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Ministros, senadores, políticos, historiadores y escritores recuerdan hoy en Casa de América al poeta, memorialista e intelectual Dionisio Ridruejo, en el centenario de su nacimiento
Día 12/11/2012 - 12.45h
Dionisio Ridruejo(1912-1975) tenía 18 años cuando fue proclamada en España la República, 21 cuando se fundó Falange Española -«a la que prontamente di mi adhesión»-, 23 cuando se desencadenó la Guerra Civil, y 24 cuando «cayó sobre mí -sin que yo lo desease ni poco ni mucho- el primer cargo ejecutivo de responsabilidad».
Lo que le rodeaba -según confiesa en «Casi unas memorias»(Península, edición de Jordi Amat) era «pura reacción contra aquella experiencia republicana -medio escolar, familia, amigos, relaciones, periódicos que entraban en casa- lo que determinaba en mí cierta perplejidad; por el contrario, mis impulsos condenaban el orden que, al parecer, aquella experiencia venía a remover».
Hombre serenamente religioso y liberalmente creyente, sin muchas inclinaciones místicas y con la punta de anticlericalismo «que lleva consigo todo español que no cojea del pie contrario». A Ridruejo le molestaba el estilo de «beatería dominante en la oposición derechista», que era lo que tenía más cerca, pero también le repugnaban los alardes trivialmente blasfematorios que usaban los pocos hombres genuinos de izquierda con los que topé por aquellos años».
«Ni derechas ni izquierdas: todo junto»
En términos intelectuales e incluso éticos a Ridruejo le atraía el socialismo -«la idea de la gran reforma igualitaria del mundo»-, pero afectiva y estéticamente, y por la fuerza de muchos prejuicios de difícil disolución, se sentía ligado a «su» ambiente: «El de la pequeña burguesía inmovilista y medrosa que por entonces se soltaba el pelo con todas las monsergas del patriotismo sacralizado. Diría que mi afectividad y mi inteligencia pendulaban inquietamente y me pareció como hecha a mi medida aquella Falange que, con tan excesiva sencillez, venía a decir que "ni de derechas ni de izquierdas, sino todo junto": sagradas tradiciones y revolución igualitaria».
Dio Ridruejo su adhesión «al pequeño movimiento falangista, más por la pasión juvenil de tenern algo a que entregarse que por la esperanza razonada de ver realizada su utopía. En cierto modo estas formas de adhesión a un proyecto extremista y remoto suelen ser muchas vecesencubrimientos del apoliticismo. En el fondo, y hasta muy próxima la Guerra Civil, la política ocupaba una porción muy escasa de mi actividad e incluso de mi imaginación». Más artista que intelectual y más contemplativo que activista, la vida literaria y la propia vida sentimental de Dionisio Ridruejo le absorbían por entero.
En 1935, Dionisio Ridruejo conoció , fuera de los círculos falangistas, a José Antonio Primo de Rivera, a quien describe en sus Memorias como «un hombre sugestivo, inteligente, de gran elegancia dialéctica, gallardía y segura honradez personal, que a estas gracias añadía la de un punto de timidez delicada y deferente, enormemente atractiva (...) Nunca he dejado ni dejaré de sentir por la figura de José Antonio el gran respeto y el vivo afecto que me inspiró entonces, aunque muchos de sus de sus pensamientos me parezcan hoy inmaduros y otros contradictorios y equivocados».
Y añadía: «Creo aún en su buena fe con tanto rigor acreditada por las actitudes humanísimas que antecedieron a su muerte. En verdad, José Antonio no tenía aquella seguridad histriónica de los jefes fascistas -e incluso no fascistas- y parecía estar siempre en actitud crítica frente a sí mismo, buscando lo que no acababa de encontrar (...) Con reservas o no, el viento de la guerra arrastró a los falangistas y pienso que los habría arrastrado igual si no hubiera mediado la autorización de sus jefes. Especialmente la masa de arrastre, adherida al falangismo después de las elecciones de 1936, era masa puramente derechista que se decidía a cambiar el voto electoral por la pistola. El cuadro dirigente del falangismo, con la sola excepción del vallisoletano Onésimo Redondo, quedó en prisión en la zona republicana desde el comienzo de la guerra y sus hombres más destacados fueron ejecutados sin tardanza. José Antonio Primo de Rivera había considerado, al conocer el fracaso de la tentativa de golpe de Estado, que la guerra, tal como se preparaba, carecía de sentido y debía evitarse».
Centenario
Dionisio Ridruejo, joven poeta falangista que brujulea en la corte literaria de Primo de Rivera durante la Segunda República, espectador privilegiado de la formación del Estado franquista en plena Guerra Civil, intelectual desencantado que se convierte en demócrata, gran memorialista como demuestra en «Casi unas memorias», será recordado hoy en la Casa de América (a partir de las seis de la tarde) con motivo del centenario de su nacimiento. El acto de recuerdo lo abrirá Eugenio Nasarre, presidente del Consejo Federal Español del Movimiento Europeo, y José Manuel García-Margallo, Ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación. Su dimensión cultural y política será glosada por Víctor Pérez Díaz, Jordi Gracia, Andrés Trapiello, Jorge Martínez Reverte, Enric Juliana, Juan José Lucas, Manuel Penella, Juan José Laborda, Gabriel Elorriaga y Enrique Múgica.
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