El Gobierno de Extremadura pretende prorrogar el trato que la dictadura franquista dio a unas víctimas y a otras, mediante una ley de concordia que de nuevo condena al olvido a quienes lucharon en defensa de la democracia. Para resistir, recordemos.
Apesar de las mentiras y del empeño de quienes cultivan el olvido, el tiempo que vino después de la mal llamada Guerra Civil española no trató de igual modo a todas las víctimas. Unas fueron recordadas con honores y prestigiadas nada más caer; otras fueron sepultadas bajo un manto de infamias, condenadas al extravío de la memoria, y tuvieron que pasar casi cinco décadas para comenzar a ser rescatadas de aquel abandono. En ese afán seguimos.
Dos de estas víctimas con desigual trato fueron los italianos Giorgio Franceschi y Mario Traverso. Ambos lucharon en la que entonces se conocía como Guerra de España, movidos por ideales muy contrarios. Los dos murieron en el frente de La Serena, provincia de Badajoz, al este de Extremadura, a pocos kilómetros uno del otro. Esta es su historia, un recuerdo alimentado por el tiempo y un olvido rescatado por la memoria.
Giorgio Franceschi, el buen fascista
Giorgio Franceschi era un fascista entusiasta. Nació en Roma, en 1911. Miembro de buena familia, educado en inmejorables escuelas. A buen seguro pudo ver, en 1922, la marcha triunfal de Mussolini sobre la capital de Italia, a las imponentes escuadras de los camisas negras paseando su arrogancia por las calles de su ciudad. Mientras el corazón del país era conquistado a ritmo de cantos militaristas, el régimen parlamentario de libertades desaparecía al entusiasta paso de la guerra.
En 1934 se licencia de la carrera de Economía y Comercio en la Universidad de Roma. Sin embargo, convertido ya en el buen fascista, renuncia a explotar el campo de la empresa y de los negocios. Su inmediato futuro le lleva al mundo de los altos vuelos, como piloto aéreo.
Tras un breve lapso trabajando para el turismo comercial, pilotando un aparato Caproni CA100, en octubre de 1935 obtiene el rango militar de subteniente de la Regia Aeronáutica, la fuerza aérea del ejército italiano, con destino a la zona territorial de Palermo [1]. En este destino le encontraría el golpe militar de España del 17 y 18 de julio de 1936.
Ángel Viñas ya demostró lo que muchos negaban y el franquismo ocultó, la implicación del fascismo italiano de Mussolini en la preparación de aquella sublevación. Los monárquicos españoles, a través del diputado de Renovación Española Pedro Sainz Rodríguez, firmaron el 1 de julio en Roma la contratación para la compra de 40 aviones militares, bombas, gasolina, ametralladoras y diverso armamento, lo que convertía la guerra civil española en una guerra alentada por el fascismo internacional. La firma de este importante y cuantioso contrato revela que las negociaciones debieron de empezar, al menos, dos meses antes, lo cual las sitúa en abril de 1936, cuando Mola tomó las riendas de la conspiración [2].
El piloto Giorgio Franceschi, aún subteniente de la Regia Aeronáutica, participa en la recluta que el duque Amadeo de Aosta, nieto de quien fuera Amadeo I de España, realiza entre sus pilotos en el aeropuerto de Gorizia a principios de agosto de 1936. Pide voluntarios para una misión especial en España, en apoyo de los sublevados, integrándose en la Legión española, a la que deben acudir con pasaportes falsos y, en caso de ser capturados, negar cualquier relación con la fuerza aérea italiana. Franceschi, como el resto de sus compañeros pilotos, fascistas convencidos, se presenta voluntario. Su nombre en clave será Saletti [3].
Junto a otros ocho compañeros, el 7 de agosto integra una expedición de pilotos italianos que viaja desde Gorizia hasta el puerto de La Spezia. Allí embarcan en una nave mercante, de bandera española, a la que se le cambia el nombre de Ebro por el de Aniene, con el fin de no llamar la atención. La nave transporta, aparte de los pilotos, nueve aviones FIAT CR32, con sus recambios y diverso armamento.
Nada más iniciar la navegación, el buque es obligado a atracar en el puerto italiano de Cagliari. Según los servicios secretos italianos hay indicios de que la tripulación, española, lleve el barco a un puerto leal a la República, entregando al gobierno su cargamento. Después de diversos interrogatorios, que duran cuatro días, continúa su navegación, atraviesa el estrecho de Gibraltar, bordea la costa de Portugal y arriba al puerto de Vigo en la noche del 26 al 27 de agosto de 1936.
Desde Vigo serán transportados, junto a sus aviones, en un tren que marcha a la exasperante velocidad de 10 km por hora, bajando por la frontera portuguesa, hasta llegar a Sevilla. Allí los oficiales serán alojados en el Hotel Cristina y los suboficiales en el Hotel Moderno.
El 9 de septiembre, después de diversos días de entrenamiento, Giuseppe Franceschi acompaña a su escuadrilla hasta su destino definitivo: el aeródromo de Cáceres.
La escuadrilla a la que pertenece Franceschi es la de “La Cucaracha”, conocida así también por llevar este emblema los pilotos. Sus aparatos Fiat CR32, los populares “chirris”, fueron un duro adversario para la aviación republicana,
La escuadrilla a la que pertenece Franceschi es la de “La Cucaracha”, conocida así también por llevar este emblema los pilotos. Sus aparatos Fiat CR32, los populares “chirris”, fueron un duro adversario para la aviación republicana, dada su alta maniobrabilidad y su más que suficiente armamento, con dos ametralladoras que disparaban a través del morro de la hélice.
Esta escuadrilla participó en numerosas acciones de bombardeo, ametrallamiento y escolta. Sin embargo, los aviones contaban con una deficiencia: el piloto no disponía de brújula que le sirviera para orientarle.
Por lo general, la consigna a seguir para lograr una orientación que les permitiera regresar a la base de Cáceres si no se lograba localizar los puntos de referencia que se tenía en los mapas de carretera Michelín que los pilotos utilizaban en su carlinga, era la de dejar el sol a la cola si era por la mañana y tenerlo de frente si era por la tarde. Había muchas posibilidades de acabar en la zona ocupada por los fascistas españoles, la franja del oeste, y no había problemas en si se pasaba la frontera y se acababa aterrizando en territorio portugués, nación adepta a los sublevados.
Sin embargo, la mala suerte y la hora acompañaron al piloto Giorgio Franceschi la mañana del 16 de septiembre de 1936.
Ese día, por la mañana, el ya teniente Franceschi y su aparato despegan en dirección al frente de Madrid. Le acompañan otros dos pilotos muy reconocidos: Rafaelle Chianese y Adriano Mantelli, cada cual en su propio Fiat CR32. Sobre la vertical de Talavera se encuentran con tres Dewoitine D-372, los cazas franceses adquiridos por la República, que van en dirección sudoeste, y entablan una batalla aérea, de la que resulta derribado uno de los aviones republicanos.
En su libro sobre el apoyo de la aviación italiana a Franco, Ferdinando Pedriali [4] narró que tras derribar Chianese a uno de los Dewoitine, Martelli y él perdieron de vista el aparato de Franceschi. Obligados por la escasez de carburante regresaron al aeródromo de Cáceres. Según Pedrioli, basado en el testimonio de los pilotos amigos, posiblemente Franceschi se había alejado persiguiendo a uno de los cazas enemigos, lo cual le hizo perder el rumbo, debido a lo deficientes que resultaban los mapas que llevaba y a la ausencia de puntos de referencia. Al ser mediodía cuando aconteció el combate aéreo, la posición del sol, en su cenit, no le ayudaba demasiado.
El caza de Franceschi fue visto dando vueltas en círculo y sobrevolando Navalmoral, Talavera y Cáceres. Finalmente, llevado muy posiblemente por la falta de combustible, tomó dirección sudeste y aterrizó en un cercado junto al río Zújar, entre Orellana y Don Benito, a 10 kilómetros del frente de guerra.
Por diversas fuentes [5] sabemos que el lugar donde aterrizó Franceschi fue el conocido como el Cortijo de Perales. Dos milicianos [6] que andaban patrullando a caballo cerca fueron hasta el lugar donde había aterrizado el aparato, a doscientos metros de un caserón. Según relata Pedrioli, los milicianos dispararon al avión, antes de acercarse y ver que el piloto ya lo había abandonado.
Franceschi, desorientado, habría huido sin saber en qué dirección. Los milicianos inspeccionaron un chozo cercano, donde encontraron la ropa del piloto, junto a una cartera con diversos planos topográficos. Poco después, en la dehesa de Canalejas, en el camino que va desde la Casa de Perales al vado del Pontón, descubrieron a Franceschi, disfrazado con ropas de labriego que posiblemente habría tomado del chozo donde había dejado antes la suya.
Tras darle el alto, Franceschi no se entregó. Muy al contrario sacó su pistola y apuntó a los milicianos, disparando estos a su vez y alcanzando de lleno al italiano, que murió en el acto. Poco después, los dos milicianos serían condecorados en Madrid y el avión, que estaba en perfecto estado a pesar de los disparos de los milicianos, fue recogido por un piloto republicano que lo llevó hasta Barcelona.
Mario Traverso, uno de los indeseables
El otro italiano que acabó sus días en el Frente de La Serena fue Mario Traverso, si bien en circunstancias muy distintas a las de Franceschi.
Nacido en Génova el 10 de marzo de 1890 e hijo del matrimonio Rossi (Agostino y Giuseppina), Mario Traverso contaba con la edad de 32 años cuando Mussolini marchó sobre Roma, en 1922. De familia humilde, autodidacta en su formación intelectual, desarrolló los más variopintos oficios: zapatero, jornalero, pintor de brocha gorda, vendedor ambulante, minero, albañil y mecánico en los talleres de la Citröen [7]. Durante su juventud vivió y se educó en el auge de movimiento obrero anarquista y socialista que destacó en Italia en la segunda década del siglo XX y que tuvo su momento álgido durante el Biennio Rosso, entre 1919 y 1920, cuando se colectivizaron cientos de fábricas a manos de obreros. Participó en la Primera Guerra Mundial como artillero y tras la misma se afanó en cultivar su perfil como periodista, poeta y dramaturgo. En 1924, tras poner el régimen de Mussolini precio a su cabeza de anarquista por un total de 100.000 liras, huyó a Francia [8]. Nunca más regresaría a Italia.
Son detenidos en Perpignan 10 anarquistas italianos, entre quienes se encontraba Traverso, que portaba una maleta con dos bombas en el momento de su detención
En el país galo forma parte del grupo anarquista “Pietro Gori”, que toma el nombre del entrañable abogado libertario italiano fallecido en 1911. Se trata de un grupo creado por italianos exiliados que tratan de realizar propaganda contra el fascismo [9]. En el seno de este grupo publica, en 1925, el opúsculo Due giubilei (XXIX Iuglio MCM) (Doble Jubileo, 29 de julio de 1900), en conmemoración y homenaje de Gaetano Bresci, el anarquista que, en esa fecha, acabó con la vida del rey Humberto I de Italia. La publicación se abría con una frase: “Matar al rey es el primer deber del ciudadano”.
En los años posteriores se desplaza al sur de Francia, y en Perpignam toma contacto con anarquistas españoles e independentistas catalanes. En noviembre de 1926 participa en el entonces conocido como Complot de Macià, también Complot de Perpignam, y hoy día estudiado como Complot de Prats de Molló, el intento de invasión de Cataluña desde Francia planeado por Francesc Macià, en el que también estuvo implicada la CNT y como respuesta a la dictadura de Primo de Rivera. Tras el fracaso de la invasión, son detenidos en Perpignan 10 anarquistas italianos, entre quienes se encontraba Traverso, que portaba una maleta con dos bombas en el momento de su detención. Al no poder demostrarse que la maleta fuera de su propiedad, Traverso fue primero puesto en libertad, junto al resto de sus compañeros, a excepción del italiano Arturo Rissoli, quien era considerado jefe del grupo [10].
No obstante, Traverso es condenado a tres meses de cárcel. Una vez cumplidos es expulsado de Francia, marchándose entonces al continente americano, del que regresará a Europa en 1930, residiendo de nuevo en países como Bélgica y Luxemburgo, de donde es también expulsado debido a sus actividades ácratas [11]. Después de residir de nuevo en Francia, donde es detenido y expulsado en marzo de 1932 [12], recala en Barcelona. Allí colabora con diversos medios de prensa anarcosindicalista, tomando parte activa en la huelga general revolucionaria de octubre de 1934.
A diferencia de los antifascistas alemanes, que habían llegado a Barcelona después del ascenso de Hitler al poder en 1933, o de otras nacionalidades, que vinieron en vísperas o una vez consumado el golpe militar de julio de 1936, el grupo de los italianos llevaba ya varios años residiendo en nuestro país, al huir desde 1922 de la Italia de Mussolini, y estaba curtido en la lucha antifascista. Este grupo de italianos participó en primera línea en las acciones que entre el 18 y 20 de julio contribuyeron a parar el golpe en la ciudad condal.
Andy Durgan, en su libro Voluntarios por la revolución, La milicia internacional del POUM en la Guerra Civil española (Laertes, 2022), sitúa en esos días a Mario Traverso en las filas del POUM, a pesar de su filiación como anarquista.
Mario Traverso, anarquista experimentado en la lucha antifascista, recorrerá diversas formaciones, poniendo su experiencia al servicio de la República para instruir a milicianos y después soldados del ejército
Durgam, siguiendo diversas fuentes, narra la lucha callejera de este grupo de italianos en aquellos días de julio. Traverso participó en el combate por Barcelona junto a los italianos Paolo Girelli y Duilio Balduini, los alemanes Karl Schneider, Walter Schwarz y Otto Töwe, y la austriaca Rosa Winkler, compañera de Balduini, junto a quien había estado en las barricadas spartakistas de Berlín de enero de 1919. Muchos otros italianos, alemanes, checos y de otras nacionalidades, después integrantes del POUM, que en ese momento era un partido aún débil, defendieron junto a los anarquistas de la FAI y de la CNT a Barcelona de los fascistas, si bien donde el POUM triunfó en dicha defensa fue en localidades como Girona y Lleida.
Balduini, Rosa Winkler y otros tomaron el Hotel Falcón, situado al final de Las Ramblas, que era propiedad del fascista genovés Francesco Durio. El hotel estaba ocupado por varios fascistas italianos, que fueron detenidos, entre ellos el periodista Vittorio Vergani, a quien se le permitió abandonar en un avión Barcelona, al no encontrársele armas encima ni en su habitación.
A partir de este momento Mario Traverso, anarquista experimentado en la lucha antifascista, recorrerá diversas formaciones, poniendo su experiencia al servicio de la República para instruir a milicianos y después soldados del ejército. Tenía entonces 46 años y era uno de los milicianos más longevos.
Mientras Durgam le sitúa en las filas del Grupo Internacional Lenin [13], poumista, otras fuentes señalan que Traverso integró la columna italiana que se creó el 17 de agosto y que estaba formada por una compañía dividida en dos mitades, una de infantería y otra de ametralladoras. En esta compañía intervinieron italianos de diversa procedencia, algunos reclutados en Francia entre los antifascistas, por el Comité Anarquista Italiano pro España, y otros ya residentes en España, como fue el caso de Traverso. Intervino en la formación de esta columna la Centuria Giustizia e Libertà, de la que era líder Carlo Roselli, y la integraban casi exclusivamente anarquistas y socialistas, no comunistas.
Llegó a contar con un contingente entre 50 y 150 hombres, entre los que destacaban Carlo Roselli, Mario Angeloni, Antonio Cieri y Camillo Berneri. Partieron al frente en el seno de la Columna Ascaso, anarcosindicalista, desde Barcelona a Aragón. Tuvieron su bautismo de fuego el 28 de agosto, en la Batalla de Monte Pelado, en las cercanías de Huesca [14].
En la edición del Solidaridad Obrera del 18 de diciembre de 1936, en su última página, en la sección de “Los Indeseables”, firmada por Eduardo Zamacois, aparece tanto un retrato gráfico como literario de Mario Traverso, realizado desde Caspe, a quien identifica como combatiente de la Columna Internacional. Zamacois describe a los indeseables como “enemigos de la plutocracia (…), rebeldes que, llenos de altruismo, luchan por mejorar el porvenir de sus hermanos (…), forjadores, en suma, de la nueva sociedad laica, trabajadora, antimilitarista y libre (…), vanguardias de la moral futura; los que, por no soportar tiranías, renunciaron a vivir en su patria (…) los indeseables que los gobiernos capitalistas temen y repudian”.
Lo que “sorprende de estos “indeseables” de Francia, de Alemania, de Italia, de Bélgica, de Holanda, de Suecia… es su cultura polifacética. Son gentes que, sin alardear de saber de nada, entienden de todo: de filosofía, de arte, de política, de carpintería, de agricultura, de mecánica
Dice que, lo que “sorprende de estos “indeseables” de Francia, de Alemania, de Italia, de Bélgica, de Holanda, de Suecia… es su cultura polifacética. Son gentes que, sin alardear de saber de nada, entienden de todo: de filosofía, de arte, de política, de carpintería, de agricultura, de mecánica; gentes al tanto de las más diversas disciplinas; inteligencias vivaces, prodigiosamente flexibles, tan aptas para las faenas de la paz como en los azares de la guerra”.
De Traverso dice que es “anarquista y a ratos poeta y dramaturgo. Frisa en los cincuenta años. Es pequeño, ancho, ventrudo y cabezón. Fuma en pipa. Tiene los cabellos ensortijados, ásperos y blancos, las mejillas encendidas, los ojos apacibles y claros, y rubias las cejas y la barba, tallada en punta. Su cara saludable, matizada de rojo, serviría de anuncio a un aperitivo. Traverso, sin embargo, es un luchador desengañado y entristecido por las torpes concupiscencias de cuantos figurones degradan la política a la categoría de profesión.
“Las cualidades que más degradan en política —dice— son la sumisión y la imbecilidad”.
Mario Traverso es herido en el frente de Huesca en la mano derecha el 13 de diciembre de 1936. Tras una convalecencia en el Hospital brigadista de Tarancón, se incorpora de nuevo al frente y en julio de 1937 forma parte de la 4ª compañía de la Brigada Garibaldi, donde obtiene el grado de capitán.
En Il Garibaldino, Giornale della Brigata Garibaldi, del 24 de agosto de 1937, el periódico publicado en Madrid con destino a los italianos combatientes en las Brigadas Internacionales y que recibía el nombre con el que estos eran conocidos en el seno de tales brigadas, “garibaldinos”, se realiza una semblanza humorística del capitán Traverso, a quien se le conocía también como “el padre de la Garibaldi”, por su edad avanzada en un ejército, como era el internacional, donde la media de edad estaba entre los 16 y los 25 años.
El retrato, traducido, decía así:
“Genovés, cincuentón, anarquista, capitán, poeta, gordo”.
Un batiburrillo de contradicciones.
¿Cómo se puede ser poeta y gordo? ¿Anarquista y convertirse en capitán, en líder, cincuentón y amar la poesía?
Pero se necesita algo más para meter a un genovés en cintura.
Es un poeta, por completo. Viene a la primera línea vestido de estreno, con la raya del pantalón hecha al estilo del Príncipe de Gales, después de afirmar que no merece la pena luchar por una tierra tan árida y fea
El capitán Traverso les explicará que, aun siendo anarquista, “ahora” es republicano, porque solo con la unión de todas las fuerzas populares se puede vencer al fascismo. Y poeta, a pesar de sus cincuenta años, por odio al fascismo.
Contra esta plaga de la Humanidad, hay que saber utilizar todas las armas: desde la pluma al fusil. Ha compuesto un poema y escrito una comedia para ridiculizar a la jerarquía de las fasces lictoriae.
Traverso tiene cincuenta años, está gordo, pero camina todo el tiempo. Los soldados pueden dar testimonio de su actividad, pero también dirán que podría, de vez en cuando, “cambiar de disco”. Porque habla continuamente de su comedia, que es una obra maestra.
“En definitiva, dice, las obras de Pirandello solo tienen de original el título”. Después de esta introducción, le contará el argumento de su comedia, le recitará escenas madre, etc., etc.
Es un poeta, por completo. Viene a la primera línea vestido de estreno, con la raya del pantalón hecha al estilo del Príncipe de Gales, después de afirmar que no merece la pena luchar por una tierra tan árida y fea.
“Pero cuando los fascistas nos atacaron, se olvidó de la poesía, de la tierra árida, de la raya del pantalón, etc., etc., y se batió como un chicuelo genovés”.
A comienzos de 1938 y con intención de aliviar el frente de Teruel, comienza la ofensiva del ejército republicano sobre el frente extremeño, con intención de recuperar Campillo de Llerena. En estas operaciones intervendrán la Brigada XII Garibaldi y la XIII Dombrowski, compuesta por polacos. La Garibaldi debía avanzar sobre Campillo, por las Sierras Quemadas, mientras que la Garibaldi debía hacerlo desde Zalamea de la Serena. Las operaciones comenzaron el 3 de febrero y finalizaron el 21 siguiente, con terribles enfrentamientos durante la noche del 15 al 16 [15].
Sabemos de los últimos días de Mario Traverso por el relato que hiciera Francesc de Cabo (1910-1997) [16], miembro y fundador del POUM huido de las purgas estalinistas y alistado como soldado en la Garibaldi. Cabo narró el ambiente de terror y represión que existió en las Brigadas Internacionales a manos de los comisarios políticos adeptos a la Unión Soviética tras la militarización del ejército, una labor de propaganda estalinista que se desprende también de la lectura de Il Garibaldino.
Debido a la represión comunista que existía en las filas, Traverso y Cabo disimularon su amistad. Para protegerle, Traverso le nombró ayudante de campo
Cabo había conocido a Traverso en Barcelona, en 1932, dándole cobijo en su casa cuando llegó expulsado de Francia por sus actividades anarquistas. Allí Traverso le había narrado la muerte de su padre, que era sindicalista, a manos de los fascistas en Italia. Después de convivir durante dos meses, Cabo y Traverso se despidieron, sin que le volviera a encontrar, hasta principios de 1938 en Campanario (Badajoz). Cabo formaba parte del grupo encargado de las ametralladoras Maxim, unas ametralladoras muy pesadas que había que transportar en tres piezas, montar, desmontar y limpiar en cada uno de los desplazamientos. Mario Traverso era el capitán destinado a aquella unidad de la Garibaldi.
Debido a la represión comunista que existía en las filas, Traverso y Cabo disimularon su amistad. Para protegerle, Traverso le nombró ayudante de campo. “Me estremecía el solo pensar lo que le pasaría a aquel buen hombre si descubrían que había nombrado su ayudante a un perro fascista del POUM”, narra Francesc Cabo.
Pertenecían a la División 45, a cuyo mando estaba el alemán Hans Kahle, que había reemplazado al austro-húngaro Emilio Kléber, agente estalinista que después caería en desgracia y sería torturado y asesinado en la URSS.
Cerrada ya la noche del 15 al 16 de febrero, comenzó la operación para tomar Campillo, con la expresa prohibición de fumar ni hablar para tomar por sorpresa al enemigo. Las explosiones de las bombas de mano para acabar con los centinelas, era la señal para saber que las avanzadillas habían llegado a las posiciones enemigas. Una vez despejada la cima de la sierra, las ametralladoras tomaban posiciones a las órdenes de Traverso y de Cabo, pegado a él “como una estampilla”. Traverso iba frenético de un lado a otro, agitando su bastón para señalar los lugares de emplazamiento.
Sin embargo, el enemigo poseía mayor y mejor capacidad de maniobra para reagruparse, así como mejor y más abundante artillería. Los obuses de 155 mm comenzaron a caer por doquier, “con certeros tiros, que nos achicharraban”, mientras en la ladera opuesta de la montaña, avanzando en zigzags entre olivares, se veían unas sombras que se movían. Eran los marroquíes que avanzaban con la bayoneta calada.
Por el testimonio recogido por el historiador francés Jacques Delperrié de Bayac sobre las Brigadas Internacionales, sabemos que tras ser herido en las piernas, Mario Traverso trató de alcanzar las líneas republicanas, hacia el Puerto del Águila, siguiendo la retirada
Traverso, que aún no había instalado el teléfono de campaña, envió a Cabo con una nota a una posición cercana. Cuando apenas llevaba recorridos unos metros, un obús de mortero impactó muy cerca de él, lanzándolo por los aires y cubriéndolo de tierra. Después, tras comprobar que estaba de una pieza, pudo ver como otro obús caía cerca de donde estaba Traverso, hiriéndole gravemente en las piernas. No le vio más.
Por el testimonio recogido por el historiador francés Jacques Delperrié de Bayac sobre las Brigadas Internacionales [17], sabemos que tras ser herido en las piernas, Mario Traverso trató de alcanzar las líneas republicanas, hacia el Puerto del Águila, siguiendo la retirada. Sin embargo, fue capturado por las fuerzas enemigas. Dos de los hombres de su compañía, Angelo Neri y Eraldo Venezia, trataron de liberarle, muriendo en el intento. Los marroquíes, o tal vez los italianos fascistas que también participaron en esta batalla, acuchillaron con la bayoneta a Traverso, lo cual fue visto por los garibaldinos. Uno de ellos, Roberto Zanello, llevado por la rabia, volvió para vengarlo, lanzando todas sus granadas de mano contra los fascistas y matando a dos de ellos. Zanello murió también él en este último acto [18].
Aquella operación resultó un desastre, sobre todo por la terrible cantidad de pérdidas humanas y porque no se logró el objetivo. La compañía Naftalí Botwín, formada por judíos de diversas nacionalidades, sufrió una terrible carga de sable de la caballería marroquí. Según comunicaron las autoridades fascistas, el día 17 de febrero llevaban enterrados 425 cadáveres de combatientes republicanos [19].
Ninguno de estos defensores de la República contó con un entierro digno. Fueron enterrados en fosas comunes, sin localizar ni datar. Sin embargo, muy cerca del lugar donde se pudren sus huesos, se encuentra el cementerio de los italianos de Campillo de Llerena, un lugar de memoria creado por el franquismo para sepultar, con todos los honores, a los italianos de la 1ª Brigada Mixta Legionaria Flechas Azules (Frecce Azzurre), caídos en las primeras batallas de aquella Sierra de Argallén. Hoy día incluso cuenta con un museo y página web.
Tres entierros y una medalla
Cerca de donde cayó Traverso, 50 kilómetros más al norte, había caído, un año y medio antes, el otro extranjero con el que comenzamos esta historia, Giorgio Franceschi, fascista italiano de la aviación del Tercio.
Su fecha de defunción, 16 de septiembre de 1936, consta en el registro civil del pueblo de La Coronada, entre Villanueva de la Serena y Campanario. El 20 de octubre de 1938, apenas tres meses después de haber sido tomado el pueblo por las fuerzas golpistas en su avance hacia el este, se celebró a mediodía en el ayuntamiento de La Coronada, villa de Badajoz de la comarca de La Serena, un pleno extraordinario con un único punto del orden del día, expuesto por el alcalde de la Comisión Gestora, Andrés Callejo Sáez. El tenor literal de dicho punto, recogido en el libro de actas correspondiente al período 1936-1940, en los folios 47 y 48, dice así:
“Que habiéndose solicitado por el Sr. Capitán del Mando General de Aviación Legionaria, Don Vicente Iposí, de nacionalidad italiana, la exhumación del infortunado Teniente Piloto del mismo Cuerpo Don Franceschi Giorgio, que a efecto de una avería aterrizó en este término municipal, siendo vilmente asesinado por las milicias rojas de Villanueva de la Serena y enterrado en la finca “Canalejas”, para darle sepultura en el Cementerio Católico de este pueblo, dando una prueba de gratitud a la Nación hermana y honrar la memoria del glorioso y heroico aviador que vertió su sangre por el ideal de nuestra Santa Causa, propone que conste en acta el sentimiento de esta corporación haciéndolo extensivo al mando general de dicha Legión y al Duce, protestando enérgicamente de tan vandalico (sic) asesinato, que todos los gastos que ocasione la exhumación, así como el entierro funeral y misas, se satisfaga de los fondos municipales y que para dar la mayor solemnidad a este acto, toda vez que en este pueblo se encuentran fuerzas del Ejército de varias unidades invitarlas a que formen parte del duelo oficial que se acordaría en forma oportuna, así como a Falange y Autoridades Civiles y para que el recuerdo sea imperecedero en este pueblo se dé el nombre de una calle a tan heroico aviador”.
Toda la corporación presente aclamó y aprobó por unanimidad la propuesta, acordando que “la calle denominada del Pozo se denominara en lo sucesivo del “Teniente Piloto de Aviación Legionaria Franceschi Giorgio
Toda la corporación presente aclamó y aprobó por unanimidad la propuesta, acordando que “la calle denominada del Pozo se denominara en lo sucesivo del “Teniente Piloto de Aviación Legionaria Franceschi Giorgio, a cuyo efecto se fijará una placa en la que conste su nombre y que murió asesinado por las milicias rojas el 16 de Septiembre de 1936, defendiendo nuestra Santa Causa, y que de la referida acta se extienda una certificación y sea entregada al Capitán del Mando General Sr. Iposi para su debida constancia y otra al Duce por conducto del Sr. Embajador en testimonio de respeto y admiración” [20].
Aquel acto de reinhumación en el cementerio de La Coronada estuvo acompañado de un sentido homenaje, con un velatorio armado en una vivienda cercana a la iglesia del pueblo durante la noche anterior. No acabaría aquí la memoria de Franceschi. Poco después sus familiares reclamaron su cuerpo y fue de nuevo exhumado, llevados sus restos a Roma y reinhumados de nuevo. A día de hoy una avenida de Roma, un colegio de esta capital y un aeropuerto comercial llevan todavía su nombre, así como aún consta en El Quirinale https://www.quirinale.it/onorificenze/insigniti/13765, La Presidencia de la República, la medalla concedida al valor por el Duce por Real decreto del 23 de julio de 1937, de cuyo acto hay una fotografía que acompaña a este texto. Tuvo tres entierros, dos de ellos con grandes honores, que aún perduran.
No hay concordia para las víctimas de la libertad, pasto del olvido
De Mario Traverso, que vino a España a defender la democracia del fascismo, no se acuerda nadie. Su nombre no ha ilustrado ningún callejero, ni ninguna biblioteca, logro del que se hubiera sentido más que satisfecho. Por no saber de él, no sabemos ni dónde está enterrado, y solo podemos reconstruir su memoria gracias a quienes dejaron testimonio de aquellos días, hombres y mujeres que acudieron a España movidos únicamente por la solidaridad apátrida de quienes creen en un mundo fraterno, donde no existan las fronteras, con la convicción de que este era el primer campo de batalla donde había que derrotar al fascismo, cuya sombra, cada vez más grande, todavía nos asola.
Traverso, aquel cincuentón al que le gustaba cocinar para el grupo, yace en una fosa olvidada, en algún lugar de la Sierra de Argallén. El día que sus huesos aparezcan, serán fáciles de identificar, sepultado junto a su inseparable bastón y su pipa de indeseable.
Cuando encuentren su fosa, por favor, no olviden leerle los versos que para él dejó escritos Miguel Hernández:
Si hay hombres que contienen un alma sin fronteras,
una esparcida frente de mundiales cabellos,
cubierta de horizontes, barcos y cordilleras,
con arena y con nieve, tú eres uno de aquellos.
Las patrias te llamaron con todas sus banderas,
que tu aliento llenara de movimientos bellos.
Quisiste apaciguar la sed de las panteras,
y flameaste henchido contra sus atropellos.
Con un sabor a todos los soles y los mares,
España te recoge porque en ella realices
tu majestad de árbol que abarca un continente.
A través de tus huesos irán los olivares
desplegando en la tierra sus más férreas raíces,
abrazando a los hombres universal, fielmente.
(Al soldado internacional caído en España, Miguel Hernández)
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