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IAN Gibson 20/05/2015
La Universidad Internacional de Andalucía acaba de reeditar, en facsímil, Juan de Mairena, deAntonio Machado, publicado en 1936 a los pocos meses de empezar la guerra. Iniciativa felicísima porque el poeta y filósofo sevillano es hoy más necesario que nunca, o así me parece a mí. Recordemos otra vez que tres años después de la aparición del libro, Machado, que había luchado denodadamente con su pluma en la defensa de la república asediada, fallecía exiliado en Colliure, de donde algunos despistados quieren todavía traerle a una España que dista muchísimo de ser la que él hubiera deseado.
UNA ESPAÑA DONDE, en estos momentos, ningún partido se atreve a decir lo que hará o no hará, si accede a una parcela de poder, con la memoria histórica, o sea con las 130.000 víctimas inmoladas por el régimen anterior que siguen, vergonzosamente, en cunetas, simas y fosas comunes. Y donde el mayor asesino español de todos los tiempos continúa, acompañado del fundador de Falange Española (bautizada, primero, Fascismo Español), debajo de la cruz cristiana más alta de Europa.
Juan de Mairena reúne los 49 artículos protagonizados por el alter ego machadiano, profesor de instituto como su creador, y dados a conocer --menos uno inédito-- en la prensa madrileña de 1934 a 1936. Medio centenar de textos agudísimos en los cuales el poco convencional catedrático de Retórica y Sofística discurre y debate con sus alumnos acerca de lo divino y lo humano.
Mairena pone mucho énfasis sobre la necesidad de hablar bien, claro, lo cual es imposible, insiste, "pensando mal". Invita encarecidamente a quienes acuden a su clase a huir del barroquismo, de la grandilocuencia. Y les sugiere que sometan a análisis continuo los lugares comunes, frases hechas, tópicos y demás banalidades que propone el lenguaje diario. ¿Cómo puede existir un guardia de asalto, por ejemplo? Es una contradicción absoluta.
Les recomienda "una actitud interrogadora y reflexiva" y, en particular, un bienhumorado escepticismo dispuesto a dudar de todo, incluso de la duda misma. Es decir, "una posición escéptica frente al escepticismo". Más que enseñar, en realidad lo que hace es aconsejar, porque su pedagogía, en evidente deuda para con la de Francisco Giner de los Ríos y sus colaboradores de la Institución Libre de Enseñanza (donde estudiará Machado), se basa en el respeto al alumno, en el rechazo de cualquier conato de adoctrinamiento. "Solo me aplico a sacudir la inercia de vuestra almas --enfatiza--, a arar el barbecho empedernido de vuestro pensamiento, a sembrar inquietudes...". "Yo os aconsejo", "reparad en que...", la invitación a someter a criterio propio lo propuesto por otros, a "desconfiar de todo lo que se dice", es una constante.
Mairena considera que los españoles son dueños de cualidades muy positivas --la generosidad, por ejemplo, o la falta de soberbia ("nadie es más que nadie")--, pero que también adolecen de serios vicios. Entre estos, la envidia y el no querer reconocer el talento ajeno (aquí coincide con Unamuno yMadariaga) y la renuencia a aprender del otro, a escucharle: "En España no se dialoga porque nadie pregunta, como no sea para responderse a sí mismo. Todos queremos estar de vuelta, sin haber ido a ninguna parte. Somos esencialmente paletos".
No le hacen gracia alguna las derechas patrias, por supuesto, con la Iglesia a la cabeza, y toma buena nota de que "la acción política de tendencia progresiva" --o sea, en la terminología de hoy, "progresista"-- suele ser "débil, porque carece de originalidad". "Se diría --añade-- que solo el resorte reaccionario funciona en nuestra máquina social con alguna precisión y energía. Los políticos que pretenden gobernar hacia el porvenir deben tener en cuenta la reacción de fondo que sigue en España a todo avance de superficie". ¡Y tanto!
QUIZÁ LO MÁS llamativo del pensamiento de Mairena-Machado, con todo, reside en la preeminencia concedida a la enseñanza de Jesucristo relativa al prójimo. Para el maestro apócrifo lo específicamente cristiano es la fraternidad, "la hermandad de los hombres, emancipada de los vínculos de la sangre y de los bienes de la tierra". Cristo es "un ángel díscolo, un menor en rebeldía contra la norma del Padre". Representa "el triunfo de las virtudes fraternas sobre las patriarcales", "la tregua del eros genésico", el rechazo del "bíblico semental humano".
En una sociedad forzada por las nuevas tecnologías a ir cada vez más deprisa, a vivir en la instantaneidad perpetua, pantalla en mano, las reflexiones de Mairena, tan opuesto a las fatuidades del homunculus mobilis, cobran hoy una actualidad acuciante.
Escritor
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