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Hoy el pueblo de Villagómez tiene apenas 60 habitantes. La persecución, el acoso y la ambición de aquellos golpistas han causado este efecto demoledor sobre la localidad, que a fecha de hoy sigue cayendo en todas las estadísticas.
29 de septiembre de 2015 | Fuente: | por Villagómez la Nueva
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Palacio de Villagómez la Nueva
Villagómez la Nueva es una población situada en plena Tierra de Campos y pertenece a la provincia de Valladolid, de cuya capital la distancian 79 kilómetros. Su referencia política y económica fue siempre Villalón de Campos, situada a sólo 11 kilómetros, por su relación de cercanía. Su economía es agraria, cerealista, y los cultivos se producen en terrenos de grandes proporciones que necesitaban muchos brazos. Los jornaleros de Villagómez, como sucedía con sus compañeros de toda la zona, pasaban temporadas de grandes carencias coincidentes con las temporadas de escaso trabajo en el campo. A causa de esta circunstancia, muy a menudo se veían en la necesidad de pedir prestado, comprar al fiado y confiar en ser contratados en época alta para poder saldar sus deudas. Al finalizar el verano cobraban y podían satisfacer las deudas contraídas.
Los jornaleros del campo vivían bajo la autoridad del propietario, tanto como los siervos de la edad media. Si su comportamiento no se ajustaba a las exigencias del patrón, éste no les contrataba, propiciando así su desarraigo al tener que emigrar a otras localidades donde poder emplearse. Tanto en la monarquía como en la dictadura de Primo de Rivera, los jornaleros fueron siempre blanco del abuso de los propietarios.
En Villagómez la Nueva había Centro Obrero, pero no Cooperativa, por lo que los jornaleros acudían a los préstamos usurarios para subsistir durante el invierno.
El médico del pueblo era Emilio Melchor González, y vivía en un edificio conocido como “el castillo” o “el palacio”, hoy en ruinas. Este hombre, relacionado por matrimonio con prestamistas de Villalón, atendía a toda la gente que lo necesitaba, les proporcionaba todo tipo de tratamiento y les prestaba dinero a crédito. Cuando la gente le decía que tardarían en pagarle, que no tenían dinero, él les contestaba que estuvieran tranquilos, que ya pagarían. Cuando tenía una deuda acumulada, se hacía con las tierras u otras propiedades de los deudores. Por este procedimiento logró reunir una gran cantidad de patrimonio en las localidades de Villagómez, Cabezón, Villalba, Bustillo, Gordaliza y Villanueva, llevando a la ruina a muchas personas según testimonios recogidos.
El alcalde del Frente Popular, Fortunato Pisonero Ibáñez, decidió tomar medidas para frenar estos procedimientos y de hecho cuando se produjo el levantamiento estaba en conversaciones con abogados para intentar denunciar las prácticas de Melchor González y acabar con ellas, lo que sin duda influyó decisivamente para acabar con su vida.
En el pueblo había cinco o seis cantinas y dos bailes y cada uno iba al que le correspondía según su posición. A estos locales acudían vecinos de todos los pueblos de alrededor. En octubre de 1934, el seguimiento de la huelga no dio lugar a represalias relevantes. Puede decirse que era una localidad tranquila y con un buen nivel de convivencia.
El nueve de mayo de 1936 se constituyó una Comisión Gestora propuesta por el delegado gubernativo Félix Pérez García, compuesta por:
Licerio Cano José Fonseca García Eladio Vega Gutiérrez Secundino Domínguez Villagrá Leoncio Juanes Martínez Fortunato Pisonero Ibáñez Hermenegildo Gallego
Fortunato Pisonero fue nombrado Presidente de la Gestora (alcalde).
Excepto José Fonseca y Licerio Cano, las demás autoridades municipales fueron asesinadas por los sublevados.
El día ocho de agosto de 1936 se habían terminado las tareas del campo propias del verano. Hacia las diez de la noche, los vecinos de Villagómez la Nueva, que estaban prácticamente todos en sus casas, escucharon la llegada de un vehículo pesado y a continuación ruidos y gritos. Algunos de ellos salieron a la calle, y al llegar a la plaza vieron que había aparcado un camión desconocido, rodeado por un grupo de personas que entraban y salían del ayuntamiento. Reconocieron a unos falangistas conocidos como “los Mosquitos”, pertenecientes a una familia de Vega, que eran los dueños del camión, y además al cura de Villalba de la Loma, vestido con un mono azul y llevando en la mano un arma larga. Este cura ya había ido a sacar gente a otros pueblos. Los demás integrantes del grupo iban embozados en capotes, por lo que no pudieron identificarles. A continuación, los forasteros se dirigieron a las casas de algunos vecinos y los detuvieron, conduciéndolos hasta el camión bajo la amenaza de sus armas, aunque ninguno de los detenidos opuso resistencia.
El alcalde Fortunato Pisonero se encontraba en su casa cenando con su familia. Un grupo de tres o cuatro hombres fueron a buscarle “para hacer una declaración”. Fue su mujer quien les abrió la puerta. Ya se habían empezado a conocer los asesinatos que estaban produciéndose en los pueblos de los alrededores.
Fortunato cogió una manta y toda la familia se dispuso a acompañarle. Cogió a uno de sus hijos de la mano; su mujer llevaba al menor en brazos. Así fueron hasta la plaza. La declaración consistió en subir al camión junto con otros vecinos:
Secundino Domínguez Villagrá, concejal Eladio Vega Gutiérrez, Teniente de alcalde Estanislao Vega Gutiérrez su hermano Ángel Félix Giraldo Crespo Marcelo Viejo Motila Manuel Rubio Fernández, jornalero de Becilla que estaba haciendo el verano en Villagómez.
El alcalde, el teniente de alcalde y uno de los concejales fueron detenidos aquella noche. Pocas horas más tarde serían asesinados.
La detención se llevó a cabo sin resistencia de ninguna clase. Las víctimas, según recuerdan los testigos, se despidieron de sus familias desde el camión. Nunca los volvieron a ver.
Pero los asesinatos no se detuvieron aquí. Además de estas personas, fueron víctimas:
Hermenegildo Gallego, concejal que no fue depuesto al principio. El día 5 de agosto de 1936 se personó en el ayuntamiento el cabo de la guardia civil Santiago Díaz Velázquez para destituir de sus cargos a los concejales Hermenegildo Gallego y Licesio Cano por ser de izquierdas, tal como figura en el acta del ayuntamiento de ese día, quedando la Corporación compuesta por los restantes concejales. El que llevó adelante la denuncia fue un antiguo correligionario de éstos y directivo de la Casa del Pueblo, reconvertido al falangismo. Ambos concejales fueron detenidos y conducidos a una zona de monte donde los apalearon hasta dejarlos por muertos, aunque los dos pudieron sobrevivir. Después, alguien les encontró y fueron llevados al Hospital Provincial de Valladolid, donde Hermengildo falleció a causa de las lesiones. Su hijo Hermenegildo Froilán Gallego Domínguez, fue detenido a finales de septiembre junto a otro hombre y asesinado. Tenía 20 años, por lo que era menor de edad.
Leoncio Juanes, que tenía una carnicería, huyó al campo y se escondió en unas morenas. Enseguida fue detenido y asesinado.
Marcelo Rubio Hernandez, de 71 años, viudo, que residía en Villagómez, fue condenado a 9 años de prisión por decir en la carnicería del pueblo que “la aviación roja tenía que lanzar más bombas”. Lo denunciaron los presentes. No resistió las condiciones de la cárcel y falleció en la prisión de Figueirido (La Coruña) el 12 de enero de 1940. Además, el Tribunal de Responsabilidades Políticas le impuso una multa de 150 pesetas, que se cobraron embargándole “bienes muebles misérrimos y útiles de su oficio” a pesar de que ya estaba muerto.
Domiciano Domínguez González, falleció en el frente de Madrid, en las filas republicanas, por lo que su pueblo no consideró necesario que figurase en recordatorio alguno. Se le tuvo por prófugo hasta el año 1940.
Aurelio Domínguez del Pozo fue detenido el 21 de agosto de 1936 y encarcelado en Mayorga. Juzgado en la Causa 446/36 y acusado de rebelión, recibió una condena de 30 años de cárcel.
El médico Emilio Melchor González, hizo gestiones para que las víctimas se entregasen, dándoles todo tipo de seguridades. La mañana siguiente a la detención, familiares de los detenidos fueron a ver al médico a primera hora, y éste les dijo tranquilamente que no había nada que hacer.
En cambio, el párroco llamado Pedro Calderón, paró las matanzas hasta donde pudo o le dejaron.
El pueblo quedó destrozado. Los familiares de las víctimas recibieron amenazas, acoso y persecución, por lo que se marcharon en cuanto pudieron. Los que tenían bienes fueron encausados por el Tribunal de Responsabilidades Políticas, que les impuso multas a pesar de que llevaban años muertos. Esto supuso la incautación de los bienes que quedaban en las familias, que se vieron así en la ruina.
Los hijos de las víctimas marcharon a la emigración en cuanto se hicieron mayores. Hacia los años 60 muchos de ellos se fueron a Bilbao, a trabajar en las fundiciones. Algunos no han regresado jamás al pueblo. Las tierras quedaron en manos de unos pocos vecinos; pero la falta de trabajadores ha hecho que poco a poco todo se haya ido arruinando.
Hoy el pueblo de Villagómez tiene apenas 60 habitantes. La persecución, el acoso y la ambición de aquellos golpistas han causado este efecto demoledor sobre la localidad, que a fecha de hoy sigue cayendo en todas las estadísticas.
Comparativa del censo de población de Villagómez la Nueva:
1930: 526 habitantes 1940: 491 habitantes 2014: 68 habitantes
SACAS
Noche del 8 de agosto: un camión llega al pueblo con un grupo armado, compuesto por civiles entre los que destacaba el cura de Villalba de la Loma, vestido con mono azul y armado. Varios ciudadanos son citados en la plaza. Van todos sin resistencia. Los obligan a subir al camión y los conducen a lugar desconocido donde los matan.
Finales de septiembre de 1936: Paisanos armados detienen a dos vecinos y matan a uno de ellos, Hermenegildo Gallego.
VÍCTIMAS: LISTA TOTAL
Secundino Domínguez Villagrá, casado, cuatro hijos entre los 8 y 1 año, trabajaba en Gordaliza de la Loma, concejal. Paseado en la saca del 8 de agosto.
Hermenegildo Froilán Gallego Domínguez, Detenido a finales de septiembre junto a otro hombre y asesinado. Tenía 20 años. Paseando por la carretera con su novia, se cruzó con un camión de falangistas y les saludó con el puño cerrado, lo que originó su detención.
Hermenegildo Gallego, padre del anterior, concejal. Destituido y detenido junto a Licesio Cano, en su misma situación. Apaleados hasta dejarlos por muertos. Fallece en el Hospital Provincial de Valladolid a causa de las lesiones. Tenía unos 40 años y era machacador de profesión.
Ángel Félix Giraldo Crespo, casado, cuatro hijos. La mayor, Natalia de 19 años, fue testigo de los hechos. Leoncio Juanes Martínez, casado, cinco hijos, carnicero, concejal. Cuando se produjo el golpe huyó al campo y se escondió en unas morenas.
Manuel Rubio Fernández, se encontraba trabajando en Villagómez con motivo de las tareas del verano.
Fortunato Pisonero Ibáñez, casado, tres hijos de 7, 5 y 3 años. Alcalde. Paseado en la saca del 8 de agosto.
Estanislao Vega Gutiérrez, casado, cinco hijos, jornalero. Paseado en la saca del 8 de agosto.
Eladio Vega Gutiérrez, hermano del anterior, casado, 4 hijos. Jornalero, Teniente de alcalde. Paseado en la saca del 8 de agosto.
Marcelo Viejo Motila, soltero, jornalero. Paseado en la saca del 8 de agosto.
ENCARCELADO
Aurelio Domínguez del Pozo, casado, jornalero. Detenido el 21 de agosto de 1936 y encarcelado en Mayorga. Juzgado en la Causa 446/36, acusado de rebelión. Condenado a 30 años.
FALLECIDO EN PRISIÓN
Marcelo Rubio Hernández, 71 años, viudo sin hijos. Fallece en la cárcel de Figueirido, Pontevedra, el 12 de enero de 1940. Le habían embargado sus muebles y sus útiles de trabajo
El día 5 de agosto de 1936 se personó en el ayuntamiento el cabo de la guardia civil Santiago Díaz Velázquez para destituir de sus cargos a los concejales Hermenegildo Gallego y Licesio Cano por ser de izquierdas, tal como figura en el acta del ayuntamiento de ese día, quedando la Corporación compuesta por los restantes concejales. Ambos concejales fueron detenidos y conducidos a una zona de monte donde los apalearon hasta dejarlos por muertos, aunque los dos pudieron sobrevivir.
MUERTO EN EL FRENTE, EJÉRCITO REPUBLICANO
Domiciano Domínguez González, fallecido en el frente de Madrid, no figura en recordatorio alguno. Se le tuvo por prófugo hasta el año 1940.
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