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HOMENAJE
MARZO 1942
La implacable muerte nos espera
como un agua incesante y malparida.
Miguel Hernández
como un agua incesante y malparida.
Miguel Hernández
Traída de la mano se apostó
en una esquina.
Ven conmigo –dijo
una voz invadida por la niebla.
en una esquina.
Ven conmigo –dijo
una voz invadida por la niebla.
Tu muerte,
como una mujerzuela puesta
al servicio de aquel que vence y determina,
estaba allí, al pie de la farola.
Consumiendo la noche te esperaba.
como una mujerzuela puesta
al servicio de aquel que vence y determina,
estaba allí, al pie de la farola.
Consumiendo la noche te esperaba.
(Cerca, muy cerca, alrededor del aire,
se oían los aullidos
de la jauría hambrienta.)
se oían los aullidos
de la jauría hambrienta.)
No voy a preguntarte qué sentiste
porque tuve en mis manos muchas veces
tus papeles –respiración,
aliento tuyo-,
tus cartas de soldado,
tus palabras de preso.
Todo
lo que guardaba aquel baúl en Cox
como resumen de una vida
codiciada por el odio.
porque tuve en mis manos muchas veces
tus papeles –respiración,
aliento tuyo-,
tus cartas de soldado,
tus palabras de preso.
Todo
lo que guardaba aquel baúl en Cox
como resumen de una vida
codiciada por el odio.
También toqué las manos
de la mujer que amaste y los cabellos
rizados, sudorosos
de Manuel Miguel, cuando jugábamos
a la pelota vasca
sobre un muro con sol en La Cañada
y tú, entre la hiedra, sonreías.
de la mujer que amaste y los cabellos
rizados, sudorosos
de Manuel Miguel, cuando jugábamos
a la pelota vasca
sobre un muro con sol en La Cañada
y tú, entre la hiedra, sonreías.
No voy a preguntarte. Intento sólo,
una vez más, decirte que te quiero
una vez más, decirte que te quiero
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