En abril de 1931, el gobierno de la recién constituida II República, tenía ante sí un pueblo tan desnutrido como analfabeto. Pero escritores, pedagogos y humanistas afrontaron el reto de culturizar este pueblo hasta el punto de que, de todas las reformas de la II República, la estrella fue sin duda la de la enseñanza. Aún antes de aprobarse la Constitución, el gobierno reconoció el estado plural y asumió las diferencias lingüísticas, respetando así la lengua materna del alumnado, y a diferencia de los duros recortes actuales, proyectó la creación de 27.000 escuelas, 5.000 por año, menos el primero en que se crearían 7.000 . Y en esas nuevas escuelas, muchas de ellas rurales, proyectó que dieran clases los mejores maestros formados en un ambicioso Plan Profesional que establecía una subida sustancial de sus hasta entonces miserables sueldos, fomentó su formación con Semanas Pedagógicas, elevó a universitaria la carrera de Magisterio, etc.
La tarea modernizadora de la Segunda República ponía a la educación en un lugar preferente , porque la idea de escuela que tenían, en palabras del estudioso manchego Luzuriaga, es que fuera una escuela única, activa, pública y laica. Hablaba de única y no dividida, es decir, de todos y para todos; activa, lejos de la pasividad, o sea, participativa, democrática y no autoritaria; de escuela pública y no privada, obligatoria y gratuita; educación laica y no confesional, donde la religión estuviese fuera de la escuela, en la Iglesia, en el ámbito de lo privado. Además, la educación en igualdad supuso que los niños y las niñas se mezclaran en las mismas aulas. Se trataba de una educación, en definitiva, donde el alumnado era el protagonista de la enseñanza y de su formación. Para muchos estudiosos, la II República fue un intento de crear un “estado educador” con la inspiración siempre presente de la Institución Libre de Enseñanza.
Su vocación y su defensa de su idea de escuela llevó a muchos maestros y maestras a unadurísima represión por parte de la violencia política del franquismo , que puso a trabajar a su maquinaria represiva: la depuración. Se cesó a aquellos maestros que no eran gratos a las nuevas autoridades. La represión cumplía en el campo franquista una función fundamental: la de paralizar al enemigo por el terror. Esto junto con el desmantelamiento de la estructura administrativa del Régimen Republicano, dejó a los republicanos a merced de toda contingencia. Sobre ellos recaerá un sinfín de imputaciones: “rojo”, “marxista”, “ateo”, etc… que eran de difícil defensa para el acusado. Todos pasaron a ser culpables mientras que no se demostrase lo contrario, en la más clara conculcación del Estado de Derecho.
La enseñanza, con sus trabajadores y trabajadoras, como avanzadilla de la modernización que se trataba de imprimir en la España republicana, concitó toda la ira de la dictadura .
Fueron frecuentes los fusilamientos y paseos de maestros . Era una represión gubernativa consistente en detenciones, encarcelamientos y fusilamientos sin formación de causa. Llegando en algunas ocasiones a ordenar la libertad de algunos encarcelados y estos ser cargados en furgonetas en la puerta de la cárcel y posteriormente fusilados en el campo o en las tapias de los cementerios, sin haber sido sometidos a ningún tipo de proceso judicial. Se calcula que fueron unos 60.000 los maestros y maestras que fueron asesinados de esta forma.
Porque la profesión de maestro siempre ha estado en el punto de mira de todos los gobiernos , ya que está en nuestras manos la formación de las personas, de los ciudadanos y ciudadanas, y los gobiernos reaccionarios siempre han preferido una ciudadanía dócil a una bien formada y capaz de exigir sus derechos, desde STE-CLM queremos recordar en este día al profesorado, a los maestros y maestras que lucharon incluso con su vida por una educación, pública, democrática, laica, una escuela de todos para todos.
“[…] Niños de las dos Castillas, las del campo casi yermo, traed luto, traed flores, os han matado al maestro. […] ¡Muchos niños de Castilla se han quedado sin maestro!”
(Miguel Alonso Calvo,
“Han matado al maestro” en “Orientación”)
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