María
Torres - 18 abril 2012
El
18 de abril de 1991 fallecía, arropado por la pobreza, Gabriel Celaya, el
ingeniero del verso, el máximo representante de la poesía social, el hombre
comprometido, el poeta de la sonrisa fácil.
No
dudó dejar la vida cómoda que le imponía el puesto de gerente en la fábrica de
su padre por dedicarse a la poesía, trasladándose a Madrid con Amparitxu, su
compañera de vida, sin más pertenencias que "el cielo arriba y la tierra
debajo".
Fueron
años de multas, cárcel, persecuciones y dificultades económicas, tras los
cuales nos dejó un legado de más de 80 libros de poemas, cargados de futuro,
que no han perdido vigencia.
Quiero
recordar, hoy en el aniversario de su muerte, sus palabras de compromiso.
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