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lunes, 19 de septiembre de 2016
Garazi Lizaso defendiendo su TFM sobre la cárcel de mujeres de Saturraran,
hoy en la UPV/EHU.
En la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea el mes de septiembre es nuestra época de vendimia particular, al menos en el ámbito de la Arqueología del Pasado Contemporáneo. Alumnos y alumnas presentan sus trabajos finales del Máster en Rehabilitación, Restauración y Gestión Integral del Patrimonio Construido. Hoy Garazi Lizaso Manterola ha defendido con éxito su TFM titulado: Birrindutakoa berpizten. Ahaztutako arkitekturak eta emakumeak: Saturrarango emakumezkoen espetxearen adibidea. Un magnífico estudio desde una perspectiva de género en el que analiza un edificio de Saturraran (Mutriku, Gipuzkoa) destruido en 1987 y que tiene una larga historia de usos de lo más variopinto. Empezó siendo un complejo hotelero vinculado a los baños de mar. Después se convirtió en residencia de veraneo de los seminaristas de Vitoria-Gasteiz. Cuando estalló la guerra ésta sorprendió a unos cuantos aprendices de curas. Fue el Padre Barandiaran quien, antes justo de marchar al exilio, medió con el Gobierno Vasco para evacuar a zona franquista a aquellos seminaristas alaveses que así lo quisieron. Gudaris del EAJ/PNV utilizaron el edificio como cuartel en agosto-septiembre de 1936 hasta que cayó en manos de los franquistas tras la conquista de Donosti.
El antiguo complejo hotelero, después penitenciario.
Destruido para construir un parking anejo a la playa.
La represión desatada por los golpistas halló en Saturraran uno de sus espacios emblemáticos. El antiguo complejo hotelero fue reconvertido en cárcel de mujeres, en uso entre 1938 y 1944. Las memorias de las supervivientes no dejan lugar a dudas sobre la brutalidad de un sistema de redención infame. Basta con leer el testimonio de Josefa García (maestra gallega republicana de Tomiño, a quien enviaron a prisión tras liquidar a su marido) para conocer de primera mano abusos sexualres y cómo la marea anegaba las celdas con las presas dentro. La investigadora y periodista María González Gorosarri, autora del libro No lloréis, lo que tenéis que hacer es no olvidarnos, calcula que cada una disponía de unos 45 cm de suelo para domir, y lo hacían sobre jergones de hoja de maíz amontonados. En 1944, ante el temor de que la victoria aliada pusiese fin a la dictadura fascista en España, el régimen decidió echar el cierre al penal y los edificios fueron devueltos a la Iglesia.
Para reeducar a las rojas y que fuesen dignas de la Nueva España, el régimen nacional-católico contó con personajes siniestros como la directora del centro, la monja Sor María Aránzazu Vélez de Mendizábal, apodada La Pantera Blanca por las reclusas. La Virgen de la Merced era la patrona del patronato de Redención de Penas. Si los mercedarios en el siglo XVI se dedicaban a rescatar a cristianos viejos de lasgarras moriscas, las mercedarias franquistas se dedicaban ahora a domesticar republicanas. 4000 mujeres pasaron por la cárcel de Saturraran entre 1938 y 1944. Entre sus muros fallecieron 116 mujeres y 56 niños y niñas, tanto por los malos tratos inflingidos como por inanición, tifus, tuberculosis y otras enfermedades.
Nada de esos aparece en las páginas de la revista Redención, en donde la Prisión Central de Saturrarán es un ejemplo de la caridad cristiana y la generosidad de Francisco Franco.
Guardias, monjas-guardianas y cura celebrando misa junto al Pabellón Celular
o celdas de castigo de la Prisión Central de Mujeres de Saturraran.
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