dimecres, 13 de novembre del 2013

Dos costureras asesinadas y olvidadas durante 77 años en las Peñas de Santo Domingo


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  • Lourdes y Rosario Malón, de 18 y 23 años, fueron asesinadas en agosto de 1936 por un grupo de falangistas cuando se escondían en las montañas del Prepirineo zaragozano
  • La Asociación La Charata de Uncastillo comienza este fin de semana los trabajos para exhumar sus cuerpos, enterrados supuestamente a más de 1.500 metros de altura
Actualizada 09/11/2013 a las 23:53  
Rosario Malón (izda) junto a sus hermanos Mariano y Lourdes.  LA CHARATA
Rosario Malón (izda) junto a sus hermanos Mariano y Lourdes. LA CHARATA
Lourdes y Rosario Malón vivieron su última noche escondidas en una cueva. Tenían 18 y 23 años cuando el golpe de Franco las obligó a echarse al monte y abandonar Uncastillo, su pueblo, en el noroeste de Zaragoza. No iban solas. Unas 20 personas, entre ellas su padre Francisco y su hermano Mariano, trataban de escapar de las batidas de sublevados que peinaban la sierra. La noche del 20 de agosto de 1936, el grupo de Lourdes y Rosario se refugió en las Peñas de Santo Domingo, una zona de montaña y terreno rocoso a más de 1.500 metros. Hasta ahí llegaron unos falangistas que habían recibido el chivatazo y a las 5 de la mañana comenzaron los disparos. Rosario murió de un tiro en la cabeza y a Lourdes, herida en la pierna, la remataron por la mañana.

Ahora, la Asociación La Charata para la memoria histórica de Uncastillo intenta recuperar los restos de las dos jóvenes y de un tercero, cuya identidad se desconoce. Este fin de semana comienzan los trabajos de rastreo con georradar en la pradera en la que fueron asesinadas y donde se cree que todavía están sus cuerpos.

“Mi familia fue prácticamente exterminada”, dice Mariano, de 60 años, hijo de Mariano Malón y sobrino de Lourdes y Rosario. Su padre fue el único de una familia muy vinculada al Partido Socialista que consiguió sobrevivir y llegar a la zona republicana de Huesca. “La única razón por la que murieron mis familiares eran sus ideas políticas”, explica. Además de sus tías Lourdes y Rosario, también murió huyendo su abuelo Francisco, exhausto y “sin ganas de vivir”. “A mi abuelo no lo fusilaron, pero lo mataron de dolor y pena”, dice Mariano. Antes de que murieran sus hijas, Francisco supo que su mujer Francisca, que no tenía afiliación política y que se había quedado en Uncastillo, había sido fusilada a comienzos de agosto en el pueblo vecino de Luesia.

“La historia era conocida en la zona y hace unos cuatro años subimos a Longás [un pequeño pueblo próximo a las Peñas de Santo Domingo] para recabar testimonios orales”, explica el arqueólogo Javier Ruiz, que colabora con la Asociación La Charata en este proyecto. Las pruebas que recogieron, como una información de El Noticiero en septiembre de 1936 que describía la batida falangista, sirvieron para delimitar poco a poco el área del enterramiento. “Mi padre volvió a por sus hermanas muertas al día siguiente, pero no pudo enterrarlas. Sólo colocó piedras encima para espantar a las alimañas”, dice Mariano. Ahora creen que los falangistas mandaron días después a un grupo de republicanos para que enterraran a las jóvenes cerca de la pequeña ermita de Santo Domingo.

Mariano, que vivió 9 años en Uncastillo antes de mudarse a la localidad cercana de Pinsoro, explica que su padre nunca le ocultó la historia de su familia. “Mis tías eran costureras y ayudaban a la profesora Basilia siempre que podían. Cuando faltaba a clase, ellas se encargaban de sustituirla”. Pertenecían a las Juventudes Socialistas y su sobrino afirma que uno de los motivos por los que las persiguieron fue porque habían bordado una bandera republicana. Al conocerse la sublevación, se fueron del pueblo por precaución hasta ver que sucedía. “Pensaban que sería algo corto”, dice Mariano, quien detalla que su familia sobrevivió en el monte gracias a la ayuda de gente de Uncastillo. “Las salidas del pueblo estaban muy vigiladas y no permitían a los pastores llevar en sus alforjas mucha comida”, dice. Algunos de esos pastores se reunían luego con los huidos para darles su comida y volvían a casa en ayunas. Otros escondían alimentos camuflados bajo el estiércol que llevaban al campo.

Al principio, los huidos se quedaron en los alrededores del pueblo, más o menos dispersos, pero los ataques falangistas los empujaron hacia el norte. “Cuando llegaron a las Peñas de Santo Domingo, pensaban que estaban a salvo. Desde ahí ya se divisa la zona de Huesca”, cuenta Mariano. Su idea era cruzar el río Gállego y pasar al bando republicano. Sólo el padre de Mariano lo consiguió e incluso combatió en la 127 Brigada Mixta. Al final de la guerra, fue detenido en Valencia, juzgado en Zaragoza y obligado a trabajar en un Batallón de Soldados Trabajadores Penados durante tres años en Asturias y Cádiz antes de que pudiera regresar a Uncastillo.

Optimistas y esperanzados

“Cuando supimos la historia de Lourdes y Rosario y hablamos con su sobrino Mariano nos preguntamos 'por qué no intentarlo'”, dice Mari Carmen Ríos, presidenta de La Charata. La asociación nació en 2007 para recuperar la memoria de los represaliados en la Guerra Civil y la dictadura en la comarca de las Cinco Villas y este verano ya realizó una exhumación en Sos del Rey Católico gracias a las aportaciones hechas por crowdfunding. Ahora buscan "hacer justicia a estas dos víctimas" y para ello cuentan con un equipo formado por tres arqueólogos, un antropólogo y voluntarios que efectuará una primera exploración con georradar en busca de posibles alteraciones en el terreno.

No obstante, La Charata lamenta la falta de apoyo económico y de financiación de estos trabajos. Actualmente, la Ley de Memoria Histórica no cuenta con fondos y no saben si recibirán unas subvenciones que ya tenían concedidas. De momento tienen 1.200 euros para la primera fase, que se realizará en los próximos días antes de que llegue el invierno, pero no saben si podrán continuar en primavera y completar los 5.800 euros del presupuesto total.

Pese a todo, tanto la asociación como Mariano se muestran optimistas. Han visitado en varias ocasiones el terreno y han comprobado que las descripciones de los testimonios encajan, como la cueva en la que se refugiaron Lourdes y Rosario, poco más de dos metros excavados en una roca. “Tengo la ilusión y la esperanza de encontrarlas”, dice Mariano.“Yo no guardo rencor y aquí los que podrían perdonar ya están muertos. Está claro que todas las muertes de la guerra fueron inútiles.Encontrarlas no sería un triunfo, pero sí un final del camino, aunque siga teniendo un vacío en mi interior: yo nunca tuve besos y caricias de mis abuelos ni navidades con mis tías”.