diumenge, 15 de juliol del 2018

Los franquistas ASESINARON a 7 REPUBLICANAS y 7 REPUBLICANOS en Pinos Genil (Granada) en 1936

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Guéjar Sierra word pressAntonia y Josefa Soto Ruiz cierran los ojos y aún pueden ver con nitidez el camión que un día de septiembre de 1936 se llevó a su madre y a otros 13 vecinos de Guéjar Sierra con destino desconocido. Siete mujeres y siete hombres embarcaban por la fuerza en el remolque del vehículo después de casi 2 semanas de cautiverio en los calabozos del Ayuntamiento.
Los guardias civiles impidieron a las 2 jóvenes, entonces con tan solo 16 y 8 años respectivamente, despedirse de su madre, Francisca Ruiz Barroso, “Frasquita la Barroso” de 46 años. Uno de los agentes le propinó un golpe cuando intentó entregar a su hija Antonia las pocas pertenencias que guardó durante su encierro. Su hija mayor, Teresa, sufrió los abusos de los agentes. El dolor se reflejaba en los rostros de las 14 víctimas, minutos antes de subirse al camión pudieron confesarse si así lo querían. Eran conscientes de que la muerte estaba en la siguiente parada de la travesía.
El delito de Francisca fue estar presente en su cortijo, en el Castañal, a escasos metros del tranvía a la Sierra, el día que la Guardia Civil se presentó en su casa para llevarse a su marido, José Soto García y a su único hijo varón, Juan Soto Ruiz, quienes estaban trabajando en el campo. Eso les salvo. No hacía 2 meses del alzamiento fascista, pero su familia no temía represalias al no haberse significado por sus ideas políticas. Tan solo el hermano de Frasquita, José Ruiz Barroso, era militante de la izquierda, y tras la sublevación se incorporó al bando republicano, luchó contra los franquistas siendo posteriormente fusilado, no se conoce el lugar de enterramiento.
Los varones de la familia buscaron refugio en zona republicana, las 3 hijas quedaron desvalidas abandonadas a su suerte y humilladas por los falangistas. Josefa no pasó un día sin visitar a su madre; su hermana Teresa conoció por un guardia civil el destino de su madre y de los otros 13 vecinos: “Vaya con el tiro que les dimos”, “pasados por las armas”. El fusilamiento tuvo luga rel 13 de febrero de 1936 cerca de Guéjar Sierra, frontera de la capital granadina, una isla en poder de los sublevados, rodeada de municipios Republicanos.
Dos vecinos de Pinos Genil, Manuel Mesa Rojas y Francisco Gómez Ruano, no sólo fueron testigos de su muerte sino que tuvieron que excavar una fosa común en el cementerio de Pinos Genil. El primero se encontraba sobre las 5 de la tarde en la estación del tranvía cuando observó el fusilamiento de las 7 mujeres delante de la puerta del cementerio y los 7 hombres dentro del mismo. En la declaración que prestaron ante el juez de paz de Pinos Genil un día después de los hechos, los 2 vecinos contaron que entre los asesinados se hallaba Francisca Ruiz Barroso. En el registro civil de Pinos Puente consta el certificado de defunción donde figura como causa del fallecimiento “heridas de guerra por arma de fuego”.
Los pocos bienes que hasta entonces tenían dichas familias fueron intervenidos por los falangistas. Ante la situación de desamparo, Antonia, la mediana de las 3 hermanas, tomó la iniciativa de atravesar la sierra para llegar a territorio controlado por las tropas republicanas. Por fortuna dieron con su tío, luego también fusilado, permaneciendo durante la guerra civil en el municipio de Jérez del Marquesado.
Llegó a convertirse en una rutina refugiarse en las minas cada vez que los aviones del bando sublevado surcaban el aire para bombardear zona roja. Su tiempo lo empleaban en el trabajo diario pero, al menos, disponían de comida y una vivienda que les negaron en Guéjar Sierra. Al término de la contienda fraticida, la familia regresó a su lugar de origen pero su vivienda había pasado a manos de los simpatizantes del nuevo régimen dictatorial. La posguerra fue casi tan duros como los años de guerra. No hubo perdón para los que lucharon en el bando perdedor.
El hijo de Francisca, Juan Soto Ruiz, que combatió con el ejército republicano tras escapar de Guéjar Sierra, fue detenido a su regreso y pasó tres años encarcelado en la prisión de Granada. La penuria económica obligó a la familia a separarse y a partir de entonces se impuso el silencio, el temor a posibles represalias y la angustia de haber perdido a seres queridos sin comprender las razones de la matanza.

Documentos: Guerra civil Granada, Santiago Sevilla y Álvaro Calleja en “La Opinión de Granada”, 15 de Agosto de 2009

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