- El juez y el presentador hablaron sobre sus últimas obras: 'En el punto de mira' y '¡De rodillas, Monzón!'
- Los autores destacaron los paralelismos entre ambos libros: "Descubren lo que fue la losa del fascismo"
Este viernes, en pleno corazón de una Madrid calada por la lluvia, el Palacio de la Prensa se convirtió en escenario de retrospectiva. Allí, El Gran Wyoming y Baltasar Garzón hicieron de sus memorias un recuerdo compartido. Lo hicieron a través de la presentación cruzada de sus libros: ¡De rodillas, Monzón! y En el punto de mira (Planeta).
El evento, con vocación de diálogo informal moderado por la periodista Pepa Bueno, permitió que los asistentes se convirtieran en espectadores de una conversación abierta en la que ambos autores reflexionaron sobre los relatos recién gestados que, aunque bajo formas distintas, tienen como epicentro común la recuperación del pasado para entender el presente y construir el futuro.
Wyoming y la huella del franquismo
Con ¡De rodillas, Monzón! nace el primer tomo de unas memorias a medio camino entre los adoquines del barrio madrileño de Prosperidad y las llanuras manchegas. Los recuerdos de Wyoming se convierten en el reflejo de un pasado bañado por la aletargadarecta final de un franquismo que sobrevive, precisamente, en la negación de su memoria.
"Para quien no tenga claro por qué Wyoming es como es, el libro cuenta que se crió en un capazo en la farmacia de su madre", introdujo Pepa Bueno al comienzo del acto. "Este hombre está acostumbrado a los focos". Más allá de evidenciar la raíz de sus cualidades como showman, el libro "cuenta cosas dolorosas e íntimas" de su protagonista. Intimidades que, a juicio de Baltasar Garzón, son también experiencias colectivas. Porque entre él y su interlocutor "hay mucho paralelismo". De hecho, la clave del relato reside en que "va contando lo que vivíamos todos en aquella época", reconoció Garzón en su intervención.
Las anécdotas de un todavía José Miguel Monzón que empezaba a descubrir el mundo explican no sólo el Wyoming que es hoy –"la ironía fue una vía de escape para no tomarme muy en serio la vida" tras la fuerte depresión de su madre–, sino también la realidad de una España actual plagada de los sutiles vestigios del franquismo: "No sólo no han dejado que continúe la investigación sobre la guerra, sino que ponen dificultades a que se avance en la verdad", censuró Garzón, quien, además, aprovechó para recordar que entonces "se cultivó una sumisión machista que todavía sigue viva".
A juicio de Garzón, la historia expuesta por Wyoming describe "al hilo de lo personal, lo que era el franquismo, la castración sistemática de tantos valores, de tantos derechos, y los déficits que hemos ido acumulando durante los años de dictadura, la Transición y que extienden algunas de sus consecuencias hasta el día de hoy". Descubre, de hecho y en cierta consonancia con la propia obra de Garzón, "lo que fue la losa del fascismo". Del fascismo, y no del franquismo –insiste Garzón–, porque "basta ya del juego del lenguaje tramposo y casposo que diferencia" entre ambas nomenclaturas. Al final "todo fueron mandatos autoritarios".
Garzón y los entresijos del poder judicial
Baltasar Garzón, por su parte, realiza con su libro el repaso de una trayectoria profesional envuelta por el viaje introspectivo de su protagonista. Con En el punto de mira, el juez recuerda sus más de 25 años de carrera en la investigación de algunos de los casos más paradigmáticos del país: desde el terrorismo de ETA hasta los GAL, pasando por el narcotráfico de las costas gallegas y su operación Nécora y la trama Gürtel que desembocó en una pena de once años de inhabilitación por las escuchas declaradas ilegales.
El relato, un libro a juicio de Pepa Bueno "muy valiente", es además en palabras de Wyoming "un tratado sobre la historia reciente". En su intervención Wyoming alabó la figura del juez Garzón a través de un discurso crítico con el poder y la justicia, no exento de la ácida ironía que forma parte de su marca personal. Garzón "cree en la justicia a pesar de haber sido vapuleado con saña", señaló Wyoming, para más tarde añadir que la respuesta a si se puede salir indemne cuando se apuesta por la independencia en lo judicial "la tenemos hoy aquí con la presencia de un juez inhabilitado".
El Gran Wyoming, mordaz ante el cese de Garzón, incidió en que la inhabilitación fue perpetrada desde el poder político tras el inicio de la investigación del caso Gürtel. Como muestra de ello, recordó que el exportavoz de Justicia del PP Federico Trillo llegó a asegurar una "enemistad manifiesta" hacia el PP por parte de Garzón. Además, compartió con el público unos audios donde el propio Mariano Rajoy, rodeado de su cúpula en el año 2009, afirmaba que no había "una trama del PP" sino "una trama contra el PP". "Todas esas personas sin excepción que me denostaban,todos me besaban la mano cuando les interesó", señaló Garzón al respecto.
Lo vivido por Garzón, continuó Wyoming, sucedió porque "no hay que creer que la justicia es igual para todos". Censuró, en este punto, "la promiscuidad entre el poder judicial y aquellos que les nombran" y criticó a "los poderosos y su cadena de transmisión, los gobernantes", que actúan en representación "de un pueblo soberano que deja de serlo después de la campaña electoral".
Finalmente, y ante una justicia "dividida entre dos bandos cuando sólo debería existir uno", Wyoming puso fin a sus palabras pidiendo a los sucesores del histórico juez que "no recojan el testigo de este acto aberrante y se mantengan firmes e implacables al servicio de la independencia".
Este viernes, en pleno corazón de una Madrid calada por la lluvia, el Palacio de la Prensa se convirtió en escenario de retrospectiva. Allí, El Gran Wyoming y Baltasar Garzón hicieron de sus memorias un recuerdo compartido. Lo hicieron a través de la presentación cruzada de sus libros: ¡De rodillas, Monzón! y En el punto de mira (Planeta).
El evento, con vocación de diálogo informal moderado por la periodista Pepa Bueno, permitió que los asistentes se convirtieran en espectadores de una conversación abierta en la que ambos autores reflexionaron sobre los relatos recién gestados que, aunque bajo formas distintas, tienen como epicentro común la recuperación del pasado para entender el presente y construir el futuro.
Wyoming y la huella del franquismo
Con ¡De rodillas, Monzón! nace el primer tomo de unas memorias a medio camino entre los adoquines del barrio madrileño de Prosperidad y las llanuras manchegas. Los recuerdos de Wyoming se convierten en el reflejo de un pasado bañado por la aletargadarecta final de un franquismo que sobrevive, precisamente, en la negación de su memoria.
"Para quien no tenga claro por qué Wyoming es como es, el libro cuenta que se crió en un capazo en la farmacia de su madre", introdujo Pepa Bueno al comienzo del acto. "Este hombre está acostumbrado a los focos". Más allá de evidenciar la raíz de sus cualidades como showman, el libro "cuenta cosas dolorosas e íntimas" de su protagonista. Intimidades que, a juicio de Baltasar Garzón, son también experiencias colectivas. Porque entre él y su interlocutor "hay mucho paralelismo". De hecho, la clave del relato reside en que "va contando lo que vivíamos todos en aquella época", reconoció Garzón en su intervención.
Las anécdotas de un todavía José Miguel Monzón que empezaba a descubrir el mundo explican no sólo el Wyoming que es hoy –"la ironía fue una vía de escape para no tomarme muy en serio la vida" tras la fuerte depresión de su madre–, sino también la realidad de una España actual plagada de los sutiles vestigios del franquismo: "No sólo no han dejado que continúe la investigación sobre la guerra, sino que ponen dificultades a que se avance en la verdad", censuró Garzón, quien, además, aprovechó para recordar que entonces "se cultivó una sumisión machista que todavía sigue viva".
A juicio de Garzón, la historia expuesta por Wyoming describe "al hilo de lo personal, lo que era el franquismo, la castración sistemática de tantos valores, de tantos derechos, y los déficits que hemos ido acumulando durante los años de dictadura, la Transición y que extienden algunas de sus consecuencias hasta el día de hoy". Descubre, de hecho y en cierta consonancia con la propia obra de Garzón, "lo que fue la losa del fascismo". Del fascismo, y no del franquismo –insiste Garzón–, porque "basta ya del juego del lenguaje tramposo y casposo que diferencia" entre ambas nomenclaturas. Al final "todo fueron mandatos autoritarios".
Garzón y los entresijos del poder judicial
Baltasar Garzón, por su parte, realiza con su libro el repaso de una trayectoria profesional envuelta por el viaje introspectivo de su protagonista. Con En el punto de mira, el juez recuerda sus más de 25 años de carrera en la investigación de algunos de los casos más paradigmáticos del país: desde el terrorismo de ETA hasta los GAL, pasando por el narcotráfico de las costas gallegas y su operación Nécora y la trama Gürtel que desembocó en una pena de once años de inhabilitación por las escuchas declaradas ilegales.
El relato, un libro a juicio de Pepa Bueno "muy valiente", es además en palabras de Wyoming "un tratado sobre la historia reciente". En su intervención Wyoming alabó la figura del juez Garzón a través de un discurso crítico con el poder y la justicia, no exento de la ácida ironía que forma parte de su marca personal. Garzón "cree en la justicia a pesar de haber sido vapuleado con saña", señaló Wyoming, para más tarde añadir que la respuesta a si se puede salir indemne cuando se apuesta por la independencia en lo judicial "la tenemos hoy aquí con la presencia de un juez inhabilitado".
El Gran Wyoming, mordaz ante el cese de Garzón, incidió en que la inhabilitación fue perpetrada desde el poder político tras el inicio de la investigación del caso Gürtel. Como muestra de ello, recordó que el exportavoz de Justicia del PP Federico Trillo llegó a asegurar una "enemistad manifiesta" hacia el PP por parte de Garzón. Además, compartió con el público unos audios donde el propio Mariano Rajoy, rodeado de su cúpula en el año 2009, afirmaba que no había "una trama del PP" sino "una trama contra el PP". "Todas esas personas sin excepción que me denostaban,todos me besaban la mano cuando les interesó", señaló Garzón al respecto.
Lo vivido por Garzón, continuó Wyoming, sucedió porque "no hay que creer que la justicia es igual para todos". Censuró, en este punto, "la promiscuidad entre el poder judicial y aquellos que les nombran" y criticó a "los poderosos y su cadena de transmisión, los gobernantes", que actúan en representación "de un pueblo soberano que deja de serlo después de la campaña electoral".
Finalmente, y ante una justicia "dividida entre dos bandos cuando sólo debería existir uno", Wyoming puso fin a sus palabras pidiendo a los sucesores del histórico juez que "no recojan el testigo de este acto aberrante y se mantengan firmes e implacables al servicio de la independencia".
El evento, con vocación de diálogo informal moderado por la periodista Pepa Bueno, permitió que los asistentes se convirtieran en espectadores de una conversación abierta en la que ambos autores reflexionaron sobre los relatos recién gestados que, aunque bajo formas distintas, tienen como epicentro común la recuperación del pasado para entender el presente y construir el futuro.
Wyoming y la huella del franquismo
Con ¡De rodillas, Monzón! nace el primer tomo de unas memorias a medio camino entre los adoquines del barrio madrileño de Prosperidad y las llanuras manchegas. Los recuerdos de Wyoming se convierten en el reflejo de un pasado bañado por la aletargadarecta final de un franquismo que sobrevive, precisamente, en la negación de su memoria.
"Para quien no tenga claro por qué Wyoming es como es, el libro cuenta que se crió en un capazo en la farmacia de su madre", introdujo Pepa Bueno al comienzo del acto. "Este hombre está acostumbrado a los focos". Más allá de evidenciar la raíz de sus cualidades como showman, el libro "cuenta cosas dolorosas e íntimas" de su protagonista. Intimidades que, a juicio de Baltasar Garzón, son también experiencias colectivas. Porque entre él y su interlocutor "hay mucho paralelismo". De hecho, la clave del relato reside en que "va contando lo que vivíamos todos en aquella época", reconoció Garzón en su intervención.
Las anécdotas de un todavía José Miguel Monzón que empezaba a descubrir el mundo explican no sólo el Wyoming que es hoy –"la ironía fue una vía de escape para no tomarme muy en serio la vida" tras la fuerte depresión de su madre–, sino también la realidad de una España actual plagada de los sutiles vestigios del franquismo: "No sólo no han dejado que continúe la investigación sobre la guerra, sino que ponen dificultades a que se avance en la verdad", censuró Garzón, quien, además, aprovechó para recordar que entonces "se cultivó una sumisión machista que todavía sigue viva".
A juicio de Garzón, la historia expuesta por Wyoming describe "al hilo de lo personal, lo que era el franquismo, la castración sistemática de tantos valores, de tantos derechos, y los déficits que hemos ido acumulando durante los años de dictadura, la Transición y que extienden algunas de sus consecuencias hasta el día de hoy". Descubre, de hecho y en cierta consonancia con la propia obra de Garzón, "lo que fue la losa del fascismo". Del fascismo, y no del franquismo –insiste Garzón–, porque "basta ya del juego del lenguaje tramposo y casposo que diferencia" entre ambas nomenclaturas. Al final "todo fueron mandatos autoritarios".
Garzón y los entresijos del poder judicial
Baltasar Garzón, por su parte, realiza con su libro el repaso de una trayectoria profesional envuelta por el viaje introspectivo de su protagonista. Con En el punto de mira, el juez recuerda sus más de 25 años de carrera en la investigación de algunos de los casos más paradigmáticos del país: desde el terrorismo de ETA hasta los GAL, pasando por el narcotráfico de las costas gallegas y su operación Nécora y la trama Gürtel que desembocó en una pena de once años de inhabilitación por las escuchas declaradas ilegales.
El relato, un libro a juicio de Pepa Bueno "muy valiente", es además en palabras de Wyoming "un tratado sobre la historia reciente". En su intervención Wyoming alabó la figura del juez Garzón a través de un discurso crítico con el poder y la justicia, no exento de la ácida ironía que forma parte de su marca personal. Garzón "cree en la justicia a pesar de haber sido vapuleado con saña", señaló Wyoming, para más tarde añadir que la respuesta a si se puede salir indemne cuando se apuesta por la independencia en lo judicial "la tenemos hoy aquí con la presencia de un juez inhabilitado".
El Gran Wyoming, mordaz ante el cese de Garzón, incidió en que la inhabilitación fue perpetrada desde el poder político tras el inicio de la investigación del caso Gürtel. Como muestra de ello, recordó que el exportavoz de Justicia del PP Federico Trillo llegó a asegurar una "enemistad manifiesta" hacia el PP por parte de Garzón. Además, compartió con el público unos audios donde el propio Mariano Rajoy, rodeado de su cúpula en el año 2009, afirmaba que no había "una trama del PP" sino "una trama contra el PP". "Todas esas personas sin excepción que me denostaban,todos me besaban la mano cuando les interesó", señaló Garzón al respecto.
Lo vivido por Garzón, continuó Wyoming, sucedió porque "no hay que creer que la justicia es igual para todos". Censuró, en este punto, "la promiscuidad entre el poder judicial y aquellos que les nombran" y criticó a "los poderosos y su cadena de transmisión, los gobernantes", que actúan en representación "de un pueblo soberano que deja de serlo después de la campaña electoral".
Finalmente, y ante una justicia "dividida entre dos bandos cuando sólo debería existir uno", Wyoming puso fin a sus palabras pidiendo a los sucesores del histórico juez que "no recojan el testigo de este acto aberrante y se mantengan firmes e implacables al servicio de la independencia".
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