que en reforzar a Mola lo suficiente para que este pueda
hacerlo desde la sierra. En esta etapa, que discurre desde julio hasta
noviembre de 1936, el frente envuelve a Torrelodones y su entorno desde el N y
el O, quedando la primera línea de combate en su parte más cercana apenas más
allá de las localidades de El Escorial y Guadarrama, a solo unos 15 kilómetros
de distancia. Posiblemente durante esos meses los torrelodonenses llegaran a
escuchar el ruido de las explosiones artilleras proveniente de la zona del
puerto de Guadarrama.
Durante los primeros días del mes de
noviembre culmina la aproximación del Ejército Expedicionario a Madrid.
Chapinería había sido ocupada el 15 de octubre; Casarrubios y Valmojado el 16;
Navalcarnero, El Álamo y Villamanta el 21 de ese mismo mes. La línea ocupada
por las columnas franquistas el 1 de noviembre era la determinada por
Chapinería–Aldea del Fresno–Villamanta–Navalcarnero. Su objetivo para ese día
es la toma de Sevilla la Nueva y Brunete, lo que se consigue inexorablemente
mediante el ataque de tres columnas que cuentan con apoyo aéreo y artillero.
Enfrente tienen unas fuerzas milicianas que poco pueden hacer por detenerlos.
El día 3 de noviembre caen Villaviciosa de Odón y Móstoles; el 4 son ocupados
Alcorcón, Leganés y Getafe. Desde ese mismo día 3, la atención del Mando
sublevado se centra en los preparativos que se están ultimando para acometer el
ataque frontal a la ciudad de Madrid, en la que se piensa entrar con parecida
facilidad a la encontrada ante los pueblos anteriores. En ese momento, la línea
franquista de la zona O pasa por Sevilla la Nueva, Brunete, Quijorna,
Villaviciosa de Odón, Alcorcón. Las fuerzas republicanas conservan Villanueva
de la Cañada, Villanueva del Pardillo, Majadahonda y Boadilla del Monte. Las
operaciones directamente dirigidas a entrar en Madrid dan comienzo el día 7 de
noviembre.
Transcurrido casi un mes de lucha sin
cuartel en los barrios periféricos de la capital y en la Ciudad Universitaria,
para el día 5 de diciembre, el Mando franquista tiene que darse por vencido en
su ambición de entrar en Madrid atacándola directamente y desde la dirección
más desfavorable, la cual seguramente no se desechó por haberse infravalorado
la capacidad de movilización y resistencia del enemigo. Ahora Franco debe
revisar su estrategia de guerra y reorganizar sus unidades, lo que hace creando
la división Reforzada de Madrid, que contará con cinco sectores defensivos y
una agrupación de fuerzas de maniobra. De los primeros, el sector situado más
al O se extiende desde Alcorcón hasta Navalagamella.
Superado
el desconcierto que el primer revés militar de la guerra genera en el alto
Mando sublevado, este prepara pronto una nueva acción ofensiva que en lugar de
atacar Madrid de frente, buscará envolverla por el O. A consecuencia de esta
decisión, entre los días 14 de diciembre de 1936 y el 9 de enero de 1937 tendrá
lugar la batalla de la carretera de La Coruña, también conocida como batalla de
la niebla. La guerra se va a volver a acercar a Torrelodones hasta casi
plantarse en el mismo borde de su término municipal. Si en los meses de julio y
agosto el frente quedó a algo más de 15 kilómetros de distancia tras los
enfrentamientos que tuvieron lugar en la sierra entre columnas militares y
milicianas de potencia y número dispar, ahora la línea de combate va a quedar a
solo 9 kilómetros al S y SE del pueblo. Un ejército republicano en plena
evolución desde la estructura miliciana original volverá a frenar a las fuerzas
franquistas por segunda vez, pero como en la primera, a costa de fuertes
pérdidas en hombres, material y territorio.
El 14 de diciembre entran en acción tres
columnas al mando inmediato de Varela; están formadas por 7.500 hombres que
cuentan con el apoyo de 132 piezas artilleras, aviación y carros de combate.
Dos días después de iniciada la batalla consiguen ocupar Boadilla del Monte y
el 19 entran en Villanueva de la Cañada, pero llegados a ese punto la ofensiva
decae por carencia de refuerzos y por la existencia de un clima adverso que por
momentos no permite apuntar la artillería ni volar a la aviación y lleva a los
hombres a confundir la dirección de los ataques. La acción ofensiva de las
fuerzas de Varela no se podrá reemprender hasta el día 29, tiempo que las
fuerzas republicanas aprovechan para reorganizar sus líneas y volver a avanzar
hasta acercarse a los pueblos perdidos. En paralelo se vive una febril
actividad por crear un ejército regular avanzando en la militarización de las
milicias. En Madrid se crean el 31 de diciembre las primeras 10 divisiones (1 a
la 10) del nuevo Ejército Popular y se completan las bajas tenidas en las
Brigadas Internacionales haciendo entrar en ellas a combatientes españoles.
El día 3 de enero de 1937 la ofensiva se
renovará con mayor empuje que en su primera etapa; ahora en lugar de tres, son
cuatro las columnas franquistas que atacan; el número de batallones que
encuadran llega hasta los 24 (12.000
hombres), junto a los que se dispone de 24 baterías artilleras,
caballería, carros de combate y aviación. El mando superior de estas columnas
es de Orgaz, ya que Varela está herido. La idea de maniobra que lleva este
ataque es la de partir desde la línea formada por Villanueva de la Cañada,
Villaviciosa de Odón y Boadilla del Monte, ocupar Villanueva del Pardillo y
Majadahonda y desde ahí, girar bruscamente al E para enlazar con las fuerzas de
Ciudad Universitaria. Frente a este ataque, del lado republicano están en línea
la 35 brigada mixta, mandada por el italiano Nino Nanetti (desde Valdemorillo
hasta Majadahonda); el “1º sector” desde Majadahonda a Pozuelo, a cargo de la
8ª división mandada por el teniente coronel Cuevas (brigadas mixtas 37 y 44) y
por último el “2º sector” entre Pozuelo y el río Manzanares, justo al O de la
Ciudad Universitaria, que estaba guarnecido por 5ª división (brigadas mixtas 5,
38 y 39). Los apoyaban carros, artillería y aviación. Los mejores de estos
materiales, que incluían ciertos elementos obsoletos junto a otros de primer
nivel y superiores a los del enemigo, están recién comprados a la Unión Soviética,
que también provee de sus servidores hasta que el ejército republicano entrene
a los suyos. Como reservas se contaba con la brigada del Campesino, la XI
internacional y algunos batallones sueltos que no forman en ninguna brigada.
Iniciado el avance franquista, el mismo
día 3 de enero las fuerzas republicanas pierden el castillo de Villafranca,
Villafranca del Castillo y los vértices Romanillos y Manilla. Ante el peligro
de una ruptura de su frente, Miaja, el jefe de la defensa de Madrid reorganiza su
dispositivo de fuerzas poniéndolo bajo el mando directo del teniente coronel
Cuevas, y hace venir al frente de Madrid a las brigadas internacionales XII y
XIV, pero el día 4 sus fuerzas pierden también el vértice Cristo, Majadahonda,
Las Rozas, Villanueva del Pardillo y el cruce de carreteras que existe al SE de
este. La situación para los republicanos es de extrema gravedad al S de
Galapagar y Torrelodones, ya que si el enemigo en ese momento consigue alcanzar
El Pardo, toda la zona republicana al O
de Madrid puede llegar a quedar aislada del resto de su territorio, lo que
convertiría en inviable su conservación a corto plazo. Siguiendo la dirección
de la maniobra prevista, el ataque de Orgaz se detiene al S de Torrelodones
cuando llega a Majadahonda. Sus fuerzas poseen la línea determinada por
Villanueva de la Cañada, Villanueva del Pardillo, vértice Cumbre y Las Rozas.
En ese momento, el ataque gira al E, centrándose la actividad en sus zonas
central y derecha. El día 6 es de durísimos combates, en los que los
republicanos pierden la posesión de la carretera de La Coruña a la altura del
kilómetro 13. Los combates del 7 de enero permiten a las fuerzas de Orgaz
alcanzar también el kilómetro 11,400 de
esa carretera y ocupar Pozuelo, tras lo que su empuje queda agotado por la dura
defensa ofrecida por las unidades republicanas. Los ataques franquistas se
extinguen por completo el 9 de enero.
Un
fuerte contraataque que las fuerzas de Miaja lanzan el día 11 sobre la
dirección vértice Cumbre– Majadahonda–Pozuelo será rechazado, con lo que para
el 16 de enero cesan todas las acciones y llega la estabilización en un frente
que se consolidará y endurecerá sin vivir nuevas operaciones hasta que en julio llegue la primera gran ofensiva
republicana, pero primero Madrid intentará ser rodeada desde el E y el NE. Las
batallas del Jarama y Guadalajara convencerán al Mando franquista de que debe
buscar objetivos más asequibles en el aislado N republicano. La guerra sería
larga.
En el mes de marzo de 1937 la militarización
de las unidades del Ejército Popular está bastante avanzada, y si durante la
defensa de Madrid y la batalla de la carretera de La Coruña se crearon las
primeras divisiones, a lo largo del mes de marzo se constituyen los primeros 5
cuerpos de ejército (I al V). En este periodo de calma relativa en los frentes
de la zona Centro encontramos a la 10 división republicana del I cuerpo de
ejército cubriendo el frente al S de Torrelodones; sus trincheras se extienden
desde la casa Curia (kilómetro 20 de la carretera de La Coruña), pasan por el
kilómetro 6 de la carretera de Las Rozas a Galapagar y alcanzan el kilómetro 10
de la carretera de Brunete a Valdemorillo. Por su derecha, la 10 división
enlaza en el cerro de Santa Ana con la 3 división que también pertenece al I
cuerpo de ejército. Por su izquierda, la 10 división enlaza con la 8 división
en el barranco de la Cruz Verde, justo junto al kilómetro 18 del ferrocarril.
Este sector de frente está a solo 8 kilómetros de Torrelodones en su punto más
cercano, y lógicamente tiene a este pueblo como nudo primordial en sus
comunicaciones y como centro de su intendencia. Como prueba de esto último se
conoce un documento que dice que a falta de un taller divisionario propio, la
10 división utiliza para las reparaciones de sus vehículos el taller de auto –
transporte que existía previamente en Torrelodones.
Terminando marzo de 1937 las operaciones
militares más intensas tendrán por foco el frente N. Después de ser contenido
ante Madrid, en la carretera de La Coruña y en el Jarama y tras resultar
derrotado en Guadalajara, el ejército franquista da por terminado el ciclo de
operaciones militares centradas en el propósito de tomar la capital. Anulada la
posibilidad de una victoria rápida, Franco y sus generales vuelven su mirada y
sus armas hacia zonas republicanas más difícilmente defendibles; la opción de
atacar el aislado frente N ofrece a los “nacionales” las máximas garantías de
obtener el necesario triunfo que Madrid les ha negado. Los meses que pasan entre
marzo y junio suponen un valioso respiro para la zona Centro republicana, y
permiten que al menos sobre el papel, se culmine el difícil proceso de
militarización del Ejército Popular. Las fuerzas de su nuevo Ejército del
Centro son al comienzo del verano numerosas y están aceptablemente armadas e
instruidas. Una cierta sensación de fortaleza combinada con la necesidad
imperiosa de auxiliar a la provincia de Santander, a la que no se puede ayudar
directamente, llevan al Mando republicano a planear una gran ofensiva en torno
a Madrid. La República se plantea desafiar al ejército franquista en campo
abierto, un escenario que casi siempre le fue desfavorable. Los objetivos que
se persiguen son por un lado hacer caer el frente enemigo en torno a la
capital, y por otro forzar a que Franco tenga que retirar sus mejores unidades
del N para traerlas a combatir otra vez en torno a Madrid, consiguiendo aliviar
así la presión que tras caer Bilbao soportaba entonces Santander.
Durante
los últimos días de junio de 1937 se aceleran los preparativos logísticos que
permitan lanzar la ofensiva que será conocida como batalla de Brunete, la cual
estará a cargo del recién creado Ejército de Maniobra, formado por los cuerpos
de ejército V y XVIII, con 3 divisiones cada uno, aparte de las reservas. Por
la zona de Usera debe lanzarse simultáneamente otro ataque a cargo del cuerpo
de ejército de Vallecas, con dos divisiones,
que debe converger con el del Ejército de Maniobra en la zona de
Alcorcón. Los planes hechos en el EMC (Estado Mayor Central, con Vicente Rojo
como jefe) se están ejecutando con la mayor meticulosidad y secreto posible.
Considerando la zona elegida por el Mando republicano para lanzar su ataque, el
espacio determinado por los ríos Perales (límite O) y Guadarrama (referencia al
E), queda inmediatamente claro el papel que el pueblo de Torrelodones, con sus
casas sólidas, grandes y dispersas, pegadas a vitales cruces de carreteras
jugarán en la ofensiva. Torrelodones, junto a Galapagar, será una pieza
fundamental en el desarrollo de la operación por varios motivos: Albergará el
puesto de mando del Ejército de Maniobra y el del XVIII cuerpo de ejército,
tendrá importantes almacenes y centros de sanidad y todo el tráfico militar de
vuelta a Madrid desde el campo de batalla pasará por sus calles, y al menos la
mitad del de ida.
Ante la importancia capital que van a
tener las vías de comunicación para alimentar la ofensiva y para evacuar las
bajas se crea (por primera vez en una zona de operaciones de guerra) una
Comisión Reguladora de Carreteras, que debe organizar el tráfico y garantizar
que las vías no se colapsarán. Este organismo queda efectivamente operativo
desde el día 2 de julio y comienza a revisar, adaptar y señalar las vías y sus
cruces. El Mando militar y la CRC deciden que:
–
El itinerario de llegada al campo de batalla para el V cuerpo de ejército
tendrá 98 kilómetros de recorrido, pasando por: Madrid – Fuencarral –
Alcobendas – San Sebastián (ya no de los Reyes) – San Agustín de Guadalix –
Colmenar Viejo – Manzanares (ya no el Real) – Cerceda – Moralzarzal – estación
de Villalba – Galapagar – El Escorial – Valdemorillo.
–
El itinerario de llegada al campo de batalla reservado para el XVIII cuerpo de
ejército tendrá 68 kilómetros de recorrido, será: Madrid – Fuencarral – El
Pardo – casa de Navachescas – Torrelodones – Galapagar – Colmenarejo –
Valdemorillo.
–
El itinerario de vuelta a Madrid desde el campo de batalla será común para
ambos cuerpos de ejército y pasará por: Colmenarejo o El Escorial – Galapagar –
Torrelodones – Hoyo de Manzanares – Colmenar Viejo – El Goloso – Fuencarral – Madrid.
Para el V cuerpo este recorrido supone 70 kilómetros y para el XVIII cuerpo,
74.
Los
itinerarios señalados se consideran “carreteras guardadas”, lo que seguramente
significa que quedan bajo la exclusiva autoridad militar. Las que pasan por
Torrelodones son las siguientes: Fuencarral – Torrelodones por El Pardo (37
kilómetros), Torrelodones – Valdemorillo
(21 kilómetros) y Torrelodones – Colmenar Viejo por Hoyo de Manzanares (22
kilómetros).
Dentro de esta planificación, el trayecto
Torrelodones – Galapagar era el único que tenía circulación en los dos
sentidos, ya que lo usarían los dos cuerpos de ejército para su vuelta y al
menos el XVIII para su ida. Llegado el día 8 de julio se ordenará que ante la
congestión de la circulación sufrida en los dos primeros días de batalla, la
vuelta a Torrelodones de los dos cuerpos de ejército una vez llegados sus
transportes a Galapagar, se haga pasando por La Navata en vez de directamente.
Para evitar la acción de la aviación enemiga, los abastecimientos deberán ser
nocturnos y con los focos de los vehículos apagados o cubiertos con una tela
azul.
El inicio de la ofensiva estaba previsto
para la madrugada del 6 de julio (la marcha debía iniciarse a las 22 horas del
5). Todos los efectivos humanos y materiales fueron sigilosamente reunidos
escalonadamente en las primeras zonas de concentración desde los días 2 y 3 de
julio. Hasta que llegaba el momento de ponerse en marcha cada noche, las
fuerzas en espera quedarían escondidas en amplias zonas de campo arbolado, sin
moverse ni encender fuegos. El XVIII cuerpo de ejército (divisiones 10, 34 y
15) tuvo en el entorno de la casa de Navachescas (carretera de El Pardo a
Torrelodones) su primera zona de concentración de tropas y medios de combate,
mientras que el V cuerpo de ejército (divisiones 11, 35 y 46) tuvo la suya en
torno al kilómetro 25 de la carretera de Galapagar a El Escorial. La siguiente
zona de concentración del XVIII cuerpo de ejército fue la de Torrelodones –
Galapagar. Llegado el día D-2 (4 de julio) el XVIII cuerpo de ejército estaba
situado ya al S de Torrelodones, concretamente entre su estación ferroviaria y
Galapagar, y siempre al E de la pista del Tercio (actual fondo del embalse de
Valmayor), que era la línea divisoria con el V cuerpo de ejército. Durante la
fase inicial de la ofensiva, hasta el día 10 de julio, también la unidad de
reserva del Ejército de Maniobra, la 45 división mandada por Kléber (brigadas
internacionales XII y CL), estuvo estacionada 2 ó 3 kilómetros al SO de
Torrelodones, en torno a la casa de Panarras y la presa de El Gasco en espera
de entrar en combate.
El plan de ataque y las misiones para
cada unidad fueron dados a conocer por el Ejército de Maniobra mediante la
instrucción reservada nº 1 del día 2 de julio. Dos días más tarde, el 4 de
julio, el Ejército de Maniobra da a conocer su instrucción reservada nº 2, la cual hace referencia a los
servicios. Con esta orden el alto Mando republicano determina la ubicación, el
tipo y el número de los establecimientos sanitarios y los destinados al
almacenamiento de todo tipo de suministros necesarios para las fuerzas. Sin
dejar ningún lugar a duda acerca de la posición de los locales destinados a los
principales hospitales y polvorines, parece que sin embargo en los casos de
establecimientos de menor tamaño queda un margen para que cada cuerpo de
ejército escoja su ubicación (o se desconocen otras órdenes que los cambian de
lugar posteriormente). Lo señalado por el Ejército de Maniobra era:
Materiales de
fortificación: Para el V cuerpo de
ejército el depósito estará en El Escorial. Para el XVIII cuerpo el depósito
estará en la iglesia de Valdemorillo.
Subsistencias: El depósito de víveres para las tropas y de piensos
para el ganado del XVIII cuerpo de ejército estará situado en La Regadera. Para
el V cuerpo estará en Cuarto Carretero. Las raciones normales se entregarán de
21 a 22,30 horas, las de previsión de 22,30 a 24, el pan, la carne y el pienso
de 0 a 2 horas. Se evitarán a toda costa las aglomeraciones y el desorden de
vehículos, así como las detenciones en las carreteras.
Dentro
del primer escalón (el más cercano a la línea de fuego) de los abastecimientos
de alimentación del Ejército de Maniobra se contaba con los depósitos de Cuarto
Carretero (44.500 raciones en frío y 23.500 normales), El Escorial (30.000 y
40.000), La Regadera (61.000 y 26.000) y Torrelodones (75.000 y 75.000), además
de las raciones, estos mismos depósitos guardaban 200.000 litros de vino.
Gasolina y aceite: Para el XVIII cuerpo de ejército depósitos en El
Pardo y La Regadera. Para el V cuerpo, en El Escorial y Cuarto Carretero. Todos
los depósitos deberán contar en todo momento con reservas de al menos 20.000
litros de gasolina y 2.000 litros de aceite.
Municionamiento de
infantería: Para el V cuerpo de
ejército, El Escorial. Para el XVIII cuerpo el almacén deberá estar en
Torrelodones. Las municiones que se deberán distribuir en estos almacenes
deberán agruparse en los siguientes módulos: 100 cartuchos por fusil personal,
2.000 cartuchos por fusil ametrallador, 3.000 cartuchos por ametralladora,
5.000 granadas de mano. Será fundamental que cuando los camiones lleguen al
depósito en busca de municiones entreguen también las vainas vacías que se
deben recoger de la línea de fuego, único modo de sostener el esfuerzo de
guerra del Ejército Popular. La ubicación concreta del polvorín de Torrelodones
no se aclara en esta orden, pero el edificio que lo alojara debería tener un
tamaño suficiente y estar fuera del pueblo y a la vez cercano a buenas vías de
comunicación.
Sanidad: Para el XVIII cuerpo de ejército el puesto de
clasificación de heridos estará en Galapagar. Antes de entrar en Torrelodones desde
esa dirección existirá un puesto de distribución de heridos y un depósito de
leves. Para el V cuerpo de ejército el puesto de clasificación estará en
Valdemorillo, y su puesto de distribución y depósito de leves en El Escorial.
Los hospitales quirúrgicos para ambos cuerpos estarán en Torrelodones, El
Escorial, Hoyo de Manzanares y Colmenar Viejo. De estos cuatro hospitales,
todos menos el de Torrelodones contarán con equipos de transfusión de sangre.
Los depósitos de material sanitario serán El Escorial para el V cuerpo y la
casa de El Tomillar para el XVIII.
Están definidas tres zonas
diferenciadas en referencia al servicio de sanidad militar:
-
Zona de guerra,
que es la que pertenece a los cuerpos de ejército, se extiende desde la línea
de fuego hasta Fuencarral.
-
Fuencarral, es el
punto de salida de la zona de guerra.
-
Zona de
evacuación, Madrid, con todos sus hospitales, que parecen ser 29. Esta zona
queda bajo el mando del Ejército de Maniobra.
Municionamiento de
artillería: Según normas de la Comandancia
Principal de Artillería (el depósito de estas municiones quedaría establecido
en Hoyo de Manzanares).
Prisioneros: Serán evacuados a los puestos de mando de los
cuerpos de ejército y desde estos a Madrid, donde quedarán a disposición de la
Sección de Información del Ejército del Centro.
Ese
mismo día, el 4 de julio, se publica también la orden de sanidad del XVIII
cuerpo de ejército para las operaciones. Esta dice: En Torrelodones se
establecerá un hospital con tres equipos quirúrgicos y 40 camas en Villa
Solana. También en Torrelodones habrá un puesto de clasificación y distribución
de heridos en Villa Julia, situada a 800 metros del paso a nivel ferroviario.
Este establecimiento contará con dos
médicos y un depósito de heridos leves. Los otros hospitales del XVIII cuerpo
de ejército situados en la zona de guerra serán Hoyo de Manzanares y Colmenar
Viejo (el hospital de El Escorial será solo para el V cuerpo de ejército). El
puesto adelantado de clasificación y rectificación de curas estará situado en
la casa de Pedro Barbería (cercana al actual embalse de Valmayor). En este
mismo lugar existirá un depósito de ambulancias. El puesto de mando sanitario
del XVIII cuerpo de ejército estará situado en El Tomillar, que además
albergará un depósito de material sanitario y de ambulancias.
Un día más tarde, el 5 de julio, a solo
horas del inicio de los combates, el XVIII cuerpo de ejército dicta las últimas
normas para el abastecimiento en combate de sus unidades, según las cuales
existirán estos establecimientos de intendencia y sanidad:
Municiones: Se tomarán del depósito de La Regadera[1]
(kilómetro 3.800 de la carretera de Torrelodones a Galapagar). Cada noche los
camiones de las brigadas cargarán allí e inmediatamente irán a los depósitos de
sus respectivas unidades. Desde estos depósitos la distribución de municiones a
la primera línea se hará a lomo o brazo.
Víveres: El depósito de la 10 división estará en
Torrelodones, y los de las divisiones 15 y 34 en La Regadera.
Sanidad: El puesto de mando sanitario del XVIII cuerpo de
ejército estará en El Tomillar, donde además existirá un depósito de material
sanitario y otro de ambulancias. Habrá hospitales en Villa Solana y en Villa
Los Ángeles, ambos cercanos al ferrocarril.
Entre
los días 2 y 5 de julio la actividad nocturna en la zona de Torrelodones – El
Escorial debió resultar casi frenética; en contraste, durante las horas de luz
solar solo habría los movimientos estrictamente imprescindibles. Al tiempo que
las tropas se acercaban cada noche un tramo más hacia sus líneas de partida
previstas para las 22 horas del 5 de julio, se estaban llenando los almacenes y
se dotaba a los centros de la sanidad militar con todo lo necesario para
recibir a los miles de heridos previstos. En esos mismos días debieron quedar
establecidos los puestos de mando del Ejército de Maniobra y de los cuerpos de
ejército V y XVIII. El primero se situó en el inmejorable observatorio del
llano que ofrecía el Canto del Pico. Allí se trasladaron el general Miaja, jefe
a la vez de los ejércitos del Centro y de Maniobra y su jefe de Estado Mayor,
el general Matallana, y toda la plantilla y estructura de este órgano del
Mando, compuesta por sus cinco secciones
(1ª Información, 2ª Organización, 3ª Operaciones, 4ª Servicios y 5ª Cartografía),
sus servicios auxiliares y fuerza de protección.
El
puesto de mando del XVIII cuerpo de ejército también quedó situado en el
término de Torrelodones, concretamente en la casa de Panarras, dos kilómetros
al S del pueblo, construida sobre la loma llamada Cuesta Blanca, altura de 840
metros que dominaba visualmente el valle del Guadarrama y el entorno de
Villanueva de la Cañada, las zonas donde operarían las divisiones 10, 15 y 34
según el plan original. Hasta Panarras se trasladaron el jefe del XVIII cuerpo
de ejército, el teniente coronel Jurado y su Estado Mayor, mandado por el
teniente coronel Fornells. Cuando dieran comienzo las operaciones se crearía un
puesto de mando adelantado para el XVIII cuerpo en la casa Palata, situada en
una altura inmediatamente al N de Villanueva de la Cañada. Desde el día 12 de
julio en adelante Jurado sería sustituido por el teniente coronel Casado en el
mando del cuerpo de ejército. El V cuerpo de ejército, mandado por el mayor de
milicias (grado equivalente a comandante) Modesto y con el teniente coronel
Estrada como jefe de Estado Mayor tendría su puesto de mando en el cerro Santa
Ana, inmediato a Valdemorillo por el SE. Una vez iniciado el avance de sus
divisiones existiría también un puesto de mando adelantado en la posición “Pico
y Pala”, al S del vértice Santa Ana.
Iniciadas las operaciones por el Ejército
de Maniobra en el día y hora previstos y conseguida la sorpresa, se obtendrá un
importantísimo triunfo inicial al
ocuparse por la división de Lister (la 11, del V cuerpo de ejército) el pueblo
de Brunete en las primeras horas de acción, pero no ocurrirá lo mismo con el
resto de objetivos fijados como iniciales (Villanueva de la Cañada, Los Llanos,
Quijorna, vértices Mosquito y Romanillos, y más tarde Villanueva del Pardillo y
Villafranca del Castillo). Ante cada una de estas posiciones las fuerzas
republicanas encontrarán una fiera resistencia de las unidades franquistas que
las guardaban. Algunas (Villanueva de la Cañada, Los Llanos, Quijorna y Villanueva
del Pardillo) podrán ser ocupadas, y el resto no, pero independientemente de
esto, la lucha entablada por su conquista hará perder al ejército republicano
un tiempo precioso y una buena parte de su fuerza, lo que junto al fracaso del
ataque emprendido por el cuerpo de ejército de Vallecas en la zona de Usera,
echará por tierra cualquier posibilidad de victoria a gran escala, que era lo
que se pretendía alcanzar.
Para hacer frente al ataque republicano,
y contando con el respiro que le ofreció el sacrificio de sus fuerzas de
guarnición en las posiciones originales, Franco llegó a concentrar a las
mejores unidades y armas de su ejército para combatir nuevamente en las
cercanías de Madrid, retirando a muchas de ellas del frente N (estarían en línea
las divisiones Provisional del Guadarrama, la número 13, la “Marroquí” o 150 y
las brigadas de Navarra IV y V). El general Varela, que en diciembre de 1936
había tenido el mando en la primera parte de la batalla de la carretera de La
Coruña y ahora era jefe del VII cuerpo del ejército franquista estuvo
nuevamente al frente de una poderosa fuerza, que bajo la denominación de cuerpo
de ejército de Operaciones encuadró a 5 divisiones y un fuerte contingente de
aviación y artillería, provista en su mayor parte por los países entonces
dominados por el fascismo, Alemania e Italia.
La ofensiva de julio, con la que el
gobierno y el ejército republicano esperaban levantar el semi-cerco a Madrid y
auxiliar al frente N, nunca fue la operación ágil y fulminante que se había
planeado. Por el contrario, después del primer éxito en Brunete se dejó pasar
la oportunidad de avanzar en profundidad con decisión, lo que permitió al Mando
franquista superar el momento crítico, concentrar fuerzas y devolver el golpe
hasta concluir el combate no solo esquivando la derrota, sino alcanzando al
menos una victoria relativa, en la que de paso quedaría demostrada la vital
importancia que tendría en la guerra presente y futura la superioridad aérea
como arma indispensable para detener la maniobra enemiga y facilitar la propia.
La
que sería conocida como batalla de Brunete pudo implicar a cerca de 130.000
hombres que debieron combatir entre el 6 y el 26 de julio en condiciones
extremas de calor, sed y violencia, que generaron un porcentaje de bajas no
visto hasta entonces; su número pudo superar las 40.000 considerando los
muertos, heridos, enfermos, desaparecidos, pasados y prisioneros de ambos
ejércitos, de los que unos 15 a 17.000 fueron “nacionales” y unos 23 a 25.000
republicanos. Los miles de heridos y enfermos del Ejército de Maniobra que fueron
evacuados hacia Torrelodones, Hoyo de Manzanares, Colmenar Viejo, Fuencarral
(hospital de El Goloso) y alguno de los 29 hospitales de Madrid pasaron por las
calles de Torrelodones, donde se cruzaron con buena parte de los camiones que
traían los suministros necesarios para que un ejército compuesto hasta por 9
divisiones (11, 35, 46, 10, 15, 34, 45, 14 y 39), sus armas (artillería,
caballería, tanques y blindados) y
servicios (cuerpo de tren, sanidad, ingenieros, transmisiones, batallones de
etapas y de los servicios de retaguardia) pudiera combatir y alimentarse. Este
tráfico, unido a la presencia de los puestos de mando, que muy posiblemente
fueran detectados durante la batalla, atrajo sobre Torrelodones la atención de
las tres aviaciones que combatían a favor de los sublevados, ya fuera la
española, la italiana (Legionaria) o la
alemana (Legión Cóndor).
Se sabe por documentos propios que se
remitían diariamente al Cuartel General del Generalísimo en Salamanca que al
menos en los días 13 y 26 de julio Torrelodones fue bombardeado por la Legión
Cóndor. La unidad que informa haber llevado a cabo esas misiones fue el
Experimentele Kampfgruppe VB/88 de bombarderos rápidos (un grupo de bombardeo
experimental dotado con los poderosos aviones de gran bombardeo Junkers Ju-86,
Heinkel He-111 y Dornier Do-17, que luego se usaron ampliamente en la II Guerra
Mundial). Desde los observatorios de la 30 bis brigada mixta republicana,
situados al NE de Villanueva del Pardillo también se informa de bombardeos de
la aviación enemiga sobre Torrelodones los días 15 y 24; el de este último día,
según se recoge en su parte diario, estuvo a cargo de 15 aparatos que
bombardean “ferozmente” este pueblo y otros objetivos cercanos. En cuanto al
fuego artillero que pudo recibir Torrelodones desde las baterías franquistas,
no se han encontrado evidencias documentales que lo confirmen. Por quedar el
pueblo dentro del rango de alcance solo de las piezas de mayor calibre, se hace
algo más improbable la existencia de este tipo de bombardeo, pero no lo
descarta.
El día 26 de julio, en Torrelodones
parece haber sido interceptada y desarmada una parte de la XIII brigada
internacional que, retirada del frente muy maltrecha al final del día 25,
después de permanecer en él durante toda la batalla, se insubordinó cuando se
le ordenó volver a ocupar posiciones de combate. La fuerza que llevó a cabo la
incruenta reducción de los combatientes insubordinados parece haber sido la 152
brigada del Cuerpo de Carabineros, que llegó a Torrelodones desde Navachescas
con este propósito.
Terminada
la batalla de Brunete y disuelto el Ejército de Maniobra en su primera
formación, se inicia la reorganización de las fuerzas republicanas que quedan
encuadradas en el XVIII cuerpo de ejército del Ejército del Centro, que asume la defensa del frente donde se acaba de
combatir. El día 4 de agosto (1937) se ordena que el suministro a las brigadas
mixtas e internacionales del XVIII cuerpo de ejército (situado donde antes
estaba el Ejército de Maniobra, entre la 3 división del I cuerpo de ejército y
la 8 división del VI) se haga exclusivamente desde La Regadera. Las demás
unidades (las que no son de infantería) y los cuarteles generales se abastecerán
del depósito de Torrelodones “situado en el puente” que existe sobre la vía
ferroviaria, próximo a la estación. Con esta misma fecha dejan de estar
vigentes las normas especiales que regulaban el tráfico y el uso de las
carreteras y caminos implicados en la batalla recién terminada. Se retiran los batallones de etapas y de los servicios
de retaguardia y se levantan los puestos de control a cargo de la CRC,
volviendo la facultad de instalarlos a las unidades a cargo del sector
defensivo. El día 9 de agosto se informa que en Torrelodones están situados los
puestos de mando de las brigadas mixtas 49 y 99 de la división Durán (39, luego
47); la primera brigada citada está al completo en reserva, y de la segunda hay
dos de sus batallones acantonados en el entorno del pueblo mientras que los
otros dos están en línea en la zona de Quijorna. La 45 división, que
inicialmente fue reserva del Ejército de Maniobra y al poco pasó a depender del XVIII cuerpo de ejército,
tiene en ese momento su puesto de mando en “Las Monjas”, a la derecha del
kilómetro 4 de la carretera de Galapagar a Torrelodones. El día 2 de septiembre
se informa que el XVIII cuerpo de ejército tiene un depósito de municiones de
infantería adelantado en Villa Solita, mientras que el depósito de municiones
de artillería se encuentra en “El Pobo”, quedando ambos centros de intendencia en la colonia de
hoteles de Galapagar (son casas situadas un poco al O del río Guadarrama,
límite de los términos municipales de Torrelodones y Galapagar, pero más cercanas
al primero que al segundo).
Entre
agosto de 1937 y enero de 1939 pasaron muchos meses (18) sin
que en el frente de Madrid viviera combates de importancia para el curso
general de las operaciones de la guerra civil iniciada en julio de 1936.
Durante este largo periodo, entre los cuerpos de ejército y divisiones
encargadas de la defensa del frente O de Madrid tienen lugar sucesivas
reorganizaciones provocadas casi siempre por la necesidad del Mando militar de
extraer de este frente “tranquilo” tantas fuerzas como fuera posible para
enviarlas a los sectores donde sí se combatía duramente. En este contexto, las
unidades republicanas que cubren el entorno de Torrelodones dedican todas sus
energías a fortificar y a endurecer sus líneas, a mantener a sus fuerzas en un
buen nivel de instrucción y a impedir el decaimiento de su salud o su moral por
causa, entre otros factores, de las variables circunstancias que afectaban a
cosas tan fundamentales como la alimentación, los permisos, el calzado, el
vestuario, la dotación de armamento, la llegada de prensa, etc.
En
el ejército republicano, tan importante fue el esfuerzo hecho para mantener el
estado físico y moral de las fuerzas, como el puesto en juego para superar el
analfabetismo y elevar el nivel político y cultural de los combatientes, a
quienes se consideraba ciudadanos en armas. En todos estos aspectos, el papel
de los comisarios resultó fundamental, lo que en el caso particular de la
brigada mixta establecida en el sector de Torrelodones en octubre de 1938 quedó
reflejado en un documento que dice aproximadamente: En cuanto a la actividad
cultural, dentro de la 7 brigada existen 5 hogares del soldado, uno por cada
batallón en línea y otro para la brigada, situado en la Colonia de
Torrelodones. Hay también 18 rincones de la cultura, uno por cada compañía
integrante de los batallones de la brigada. Hay también organizadas (en el
aspecto cultural, en paralelo con el técnico) clases para analfabetos,
iniciados, aspirantes a cabo, cabos, sargentos, oficiales y comisarios
políticos, las cuales son impartidas por 12 milicianos de la cultura, que hacen
su trabajo en estrecho contacto con el Mando político y militar de la brigada.
En la lucha contra el analfabetismo se ha llegado a liberar a unos 40 camaradas
hasta el momento. En la actualidad se cuenta con un magnífico local en
Torrelodones en el que se dan diariamente funciones teatrales a los hombres del
batallón que en ese momento se encuentra en descanso en el acantonamiento del
citado pueblo, y actualmente se encuentra en preparación un cuadro artístico
que cuenta con la colaboración de las muchachas de la JSU de Torrelodones y
que, al igual que la banda de música de la brigada, en breve hará su
presentación. Por otra parte, gracias a la labor de confraternización, la
relación de la 7 brigada con la
población local es muy estrecha. Ya se han hecho varios festivales conjuntos
que han contado con la participación de nuestras fuerzas y de los civiles de la
zona. Entre otros, el festival celebrado el 18 de julio último (1938) consistió
en dar una comida a los niños de Torrelodones con la media ración cedida por
los soldados de esta brigada. El próximo día 9 nuestra unidad recibirá la
enseña nacional, que nos ha sido otorgada por la Agrupación Socialista de
Torrelodones. Atendiendo a sus profesiones, el grueso de la brigada está
formado por campesinos, a los que siguen por número los obreros manuales.
La intensa atención prestada a la
formación de los combatientes y la voluntad de que la población civil
comprendiera y participara del esfuerzo bélico eran señas de identidad del
Ejército Popular, consciente de que desarrollaba dos guerras simultáneas; una
contra la sublevación facciosa y otra por la elevación del nivel cultural y
político de la clase trabajadora española, dentro de la cual, especialmente la
población rural y las mujeres sufrían una tasa de analfabetismo intolerable
para una republica democrática. Prueba de todo esto es que el documento de la 7
brigada citado no constituye una excepción. Existe otro de la misma fecha, en
este caso de la 99 brigada (en octubre de 1938 ambas brigadas estaban en la 69
división y tenían subsectores contiguos) que dice: La actividad cultural dentro
de la brigada ha sido bastante intensa. Se han construido un total de 30 hogares
y rincones de la cultura, que funcionan a pleno rendimiento. Existen en esta
unidad 31 bibliotecas, con un total de 2.886 volúmenes. En la lucha contra el
analfabetismo se trabaja con gran intensidad. Se tienen identificados 257 casos
y se dan diariamente 79 clases en los diferentes grados.
En
lo referente a los actos de confraternización con la población, mientras la
brigada estuvo en reserva en La Navata, se celebraron algunos actos con
participación de civiles. Posteriormente, y en diferentes ocasiones, se han
organizado visitas a la brigada de elementos de la retaguardia. Con motivo del
18 de julio se realizó por esta unidad una visita de una delegación de soldados
a las fábricas de material de guerra de Madrid, a los que se llevaron algunos
víveres y tabaco, visita que luego fue correspondida por la de un grupo de
obreros de las “Factorías de Romero” a nuestro subsector. Últimamente, con
motivo de las faenas de recolección esta brigada ha trabajado en los pueblos de
Colmenarejo y Galapagar, existiendo con ellos una relación fraterna y una
estrecha colaboración. Con motivo de la fiesta del 18 de julio (también en la
zona republicana se conmemoraba el inicio de una guerra que se consideraba de
liberación) cada combatiente cedió unos gramos de su ración, con lo que se pudo
dar en Colmenarejo una comida para un total de 350 niños, que eran de este
pueblo y del vecino Galapagar. Esta comida fue servida por los propios
soldados, celebrándose después un mitin en la plaza de Colmenarejo en el que
intervinieron representantes de su ayuntamiento, una delegación del Comité de
Mujeres Antifascistas de Galapagar, autoridades militares y políticas de la 99
brigada y el comisario político de la 69 división.
La
guerra no se presentó de forma especialmente activa en el frente de Madrid
durante esos 18 meses, pero pudo haberlo hecho, ya que tras completar la
ocupación del N republicano (lo que ocurrió en octubre) el Mando franquista
tenía elaborados planes muy concretos para intentar romper en diciembre de 1937
el frente republicano entre Las Rozas y Navalagamella para, a continuación
avanzar sobre el área de Valdemorillo, Colmenarejo, Galapagar y Torrelodones
con el fin de amenazar tanto a Madrid desde El Pardo como al saliente
republicano de El Escorial y la sierra, pero contrariamente al desarrollo de
estos planes, la oportuna ofensiva republicana sobre Teruel en diciembre de
1937 alejó esa amenaza del frente de Madrid. No obstante, la consecuencia de
trasladar las operaciones militares a Aragón conducirá a medio plazo (en marzo
de 1938) a la partición en dos de la zona gubernamental, a lo que seguirá una
situación militar cada vez más desfavorable para la República, que quemará su
último cartucho en la batalla del Ebro, un choque feroz que durará más de tres
meses, desde el 25 de julio hasta los primeros días de noviembre de 1938.
Llegado el mes de enero de 1939, agotado
por el gigantesco esfuerzo desplegado durante los meses anteriores y sobre todo
por el desgaste sufrido durante la batalla del Ebro, careciendo de los
suministros bélicos imprescindibles para sostener una defensa con alguna
probabilidad de éxito, el ejército republicano encuadrado en el GERO (Grupo de
Ejércitos de la Región Oriental) está retrocediendo inexorablemente dentro de
Cataluña, lo que motiva que el Estado Mayor Central, mandado por Vicente Rojo
exija al Mando de la zona Centro – Sur, encuadrado en el GERC (Grupo de
Ejércitos de la Región Central) que emprenda algún tipo de operación de
distracción que consiga aliviar la presión que aguantan las fuerzas propias en
Cataluña. Lo mismo se venía pidiendo, sin éxito, desde que mediara la batalla
del Ebro.
La operación que emprenderá el Ejército
del Centro el día 13 de enero volverá a tener por escenario el frente (esta vez
muy bien fortificado y guarnecido) existente entre Quijorna y el río Aulencia,
justo al E de Villanueva de la Cañada. El objetivo será nuevamente la ocupación
de Brunete y el avance hacia Navalcarnero para generar una amenaza en
profundidad del campo enemigo. El cuerpo de Ejército de Maniobra que se
constituye con este fin con las divisiones 14, 65 y 2ª de Asalto (6 brigadas
mixtas) entrará en combate con una alta motivación y un notable espíritu de
lucha, pero su suerte ya está echada antes de atacar, puesto que el Mando
franquista conoce perfectamente el plan y ha tomado todas las medidas
oportunas. La traición de algún individuo o grupo perteneciente al Mando
republicano permitió que el plan de ataque fuera conocido simultáneamente a los
dos lados de las trincheras, por lo que la operación republicana fue
simplemente una matanza sin ninguna posibilidad de éxito que se extinguió a las
pocas horas de haber comenzado tras cosechar tal vez cerca de 1.500 bajas
propias y la pérdida de 7 tanques, que quedan incendiados en la tierra de
nadie.
Los cuidadosos preparativos de esta
ofensiva fallida volvieron a señalar, como en julio de 1937, a la zona de
Torrelodones – Galapagar como área de concentración de las fuerzas. En
Torrelodones tuvo la 2ª división de Asalto su puesto central de mando. Dentro
del apartado de sanidad las órdenes conocidas señalan, como es natural, que las
ubicaciones de los puestos de clasificación estarían solo algo por detrás de la
zona de combates. Los hospitales de campaña
estarían en: El Escorial (350 camas), finca de La Berzosa (300 camas) y
Hoyo de Manzanares (150 camas). Los tres tuvieron equipos quirúrgicos y de
transfusión de sangre. Como en julio de 1937, las evacuaciones fueron sobre
Madrid a través de la carretera que pasando por Colmenar Viejo llevaba a
Fuencarral, donde en el actual cuartel de El Goloso estaba el hospital Pablo
Iglesias de evacuación primaria, con 2.000 camas.
La
guerra que terminó al finalizar marzo de 1939 lo hizo de la peor manera
posible para la II República y para quienes la defendieron exponiendo su vida.
Aún estando muy disminuida su capacidad militar, fueron sobre todo la asfixia
internacional, los conflictos políticos en el interior del Frente Popular y la
traición de una parte de los mandos militares los que precipitaron su colapso y
permitieron la entrega sin más lucha de un territorio todavía amplio y un
ejército numeroso que pudieron haber
resistido durante más tiempo en espera de una evolución más favorable de la situación
internacional. Llegados los últimos días de marzo de 1939, Torrelodones, como
tantos otros pueblos y ciudades que pertenecieron a la zona republicana hasta
el final, vio autodisolverse a las unidades del Ejército Popular que tenía
cerca. Sus hombres, los que no habían escapado poco antes hacia los puertos del
Mediterráneo buscando salir de España, dejaron el fusil junto a la trinchera y
tomaron a pie el camino a casa, donde, como el resto de la población sospechosa
de “prestar auxilio a la rebelión”, quedaron a la espera de lo que dispusiera
sobre sus vidas y haciendas el régimen vencedor que venía para quedarse y para
“regenerar la vida española limpiándola de elementos nocivos”.
Muchos
años después de terminada la guerra civil, la tímida Ley de Memoria Histórica
promulgada en 2007 permitirá entre otras cosas acceder a lugares que guardan
documentación no disponible hasta entonces para el ciudadano común. Entre esos
lugares figuran los archivos de los registros civiles municipales.
En
Torrelodones quedó acreditado durante la batalla de Brunete al menos el
fallecimiento y/o enterramiento en el cementerio municipal de 87 combatientes
que presumiblemente murieron en el hospital local a causa de heridas recibidas
en el frente o durante su evacuación. Algunos de ellos no pudieron ser identificados
y permanecen desde entonces como desaparecidos para sus familias. Siendo
importantes todas las identidades de los combatientes muertos en combate,
independientemente de a qué ejército pertenecieran, posiblemente la del
conocido comandante británico George Nathan sea la más sobresaliente de entre
todas las que recoge el documento encontrado en el registro civil de
Torrelodones. Este oficial inglés de gran personalidad, veterano de la I Guerra
Mundial, murió durante un bombardeo de aviones Junkers Ju-52 efectuado entre
Valdemorillo y Colmenarejo en la mañana del día 26 de julio de 1937. Nathan era
jefe de la Sección de Operaciones del Estado Mayor de la XV brigada
internacional, y su lugar de sepultura no solo permaneció desconocido, sino que
dio lugar a varias interpretaciones o especulaciones a lo largo de muchos años.
Hasta que fue encontrado el documento citado, no se supo que había sido
enterrado en el cementerio de Torrelodones junto a 86 combatientes más, de los
cuales, al menos uno pertenecía al ejército franquista, lo que indica que
también pudo ser evacuado hacia un hospital en idénticas condiciones que el
resto de heridos pertenecientes al ejército republicano.
Sin
duda continuará por muchos años más la controversia política e ideológica acerca
muchos de los aspectos de la guerra civil, pero este hecho inevitable no
debería servir de excusa para ignorarla, ni debería impedir al menos dos cosas
básicas: Que se cuide el legado material que a duras penas permanece visible,
dándole el tratamiento de bien arqueológico de alto interés cultural, y que de
momento, atendiendo al cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica de 2007, las
distintas administraciones del Estado empiecen de una vez a facilitar
efectivamente que los combatientes muertos en acción o los civiles asesinados
durante y después de la guerra, que en incontables casos permanecen
desaparecidos y/o enterrados en el lugar incorrecto, puedan ser buscados y
recuperados por sus familiares en el caso de que estos lo quieran hacer. En un previsible
tiempo futuro, un nuevo gobierno secundado por sectores amplios de nuestra
sociedad deberá dar un paso de gigante con respecto a la penosa situación
actual y asumir como una inaplazable tarea de Estado la búsqueda de los
desaparecidos de la guerra y la represión franquista, acabando así con una de
las peores secuelas de la dictadura. En este campo, en Torrelodones, como en
casi todos los municipios de España, también habrá que hacer una parte de ese
trabajo global.
Ernesto Viñas
Diciembre de 2013
[1] Esto supone que el depósito de municiones que se había ordenado
establecer en Torrelodones queda por fin situado en La Regadera, que pertenece al término municipal de Galapagar,
aunque por pocos centenares de metros. Por la posición que en las órdenes
republicanas se describe para La Regadera (kilómetro 3.800 de la carretera Torrelodones
– Galapagar), cabe preguntarse si en realidad no se estaba haciendo referencia
al cercano grupo de casas llamado Las Higueras.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada