dissabte, 17 d’agost del 2024

La «matanza» de Badajoz. 14 de agosto de1936.

 https://lamemoriaviva.wordpress.com/2009/09/14/la-memoria-historica-la-matanza-de-badajoz-1936/


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La Batalla de Badajoz desarrollada en esta ciudad del oeste de España, en la frontera con Portugal, durante la jornada del 14 de agosto de 1936, resultó en una de las victorias que se consideran de mayor trascendencia durante la Guerra Civil Española del bando sublevado contra el Gobierno de la II República, conocido popularmente como bando «nacional», ya que permitió la comunicación entre las áreas de su control del norte y sur, a la vez que aisló definitivamente del país vecino, el territorio controlado por el Gobierno republicano.

Tras la batalla, se desencadenó uno de los episodios más controvertidos de represión y asesinatos de toda la guerra.

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Situación estratégica

En el verano de 1936, unos 10.000 soldados de tropas regulares del Ejército de África fueron transportados en puentes aéreos alemanes e italianos al sur de España superando el Estrecho de Gibraltar. El bando sublevado se reunió en Sevilla y el 1 de agosto el general Franco ordenó dirigirse hacia el norte para enlazar con las fuerzas del general Mola.

Dirigidos por el coronel Asensio y el comandante Castejón, el bando nacional se dirigió hacia el norte con un destacamento motorizado, parándose para bombardear y capturar poblaciones fronterizas. El 10 de agosto, el teniente coronel Yagüe llegó para coger el mando cerca de Mérida, el bando sublevado había asegurado 300 km de la frontera con Portugal. Mérida cayó tras una dura lucha en las orillas del Guadiana, dejando a la vecina Badajoz la última posición de la República en la frontera y aislada. Yagüe marchó hacia Badajoz con 2.250 legionarios, 750 regulares marroquíes, y cinco baterías, dejando al comandante Tella atrás para mantener Mérida.

Dentro de la ciudad-fortaleza, el coronel Puigdendolas dirigía a unos 6.000 milicianos republicanos. Cuando el ejército sublevado se acercaba, un grupo de guardias civiles intentó desertar al bando sublevado. Puigdendolas aplastó la revuelta, pero minó la confianza de sus hombres.

GCE_SD_Represion_Badajoz_041La batalla

El avance desde el sur de tropas procedentes de África proporcionó a los militares rebeldes la posibilidad de dejar, en la primera quincena de agosto, sus huellas en AlmendralejoMéridaZafra y otras localidades; según el dirigente socialista Julián Zugazagoitia, los sublevados decían que con sus asesinatos «daban a los campesinos la reforma agraria, proporcionándoles un pedazo de tierra sin renta y para siempre».

El bando sublevado lanzó su ataque en la tarde del 14 de agosto, tras bombardear la ciudad durante la mayor parte del día. Una unidad de la Legión, cantando y gritando, asaltó la Puerta de la Trinidad. Una resistencia resuelta de las ametralladoras y tiradores republicanos frenó el asalto, triturando varias oleadas de tropas nacionales.

Ignorando sus bajas, los legionarios continuaron avanzando. Una carga conducida por carros blindados ganó la puerta y los nacionales superaron a los defensores, corriendo hacia la brecha y llegando al combate cuerpo a cuerpo. Pese a que posteriores leyendas hablen de pérdidas entre los asaltantes de hasta 250 muertos, los historiadores franquistas redujeron esas pérdidas, sabiendo hoy día que el total de bajas entre los asaltantes fue de 44 muertos y 141 heridos

En la parte sur unidades sublevadas asaltaron las murallas con menos dificultad. Los regulares de Tetuán se abrieron paso a través de la Puerta de Carros y los legionarios y marroquíes barrieron a los republicanos de los cuarteles. Una vez dentro, persiguieron a la milicia republicana, acuchillándoles en su camino al centro de la ciudad. La lucha callejera aún duraba pasada la medianoche.

Puigdendolas, mientras tanto, salió de la ciudad y huyó a Portugal.

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Consecuencias

La caída de Badajoz separó de la República la región de Extremadura del norte de Huelva, que fue posteriormente acallado por el emergente estado del bando sublevado. Tras la batalla, Yagüe se dirigió al norte hacia Madrid y llegó al Tajo. Allí se enfrentó a fuerzas republicanas en batallas campales en las semanas siguientes.

La Batalla de Badajoz siguió patrones que continuaron el resto del verano: milicianos republicanos tomaban fortalezas medievales que salpicaban Castilla, sin poder parar ni retrasar el avance de las tropas profesionales de Franco. El ejército regular probó ser capaz de barrer defensas preparadas por fuerzas enemigas superiores, pero a menudo sufría asombrosas pérdidas de sus mejores tropas. A finales de año, una buena parte de la Legión moriría [cita requerida], a lo largo de una serie de ciudades amuralladas que se extendían desde Sevilla hasta las afueras de Madrid.

Plaza de Toros de Badajoz

Plaza de Toros de Badajoz

La matanza de Badajoz

Tras la toma de la ciudad por las fuerzas sublevadas, estas llevaron a cabo una brutal represión entre los defensores de la ciudad, y perpetraron la masacre de Badajoz, asesinando a entre 1.800 y 4.000 personas (según versiones).

Estos asesinatos fueron llevados a cabo en distintos lugares de la ciudad, sobre todo en la plaza de toros en los días posteriores a la batalla, y tuvieron una gran trascendencia internacional debido a la presencia de periodistas de diversos medios en la ciudad.

Juan Yagüe Blanco,  el carnicero de Badajoz.

Juan Yagüe Blanco, el carnicero de Badajoz.

Juan Yagüe Blanco, el carnicero de Badajoz. Antecedentes y consecuencias

No es de extrañar que los autores pro-franquistas, anti-republicanos o simplemente de derechas se hayan centrado en el “terror rojo” y hayan olvidado el “terror blanco” y de “fascismo agrario” que se decretó desde las alturas del mando. La simbiosis entre la mentalidad africanista y el odio acumulado de los latifundistas generó un clima absolutamente letal. De lo que se trataba era de dar un vuelco que permitiese volver a los tiempos felices anteriores a las malhadadas reformas republicanas. El golpe militar se reveló en Andalucía y en Extremadura en toda su crueldad y en su naturaleza más genuina. Se inició con baños de sangre tan pronto como explotó. Queipo de Llano y Juan Yagüe, en particular, promovieron acciones violentísimas. La documentación militar de la época dice que se trataba de “lograr no solamente el castigo de los culpables sino la ejemplaridad”, un didactismo por el terror que enterrase literalmente y de una vez por todas la aspiración de los campesinos sin tierras de colectivizar las grandes fincas improductivas: una auténtica contrarreforma agraria de espaldas al pueblo.

La Batalla de Badajoz tuvo cuatro consecuencias inmediatas: 1) promovió un pacto de sangre entre quienes perpetraron las atrocidades que la jalonaron: ya no había marcha atrás; 2) expandió el territorio que los sublevados controlaban, tras enlazar con el ocupado por Mola, y que ya cubría desde Galicia a Andalucía occidental; 3) afectó a la cohesión republicana; 4) estimuló la sed de venganza y muchos republicanos vieron en esto una legalización a sus propias acciones de represión.

Hay que referirse a la otra represión, la represión republicana, concretamente en el pueblo de Fuente de Cantos, entre los días 18 y 19 de julio de 1936, antes de que legionarios y moros hubieran llegado a Sevilla.

Tanto el historiador Francisco Espinosa (La columna de la muerte, 2001), como el ex alcalde socialista y hoy diputado provincial Cayetano Ibarra (La otra mitad de la historia que nos contaron, 2005), relatan estos hechos, especialmente Cayetano Ibarra, que escribe en el libro citado:

Localidades como Almendralejo, Azuaga, Burguillos del Cerro, Campanario, Campillo de Llerena, Quintana, etc., fueron escenarios de la represión republicana en los primeros momentos del alzamiento. Pero en ninguno de estos lugares, como en Fuente de Cantos, los hechos ocurridos como reacción de las izquierdas ante la sublevación militar, se producen de forma tan inmediata.

Los hechos a los que se refiere el texto fueron el encierro de 56 personas en una iglesia de Fuente de Cantos, y la quema posterior de ésta, entre el 18 y 19 de julio de 1936. Perecieron 12 personas, ocho de ellas quemadas. Según cuenta Cayetano Ibarra en este libro, las tropas franquistas, tras la toma del pueblo, matarían a unas 300 personas.

Esta operación se repitió en Almendralejo el 7 de agosto con los encerrados en la cárcel, de los que 28 fueron ejecutados, y en Badajoz, donde también se produjeron ejecuciones entre los partidarios del bando franquista.

fuente
Wikipedia, la enciclopedia libre. (Inglés)

Fuente:

EL VAGABUNDO DE MI CIUDAD

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