Hace 80 años en España se vivió la mayor tragedia que nuestro país ha tenido en su historia. Unas 200.000 personas huían del terror que las tropas golpistas infundaban en aquellos lugares donde se iban asentando. Este miedo se debía las terribles historias que se contaban sobre campos de concentración, fusilamientos, torturas, violaciones y todo tipo de vejaciones posibles.
Además Queipo de Llano desde la radio lanzaba mensajes no solo amenazando con violaciones y torturas, sino además narrando todas estas atrocidades.
Cuando la capital malagueña fue tomada miles de personas la abandonaron y se dirigieron hacia Almería. Se calcula que aproximadamente 200.000 personas recorrieron esta carretera. Cuando Queipo de Llano vio la larga caravana que salía de la ciudad ordenó a las tropas que les persiguieran y mataran. las miles y miles de personas que en su mayoría se trataban de mujeres, niños y ancianos fueron atacados por tierra, aire y bombardeados desde el mar.
Entre todos estos se encontraba Antonio, un niño que a sus cinco años ya tuvo que soportar separarse de su padre y abandonar su ciudad, Sevilla. Cuando él junto a su madre y a sus hermanos llegan a Málaga, esperaban encontrar a su padre, pero no fue así. Nada más llegar le dicen que deben irse a Almería, que la ciudad no tardará mucho en caer y desde la radio se escuchaba a Queipo de Llano con sus naturales insultos y burlas.
Así nos narra esta historia: “Mi madre nos cogió a los hermanos, nos ató a mí y a mi hermano Pepe con una cuerda a su cintura, ya que éramos los más pequeños, y nos dijo -no cojáis nada más que comida y una muda, tenemos que viajar-.”
“Lo que recuerdo de aquel viaje, es como niños andaban solos por aquella carretera, personas mayores quedaban sentados en la carretera exhaustos, y como mi madre nos daba agua y comida a cada uno desde el más pequeño hasta el más grande, y como ella siempre era la última”.
“Después de estar una semana de viaje, recuerdo que escuchamos un avión y alguien gritó: ¡Los italianos, hay que esconderse! Nos ocultamos en unos huecos de la montaña, y escuché como los aviones disparaban y la gente gritaba.”
“Cuando llegamos a Motril, no recuerdo cuanto, pero sé que llevaba muchos días sin comer y demasiado tiempo sin beber agua. Entonces mi hermano mayor, salió a buscar algún lugar donde poder robar algo de comida y agua. Lo intentó varias veces y en uno de los viajes, consiguió robar una paleta de costilla de un cortijo, una botella empezada de leche y llenó dos porrones de agua. Recuerdo aquella comida como una de las mejores que he tomado en mi vida.”
“No conseguimos llegar a Almería, pues nos avisaron de que estaban masacrando a la población que se dirigía por aquí, y tuvimos que volver a Málaga. Aquel viaje de vuelta fue terrible, pues mi madre no paraba de llorar, mis hermanos y yo, aunque nadie decía nada, no podíamos dar un paso más, teníamos los pies llenos de heridas, hambre, sed y sueño.”
“En Málaga, gracias a unos amigos de mi madre, conseguimos embarcar en un buque(1) que llevaba a la gente hacia Almería, que sino recuerdo mal, se llamaba Santa María. Allí, un marinero me dio un litro de leche con azúcar. No recuerdo haber tomado nada más exquisito en mi vida. Así fue como conseguimos escapar y llegar a Almería, donde nos esperaba mi padre”.
Este es el testimonio que mi abuelo a sus 85 años me cuenta cuando le pregunto por su experiencia en la carretera de Málaga. Al igual que mi abuelo, muchas personas que vivieron esto aún siguen con vida y todavía siguen esperando un reconocimiento.
(1) Puntualizar que esta parte del barco no me consta que pueda ser así. A mi parecer no debieron volver hasta Málaga y ese barco lo cogerían en otro punto del camino. He querido dejar el relato tal y como él me lo transmitió.
Autor: Fernando Aguilar Rigaud
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