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"Siento todas mis ataduras"
Una carta inédita de Miguel Hernández refleja su angustia en la cárcel antes de morir
JESÚS RUIZ MANTILLA Madrid 12 OCT 2008
Una carta de Miguel Hernández es una joya. Más si en ella palpita el sentimiento de desazón, hartazgo y escasa confianza en el futuro que sintió el poeta en la cárcel de Ocaña, 10 meses antes de morir en marzo de 1942. Por eso, el descubrimiento de una misiva del escritor a su amigo Carlos Rodríguez Spiteri tiene más que un valor simbólico. Ha sido Eutimio Martín, que publicará una biografía sobre el autor en 2010 -centenario de su nacimiento-, quien ha descubierto el documento. "Sus cartas son escasísimas y casi todas las escribe para pedir cosas prácticas. En ésta se comprueba el desaliento que sufre en la cárcel, su falta de esperanza", según Martín.
Es uno de los aspectos que este estudioso analizará a fondo en Miguel Hernández. Oficio de poeta, como se titula la biografía que publicará Aguilar. Dará mucho que hablar. En ella, Martín desmonta mitos y leyendas sobre uno de los símbolos de la represión franquista. "Cuando va a cumplirse un siglo de su nacimiento conviene que lo confrontemos con la realidad y lo alejemos del símbolo".
La carta va dirigida al poeta Rodríguez Spiteri, alguien muy cercano a él. "Si conocemos sólo 437 cartas y 316 van dirigidas a Josefina Manresa, su mujer, este hombre con 10 correspondencias es la tercera persona, después de José María de Cossío, con quien más relación mantuvo".
De ahí su trato de confianza desalentada, en la que además de recibir la noticia del nuevo libro de Spitieri, Los reinos de secreta esperanza, y comentarlo, Hernández deja entrever su desesperación: "Siento todas mis ataduras y mi poca, mi escasísima posibilidad de movimiento. Sólo puedo moverme en un patio que tengo más recorrido que el día...".
Según su biógrafo, cuando el poeta escribe cartas lo hace para pedir. "Para que ayuden a Josefina, para que atiendan a su hijo, cosas así, de ese tono son las que mantiene con Vicente Aleixandre o Cossío, para quien trabajó y cuyo contenido es muy profesional".
Eso sin hablar de la frialdad que desprende el tratamiento a sus hermanos y a su padre, con quien mantuvo una relación tormentosa. Aquel hombre no sólo le arrancó del colegio para que cuidara cabras en el campo, sino que jamás le perdonó haberse alistado en el bando republicano, algo que hizo en septiembre de 1936. La crudeza de la reacción del padre de Hernández al conocer su muerte tiene asombrado a su biógrafo. "Él se lo había buscado", cuenta Martín que dijo.
Pero las sombras sin resolver en la vida y la biografía del poeta venían de antes. No fue Miguel Hernández un republicano convencido desde siempre. Junto a Ramón Sijé vivió su iniciación en la poesía y un cierto amamantamiento ideológico. A él dedica una famosa Elegía tras su muerte. Durante años compartieron principios falangistas. "Sé que esto es muy delicado, pero la relación de Miguel Hernández con esos círculos es clara. A Sijé, le llega a dedicar un libro como jefe y todos sabemos lo que en ese ámbito significa", cuenta Martín. El falangismo del poeta estaba muy centrado en el medio rural. "Era un fascismo eucarístico. En vez del yugo y las flechas, utilizaban un racimo de uvas y espigas de trigo. Llega a publicar en una revista que se llama El gallo en crisis".
Su vida en Madrid supone una conversión vertiginosa. "Sobre todo lo demuestra en un poema, Sonreídme". Allí entra en contacto con los grupos poéticos. Tras publicar El rayo que no cesa, se convierte en una figura. Extraña y ajena al glamour del exclusivo tinglado lírico, donde miraban por encima del hombro a un cabrero, pero una figura al fin y al cabo. "Incluso le saca partido a esa imagen campesina, le daba personalidad", añade el investigador.
No tarda en virar ideológicamente. Fue hacia el año 1935. "Se relaciona mucho con la mujer de Pablo Neruda, Delia del Carril, y con un revolucionario argentino, Raúl González Muñón". Además, empieza a colaborar con las Misiones Pedagógicas de la Institución Libre de Enseñanza. La guerra acelera su compromiso. Un compromiso que no rompe jamás. "Habría salido de la cárcel con cualquier gesto. Pero supo que en aquella España no iba a poder desarrollar su vocación. Que no había espacio para su oficio de poeta. Y prefirió morir...".
A su amigo Carlos Rodríguez Spitieri
- "Querido Carlos: con gran sorpresa, he recibido ese libro tuyo del 38, cuando las circunstancias eran muy otras para todos. Son poemas esos tuyos impregnados de la enrarecida atmósfera que respirabas, llenos de la angustia y la esperanza de tu juventud. Me alegran ciertos versos, donde la ternura halla su forma de expresión más inspirada. El libro, en total, está lleno de ese aliento que hace patente a un poeta. Vicente te habrá dicho mucho, y yo prefiero aguardar una ocasión para decirte todo cuanto pienso de este libro, que tú consideras un poco lejano. Veo que viajas, y cuando miro que tu carta viene de Toledo, siento todas mis ataduras y mi poca, mi escasísima posibilidad de movimiento. Sólo puedo moverme en un patio, que tengo más recorrido que el día. Dime más de tu actividad poética. Yo no hago nada por hoy, mañana veremos qué se hace. Vivo, me limito a vivir una vida de preso con todas sus consecuencias. Te abrazo y te prometo darte a conocer mi hijo".
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