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Publicado por Valdenoceda el 16/02/2016
Publicado en: Exhumación, Guerra Civil, Posguerra, Represión. Etiquetado: Cazorla, Jaén, Miguel Peña Ortiz. Deja un comentario
16 de febrero de 2016.-
La vida te da sorpresas. Un día, reunidos en su casa, Ángel, bisnieto de un represaliado muerto en Valdenoceda, estaba preguntando a su abuelo por su padre. “Abuelo, cuéntame qué pasó con tu padre, dónde murió, dónde está enterrado’. El abuelo apenas sabía nada. Sólo tenía noticias de que su padre había muerto en Burgos.
El nieto, un joven muy resuelto, le dijo en ese momento al abuelo: “Vamos a consultar en internet”. Abrieron Google y teclearon MIGUEL PEÑA ORTIZ, nombre y apellidos del desaparecido. Y apareció. Ahí estaba, en la primera página de Google, junto con algunos perfiles recientes en Facebook de otros ‘Peña Ortiz’. El bisnieto no daba crédito e inmediatamente llamó la atención del abuelo. Y los dos comenzaron a temblar con la información: “La Agrupación de Familias de Valdenoceda busca a la familia descendiente de MIGUEL PEÑA ORTIZ”. Era el padre, el bisabuelo…. Y ahí estaba. Ya sabían dónde había muerto y que podían hacer para recuperar sus restos. Y se puso en contacto con nosotros.
De esta historia hace menos de un año. Desde entonces, el hijo de Miguel Peña espera la posible identificación de los restos de su padre para poder llevarlos a Cazorla. Pero el parón en las identificaciones y la posibilidad de que los restos de Miguel aún no hayan sido exhumados está retrasando el proceso.
Mientras tanto, Angel, el bisnieto de Miguel, que ayudó al abuelo a localizarle, está recopilando información. Ha conseguido, entre otras muchas cosas, dos retratos de Miguel (uno de ellos con su esposa), hechos a carboncillo por uno de sus hijos. Gracias, Angel, porque esta España nuestra necesita gente como tú, con tu empuje y tu entusiasmo.
MIGUEL PEÑA ORTIZ era de Cazorla, en Jaén, donde también vivía. Al finalizar la guerra, Miguel fue hecho preso, juzgado y condenado por un tribunal militar ilegal. Trasladado a la prisión central de Valdenoceda, las penosas condiciones impuestas por el régimen en la cárcel, sin apenas comida y con un tremendo frío, terminaron con su vida, el 14 de febrero de 1943, hace ahora 73 años. Y es que en Valdenoceda no se disparó ni un solo tiro. No hacía falta. Los dejaban morir.
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