Intxorta 1937 Elkartea le reconocerá mañana en Elgeta en una jornada dedicada a la memoria histórica
Superviviente, ese es quizás el apelativo que más justicia puede hacer a Regino Biain, el último gudari oñatiarra, porque pese a que el inmenso torbellino de la guerra civil lo atrapó de lleno y lo cambió para siempre, nunca permitió que las lágrimas del pasado borrasen las sonrisas del presente.
Cárceles, fusilamientos, las cruentas ofensivas del ejército franquista, los batallones de trabajadores ... pusieron a prueba su fortaleza física y sobre todo emocional, pero no mermaron sus ganas de vivir, y esa ha sido la gran victoria, la particular venganza de un hombre afable, humilde, emprendedor, familiar, religioso y muy comprometido, que se apuntó voluntario a la mili para poder estudiar perito mercantil, y cuando estalló la guerra tuvo claro que no quería sumarse a los sublevados.
Así que aprovechando que estaba de permiso en Oñati decidió no volver. Su hermano, Luis, les llevó a él y a otro compañero a la casa de un tío en Osintxu, y de allí pusieron rumbo a Bermeo, donde con apenas 20 años, se alistó de forma voluntaria al batallón Itxarkundia del PNV, con acuartelamiento en Gernika-Lumo. Lo pasó tan mal, sintió tanto miedo, y vio tantas veces de cerca la muerte, que al regresar a casa, el 8 de junio de 1940, decidió que con 24 años no podía dejar pasar la oportunidad de vivir por los que no lo consiguieron, y por él mismo. Y pese a las penurias de la posguerra, lo hizo. Se casó con Juanita Zubiagirre, del caserío Pollangua, su inestimable compañera de viaje durante 62 años (a la que conoció un día de Corpus), y tuvieron cuatro hijos: Ernesto, José Manuel, Elena y Ánjel Mari, que le acompañarán mañana en el homenaje, que a sus 98 años de edad (hará 99 el 7 de septiembre), le tributarán en Elgeta en la jornada denominada 'Intxortako Erresistenteen Eguna'.
Durante la cita se rendirá tributo a los gudaris, milicianos supervivientes y familiares de personas represaliadas, así como a los partidos políticos, sindicatos y organizaciones que lucharon con el mismo objetivo. «La fecha y el lugar tienen suma importancia. Precisamente el 19 de abril de 1937, el general Franco llegó a Bergara, junto a Mola, y Camilo Alonso Vega, y al día siguiente, pese a traer la ayuda de todo el fascismo internacional y las tropas africanas, fueron testigos de una gran derrota en las estribaciones de los montes Intxortas», explican desde Intxorta 1937, que está volcada en esta jornada dedicada a la memoria histórica.
Apresado en Laredo
Regino no faltará a la cita. El último gudari oñatiarra de los batallones del Gobierno Vasco, ha perdido los últimos años algo de locuacidad y movilidad, pero tiene la mente lúcida y quiere conocer a supervivientes como él, que vivieron sus peores días de guerra en la salvaguarda última de Bilbao, en Artxanda.
Biain, el mayor de nueve hermanos del matrimonio formado por Manuel y Margarita, consiguió con su batallón retrasar la llegada de las tropas fascistas, y facilitar la evacuación de Bilbao por orden del lehendakari Agirre.
Recuerda que su primer destino fue Villareal de Alava, y su primer comandante Luis Sansinenea, que acabaría viviendo en Oñati, donde se casó. «El acoso por aire era tal, que no podíamos casi ni salir de las trincheras, así que decidimos escapamos hacia el cinturón de Bilbao aprovechando la nocturnidad», recuerda. Allí con su máuser aguantaron hasta el final. «Un día vimos pasar unos aviones y al día siguiente supimos que habían bombardeado Gernika. Dos meses después, llegó la batalla campal de Artxanda. Anduvimos a tiroteo limpio, tanto que no podía ni tocar el cañón del fusil por lo que quemaba. Fue muy violento y una lotería. Al compañero que estaba codo con codo conmigo le metieron un tiro en la cabeza, y yo me salvé», evoca.
Los supervivientes, se replegaron andando de Bilbao hacia Laredo, donde esperaban un barco que les exiliaría a Francia, que nunca llegó. Así, el 26 de agosto de 1937, fue apresado por las tropas italianas en Santo Cristo de Limpias y trasladado a la playa de Laredo, a un edificio donde se instaló el campo de concentración. Allí permaneció hasta que fue destinado a San Juan de Mozarrifar, en octubre.
En enero de 1938, se constituyó el Batallón de Trabajadores nº 25, que partió con destino a Biscarrues (Huesca), Almacellas y Tarrega, ambos enclaves de Lleida. Hicieron trabajos forzosos de construcción de pistas y de carga y descarga de servicios de intendencia y materiales de fortificación de los frentes. A comienzos de 1939, se incluyó en el batallón disciplinario 208, emplazado en Espiel (Córdoba) de recogida de alambradas y limpieza en los frentes. Hacia el verano, llegaron a Los Barrios (Cádiz), dedicándose a arreglos y construcción de caminos.
Regino esboza una sonrisa al recordar entre tanto sufrimiento, los trucos con los que el txistulari oñatiarra, Demetrio Iriarte, con el que coincidió en los trabajos forzados, les birlaba vino a los mandos. Detalles que te permiten aferrarte a la esperanza de vivir, en circunstancias en las que morir era lo más fácil. «Un día un sargento me puso una pistola en la cabeza», asevera. El 8 de junio de 1940, fue liberado y regresó Oñati «sin rabia, ni rencor, a construir una nueva vida».
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