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La autora argentina recupera en el libro 'La abuela
civil española' la vida de su abuela, una vecina de Boeza (León) exiliada en
Argentina tras escapar de la dictadura franquista
Uno de los negativos del libro 'La maleta mexicana', de Robert Capa, que muestra a unos exiliados republicanos caminando por una playa francesa, en 1939. (EFE/Robert Capa)
Es paradójica, en una sociedad sin épica
ni héroes, la dificultad para reconocer los hechos extraordinarios que hacen
sobresalir a unos de otros por sus conductas ejemplares. La vida de dos sombras
maltratadas que deciden rebelarse contra la historia no figura en las páginas
de los manuales de la Guerra Civil española. Se desvanecen entre batallas y
generales. La autora argentina Andrea Stefanoni ha
recuperado, antes de que desaparezca, el hilo del testimonio de sus abuelos,
que se negaron a aceptar lo que debían hacer, y lo ha convertido en La abuela civil española (Seix Barral).
Recuerda a su abuela, Consuelo, una mañana
cualquiera, en Argentina, en una isla perdida del Delta, mientras cocinaba
hablaba de su infancia y adolescencia en Boeza, en León. “Se le llenaban los
ojos de lágrimas. A veces, el abuelo, Rogelio, rompía el silencio de la noche
gritando como un loco que no lo agarraran”. El camino hacia la libertad pasaba
entonces por el Atlántico, hoy el Mediterráneo. Aquellos exiliados políticos
llegaron vivos a las costas del sur de América, “con una
hija de cinco años, con cien pesetas en el bolsillo y arrastrando un colchón”.
Da la sensación de que la escritura, si
tiene rodeos, no se asimila a una historia como la de mi abuela: porque en esa
guerra, en ese pueblo, no había tiempo para rodeosA pesar de que el
origen de la tragedia épica de estas dos personas convertidas en personajes fuera
de ficción es la Guerra Civil, Stefanoni aclara que no ha
escrito sobre la guerra, sino “un recuerdo de aquella guerra,
sobre la guerra de mis abuelos, escribí sobre mí, de algún modo”. La
autora responde a aquellos que se declaran hartos de la industria del guerracivilismo: “¿Otro más? ¿Cuántos van ya? Los
necesarios. Uno por cada historia, quizá. Ármense de paciencia porque somos
muchas. Y somos muchos los hijos y los nietos que no dejaremos que quede en el
olvido. La victoria de los represores es que dejemos aquello en manos de la estadística”,
asegura.
La novela, dividida en tres partes,
tiene dos voces. La tercera persona dirige las dos primeras y en la última es
la primera, la voz de la propia escritora y nieta, la que conduce la
narración. La sucesión del sinfín de
acontecimientos agónicosmanda hasta el final, cuando Stefanoni
habla para dar entrada a una fase más emocional. Por eso es importante ser
consciente del contraste social e histórico entre la vida de la autora y la de
sus personajes.
Una cuestión de ritmo
“Da la sensación de que la escritura, si
tiene rodeos, no se asimila a una historia como la de mi abuela: porque en esa guerra, en ese pueblo, no había tiempo para rodeos.
Todo sucedía con demasiada violencia. Ella, de niña, no podía decidir no ir a
la montaña a trabajar. No podía elegir estudiar, aunque se moría de ganas por
ir a la escuela. Más tarde, en el trabajo en las minas, tampoco hubo
preámbulos. La escritura, en estilo, debe ser igual. Como una obligación desde la forma para respetar el verdadero
ritmo de sus días”, cuenta a este periódico.
La escritora argentina
Andrea Stefanoni. (Silvana Sergio)
Es difícil olvidar un día como hoy, 18
de julio. Esta novela está escrita, precisamente, contra el olvido. Niega la
idea de la Historia como hechos del pasado y reivindica aquellos
acontecimientos como materia del presente, sustancia de la que estamos hechos.
“Soy porque mis abuelos le ganaron a la guerra”, dice. Su empeño es mantener
viva su memoria.
¿Y la Memoria Histórica? Stefanoni no se
atreve a definir la expresión, tampoco quiere entrar a valorar si es un
fenómeno del marketing, como defiende Javier Cercas. Pero sí avanza que
“España, posiblemente, se debía recordar más a sí misma y entender más cosas de
su pasado, pero no soy quién va a decir hasta dónde ni cómo”.
Entonces, ¿contra qué escribir, cuál es
el motivo? “Escribo contra lo que no deja de doler. Escribo contra
aquello que no puedo perdonar o perdonarme”.
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