dimarts, 6 de gener del 2015

La vida en una fotografía. María Torres.



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Hay imágenes que hablan por sí solas. La historia que os voy a contar se resume en esta fotografía. Entre los infinitos matices de grises se cuela la pérdida, la tragedia, la tristeza, la huida, el exilio, la vida, el hambre, el mundo perdido; las mil miserias de una guerra y sus perdedores; la infancia y la ilusión amputada por una bomba; la obligada rendición republicana.
La niña que camina con muleta asida de la mano de Mariano Gracia, su padre, agotado y hundido, se llama Alicia.   Detrás, de la mano de un desconocido, posiblemente un brigadista internacional, un niño cojeando de nombre Amadeo, hermano de Alicia, y más atrás el hermano mayor, Antonio.
Todos se dirigen hacía el exilio en Francia y es fácil adivinar que el año que esto ocurre es 1939.
Dos años antes, en Monzón, su pueblo, una bomba dejó mutilados a casi toda la familia. Mariano, el padre, trabajaba en la Azucarera de Monzón durante la guerra y era el encargado de encender la sirena de la fábrica para avisar de los bombardeos. Pilar, la madre, cuando caían las bombas pensaba que era mejor salir a campo abierto. Ese día a Amadeo, con apenas dos años, una bomba le arrancó la mitad de la pierna izquierda. A Alicia la explosión la segó la pierna entera. Cuando cayeron las bombas Pilar se tumbó sobre su hijo Amadeo para protegerle, recibiendo ella todo el impacto. Otra mujer cubrió a la pequeña Alicia. A su madre Pilar, se le abrió un socavón en el vientre y estuvo quince días agonizando en el hospital de Lleida. Murió pidiendo que le dejaran tener cerca a sus pequeños hijos mutilados. El único que resultó ileso del bombardeo efectuado por los fascistas sobre Monzón  el 20 de noviembre de1937, fue Antonio, el hermano mayor, pues la madre le había mandado a casa a buscar un dedal olvidado.
Estuvieron refugiados en La Garriga. Mariano el padre encontró un trabajo de jardinero en la Fundación Negrín, pero cuando vio que todo estaba perdido, decidió partir para Francia como tantos otros, buscando una salida y con la promesa de mantener a la familia unida, marcharon de Monzón a Francia pasando por Barcelona. Todos juntos llegaron a la frontera. Y allí les sorprendió el fotógrafo Roger Violet,de la revista francesa L’Illustration que capto esta doliente imagen que fue desconocida para la familia hasta que trascurrieron cincuenta años. Un 22 de diciembre de 1988, Antonio el hermano mayor se la encontró en la prensa. La imagen de su padre agarrado suavemente a la mano de su hija sirvió de inspiración para un monumento a los exiliados en La fajol (Girona), según recoge un libro de Rafael Torres (Desaparecidos de la guerra española, La Esfera de los Libros).
La promesa del padre no pudo mantenerse mucho tiempo, pues este murió al año y medio de llegar a Francia. Los tres hermanos, reclamados por sus abuelos,  se vieron obligados a regresar a Monzón en un vagón infestado de piojos. Antonio, el mayor, se quedó con los abuelos, y Amadeo y Alicia ingresaron en el hospicio de Huesca donde el hambre era el pan de cada día, y el postre surtido de golpes y humillaciones. Tardaron 12 años en salir de allí.
Amadeo permaneció en el hospicio hasta los 18 años. A los quince consiguió su primera pierna ortopédica. Comenzó a trabajar en Azucaera Española como administrativo y se jubiló hace unos años.
Alicia y Antonio ya han fallecido.
“No. Yo no puedo, aunque quiera, perdonar, ni olvidar, ni… Perdonar, ¿por qué? ¿Acaso han pedido alguna vez perdón ellos? No odio, aunque sí odié; no quiero revanchas, aunque en otro tiempo las deseé. No lo deseo, pero cuando por desgracia a algún descendiente de aquellos franquistas le sucede algo irreparable, no siento el más mínimo sentimiento de pena por él; siento lo mismo que cuando pisoteo una hormiga, me quedo absolutamente indiferente”. “Sé que estas palabras parecerán a ciertas personas poco ejemplarizantes, llenas de rencor; pero no, no me importa lo que piensen, no siento rencor alguno, ni alegría, ni nada hacia ellos, simplemente un profundo y absoluto desprecio. Nunca fui hipócrita, ni pienso serlo; ellos, con sus hechos y comportamientos a lo largo de estos años, lo han merecido. Es mi opinión. No creo que nunca, a pesar de los esfuerzos realizados por tantas y tantas personas de bien, se llegue a hacer la más mínima justicia sobre tanto dolor, escarnio y humillación realizados sobre millones de españoles por los sinvergüenzas más grandes que este país ha tenido (sólo hay que ver los comportamientos y aptitudes cobardes y cómplices de este Gobierno del PP)”. (Amadeo Gracia Bamala)
María Torres.