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domingo, 15 de julio de 2018
Desde las estribaciones de la serra do Caurel hasta el valle del río Saa se extiende la parroquia del mismo nombre, en el ayuntamiento de A Pobra do Brollón (Lugo). Como en el Próximo Oriente, este pequeño mundo se organiza entorno a dos ecosistemas diferentes: la gente del llano, establecida en Pousa, Fondorallo y San Adrián y la gente de la montaña, esparcida entre aldeas diseminadas y aisladas en penillanuras y espolones de esquisto cuarcítico. En época altomedieval, eremitas y mozárabes conformaron el poblamiento originario de la villa conocida en el tumbo del monasterio de Samos como Sancta Maria de Cerasia. El santuario de San Vitoiro, entre dos riachuelos, servía de eje vertebrador de todo este paisaje simbólico, hasta día de hoy. Los núcleos de Teixeira, Covadelas o Forgas quedaban aislados en invierno y estaban diseñados para la más pura autosubsistencia. En la memoria colectiva quedaron grabadas las comitivas fúnebres, a pie, entre la nieve, a través de kilómetros de congostras, para enterrar a los difuntos en el valle, en la iglesia parroquial situada en Pousa.
Hoy estuvimos en una de estas aldeas, Covadelas. La emigración aquí eligió como destino, desde finales del siglo XIX, Argentina. A partir de los años 60 la gente también se fue a Euskadi, Catalunya o Madrid. Con la llegada de la EGB en 1970, los niños y niñas de la montaña se quedaban toda la semana alojados en el grupo escolar. Fueron los últimos. Hace 20 años un grupo de personas intentó implantar aquí un modelo de comunidad rural. De aquellos pioneros solo resisten aquí Jorge y Lourdes, padres de tres hijos. Ambos compraron la casa do Maceda, en la entrada de la aldea. Esta vivienda es un auténtico monumento, concebido para sobrevivir. Cuenta con fragua propia para elaborar herramientas, con era de majar el cereal, con bodega, con secadero para las castañas, con horno, e incluso con una pequeña cárcel (la zelda que aparece citada en los documentos). Las ventanas, abufardadas para facilitar el uso defensivo de los trabucos, es un relicto de la época de los carlistas y los facciosos. Lourdes y Jorge encontraron pequeños tesoros escondidos entre las paredes de la vieja casa. Entre ellos, una ofrenda ritual en un hueco, un meigallo. Envueltas en una tela de lino, enrollada con crines de caballo, aparecieron dos piedras negras y una piedra de cuarzo blanco.
Lourdes y Jorge nos enseñan los secretos de la casa do Maceda, en donde se refugió O Inverno, en Covadelas.
Cuando los militares se sublevan el 18 de julio de 1936 los republicanos de O Incio y de A Pobra do Brollón se organizan para cortar carreteras, requisar armas y parar el avance de las tropas sublevadas. Entre los defensores de la Casa do Concello de O Incio se encuentra un labrador de Eirexalba, Jesús Casas, conocido con el apodo de O Inverno, el mote de su casa. Cuando la situación se hace desesperada, O Inverno huye y se escapa a la montaña, refugiándose en la casa de unos parientes en la aldea de Covadelas, la casa do Maceda.
Secadero de castañas en la casa do Maceda en Covadelas.
Portada principal de la casa do Maceda, en Covadelas.
Alguien lo delata, y el 6 de agosto de 1936 una partida de falangistas (la Escuadra Negra de su pueblo, Eirexalba) llega a Saa a las cinco de la tarde. Obligan a dos vecinos (Ricardo Parada y Secundino Dacal) a señalarles el camino, intransitable, a Covadelas. Las horas de O Inverno están contadas. El meigallo no pudo hacer nada contra unos hombres convertidos en demonios. Mañana intentaremos encontrar a O Inverno. Seguiremos informando.
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