El fusilamiento de Companys visto por un testigo

24 OCTUBRE, 2017 AT 8:30 AM
Ángel Viñas
Se ha conmemorado este año, en circunstancias de todos conocidas, el LXXVII aniversario del fusilamiento del antiguo president de la Generalitat de Catalunya. Estoy seguro de que los historiadores catalanes habrán escrito largo y tendido sobre su figura y su legado. Quien redacta estas líneas también ha escrito algo. No es el momento de entrar en ello. Lamento no haber podido concurrir antes a la conmemoración del aniversario. Al fin y al cabo, creo haber sido el primer historiador no catalán que publicó, en los albores mismos de la Transición, el testimonio sobre su fusilamiento elaborado al momento por un testigo ocular. Ignoro si la historiografía catalana especializada se ha hecho eco de él o no. Me he preguntado si no sería oportuno reproducirlo y, mis lectores me perdonarán, he llegado a una conclusión afirmativa. Ellos juzgarán.
El testimonio es parte de un documento que el testigo, no identificado, entregó al cónsul general alemán en una fecha anterior al 31 de octubre. El diplomático nazi afirmó que se trataba de un hombre de toda confianza. Aun así, debió de recabar más datos por otros conductos. En su escrito de transmisión, clasificado como secreto, a la embajada del Tercer Reich en Madrid afirmó literalmente que “en el informe no se incluye que Companys, con perfecta calma, fue fumando a la ejecución y murió con el grito “¡Viva Cataluña!”.
La parte del informe del testigo, escrito en castellano, que se refiere a la ejecución reza como sigue:
“Desde las últimas horas de la tarde se establece por las fuerzas de Asalto (sic) servicios de vigilancia en los alrededores del castillo y carretera que va al cementerio de Casa Antúnez. Llegan los forenses y el piquete de ejecución. Las personas que se mueven en las inmediaciones del sentenciado no duermen en toda la noche. Este sigue tranquilo y es asistido por dos capellanes militares, con los cuales conversa sobre materia de religión, admitiendo ha sido, en su vida, dominado por un confusionismo absoluto sobre tales extremos, mas conoce que es un gran pecador. Admite la preparación que le ofrecen los sacerdotes para recibir las sagradas formas. En la madrugada se dice misa, que es oída por el condenado a muerte; este confiesa y comulga. Terminada esta ceremonia, conversa con los que le acompañan, principalmente con los sacerdotes, que no se separan de él ni un momento; el defensor también le asiste en estos sus últimos momentos.
Dan las seis, hora señalada para la ejecución, pero aun es de noche. Se espera un poco más y veinte minutos después, según el reloj de la Plaza de Armas, se organiza la fúnebre comitiva. Companys sale de su alojamiento fumando un pitillo y sereno. Se inicia la marcha desde el rastrillo de entrada en el patio del castillo; rompe aquélla un soldado, llevando un crucifijo en alto; siguen otros dos, alumbrando el camino con dos potentes faroles de gasolina; a continuación, marcha el condenado con los dos sacerdotes y el defensor, seguidos por el juez, jefe de la fortaleza y diversos oficiales; cierra la marcha un piquete de la Guardia Civil al mando de un oficial.
Domina el silencio más absoluto y así se llega al pasadizo subterráneo que, descendiendo desde la explanada norte del castillo, comunica esta con el foso que da a la Exposición.
El descenso se efectúa lentamente y de uno en uno. Al llegar abajo solo se oye hablar animadamente al reo con los sacerdotes; incluso sonríe. En sus últimos pasos es invitado por sus confesores a que se desprenda de todo sentimiento material y eleve su alma a Dios.
Por fin se hace alto, se despide de sus acompañantes inmediatos y es conducido cerca del muro; su marcha es decidida; empieza a romper las primeras claridades del nuevo día; los zapatos blancos que lleva el condenado, así como el pañuelo de bolsillo, destacan claramente en la oscuridad.
Mira de frente al pelotón, sin titubeos, y al dar el oficial que manda el piquete la voz de firmes a sus fuerzas, levanta, se oye la voz de apunten y fuego (sic). La sentencia ha sido cumplida. Se acerca el oficial y dispara un tiro de gracia, que repite. Los forenses proceden a reconocer el cadáver, el cual es colocado en una camilla y cubierto por una manta colorada. Se la transporta a la ambulancia que le ha de conducir al cementerio.
Y así terminó su existencia el que en vida fue Luis Companys Jover”.
He reproducido el informe tal y como lo encontré, con la referencia a los Asaltos y la mala redacción de una frase.  Se halla en los Archivos Nacionales norteamericanos, Documentos secretos de la embajada alemana en Madrid, Legajo Innere Lage in Spanien: 7. 3. 39-9.41, Serial 492, fotogramas 232826 a 232831. Es verosímil, pero no lo he comprobado, que también se halle en los Archivos Nacionales británicos en Kew, cerca de Londres. La nota del Consulado General está en el fotograma 232825.
He señalado que el cónsul general indicó que el informe no contuvo el grito de “¡Visca Catalunya!”. Las razones son hoy difíciles de explicar. Quizá el informante, tan detalloso en ocasiones, no lo consideró importante.
Ahora bien, el Consulado General fue algo más allá. En el mismo serial, y en los fotogramas 232834 a 232836, aparece la traducción al alemán de una octavilla que no tardó en circular por Barcelona y que estaba fechada el 28 de noviembre. Llevaba por título “La verdad sobre el fusilamiento de Companys”. En lo que aquí nos interesa contenía los siguientes párrafos que he retraducido al castellano (tal vez el original estuviese escrito en catalán):
“El 15 de octubre, a las 6.30 de la madrugada, se le fusiló en los fosos del castillo, poco después de darle conocimiento de la sentencia (…) Poco antes de su muerte pidió permiso para descalzarse, con el fin de tocar con sus propios pies la tierra catalana al morir, afirmando: “Muero por Cataluña y por la República. Me alegro de poder morir en Cataluña y si algo me apena es el no haber podido hacer más por mis ideales. Valor a todos los que se quedan, esperanza y fortaleza. ¡Visca Catalunya!”
Evidentemente los dos textos no casan, salvo en la hora del fusilamiento. Algo, pues, no funciona. Los alemanes no dijeron nada sobre el origen y procedencia de la octavilla. Quien la escribió hubo de saber algo, pero no cabe descartar que distorsionara el amargo final. La imagen del reo que proclama sus convicciones al frente del pelotón de ejecución y que solicita permiso para pisar con sus pies desnudos la tierra catalana es una imagen potente. Quizá mítica. En todo caso, poderosa. ¿Responde a la realidad de los hechos?
Es la que ha sobrevivido. El exgobernador del Banco de España republicano durante la guerra civil, Lluis Nicolau d´Olwer, la reprodujo en sus Records de mestres i amics como sigue:
“… De tota la trajectòria de Lluis Companys una sola imatge, punyent, inesborrable, resterà a la memoria del nostre poble: la d´un home que a frec de la seixantena, grisos els cabells, brillants el ulls, que no s´ha deixat embenar, descalç per tal d´aferrar els peus a la terra pairal, cau afusellat a Montjuïc cridant -com un darrer clam d´amor, d´esperança y de fe – Visca Catalunya”.  
Todo colectivo humano tiene derecho a sus héroes. También a sus mitos. Una parte de la tarea del historiador estriba en ver lo que hay detrás de unos y otros. Del lado franquista, dos figuras fueron elevadas a cimas absolutamente inmarcesibles: José Antonio Primo de Rivera y Francisco Franco Bahamonde. Al primero ya se le ha hecho descender algunos peldaños de aquella inmensa altura. También se reconoce que, de cara al 18 de julio, los dos no se llevaron precisamente demasiado bien. Con respecto, ¡ay!, al segundo un grupo de colegas y servidor nos hemos entretenido en destripar varios de los mitos que aún le rodean. Quizá, con ello contribuyamos a bajarle todavía más del pedestal en que algunos siguen manteniéndolo. Es una tarea que sigue siendo tan necesaria hoy como ayer, pero esperemos que menos que mañana. Los lectores podrán ver el resultado de nuestros esfuerzos en una de las próximas publicaciones de CRITICA.

Nota: el documento anterior es parte de un artículo que publiqué, con una introducción ad hoc, en el número 8 de la entonces nueva y combativa revista Historia 16 en diciembre de 1976, un año después de la muerte de Franco, bajo el título “Juicio y ejecución de Companys”. También contenía un informe más amplio, fechado el 15 de octubre de 1940, sobre la detención y el consejo de guerra al que fue sometido. Ambos temas son conocidos hoy mucho mejor que entonces. Ignoro si alguien lo habrá integrado al acervo biográfico o historiográfico sobre la figura del político catalán. En la duda, me he abstenido de reproducirlo. Podría hacerlo, si los amables lectores están interesados, en un futuro post.

Un testimonio directo sobre el consejo de guerra hecho a Companys (I)

31 OCTUBRE, 2017 AT 8:23 AM
Ángel Viñas
Me sugiere un amable lector que traiga a este blog la parte del informe del testigo que presenció el fusilamiento de Companys y que se refiere al Consejo de Guerra a que se le sometió. Lo hago para complacer esta petición con la esperanza de que pueda interesar a otros lectores. Cuando di a conocer el informe en diciembre de 1976 apenas si habíamos salido del dogal de la dictadura franquista. La ley Fraga de 1966 de prensa e imprenta estaba todavía en vigor y sus preceptos se cumplían, aunque ya no a rajatabla. Sin embargo, mi libro titulado EL ORO ESPAÑOL EN LA GUERRA CIVIL había sido secuestrado. Con ello quiero indicar que la publicación de aquel informe había de hacerse con cuidado, tanto por HISTORIA 16 como por quien esto escribe. Ruego, pues, tener en cuenta tal circunstancia. Precisamente para evitar posibles dificultades, el informe fue precedido de una larga introducción. Con ella comienzo este post. Lo continuaré en el próximo. 

“Terminada la Guerra civil española los servicios alemanes radicados en España desplegaron una actividad incesante de información acerca de las dificultades, las luchas y la situación del nuevo régimen. Con fáciles contactos en la Administración, en el partido único, en las fuerzas armadas y de seguridad, amparados en la germanofilia de ciertas capas de la población, los diplomáticos y agentes consulares alemanes, los servicios secretos y la Gestapo filtraron hacia Berlín una corriente continua de noticias en torno a la situación de España y los jalones más relevantes que la definieron.
Uno de los documentos más patéticos que, a través de la Embajada alemana en Madrid, encontró vía libre hacia Berlín y la Wilhelmstrasse es el que se refiere al juicio y ejecución de Luis Companys i Jover, el expresidente de la Generalitat de Cataluña, hace ahora treinta y seis años.
No hace mucho tiempo que Luis Romero, Josep M. Poblet y Josep Benet han rememorado los últimos momentos de Companys (1). Sus afirmaciones encuentran complemento en la nota entregada al cónsul general alemán en Barcelona por un testigo presencial -no identificado en los documentos consultados- del juicio y posterior fusilamiento.
Desde entonces, el Consulado germano en la Ciudad Condal se mantendría atento a las respercusiones que despertó la ejecución de Companys, remitiendo noticias a la Embajada en Madrid.
El juicio y ejecución del antiguo president la Generalitat quedó documentado ante el gran público en el denominado Libro blanco de Cataluña (2), gracias al acta del Consejo de Guerra que lo condenó a muerte. Mucho más tarde, el acta fue reproducida en otra obra de amplia difusión (3). Para complementar el seco documento jurídico, bien conocido, hemos exhumado la patética nota entregada al cónsul general alemán en Barcelona por la persona –“merecedora de toda su confianza”-, testigo presencial del juicio y de la ejecución.
El cónsul alemán atribuyó gran importancia al relato, lo calificó inmediatamente de secreto y lo remitió por vía segura a la Embajada en Madrid. Los servicios de inteligencia de Canaris fueron informados del caso.
El desarrollo del juicio y de la ejecución quedan ilustrados en el relato. El Consulado buscaría más noticias: las circunstancias detalladas en que tuvo lugar el Consejo de Guerra contra Companys se dieron a conocer subrepticiamente en un panfleto de la oposición, distribuído poco más tarde en Barcelona (…) Tanto la nota informativa como la traducción alemana del panfleto de referencia se encuentran entre el material procedente de los archivos de la Wilhelmstrasse, microfilmado por los aliados tras la segunda Guerra mundial. El documento en torno al juicio y a la ejecución de Lluis Companys  i Jover figura en su versión castellana original”.
Tal fue la introducción. Se observará el cuidado puesto en su redacción. Ningún adjetivo comprometedor. Referencia a obras previas, una de ellas ya publicada en España. Humildad. Simple deseo de aportar un nuevo dato hasta entonces desconocido. Lo que me había encontrado por casualidad. El número de HISTORIA 16 no tuvo problemas. Servidor, aparte del que me ocasionó el tema del oro, tampoco. La información sobre el consejo de guerra fue la siguiente que reproduzco en este y en el próximo post.

“D.C.I/3316
Barcelona, 15 de octubre de 1940.
NOTA INFORMATIVA
Informe: Sobre Luis Companys Jover
Procedente de la Dirección General de Seguridad, llegó hace unos quince días el que durante el período rojo fue Presidente de la Generalidad de Cataluña.
En esta ciudad debía incoarse el procedimiento correspondiente y verse el Consejo de Guerra que lo juzgase.
Durante la pasada semana se llevan a efecto las diligencias correspondientes, formulando sus conclusions provisionales tanto el fiscal como el defensor. Se señaló el día de ayer para la celebración del Consejo de Guerra.
Durante los breves días en que se procedió a recoger los datos necesarios y se han practicado las oportunas diligencias, Companys ha permanecido alojado en un departamento situado en el Castillo de Monjuich, próximo a la verja del rastrillo de la Plaza de Armas de dicha fortaleza. Como únicas visitas ha recibido las de sus dos hermanas residentes en esta ciudad, siendo atendido debidamente por los servicios de la prisión. En sus conversaciones se ha mostrado tranquilo y resignado ante su próximo fin. Se ha quejado del trato recibido en los calabozos de la Dirección General de Seguridad así como en la Prefectura de Policía de París. Decía que se le había exhibido como a una fiera o ejemplar raro.
Durante la corta estancia de Companys en Montjuich no ha tenido comunicación alguna con los demás detenidos, habiéndose observado en éstos determinada actitud, produciéndose un hecho -el de recibir aquél un escrito en el pan que le servían- y el cual no ha tenido trascendencia alguna.
En el día de ayer y a las diez horas se constituye el Consejo de Guerra que ha de juzgarle y el cual estaba formado por Generales y presidido por el de esta categoría Excmo. Sr. D. Manuel González y González. Las funciones de juez las desempeñó el general Puig, las de fiscal el teniente coronel del Cuerpo Jurídico Sr. Querol y las de defensor el capitán de Artillería, nombrado de oficio Sr. Colubí. Respecto a este ultimo, hay que hacer notar que durante los primeros días del Movimiento perdió a su hermano, capitán de la misma Arma, el cual defendiendo Atarazanas contra la horda roja murió en su puesto; las fuerzas que mandaba este capitán ocasionaron la muerte, el día 19 de julio, al tristemente célebre Ascaso, en cuyo lugar de caída, mortalmente herido, permanecieron depositados ramos de flores en los días siguientes a aquélla. El defensor, Sr. Colubí, le hizo presente esta circunstancia a Companys, si bien y a pesar de ello, le defendería como era su deber.
La vista tuvo lugar en el departamento situado en el frente sur del patio de armas del Castillo y muy próximo al ángulo oeste del mismo; exactamente en el mismo local en que estaba alojada la Sección de Transmisiones del Batallón de Montaña número 1 en el año 1930.
La sala es pequeña. Al fondo se sitúan las mesas para la presidencia, el juez, etc. etc. y en el resto del local hay colocadas sillas para los asistentes. El departamento ha sido recién blanqueado y pintadas sus puertas, así como instaladas luces eléctricas; ya que no tiene prevision de cualquier avería se observan unos “petromax” para sustituir al fluído eléctrico, si fuera necesario.
Prestan servicio extraordinario de vigilancia fuerzas del Ejército, distribuídas por el interior y proximidades de la fortaleza. En el patio de armas se halla formada una sección de la Guardia Civil, al mando de un official. La entrada en el Castillo está restringida a los que directamente intervienen en el proceso o servicio relacionados con él. No obstante, a media mañana, se permite el acceso de varios jefes y oficiales que acuden a presenciar el acto.
Poco antes de comenzar la vista se recibe la visita del gobernador militar de la plaza, el cual inspecciona los servicios establecidos y da algunas instrucciones relacionadas con los mismos. A continuación abandona el Castillo”.
(Continuará)

  1. En Historia y Vida, núm 100, julio de 1976, p. 26, en Vida I mort de Lluis Companys, Editorial Portic, Barcelona, octubre de 1976, y en Arreu, número cero, respectivamente.
  2. Ediciones de la Revista de Cataluña, Buenos Aires, 1956.
  3. Catalunya sota el régim franquista, Volum I, Éditions Catalanes de París, 1973, pp. 388-390.