ANA MARTÍNEZ - domingo, 28 de febrero de 2016
Verja del Palacio Provincial de Albacete, donde todavía queda constancia de la metralla que afectó al edificio por una de las bombas de la Legión Cóndor. - Foto: RUBEN SERRALLE
El nuevo "Atlas de la Legión Cóndor" incluye un plano del bombardeo que las fuerza hitlerianas efectuaron el 19 de febrero de 1937 en esta capital
Estuvo a punto de figurar en la portada del atlas, pero al final se impuso Cartagena por la espectacularidad de su puerto y de su arsenal. Albacete ha sido incluida en el Atlas de la Legión Cóndor, publicación que forma parte de la colección Atlas de la Guerra Civil Española, iniciada con otras investigaciones sobre La Sublevación y Las Brigadas Internacionales.
En este nuevo trabajo, el historiador, escritor, documentalista y divulgador cultural, Jordi Barra, ha investigadolos bombardeos más importantes que llevó a cabo la Legión Cóndor, una fuerza de intervención mayoritariamente aérea que el III Reich envió en ayuda de las fuerzas del general Franco.
A episodios como el puente aéreo sobre el estrecho de Gibraltar, el intento de rescate de José Antonio Primo de Rivera, los ataques en Andalucía o los bombardeos en Cartagena, Alicante y Jaén, se une la acción que la Legión Cóndor efectuó la noche de luna llena del 19 de febrero de 1937 sobre la ciudad de Albacete, prácticamente dos meses antes de la destrucción de Guernica.
El propio Jordi Barra llegó al mapa de Albacete gracias al trabajo de investigación publicado por el director del Instituto de Estudios Albacetenses (IEA), Antonio Selva, bajo el título Los bombardeos sobre Albacete. El terror aéreo, en el que describe las diez ofensivas que sufrió la capital por parte de ambos bandos. Fue el octavo, el del 19 de febrero del 37, el más cruento de todos, tanto que es el que más se recuerda desde entonces. Selva explica que, a diferencia de los anteriores ataques efectuados por los JU 52 y RO 37 españoles, ese fue ejecutado por la Legión Cóndor.
En su publicación, el director del IEA recoge la descripción que del mismo realizó el gobernador civil de la época, Justo Martínez Amutio, que decía así: «A las ocho y veinte llegaron dos aparatos que entraron por el SO pero alejados de la vertical de Los Llanos, lanzaron algunas bombas por las afueras y a los cinco minutos se retiraron. Ni la defensa antiaérea de la ciudad ni la de la Base actuaron sobre esos dos aviones, que se retiraron en la misma dirección de llegada… A los diez minutos volvió otro aparato, en solitario, que lanzó algunas bombas sobre un extremo de la población, cerca de la Feria, causando daños de consideración y víctimas, y se vio durante esta pasada cuál era el objetivo que traían: la estación ferroviaria, donde suponían estaban almacenados cerca de 300 vagones con material de guerra… A las nueve de la noche hizo la tercera pasada otro avión, que ya lanzó sus bombas en el centro de la ciudad y una de ellas cayó muy cerca del Gobierno Civil… Entre nueve y diez y media hicieron otras tres pasadas, una de ellas con dos aparatos. En la de éstos acertaron cerca de la estación, en el Altozano y calles cercanas y en la avenida que va desde esta plaza a la estación. Fue la que más víctimas produjo… El bombardeo siguió de la misma forma. Aparatos sueltos, a veces una pareja, y por intervalos de veinte minutos aproximadamente. En una pasada que hicieron a las once y cuarenta fue donde más víctimas y destrozos se originaron. Dos pequeños locales habilitados para salas de recreo de los internacionales fueron alcanzados. Pasaron de treinta las víctimas, de ellas unos veinte muertos… el bombardeo cesó a la una y veinte en la que dieron la última pasada».
destrucción y víctimas. Un testimonio clave para determinar qué ocurrió aquella fatídica noche en Albacete y para concluir que se contabilizaron 23 pasadas que afectaron especialmente a la Feria, Tinte, Altozano, Diputación y a calles como Félix Arias, Hurtado Matamoros, Marzo y Sol, entre otras. En el momento de realizar la investigación, allá por 2006, Antonio Selva publicaba la información que recogía la prensa y que cifraba en 150 las víctimas del bombardeo. Sin embargo, «esta cifra no ha podido ser constatada de ninguna fuente fiable y sin perjuicio de los fallecidos en los días siguientes al bombardeo y también a la edición de los diarios». Lo que sí se conoce es que en el libro de enterramientos del Cementerio Municipal de Albacete constan expresamente 83 muertos como causa de las bombas caídas del cielo, entre los que se encontraba una veintena de brigadistas.
Tras la edición de este trabajo, Antonio Selva encontró varios expedientes en el Archivo Histórico Provincial que le aportaron nueva y valiosa información, incorporada ahora y por primera vez al mencionado Atlas de la Legión Cóndor, de Jordi Barra.
Al parecer, y según estos documentos históricos, los aviones de la Legión Cóndor venían del aeródromo de Tablada (Sevilla) y antes de llegar a la ciudad de Albacete realizaron un bombardeo de castigo que empezó por El Bonillo y continuó por municipios cercanos a la capital como Balazote, Pozuelo, Barrax y La Gineta. De las bombas que no estallaron, Antonio Selva ha podido averiguar la nacionalidad, el número de serie y su peso. De ahí que afirme con rotundidad que la Legión Cóndor usara en Albacete tres clases de artefactos: la bomba de racimo o incendiaria de un kilo de peso que llevaba azufre, y otros dos proyectiles de 50 y 250 kilos, la misma munición que dos meses más tarde se emplearía en Guernica. «El objetivo –explica en este sentido Jordi Barra- era que las bombas más grandes reventaran los muros de los edificios y provocaran grandes grietas, seguidamente tiraban las incendiarias para arrasarlo todo con el fuego».
La diferencia entre Albacete y Guernica, además del número de fallecidos, fue también la forma del ataque: en la capital manchega, la Legión Cóndor realizó más de una veintena de pasadas con una carencia de entre 15 y 20 minutos, de manera que primero pasaba un avión, al rato otro, al rato dos…, lo que justifica que la población de entonces recordara un ataque que duró mucho. «No sabemos el número de aviones que participaron, porque la documentación de la Legión Cóndor se perdió en la II Guerra Mundial», indica el autor del nuevo atlas. Es por este motivo por el que tampoco se conoce ni el trazado de los vuelos, hojas de ruta o si los pilotos alemanes tenían establecidos objetivos concretos para destruir. En Guernica, las fuerzas aéreas alemanas decidieron cambiar de estrategia. Allí practicaron un bombardeo alfombra, filas de tres Junkers ubicados en forma de flecha que devastaron, con el mismo arsenal utilizado en Albacete, el pueblo vasco y dejaron más de 300 muertos.
También se ha incrementado el número de víctimas resultantes del ataque sobre Albacete. De los 83 inscritos en el libro de enterramientos del Cementerio Municipal, Antonio Selva los eleva a unos 130 fallecidos, gracias al acceso que ha tenido a los libros de entrada de los antiguos hospitales El Socorro Rojo y San Julián, donde ingresaron todos los heridos, algunos de los cuales fallecieron y fueron señalados con una cruz.
Otro daño colateral –propio de las guerras- afectó a casas y edificios. Hay que tener en cuenta que en aquellos años, Albacete era una población de poco menos de 50.000 habitantes, cuya economía dependía mayoritariamente de la agricultura. «Era una pequeña ciudad provinciana tranquila, conservadora, en la que nada hacía presagiar los cambios vertiginosos que experimentaría a partir del 18 de julio de 1936», relataba Selva en su investigación sobre los bombardeos en Albacete. Las casas eran de tapial y madera, por lo que su destrucción no fue complicada. Una de las bombas más demoledoras fue la que cayó en el bar El Progreso, conocido como la Caja de Cerillas, ubicado en el Paseo de la Libertad, lo que provocó que el impacto afectara a la fachada de la Diputación Provincial, en cuya verja está visible hoy el efecto de la metralla.
el espionaje. Con todos estos datos aportados por el director del IEA y a falta de una documentación original que corrobore los hechos, Jordi Barra ha contextualizado el plano del bombardeo de Albacete y ha añadido un micro mapa de la Dehesa de los Llanos, donde aparece un avión de observación. Cabe destacar que todos los aviones de la Legión Cóndor llevaban el número 88; lo que distinguía unos de otros era la letra que figuraba delante, de modo que la K se serigrafiaba en los bombarderos y la A en los de observación. «Imagino que venían días u horas antes para sobrevolar la ciudad y hacer fotografías aéreas para fijar los objetivos concretos sobre los que tirar las bombas, pero esto no lo tenemos confirmado, aunque es verdad que la manera de actuar de los alemanes era así».
No tiene intención Jordi Barra de comparar el bombardeo de Albacete con el de Guernica, porque la destrucción del pueblo vasco fue más salvaje –entre el 70 y el 80% del casco urbano fue arrasado por las llamas. Pero, además, este acontecimiento en Guernica fue excepcional porque se convirtió en un «arma propagandística» tanto del bando republicano como del nacional: «El gobierno republicano aprovechó el impacto y lo publicitó en todos los medios de comunicación del mundo, mientras que los otros intentaron negarlo. El franquismo tardó muchos años en reconocer que el bombardeo corrió de su parte; siempre le echó la culpa a los republicanos».
Para el investigador catalán no cabe lugar a dudas: los bombardeos que efectuó la Legión Cóndor en España, como supuesto apoyo a las tropas franquistas, no fueron más que ensayos de cara a mejorar la estrategia y la técnica para la II Guerra Mundial: «Fuimos un banco de pruebas de armamento, tecnología y bombas tácticas», añade Barra, quien recuerda, como apoyo a su tesis, que en Cartagena y Alicante tiraron bombas fraccionarias, no incendiarias, mientras Almería sufrió el ataque de las tropas alemanas por mar. Además, «la aportación de la Legión Cóndor se tuvo que devolver, los alemanes pasaron la factura que España tenía que pagar por el uso de los aviones y de las bombas; España no sólo pagó esa factura económica, sino también política y estratégica».
La principal singularidad de este Atlas de la Legión Cóndor son los propios planos y mapas que ha elaborado la editorial DAU, muy didácticos y visuales, una apuesta que ha originado que las todas las entregas de esta colección estén presentes en las principales bibliotecas del mundo y en todas las universidades americanas. «Más actualizado no puede estar; a partir de aquí, toda la información nueva que venga irá enriqueciendo este trabajo», apunta Barra.
Aunque ha sufrido en primera persona el gran esfuerzo que supone elaborar estos mapas generalistas de los bombardeos, en función de la documentación que existe, el historiador catalán no descarta una cuarta entrega de esta colección, dedicada a las víctimas de la guerra, el exilio y la destrucción.
En este nuevo trabajo, el historiador, escritor, documentalista y divulgador cultural, Jordi Barra, ha investigadolos bombardeos más importantes que llevó a cabo la Legión Cóndor, una fuerza de intervención mayoritariamente aérea que el III Reich envió en ayuda de las fuerzas del general Franco.
A episodios como el puente aéreo sobre el estrecho de Gibraltar, el intento de rescate de José Antonio Primo de Rivera, los ataques en Andalucía o los bombardeos en Cartagena, Alicante y Jaén, se une la acción que la Legión Cóndor efectuó la noche de luna llena del 19 de febrero de 1937 sobre la ciudad de Albacete, prácticamente dos meses antes de la destrucción de Guernica.
El propio Jordi Barra llegó al mapa de Albacete gracias al trabajo de investigación publicado por el director del Instituto de Estudios Albacetenses (IEA), Antonio Selva, bajo el título Los bombardeos sobre Albacete. El terror aéreo, en el que describe las diez ofensivas que sufrió la capital por parte de ambos bandos. Fue el octavo, el del 19 de febrero del 37, el más cruento de todos, tanto que es el que más se recuerda desde entonces. Selva explica que, a diferencia de los anteriores ataques efectuados por los JU 52 y RO 37 españoles, ese fue ejecutado por la Legión Cóndor.
En su publicación, el director del IEA recoge la descripción que del mismo realizó el gobernador civil de la época, Justo Martínez Amutio, que decía así: «A las ocho y veinte llegaron dos aparatos que entraron por el SO pero alejados de la vertical de Los Llanos, lanzaron algunas bombas por las afueras y a los cinco minutos se retiraron. Ni la defensa antiaérea de la ciudad ni la de la Base actuaron sobre esos dos aviones, que se retiraron en la misma dirección de llegada… A los diez minutos volvió otro aparato, en solitario, que lanzó algunas bombas sobre un extremo de la población, cerca de la Feria, causando daños de consideración y víctimas, y se vio durante esta pasada cuál era el objetivo que traían: la estación ferroviaria, donde suponían estaban almacenados cerca de 300 vagones con material de guerra… A las nueve de la noche hizo la tercera pasada otro avión, que ya lanzó sus bombas en el centro de la ciudad y una de ellas cayó muy cerca del Gobierno Civil… Entre nueve y diez y media hicieron otras tres pasadas, una de ellas con dos aparatos. En la de éstos acertaron cerca de la estación, en el Altozano y calles cercanas y en la avenida que va desde esta plaza a la estación. Fue la que más víctimas produjo… El bombardeo siguió de la misma forma. Aparatos sueltos, a veces una pareja, y por intervalos de veinte minutos aproximadamente. En una pasada que hicieron a las once y cuarenta fue donde más víctimas y destrozos se originaron. Dos pequeños locales habilitados para salas de recreo de los internacionales fueron alcanzados. Pasaron de treinta las víctimas, de ellas unos veinte muertos… el bombardeo cesó a la una y veinte en la que dieron la última pasada».
destrucción y víctimas. Un testimonio clave para determinar qué ocurrió aquella fatídica noche en Albacete y para concluir que se contabilizaron 23 pasadas que afectaron especialmente a la Feria, Tinte, Altozano, Diputación y a calles como Félix Arias, Hurtado Matamoros, Marzo y Sol, entre otras. En el momento de realizar la investigación, allá por 2006, Antonio Selva publicaba la información que recogía la prensa y que cifraba en 150 las víctimas del bombardeo. Sin embargo, «esta cifra no ha podido ser constatada de ninguna fuente fiable y sin perjuicio de los fallecidos en los días siguientes al bombardeo y también a la edición de los diarios». Lo que sí se conoce es que en el libro de enterramientos del Cementerio Municipal de Albacete constan expresamente 83 muertos como causa de las bombas caídas del cielo, entre los que se encontraba una veintena de brigadistas.
Tras la edición de este trabajo, Antonio Selva encontró varios expedientes en el Archivo Histórico Provincial que le aportaron nueva y valiosa información, incorporada ahora y por primera vez al mencionado Atlas de la Legión Cóndor, de Jordi Barra.
Al parecer, y según estos documentos históricos, los aviones de la Legión Cóndor venían del aeródromo de Tablada (Sevilla) y antes de llegar a la ciudad de Albacete realizaron un bombardeo de castigo que empezó por El Bonillo y continuó por municipios cercanos a la capital como Balazote, Pozuelo, Barrax y La Gineta. De las bombas que no estallaron, Antonio Selva ha podido averiguar la nacionalidad, el número de serie y su peso. De ahí que afirme con rotundidad que la Legión Cóndor usara en Albacete tres clases de artefactos: la bomba de racimo o incendiaria de un kilo de peso que llevaba azufre, y otros dos proyectiles de 50 y 250 kilos, la misma munición que dos meses más tarde se emplearía en Guernica. «El objetivo –explica en este sentido Jordi Barra- era que las bombas más grandes reventaran los muros de los edificios y provocaran grandes grietas, seguidamente tiraban las incendiarias para arrasarlo todo con el fuego».
La diferencia entre Albacete y Guernica, además del número de fallecidos, fue también la forma del ataque: en la capital manchega, la Legión Cóndor realizó más de una veintena de pasadas con una carencia de entre 15 y 20 minutos, de manera que primero pasaba un avión, al rato otro, al rato dos…, lo que justifica que la población de entonces recordara un ataque que duró mucho. «No sabemos el número de aviones que participaron, porque la documentación de la Legión Cóndor se perdió en la II Guerra Mundial», indica el autor del nuevo atlas. Es por este motivo por el que tampoco se conoce ni el trazado de los vuelos, hojas de ruta o si los pilotos alemanes tenían establecidos objetivos concretos para destruir. En Guernica, las fuerzas aéreas alemanas decidieron cambiar de estrategia. Allí practicaron un bombardeo alfombra, filas de tres Junkers ubicados en forma de flecha que devastaron, con el mismo arsenal utilizado en Albacete, el pueblo vasco y dejaron más de 300 muertos.
También se ha incrementado el número de víctimas resultantes del ataque sobre Albacete. De los 83 inscritos en el libro de enterramientos del Cementerio Municipal, Antonio Selva los eleva a unos 130 fallecidos, gracias al acceso que ha tenido a los libros de entrada de los antiguos hospitales El Socorro Rojo y San Julián, donde ingresaron todos los heridos, algunos de los cuales fallecieron y fueron señalados con una cruz.
Otro daño colateral –propio de las guerras- afectó a casas y edificios. Hay que tener en cuenta que en aquellos años, Albacete era una población de poco menos de 50.000 habitantes, cuya economía dependía mayoritariamente de la agricultura. «Era una pequeña ciudad provinciana tranquila, conservadora, en la que nada hacía presagiar los cambios vertiginosos que experimentaría a partir del 18 de julio de 1936», relataba Selva en su investigación sobre los bombardeos en Albacete. Las casas eran de tapial y madera, por lo que su destrucción no fue complicada. Una de las bombas más demoledoras fue la que cayó en el bar El Progreso, conocido como la Caja de Cerillas, ubicado en el Paseo de la Libertad, lo que provocó que el impacto afectara a la fachada de la Diputación Provincial, en cuya verja está visible hoy el efecto de la metralla.
el espionaje. Con todos estos datos aportados por el director del IEA y a falta de una documentación original que corrobore los hechos, Jordi Barra ha contextualizado el plano del bombardeo de Albacete y ha añadido un micro mapa de la Dehesa de los Llanos, donde aparece un avión de observación. Cabe destacar que todos los aviones de la Legión Cóndor llevaban el número 88; lo que distinguía unos de otros era la letra que figuraba delante, de modo que la K se serigrafiaba en los bombarderos y la A en los de observación. «Imagino que venían días u horas antes para sobrevolar la ciudad y hacer fotografías aéreas para fijar los objetivos concretos sobre los que tirar las bombas, pero esto no lo tenemos confirmado, aunque es verdad que la manera de actuar de los alemanes era así».
No tiene intención Jordi Barra de comparar el bombardeo de Albacete con el de Guernica, porque la destrucción del pueblo vasco fue más salvaje –entre el 70 y el 80% del casco urbano fue arrasado por las llamas. Pero, además, este acontecimiento en Guernica fue excepcional porque se convirtió en un «arma propagandística» tanto del bando republicano como del nacional: «El gobierno republicano aprovechó el impacto y lo publicitó en todos los medios de comunicación del mundo, mientras que los otros intentaron negarlo. El franquismo tardó muchos años en reconocer que el bombardeo corrió de su parte; siempre le echó la culpa a los republicanos».
Para el investigador catalán no cabe lugar a dudas: los bombardeos que efectuó la Legión Cóndor en España, como supuesto apoyo a las tropas franquistas, no fueron más que ensayos de cara a mejorar la estrategia y la técnica para la II Guerra Mundial: «Fuimos un banco de pruebas de armamento, tecnología y bombas tácticas», añade Barra, quien recuerda, como apoyo a su tesis, que en Cartagena y Alicante tiraron bombas fraccionarias, no incendiarias, mientras Almería sufrió el ataque de las tropas alemanas por mar. Además, «la aportación de la Legión Cóndor se tuvo que devolver, los alemanes pasaron la factura que España tenía que pagar por el uso de los aviones y de las bombas; España no sólo pagó esa factura económica, sino también política y estratégica».
La principal singularidad de este Atlas de la Legión Cóndor son los propios planos y mapas que ha elaborado la editorial DAU, muy didácticos y visuales, una apuesta que ha originado que las todas las entregas de esta colección estén presentes en las principales bibliotecas del mundo y en todas las universidades americanas. «Más actualizado no puede estar; a partir de aquí, toda la información nueva que venga irá enriqueciendo este trabajo», apunta Barra.
Aunque ha sufrido en primera persona el gran esfuerzo que supone elaborar estos mapas generalistas de los bombardeos, en función de la documentación que existe, el historiador catalán no descarta una cuarta entrega de esta colección, dedicada a las víctimas de la guerra, el exilio y la destrucción.
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