Timorato intento en la aplicación de la ley de Memoria Histórica
ESTEBAN GRECIET Escribo antes de la conferencia de Paco Ballesteros en nuestro Club de Prensa sobre la unidad de España y la Constitución, asunto muy del día a causa de las últimas veleidades secesionistas de algunos políticos que, por curioso que parezca, ofrecen algún paralelismo con las tensiones provocadas en los años treinta, aunque hoy seamos un poco más civilizados.
Hechos que llevaron a una revolución y una guerra civil, cuyas repercusiones llegan hasta nuestros días, como demuestran la conferencia de ayer y aun este mismo artículo. Desastres aquéllos de los que cabe culpar a quienes entonces no gobernaron para todos, sino que llevaron a cabo unas políticas sectarias en contra de la mitad de los españoles. Y si en alguna parte tuvieron la mayor incidencia aquellos sucesos, hay que contar el caso de Asturias y el de Oviedo en particular. Comprendo el deseo de pasar página definitivamente expresado por algunas personas de relieve, pero es de hacer notar que esa terrible página nos afecta todavía y, sobre todo, es historia. Ocultarla, como se ha hecho en gran medida por unos y por otros, es como borrar el Dos de Mayo o las guerras carlistas.
La gesta de Oviedo, entre cerco y asedio, duró quince meses, causó miles de víctimas y dejó la ciudad en esqueleto, fue decisiva en el resultado de la contienda y alcanzó mucha más gravedad que los casos de Guernica, la Virgen de la Cabeza o el Alcázar de Toledo. Parece que Franco tenía interés en oscurecerla por sus diferencias con Aranda. Y así fue. Si aquellos tremendos episodios, ideologías aparte, los hubieran vivido los norteamericanos, no les bastaría una película para solemnizarlos.
El Gobierno zapateril trató de disolver cualquier vestigio de aquellos hechos heroicos con su corrosiva norma de la llamada Memoria Histórica, palo al que entre nosotros se asistió con precipitación, y cuyos resultados han sufrido un timorato intento de aplicación. Lo que no es de recibo, si hablamos del callejero urbano, es que se trate de retirar nombres de un lado para ponerlos del otro.
Todavía están ahí, muy veteranos, algunos de aquellos defensores de Oviedo y los también escasos supervivientes del otro bando, persuadidos seguramente de que luchaban por una causa justa. Desde el respeto a todos -a los dos lados tuvo este escribiente gente de la familia-, pienso que la Hermandad, que con dedicación preside Fermín Alonso Sádaba, merece nuestro respeto y probablemente el deseo de más apertura, la incorporación de sangre joven, el estímulo a la investigación y otras actividades, no solamente conmemorativas.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada