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LAURA MARTEL Y ANTONIA SANTOLAYA HACEN MEMORIA
La historia del barco de “los hijos de Neruda” forma parte de la memoria silenciada del exilio republicano español. Las referencias al mismo suelen centrarse en países de acogida como Argentina, México o Francia, ignorando a otros como Argelia y Marruecos, que atendieron a los más humildes, o a lugares más lejanos como Chile. La ciudad de Valparaíso recibió el 1 de septiembre de 1939, día de comienzo de la II Guerra Mundial, un carguero con cerca de dos millares y medio de españoles emigrados tras finalizar la Guerra Civil: el Winnipeg.
Su historia, 75 años después, es el relato del compromiso de Pablo Neruda, y de su mujer Delia del Carril, con el pueblo español tras su paso por los consulados chilenos de Barcelona y Madrid donde fraguó amistad con Alberti, Machado, Garcia Lorca, Cernuda, Aleixandre o Altolaguirre entre otros. El compromiso del poeta chileno quedó reflejado en el poemario España en el corazón.
Hagamos memoria, viajemos en el tiempo, hasta llegar a Chile, en el moemtno en que ha triunfado el Frente Popular. El gobierno electo decide extiender su solidaridad y ayuda a los refugiados españoles huidos a Francia por miedo a represalias. El país andino está políticamente dividido. No sin polémica, se planificó el traslado de emigrantes cualificados que ayudaran con su experiencia a construir el país.
Un fragmento del cómic 'Winnipeg, el barco de Neruda'.
Parte de aquel relato ve ahora la luz en forma de cómic: Winnipeg, el barco de Neruda de la mano de Hotel Papel. Una pequeña editorial especializada en cuentos infantiles de género que inicia su andadura en el cómic de adultos recordando aquel viaje real del que cerca de 15.000 chilenos son descendientes directos. Un episodio nunca reconocido oficialmente por ninguno de los gobiernos de nuestro país, una muestra más de la fragilidad de nuestra memoria institucional que suele paliarse en parte por el esfuerzo de pequeñas editoriales y publicaciones empeñadas en dar a conocer relatos olvidados.
La narración de Laura Martel e ilustración de Antonia Santolaya trasladan a la Barcelona de enero del 39. La guerra está acabada y hay que tomar una decisión: huir u ocultarse ante la represión segura. La decisión lleva consigo el paso ilegal de la frontera pirenaica en un invierno gélido de temperatura y sentimientos.
Inocencia entre salvajes
Una columna humana que recorre caminos y localidades acompañada de solidaridad, pero también de ventanas cerradas y silencios, fruto de miedos e incertidumbres ante lo desconocido. Llegan rumores sobre un carguero para un viaje imposible, pero no se conoce quiénes serán los elegidos para tan singular pasaje. Luego, el hacinamiento en la playa de Pauillac, cerca de Burdeos, la autoconstrucción de barracones y espacios. Epidemias, muertes y el viaje. El relato recorre el recibimiento chileno -también las trampas y artimañas que permiten sobrevivir en situaciones hostiles-, a través de la mirada de un padre y su hija de nueve años.
“Historias tan hermosas no hay muchas y no se pueden quedar en el cajón del olvido”, comenta Martel. Por su parte, Santolaya manifiesta que “ha sido un trabajo de reflexión personal, de no entender por qué son las cosas, por qué hay un holocausto, refugiados en un campo de concentración, por qué hay que llegar a una guerra y la pregunta: si yo estuviera en ese lugar, ¿en qué lado de la valla estaría?”.
Ninguna de la dos conocía la historia de un carguero construido para albergar a veinte tripulantes que fue adaptado para trasladar a dos millares largos de personas. “Yo cuento historias de todas las formas posibles, me gustan las historias como me gustan las palabras. Creo que los seres humanos necesitamos la ficción para entender mejor la realidad”, explica Martel. Santolaya es ilustradora y autora de cuentos infantiles: “Hacer cuentos para niños y cómic para adultos es distinto. En los cuentos se desarrollan las narraciones de manera más lenta visualmente, en el caso del cómic es una manera de narrar más cinematográfica, más secuencial”.
El precio de la libertad
Una de las grandes controversias fue la selección de los pasajeros. Neruda fue acusado de favorecer a intelectuales y pasajeros ideológicamente afines. “La selección se hizo escrupulosamente, apelando a la capacidad de cada cual en su oficio. Puede decirse que los refugiados que llegaron a Chile son la flor de los obreros y campesinos llegados de España”, comentó sin embargo el poeta al respecto.
Si la trayectoria del Winnipeg es bastante desconocida, su financiación lo es más. El gobierno del presidente Pedro Aguirre Cerda autorizó el traslado de los refugiados pero la operación tenía unos costes difíciles de justificar. En el cómic la imagen de Neruda comenta cómo ser resolvió la situación: “Vinieron a verme unos tipos rarísimos ¡Cuáqueros! Se ofrecieron a pagar la mitad de cada billete a los españoles”. Pero ¿quiénes eran esos Cuáqueros? La comunidad Sociedad Religiosa Los Amigos, fundada en el siglo XVII en Inglaterra, tenía entre sus fines luchar contra la esclavitud, no someterse a los poderosos, colaborar para un tratamiento humanitario a los criminales y especial atención a los más desfavorecidos.
Ellos, junto al Gobierno Republicano en el exilio de Juan Negrín hicieron posible la financiación de esta historia silenciada y poco reconocida. Hoy, pasados los años, el cómic nos acerca a ella y de paso nos interroga sobre otros mares y vallas que tenemos más cerca y no somos capaces de navegar, ni derribar.
Tres años después de su llegada a Chile, el Winnipeg fue hundido por un submarino alemán, pero su historia no se puede borrar y este comic contribuye también a no hacerlo. Así, Neruda: “Que la crítica borre toda mi poesía, si le parece. Pero este poema, que hoy recuerdo, no podrá borrarlo nadie”.
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