De esa época, de la obsesión del nuevo régimen implantado tras la Guerra Civil por convertir a todos los presos republicanos en fervientes católicos, se conserva en la Biblioteca Nacional una foto que simboliza todo el horror de los campos, de la represión. Un joven menor de edad, rapado y en los huesos, encerrado en Aranda de Duero (Burgos), es obligado a comulgar de rodillas. Su mirada se pierde en dirección al suelo, y en su rostro se dibuja esa sumisión ideológica perseguida por la maquinaria de Franco.
El informe redactado por el teniente coronel Pedro Cagigao, máximo responsable del campo de concentración de El Burgo de Osma, llegó a la mesa de Franco: "¡Espectáculo soberbio! ¡Cuadro imponente de una magestad (sic) y grandeza que solo puede verse en la España del Caudillo, el de 3.082 prisioneros de rodillas con las manos cruzadas y discurriendo entre ellos diez sacerdotes que distribuían la Sagrada Forma!". El franqusimo, en los primeros años de la dictadura, caminaba imparable hacia la victoria total sobre el enemigo: cautivo, desarmado y arrodillado ante la cruz.
En los casi 300 campos de concentración estuvieron prisioneras entre 700.000 y un millón de personas.
El primero se inauguró en el Protectorado de Marruecos en las primeras horas de sublevación militar, y los jerarcas franquistas ya avisaban de sus intenciones: "Es necesario propagar una atmósfera de terror. Tenemos que crear una impresión de dominación (...) Cualquiera que sea abierta o secretamente defensor del Frente Popular debe ser fusilado", diría el general Mola el 19 de julio de 1936. "Al que resista, ya sabéis lo que tenéis que hacer: a la cárcel o al paredón, lo mismo da", añadiría Yagüe unos días más tarde. Cuando el engranaje represor comenzó a hacerse cada vez mayor, Franco ordenó la creación de la Inspección General de los Campos de Concentración.
Los campos no fueron una reacción a la violencia que se registra en el bando republicano, son una estrategia predeterminada antes del golpe, ¿Y qué pretendía el franquismo, sobre todo en la posguerra, con el hacinamiento de los reclusos? "Primero, el exterminio físico —fusilamientos, paseíllos, consejos de guerra sumarísimos— e ideológico: hay pruebas documentales. Luego, una selección que consistía en investigar a cada prisionero para 'clasificarlo' en uno de los tres grupos —enemigos considerados irrecuperables, que debían ser fusilados o condenados a largas penas de prisión; los desafectos, que podían ser 'reeducados' y eran destinados a batallones de trabajos forzados; y los que consiguen demostrar que son afectos al Movimiento—. Por último, la reeducación, el lavado de cerebro con charlas patrióticas y en el que tuvo un papel fundamental la Iglesia".
Los presos padecían un sufrimiento diario, como los problemas de repartirse una mísera lata de sardinas entre cuatro y el hambre que les provocaba un estreñimiento atroz, las letrinas eran conocidas como el lugar de los tormentos.
"Solo hubo un campo de concentración y se llamaba España".
"En los campos de concentración de Franco no hubo cámara de gas, pero se practicó el exterminio y se explotó a los cautivos como trabajadores esclavos. En España no hubo un genocidio judío o gitano, pero sí hubo un verdadero holocausto ideológico, una solución final contra quienes pensaban de forma diferente".
David Barreira (elespanol.com)
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