dijous, 26 de març del 2015

La Guerra Civil en Laguna: represión y hambre bajo las bombas


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La Guerra Civil en Laguna: represión y hambre bajo las bombas


Al menos 30 vecinos fueron fusilados tras el alzamiento franquista. Las bodegas del Villar se convirtieron en refugio de los bombardeos republicanos
Laguna de Duero vivió la Guerra Civil Española como cualquier pueblo del alfoz vallisoletano: con hambrunas debidas a la escasez de productos básicos, el terror de los bombardeos que amenazaban la capital y una represión que se cobró la vida de al menos una treintena de vecinos, además de setenta detenciones tras los primeros días del alzamiento franquista. Para entender estas represalias, debemos remontarnos a la llegada de la Segunda República y los años treinta, cuando el propio párroco y líder del Círculo Católico advertía del mal ambiente que se estaba gestando en el municipio.
Las diferencias ideológicas entre distintos sectores fomentaron una atmósfera que derivó en la represión contra algunos vecinos. Tras el golpe militar de 1936 y la toma del control del pueblo por los falangistas, cargos como el alcalde, Gerardo Cabañas Fernández, y otros tres integrantes del gobierno local, fueron fusilados. Junto a ellos, serían paseados otros 26 vecinos, según la asociación Verdad y Justicia. Los datos apuntan a que los fusilamientos, algunos de los cuales se produjeron sin juicio previo, se llevaron a cabo en el entorno del lago y del Villar, en el páramo de San Isidro de la capital o en el puente que une Laguna con Boecillo, desde donde se lanzaba a los tiroteados al Duero.
Algunos vecinos dejaron su testimonio en El Cronicón de Laguna de Javier Palomar, narrando cómo en ocasiones unos veían los fusilamientos comiendo churros, como si se tratase de un día de fiesta, y otros quedaban aterrorizados al presenciar los sucesos. “Estaba yo regando sandías cuando llegó un camión de Justicia Militar”, narra un vecino. “Estaba escondido y a mi lado bajó el falangista con una pistola, al ver que no había nadie bajó a un detenido. Gritó Arriba España y le disparó en la cabeza”.
Pronto los bombardeos añadieron una nota de terror a la población lagunera. Valladolid fue la sexta ciudad de la retaguardia más bombardeada por la aviación republicana, con una veintena de ataques que se cobraron 183 muertos y 861 heridos en la capital.
Cada vez que los ‘Katiuska’ soviéticos sobrevolaban Laguna, los vecinos se escondían en las bodegas del Villar bajo el grito “¡Que vienen!”. Incluso el Círculo Católico era utilizado como refugio cuando llegaba aquel “pájaro negro”, como conocían los niños a los bombarderos.
A pesar de las ventajas de contar con cultivo de cereal, poco a poco los pueblos vallisoletanos empezaron a sentir las consecuencias de la falta de alimentos básicos, como la leche, los huevos o la carne. Todo ello derivaría en la imposición del racionamiento en 1939. No obstante, durante el conflicto algunos niños buscaban sustento como podían entre las tropas. Laguna acogió a una compañía de soldados italianos, en cuyo campamento se servía un rancho que ayudaba a mitigar el hambre de los más pequeños.
“Nos acercábamos a los soldados y les enjuagábamos los platos, echando los restos de comida en el puchero que llevábamos. Íbamos al almorrón de la carretera a por agua y así comíamos”, cuenta un superviviente de la época. La posada de la Moncloa, ubicada a la entrada del pueblo, tuvo que ponerse a disposición de la intendencia militar, habilitando las cocinas para servir a los combatientes y dando alojamiento a los oficiales italianos. Sus transportes eran a menudo escondidos en los pinares para evitar ser detectados por la aviación republicana. Los laguneros aún ignoraban las terribles consecuencias de la guerra, que se prolongarían durante décadas para sufrimiento de los vecinos.