La caída de Barcelona, el 26 de enero de 1939, provocó, entre el 27 de enero y el 13 de febrero, un éxodo civil y militar sin precedentes en nuestra historia.
La huida masiva conllevó una serie de elementos desgarradores entre los cuales el continuo bombardeo de la población en retirada, las inclemencias del tiempo aguzado por un frío invierno, el abandono de los enseres personales por el camino y lo que aquello significaba para muchas personas, mujeres especialmente, quienes dejaban tirada en la cuneta los recueros de toda una vida. El hambre, la separación de las familias por las autoridades francesas tras el cruce de la frontera, y que serían conducidos a los diferentes campos de concentración franceses en unas condiciones deplorables.
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