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LOS TESTIMONIOS EMOCIONAN A LOS ASISTENTES
En silencio, cientos de personas oyeron testimonios de presos republicanos de San Cristóbal, solo interrumpidos por emocionados aplausos - Un acto que llamó a los jóvenes a mantener el recuerdo y que denunció ataques fascistas
NAZARETH BERNHARDT - Domingo, 17 de Mayo de 2015 - Actualizado a las 19:56h
Homenaje en el fuerte de San Cristóbal a los prisioneros. (OSKAR MONTERO)
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“Me fui dando cuenta que esto no era un castillo como me imaginaba cuando era pequeño, sino un sitio de tortura y mucho sufrimiento”. Así describió Gaizka Rodríguez, de 12 años, su experiencia con el fuerte de San Cristóbal y la historia que guardan sus muros, durante el homenaje a los presos republicanos de esta cárcel entre 1934 y 1945.
PAMPLONA. Alrededor de un millar de personas acudieron al emotivo acto, organizado como cada año en la puerta del fuerte a mediodía. A su vez, se hizo un especial llamamiento a los jóvenes, con el fin de generar “un relevo por los derechos humanos, por la justicia y la Tercera República”, pidió, como tantos otros, Félix Sierra, vallisoletano que plasmó la fuga del 22 de mayo de 1938 en un libro.
Durante el homenaje, organizado por el Grupo Txinparta Memoria Histórica Taldea y presentado por las hermanas Lorea y Ainhoa Albistur e Irati Goikoetxea, pudieron escucharse diferentes testimonios, tanto de familiares de presos como de personas que comparten el sufrimiento de las familias. Rodeados de banderas republicanas y ramos de flores con los tres colores de la misma, los centenares de asistentes escucharon con atención y emoción cómo una joven interpretó una canción con los versos de Sentado sobre los muertos, de Miguel Hernández, también prisionero y víctima del franquismo.
Le siguió la lectura de un poema de Neruda, en boca de Félix Sierra, y el testimonio de la nieta, Mariló Mancebo, y bisnieto, Jokin Sánchez, de Santiago Ausejo, natural de Murillo, que, junto a otros 10 compañeros de prisión y pueblo, también de Santacara, fueron liberados en enero de 1937. “Todo esto era una nueva pantomima preparada por el Estado franquista; en la segunda curva los esperaba un pelotón de fusilamiento que los mató sin piedad”, relató Mancebo. Su hijo Jokin subrayó que “nos ha tocado guardar este frágil tesoro, nos ha tocado ser los guardianes de la memoria y nunca dejaremos de cumplir nuestra tarea”.
Después, las primas Sagrario Avezuela, de Madrid, y Jovita Sánchez, de Barcelona, dieron voz al legado escrito que dejaron un tío de ambas, Ferrán, y el padre de esta última, Maxi Sánchez; ambos estuvieron presos en diferentes cárceles del Estado, entre ellas, esta de Ezkaba. “En Pamplona, como se llamaba Sanatorio, no había condenados a muerte oficiales. De eso se encargaba el director, que era médico de matar, pues hacía pruebas experimentales con nosotros. Yo perdí un pulmón en sus experimentos, mi primo murió”.
Visiblemente emocionado y con dificultad para dar voz a su discurso, arrancó lágrimas entre los asistentes el niño Gaizka Rodríguez, sin familiares directos víctimas del franquismo. “Bueno, sí, mi abuelo de adopción, Agustín Raya Sánchez”, explicó el pequeño. Su madre, Maru Mangado, participó en las exhumaciones del cementerio de las botellas y estrechó lazos con la familia de Raya, de quien encontró sus restos. “Cada vez que vengo a un homenaje, siento todo el dolor que aquellas familias sufrieron durante tantos años. Me gusta venir porque siento que, de alguna manera, se hace justicia”, confesó Gaizka.
Tras una actuación del grupo Iparkolf, Koldo Pla, de Txinparta, agradeció la presencia de los asistentes e hizo referencia al juicio que en junio juzgará a integrantes de Falange y Tradición que en 2009 amenazaron de muerte a miembros de colectivos de memoria histórica y destrozaron monumentos a las víctimas. “Nos vemos obligados a denunciar tanto los ataques, que se han repetido posteriormente, como la desprotección a la memoria histórica, cuya ley aprobó el Parlamento de Navarra”, denunció Pla.
Los familiares de Vicente Mainz, cuyos restos fueron hallados recientemente en Elía (Valle de Egüés), un aurresku y una ofrenda floral pusieron broche final al acto.
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