dissabte, 17 d’agost del 2024

Qué opinaban de Rusia las 50 mujeres con las que experimentó Vallejo-Nágera

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Andrea Momoitio

Qué opinaban de Rusia las 50 mujeres con las que experimentó Vallejo-Nágera
Foto de archivo de Antonio Vallejo-Nágera / Wikimedia Commons

Antonio Vallejo-Nágera Lobón, padre del psiquiatra Juan Antonio Vallejo-Nágera, quería demostrar que el marxismo era algo así como una enfermedad mental producida por un gen: el gen rojo. Tras el golpe militar de Francisco Franco, lo tenía todo a favor para poder corroborar su tesis. En uno de sus textos, publicado en la revista Semana Médica Española, aseguraba que "la enorme cantidad de prisioneros de guerra en manos de fuerzas nacionales salvadoras de España" le permitía poder llevar a cabo "estudios en masa, en favorabilísimas circunstancias que quizás no vuelvan a darse en la historia del mundo".

En agosto de 1938, Franco había autorizado la creación del Gabinete de Investigaciones Psicológicas y Vallejo-Nágera era el director. La profesora Maria Isabella Mininni recoge en un artículo que "el material humano" estudiado por el psiquiatra se clasifica en cinco grupos: "combatientes internacionales", "presos políticos varones de nacionalidad española"; "presos políticos hembras"; "separatistas vascos" y "marxistas catalanistas".

En esa época, al menos, Vallejo-Nágera llevó a cabo dos estudios con los que pretendía confirmar su hipótesis. Empezó por los "combatientes internacionales" y  "presos políticos hembras".

El primer estudio buscaba comprender la psicopatología de casi 300 brigadistas internacionales que estaban encarcelados en el convento de San Pedro de Cardeña, en Burgos. En el libro Trauma y memoria en las víctimas del franquismo. Su transmisión a las siguientes generaciones asegura que concluyó que "la mayoría de ellos eran escasos de inteligencia, faltos de cultura y de temperamento degenerado, lo que les hacía especialmente proclives a la propaganda marxista".

El otro experimento que llevó a cabo fue con 50 mujeres de la prisión de Málaga. Las conclusiones las publicó en el estudio Investigaciones psicológicas en marxistas femeninas delincuentes, que firmó con Eduardo M. Martínez, director de la Clínica Psiquiátrica de Málaga y jefe de los Servicios Sanitarios de la Prisión Provincial. Antonio Nadal, en el artículo Experiencias psíquicas sobre mujeres marxistas malagueñas, propone que seamos los lectores y las lectoras quienes decidamos si se trata de "un estudio médico o una incalificable demostración de la degeneración a que pueden llegar intelectuales o profesionales en regímenes fascistas".

El experimento partía de tres premisas, que Nadal recoge en su texto: "La mujer roja y la mujer en general tiene rasgos físicos y psíquicos de extraordinaria inferioridad en relación al hombre"; "el marxismo y la revolución unidos a la mujer deben ser tratados médicamente no políticamente" y, por último, aseguraban que en "caso malagueño", las mujeres rojas eran seres degenerados, feroces y criminales.

Las historiadoras Encarnación Barranquero Texeira y Matilde Eiroa San Francisco, en La cárcel de mujeres de Málaga en la paz de Franco, cuentan que consideraron que el comportamiento de las mujeres en Málaga había sido de una "extrema ferocidad, similar al que habían mostrado en las revoluciones francesa y rusa". Esta idea, dicen, surge debido a "la gran campaña de propaganda realizada en prensa, radio, y en libros de falangistas conocidas, en cuyas páginas se habían aireado las barbaridades cometidas por las malagueñas, como el hecho de cortar miembros a los cadáveres, sacarles los ojos, ponerles en la boca cigarrillos o defecar en su cuerpo". En Pequeña historia de ayer, la conocida jurista Mercedes Formicaasegura que una mujer, "la más decidida", "se abrió de piernas, levantó sus faldas y bañó de orines la cara ensangrentada" del falangista Eduardo Bayo Alexandre.

En el estudio concluyen en que "la tiranía roja" desborda "los límites de la criminalidad femenina habitual, participando en el pillaje, en los incendios, en la destrucción de objetos religiosos, también en las matanzas, con marcado carácter sádico". Aseguraban que "en las revueltas políticas" encontraban la posibilidad "de satisfacer sus apetencias sexuales latentes", aunque observaban que las que participaban en la vida política no lo hacían "arrastradas por sus ideas, sino por sus sentimientos, que alcanzan proporciones inmoderadas o incluso patológicas, debido a la irritabilidad propia de la personalidad femenina". De las cincuenta mujeres que fueron sometidas al estudio, 33 estaban condenadas a muerte, 10 a reclusión perpetua; el resto, a penas entre 10 y 20 años.

Según recogen en el estudio, todas habían participado "durante el dominio marxista" en "asesinatos, saqueos, incendios". Algunas, se habían "distinguido por su necrofagia, ensañándose con los cadáveres o befándose de ellos, luego de presenciar el asesinato con morbosa delectación". Entendían como militantes a las "hembras marxistas que, armadas de arma corta o larga, vestidas con el clásico mono, fueron alguna vez al frente y tomaron parte directa en los crímenes urbanos".  Además, Eduardo M. Martínez y Antonio Vallejo-Nágera Lobón querían saber qué opinaban de Rusia. Ninguna contestó aquello de "es un país donde vive gente maravillosa", pero las respuestas tienen también su miga: Mal, tienen la culpa de todo, un fracaso, un pueblo de fieras, un caos o unos piojosos. El 32% aseguraba que no opinaba "nada".  En el estudio les preguntaban también, cómo no, por su vida sexual. Creían que se habían "pronunciado con sinceridad". Bueno, "excepto, acaso, en las infidelidades conyugales, que ninguna ha confesado". Siete de las mujeres analizadas declararon dedicarse al trabajo sexual.

En junio de 1958, Franco dio una entrevista al periódico francés Le Figaro. En concreto, al periodista Serge Groussard. "Franco hace importantes declaraciones políticas e históricas a Le Figaro, de París", tituló el ABC. Entre otras cosas, aseguraba que los "errores" habían sido "escasos": "Desde luego que ha habido condenas y ejecuciones después de la guerra de liberación. Y también desde luego que debió haber algunos actos exagerados.... Pero los errores fueron escasos".

Desde luego, miente.


https://todoslosnombres.org/el-experimento-de-franco-con-50-mujeres-en-malaga-en-busca-del-gen-rojo-3/

El experimento de Franco con 50 mujeres en Málaga: en busca del «gen rojo»

Antonio Vallejo-Nájera, psiquiatra del régimen, analizó en 1939 a medio centenar de reclusas mediante encuestas sobre sexo y religión destinadas a demostrar «la perversión» de la izquierda

ALBERTO GÓMEZ 

Mayo de 1939. El bando franquista acababa de declarar su victoria en la Guerra Civil, que daría paso a más de treinta años de dictadura. El nuevo régimen necesitaba coser la herida por la que sangraba España, fracturada en dos, y utilizó la pseudociencia como hilo. El médico Antonio Vallejo-Nájera, jefe de los servicios psiquiátricos militares, había planteado una disparatada tesis basada en la creencia de que existía un «gen rojo» que conducía a la perversión moral, sexual e ideológica. Franco había creado meses antes un gabinete de investigaciones psicológicas para buscar una explicación biológica al comunismo, en sintonía con las teorías nazis sobre la superioridad de la raza aria. El ideal franquista descansaba en el militarismo y el nacionalcatolicismo, un espíritu amenazado por la inferioridad mental que según Vallejo-Nájera arrastraba el marxismo.

Para tratar de demostrar su absurda hipótesis, el psiquiatra palentino se rodeó de criminólogos y asesores alemanes y sometió a prisioneros de guerra republicanos, y también a voluntarios procedentes de las Brigadas Internacionales, a pruebas macabras que los llevaron al borde del colapso. Estaba convencido de que «la perversidad de los regímenes democráticos favorecedores del resentimiento promociona a los fracasados sociales». A través de mediciones antropomórficas y encuestas, con preguntas sobre sexualidad o religión, la dictadura intentaba justificar su represión. La investigación concluyó que los ‘rojos’ mostraban un «carácter degenerativo» marcado por su tendencia al alcoholismo, el libertinaje y la promiscuidad, además de una inteligencia inferior a la media.

El franquismo difundió la idea de que existía un gen rojo que conducía a la perversión moral

El régimen franquista detectó una laguna en su propio estudio, manipulado hasta la caricatura: no habían estudiado a ninguna mujer. Para remediarlo, Vallejo-Nájera contactó con el director de la clínica psiquiátrica de la prisión de mujeres de Málaga, Eduardo Martínez. Juntos analizaron a cincuenta reclusas, aunque renunciaron a las evaluaciones físicas al considerar que los contornos femeninos resultaban «impuros». Los resultados, que incluían detalles sobre la vida sexual de las presas, como la edad en que perdieron la virginidad, a lo que se referían como «desfloración», desvelaron que predominaban las reacciones temperamentales y primarias, algo que les permitió afirmar que las mujeres republicanas tenían «muchos puntos en común» con animales y niños. También aseguraron localizar comportamientos esquizoides, debilidad mental e introversión.

Los psiquiatras del franquismo defendían que las mujeres participaban en política para satisfacer sus apetencias sexuales. El argumentario permitía que la religión católica impusiera sus estrictas normas, por entonces canalizadas por la tenebrosa Sección Femenina, dirigida por Pilar Primo de Rivera con el objetivo de promulgar la sumisión ante los deseos masculinos: «Cuando tu marido regrese del trabajo, ofrécete a quitarle los zapatos. Minimiza cualquier ruido. Si tienes alguna afición, intenta no aburrirle hablándole de ella. Si debes aplicarte crema facial o rulos para el cabello, espera hasta que esté dormido. Si siente la necesidad de dormir, que así sea. Si sugiere la unión, entonces accede humildemente, teniendo en cuenta que su satisfacción es más importante que la tuya».

A la represión franquista, en el caso de las mujeres, se sumaba la misoginia del régimen. La discriminación que sufrían era doble. Pero el lado más tétrico de las investigaciones psiquiátricas ordenadas por Franco en Málaga estaba aún por conocerse; los estudios, cuyas hipótesis se dieron por comprobadas pese a la falta de rigor y la inconsistencia de todo el proceso, escondían un plan para justificar «la segregación de estos sujetos desde la infancia» al entender que esta separación «podría liberar a la sociedad de plaga tan terrible». En otras palabras: al dar por válida la existencia de un «gen rojo» causante de psicopatías y criminalidad, la dictadura creía poder justificar el secuestro de niños republicanos. Se estima que el número de menores robados por el franquismo durante la contienda y en la posguerra, uno de los episodios más crueles y desconocidos de la historia reciente de España, ascendió a 30.000.

Una investigación de las profesoras Encarnación Barranquero, Matilde Eiroa y Paloma Navarro sobre la prisión de mujeres de Málaga revela que los hijos de reclusas, a menudo encarceladas por delitos tan ambiguos como «rebelión» o «atentados contra la moral pública», permanecían con sus madres, en caso de no poder quedarse con otro familiar, hasta que cumplían tres o seis años, en función de la legislación vigente. Entonces pasaban a ser tutelados por las instituciones estatales y religiosas. La presencia de los menores en las cárceles no consta en los expedientes, algo que ha dificultado los estudios posteriores, aunque de los testimonios recogidos se desprende que la mayoría de niños eran dados en adopción o emprendían carrera como seminaristas, siempre con el objetivo de pulverizar cualquier relación con el pasado.

Con su teoría, el régimen creía poder justificar el secuestro de niños republicanos

Los servicios psiquiátricos dirigidos por Vallejo-Nájera y Martínez retrataron a las reclusas de la prisión de Málaga en informes detallados. De las cincuenta mujeres analizadas, más de la mitad habían sido condenadas a muerte, aunque las penas fueran finalmente conmutadas. Otra de las conclusiones dejaba al descubierto la paupérrima consideración que el sistema tenía de las mujeres, a quienes reducía a su papel de madres: «A la mujer se le atrofia la inteligencia como las alas a las mariposas de la isla de Kerguelen, ya que su misión en el mundo no es la de luchar en la vida, sino acunar la descendencia de quien tiene que luchar por ella». Los resultados fueron utilizados posteriormente por Vallejo-Nájera para reclamar «una Inquisición modernizada» que permitiera «higienizar nuestra raza». Murió en 1960 tras publicar cerca de treinta libros, aunque su obra, en un histórico ajuste de cuentas, ha quedado por suerte enterrada bajo polvo y olvido.

https://www.diariosur.es/sur-historia/experimento-franco-mujeres-gen-rojo-malaga-20220914092943-nt.html