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- La hermana de la desaparecida se encomienda al ADN para encontrarla y cree que se trata de una sustracción
María Pablo Martín es natural de Tharsis y busca a su hermana, nacida entre 1967 y 1968 -no puede concretar porque su madre falleció y no pudo preguntarle la fecha exacta- en el hospital Manuel Lois de Huelva. Ella es la mayor, pero la niña iba a ser el cuarto retoño de sus padres. Se iba a llamar Juana. Cuando su madre dio a luz le dijeron que la cría había nacido muerta "y que estaba en estado de descomposición". Fue la excusa para impedir a sus padres que vieran el supuesto cadáver y que se despidieran de ella, según relató ayer a Huelva Información la presidenta de SOS Bebés Robados Huelva, Esperanza Ornedo. La chiquilla fue supuestamente trasladada en un ataúd a Tharsis, la localidad de la familia, donde fue inhumada en el nicho propiedad de los Pablo Martín. No les permitieron abrirlo. La madre de María siempre pensó que algo raro había sucedido con el neonato.
Sus sospechas se consumaron en 1973. La mujer dio a luz otra vez. Cuando su quinta hija, que tenía dos meses y a la que llamaron Pepi, falleció. Y el enterramiento se produjo de nuevo en el cementerio tharsileño, en el nicho donde debían reposar los restos mortales de Juana. Habían pasado sólo cinco años. Allí, con los asistentes al entierro como testigos, "metieron la cajita en el agujero y partieron accidentalmente el ataúd de la niña enterrada en el 67 ó 68", explica Ornedo.
La sorpresa para los asistentes y para los dolidos padres de la niña fue mayúscula: dentro de la caja no había absolutamente nada. "Es como si se hubiese evaporado". Ya no sólo porque no se encontraron restos óseos de la recién nacida, sino porque "tampoco había ropa ni gasas ni nada". Ningún elemento textil en el que se solían envolver los cadáveres.
La madre de María siempre tuvo clavada esa espina en el corazón. Murió con esa pena. Pero ella sí se dispuso a buscar a su hermana. Cuando el pasado verano hubo que abrir de nuevo el nicho para reunir en él los restos de sus padres y sus hermanas, se quedó petrificada al contemplar cómo todavía se podían apreciar los huesos de Pepi, enterrada en 1973. Es decir, que se conservaban 44 años después del fallecimiento, mientras que los de Juana parecían haberse esfumado en sólo cinco años.
Investigando el asunto se percató de que en el Registro Civil de Huelva no hay partida de nacimiento ni de defunción de Juana -lógico, ya que debían pasar 24 horas para que este hecho se materializara-, pero tampoco existe el legajo de aborto, "que sí debería estar", según indicó la propia María a este periódico. "Es como si mi madre no hubiera dado a luz nunca". Ni siquiera existe registro en el cementerio de Tharsis sobre el enterramiento, lo que le daría una pista sobre la fecha.
Para Ornedo, todo apunta a "un robo de bebé palpable y claro, porque no hay ningún vestigio de que hubiera nada en esa caja". Éste, recuerda, es el tercer caso en Huelva en el que se abre la caja de un nicho y no aparece resto alguno y se ha registrado otro similar en una tumba. "Éste ha sido el resultado de las pocas exhumaciones que se han podido llevar a cabo en nuestra provincia, ya que el resto de bebés aparecen enterrados en las distintas praderas ubicadas en la fosa común del cementerio de La Soledad en Huelva", recuerda. Por ello mantiene que casos como estos evidencian "que se llevaron a estos niños y fueron criados en otras familias".
María Pablo ha dejado su ADN en el banco genético del laboratorio Neodiagnostica y se encomienda a él para encontrar a su hermana. "Tendrá su familia y su vida hecha y espero que no le haya faltado de nada; pienso que si la hubiera tenido aquí, mi vida hubiera sido un poquito más fácil". De encontrarla, le gustaría abrazarla "y que sepa que no fue vendida ni abandonada y que aquí tiene sus raíces".
Ornedo entiende que no son las familias las que tienen que investigar estos asuntos, "sino los jueces; necesitamos una respuesta, basta ya de tanta injusticia".
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