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jueves, 19 de julio de 2018
La cámara secreta es uno de los grandes tópicos de la visión popular de la arqueología. Una de las tareas más habituales del arqueólogo desde este punto de vista sería descubrir espacios subterráneos que esconden tesoros o misterios. La verdad suele ser un poco más prosaica, pero tampoco demasiado.
De hecho, los arqueólogos encontramos una extraña satisfacción en destrozar todo lo que de atractivo tiene nuestra profesión para el público. Somos geniales haciendo marketing. Así que insistimos una y otra vez que no somos Indiana Jones y que lo que hacemos es aburridísimo. Puede ser. Pero eso no tiene tanto que ver con la naturaleza de la disciplina sino con lo anodinos que son algunos de los que la practican. La arqueología está llena de sorpresas y misterios. Y hasta el proyecto más ordinario puede ser una aventura si uno se lo plantea bien.
Os recordamos algo que nos sucedió el año pasado. Encontramos el pozo de un viaje de agua, abrimos la tapa, bajamos cuatro metros hasta llegar al fondo, lo excavamos y entre un montón de cristales, clavos y huesos de rata encontramos una esvástica. Ratas y nazis. Si esto no es de Indiana Jones que baje Dios y lo vea. Podría contar una docena de aventuras arqueológicas que darían para una serie (una miniserie al menos) y algunas incluyen habitaciones secretas y túneles misteriosos.
Pero para no desviarnos del tema, que es la Guerra Civil, os quiero hablar de un hallazgo de estos días.
El refugio antibombardeo junto al lavadero del Asilo de Santa Cristina será ya familiar para quienes seguís este blog. Lo descubrimos el año pasado, comenzamos a excavarlo entonces y hemos continuado en este campaña. En las semanas que llevamos explorándolo hemos encontrado de todo, desde porcelanas con motivos infantiles que usaban los niños del asilo hasta un orinal. Un auténtico tesoro de la Guerra Civil y el período previo.
Estos días dábamos por terminado el trabajo. Y el resultado era fenomenal: un suelo intacto del final de la Guerra Civil, con cientos de restos de munición, tres granadas de mortero y otras tantas botellas intactas -el resultado de la celebración del final de la guerra.
Pero al acabar de rebajar el suelo dimos con algo más: una viga de madera con clavos. Pensamos que podría ser un refuerzo de la pared, un banco adosado al muro del refugio, una viga caída del techo... Al continuar la excavación nos dimos cuenta de que había otras dos vigas y que entre las tres formaban un rectángulo perfecto. Es una entrada a una galería. Una túnel misterioso bajo la cámara del tesoro. Doble bingo.
El refugio quizá no sea más que la antesala a esta galería subterránea, que puede que atraviese el edificio del asilo a más de tres metros de profundidad. Estamos comenzando a excavarla pero ya manejamos una hipótesis. Es la entrada a un inframundo. Literalmente: un mundo que está por debajo, a un nivel inferior. Y metafóricamente: un mundo habitado por seres muy distintos de los que viven en la superficie. Mañana os cuento más.
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