viernes, 20 de julio de 2018
Excavando la entrada al inframundo.
Ayer os comentábamos que bajo el refugio antibombardeo que llevamos excavando desde 2017 hemos encontrado una entrada bajo el suelo. También os decíamos que teníamos una hipótesis sobre qué podía ser.
Pues bien, todo apunta a qué se trata del acceso a una galería subterránea de las que se utilizaban en la guerra de minas. Es un hallazgo fenomenal, pero desgraciadamente no podremos investigar mucho más porque es algo que está más allá de nuestras posibilidades técnicas en estos momentos. Por ahora nos contentaremos con excavar el acceso lo más posible. En cualquier caso, la galería puede explicar quizá algo de la cultura material que estamos descubriendo en el abrigo y en su entorno.
La guerra de minas viene de muy antiguo. Se practicó extensamente en la Baja Edad Media y en época moderna. Pero la que se desarrolló en la Guerra Civil Española tiene su origen inmediato en la Primera Guerra Mundial. El procedimiento consiste básicamente en perforar un túnel hacia las líneas enemigas, colocar una gran carga de explosivos debajo de un refugio de tropa o una trinchera y hacerla explosionar cuando uno se encuentra a salvo en sus propias líneas. Los ingleses recurrieron con frecuencia a los bantams, soldados que no llegaban a la talla mínima requerida para ingresar en el ejército, para desempeñar esta labor. En España, donde un buen porcentaje de los españoles de los años 30 estaba subalimentado y no llegaba al metro sesenta, no debía de ser difícil encontrar gente pequeña para meterse por los túneles.
Soldados alemanes preparan una mina para destruir una posición enemiga durante la Primera Guerra Mundial.
Las víctimas que causaban estas explosiones eran aterradoras por su elevadísimo número, pero también por la forma en que morían. La mayor parte de los soldados quedaban enterrados vivos. Combatir en un escenario de guerra de minas intensa y continuada acababa produciendo trastornos psicológicos. En cualquier momento uno podía saltar por los aires o morir destrozado bajo una tonelada de escombros.
Unos arqueólogos franceses excavaron hace unos años el resultado de una de estas explosiones subterráneas. Se trata de una trinchera alemana de Carspach, en Alsacia, en la que se recuperaron los restos de casi 30 soldados que quedaron sepultados por el barro. No solo eso: la deflagración selló la trinchera y el contexto anaeróbico (la falta de oxígeno) permitió la conservación de todos los objetos, incluidas trinchas de cuero, cartucheras, uniformes, periódicos, las famosas granadas de palo y demás.
Cartuchera de pistola en la trinchera destruida por una mina en Carspach.
Las minas británicas en Messines, colocadas en abril de 1917, se hicieron detonar simultáneamente y mataron a 10.000 alemanes de un golpe. Fue la explosión más grande registrada en el mundo hasta ese momento.
Cuando se te va la mano con la dinamita: cráter dejado por una mina de la Primera Guerra Mundial en Messines.
En la Guerra Civil no se llegó a esos extremos, pero los horrores de las minas en muchos sentidos no difirieron de los de la Gran Guerra. Los republicanos eran los reyes de este tipo de combate. Los propios sublevados lo reconocían. Siempre llevaron la delantera en este terreno, en buena medida porque contaban con mineros experimentados que sabían cómo cavar túneles y manejar la dinamita como nadie. Comenzaron ya a practicarla en diciembre de 1936 y los franquistas solo pudieron defenderse de forma efectiva a partir de diciembre de 1937. Es entonces cuando llega a Madrid una unidad especializada en esta lucha subterránea. Se trataba de un batallón creado con veteranos de Oviedo, que había sufrido un cerco de varios meses por parte de tropas leales a la República.
A inicios de 1938 se inicia en serio la actividad de estos zapadores. Su labor consistió más en colocar contraminas que en minar el terreno contrario. Y una de sus ocupaciones prioritarias era tratar de evitar los ataques subterráneos al Clínico, que se habían cobrado ya cientos de víctimas desde el origen de la guerra y todavía se cobrarían muchas más. Los republicanos cavaban túneles y utilizaban colectores y cloacas preexistentes. Una de ellas iba desde el hospital hasta el edificio cruciforme propiedad de la Universidad, donde se ubicaba la junta de obras (actualmente pabellón de gobierno) y que permanecía en manos del Ejército Popular.
En un mapa en el que se recogen todas las minas explosionadas en la zona del Clínico y Asilo de Santa Cristina durante el conflicto se aprecia como los cráteres republicanos invaden todo el terreno. También se observa un detalle muy interesante. El edificio que estamos excavando se encuentra atravesado de lado a lado por una galería de contraminado que conduce, por un lado, al Clínico, donde se bifurca en varios ramales y, por otro, hacia los edificios vecinos del asilo. Es posible que la bocamina que hemos encontrado condujera a este túnel.
Minas republicanas (en rojo) y franquistas (en azul) en la zona del Clínico.
El objeto de cavar subterráneos no solo era minar o contraminar, sino también escuchar la actividad del enemigo. La obsesión era identificar el sonido de los picos abriendo un túnel. En el ambiente de psicosis propiciado por este tipo de guerra, algunos legionarios y regulares acabaron desarrollando métodos personales de detección: colocaban un tubo de calefacción o una cantimplora contra el suelo y aplicaban el oído.
La vida de los soldados en un sector afectado por la guerra de minas era un infierno. Pero la de los zapadores era quizá peor: cientos de horas pasadas bajo tierra, en el ambiente asfixiante de un túnel varios metros bajo el suelo, jornadas enteras sin ver la luz del día y con la amenaza constante de ser volado en pedazos sin ni siquiera verle la cara a tu oponente... Comprensiblemente, estas tropas recibían raciones extra de comida y, sobre todo, alcohol.
Quizá tengamos que entender desde este punto de vista la gran cantidad y calidad de las vituallas que encontramos junto a la bocamina del Clínico.
Son el menú de un condenado a muerte.
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Referencia:
Estado Mayor Central del Ejército. 1948. Guerra de Minas en España (1936-1939). Contribución al estudio de esta modalidad en nuestra guerra de liberación. Madrid: Servicio Geográfico del Ejército.
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