diumenge, 4 de gener del 2015

4.- EL LARGO VIAJE A CHILE


http://www.andalucia.cc/winnipeg/capitulo_4.htm



El “Winnipeg“ se mueve lentamente con todas sus luces encendidas, por el estuario de la Gironda, alejándose de Trompeloup – Pauillac. Acelera su andar al salir a mar abierto. Días después pasó cerca de las Azores, isla portuguesa, dirigiéndose hacia la Isla Guadalupe, isla francesa de las Pequeñas Antillas, en el Caribe, a fin de reabastecerse de agua, alimentos y combustible.
En el interior del barco, en los primeros días de navegación, se despliega un gigantesco trabajo de organización, que los refugiados cumplen en forma disciplinada. No podía ser de otra forma, dado lo que significaban las más de 2.000 personas, hombres, mujeres y niños, hacinados en el viejo barco de carga, apresuradamente provisto de apretadas literas de madera, servicios higiénicos improvisados, comedores provisorios, cocinas funcionando al máximo día y noche, sistemas de ventilación precarios, bodegas transformadas en dormitorios, etc, etc.
En primer lugar, se repartieron las literas por sorteo. Las mujeres se separaron de los hombres. Los niños pequeños iban con las mujeres en la popa del buque. Cada litera tenía una frazada y una colchoneta de paja. En cada dormitorio de literas, de a tres en altura, cabían cincuenta personas y sólo había un excusado provisorio. Ventiladores eléctricos trataban de ventilar los espacios.
Se establecieron varios turnos de comida, mientras la cocina del barco funcionaba día y noche. En general, la comida consistió en garbanzos, porotos, lentejas, con papas, a veces tortillas. También vendían cervezas y algunos licores en un pequeño bar improvisado que funcionaba en cubierta.
La tripulación era toda francesa, pero evidentemente el grueso de los servicios de atención a los refugiados era realizado por ellos mismos en forma organizada. El barco, como es de imaginar, estaba lleno de voluntarios: para pelar papas, limpiar los baños, cuidar los 350 niños, ayudar en la enfermería, etc etc.
No fue una tarea fácil, pero todos colaboraron en la medida de sus fuerzas. El viaje en el “Winnipeg” y sus incomodidades fue apreciado en distinta forma por los refugiados. Para los menos que habían sido atendidos en casas de franceses, el viaje fue desagradable, dado el hacinamiento en que se encontraban.. Pero, para la mayoría, aquellos que venían de los campos de concentración franceses, el viaje fue un paraíso. Las estrechas literas de madera con una frazada eran una delicia para aquellos que, sólo días antes, dormían en un hoyo en la arena, en los campos de concentración franceses, sin techo y soportando la lluvia y los fuertes vientos.
Se organizaron juegos y clases para distraer a los cerca de 350 niños que venían en el barco. También se organizó una guardería para los más pequeños. Todo lo cual era atendido por personal voluntario de los mismos refugiados.
Más adelante se formaron grupos corales. Los pocos chilenos que iban en el barco dictaban conferencias sobre Chile. Se discutía sobre la actualidad internacional.
Los niños, en general, disfrutaron del viaje, para ellos fue la gran aventura. Consultados por el autor, ya adultos, algunos niños y niñas que venían en el barco confesaron haberlo pasado muy bien. Subiendo y bajando por las escaleras del buque. Escondiéndose en los vericuetos más inverosímiles del "Winnipeg". Compenetrándose de la novedad que significaba navegar en alta mar. Haciendo las típicas diabluras infantiles, etc, etc
Fueron los que más disfrutaron del viaje.
La Segunda Guerra Mundial estaba a punto de comenzar de un momento a otro. Hasta un par de periódicos editados en el barco, informaban sobre las noticias mundiales y sobre Chile. Se reparte entre los refugiados un folleto sobre Chile que había escrito Neruda especialmente para los refugiados.
Los hombres y mujeres dormían en dormitorios separados. Sin embargo, las parejas más fogosas descubrieron en los botes salvavidas, cubiertos por una lona impermeable, un lugar estupendo para sostener encuentros íntimos, instantes respetados por los refugiados.
También hubo nacimientos en el barco, el 6 de Agosto de 1939, dos días después del zarpe, nació Agnes América Winnipeg hija de los refugiados Eloy Alonso y Piedad Bollada. Semanas después nació un niño, Andrés Martí , hijo de Eugenio Castell y de Isabel Torelló. Los partos fueron atendidos, sin contratiempos, en la enfermería del barco trayendo alegría y felicidad a los pasajeros del buque.
El 15 de Agosto de 1939, once días después del zarpe de Francia, el “Winnipeg” llegó a la Isla de Guadalupe, posesión francesa, donde en algunas horas se abastece de alimentos, agua y combustible. Luego el barco continuó su marcha a Panamá. En el viaje hasta la Isla de Guadalupe, el buque había soportado fuertes tormentas que lo remecen como a una cáscara de nuez, asustando a los refugiados, la mayoría de los cuales navegaba por primera vez y ya creían que el viejo barco se hundía entre las olas tormentosas.
En el trayecto hasta Panamá por el Mar Caribe, los refugiados escucharon la noticia de la inminencia del estallido de una nueva conflagración mundial.
El barco llegó al puerto de Colón, en Panamá el día 20 de Agosto de 1939, donde permaneció alrededor de cinco días soportando las altas temperaturas panameñas. El “Winnipeg“ se había transformado en un gigantesco horno. La demora se debió a que nadie se había preocupado de pagar los derechos de paso por el Canal de Panamá, grandiosa obra de ingeniería que permite el cruce de los barcos desde el Caribe hasta el Océano Pacífico y viceversa, subiendo y bajando, mediante esclusas, una considerable elevación.


Resuelto el problema, el barco continuó su peregrinación y en un día cruzó el Canal por entre la densa floresta tropical que lo rodeaba. Pese al calor, los inmigrantes miraban extasiados y sorprendidos la naturaleza exuberante de la vegetación tropical.

Canal de Panamá
En todo el trayecto hasta Panamá, los refugiados temían que estallara la Segunda Guerra Mundial y que los franceses, presionados por Alemania y España, hicieran regresar al “Winnipeg” a Francia. Por lo anterior, el viejo barco, ahora navegando en el Océano Pacífico, aceleró su viaje a Chile, pasando de largo frente a las costas de Colombia, Ecuador y Perú.
El temor que tenían los refugiados en volver a Francia y caer en manos de Hitler no era infundado sino muy real. En 1940, luego de invadir a Francia, la Alemania nazi tomó prisioneros a miles de republicanos españoles los cuales fueron enviados a realizar trabajos forzados. Cabe señalar que cerca de 7.000 españoles republicanos murieron en el campo de concentración de Mathausen, en Austria, durante la Segunda Guerra Mundial, como consecuencia de los trabajos forzados y las cámaras de gas. Durante la Segunda Guerra Mundial, miles de republicanos españoles que pelearon por el Ejército francés y en las guerrillas contra los nazis, al ser hechos prisioneros no fueron reconocidos como prisioneros de guerra por Alemania y fueron enviados a campos de concentración y trabajos forzados con los resultados ya señalados.
Chile - Parte del Territorio
El temor de los refugiados republicanos españoles del Winnipeg era, por lo tanto, muy real, en Septiembre de 1939.
Se esperaba que el “Winnipeg” llegara a Valparaíso en los primeros días de Septiembre de 1939. En Chile, mientras tanto, se preparaba la recepción de los refugiados con gran entusiasmo. Se solicitaba a los empresarios de distintas actividades productivas que definieran la cantidad de trabajadores que estaban dispuestos a contratar; se inscribía a familias españolas y chilenas que quisieran recibir en su hogar a los refugiados; se abrieron registros de alojamiento en pensiones y hoteles; se abrió una caja para recibir donaciones de ayuda a los refugiados, junto con actos y festivales benéficos.
En las primeras horas del día miércoles 30 de Agosto de 1939, el “Winnipeg” dando pitazos fondeó en el puerto chileno de Arica, ubicado en la frontera con Perú, dos mil kilómetros, al Norte de Santiago de Chile. Coros españoles, formados por los refugiados en el barco, entonaban sus canciones típicas, felices de haber llegado a la seguridad que les ofrecía el territorio chileno. Hasta ese momento, siempre habían pensado que el “Winnipeg” podría recibir una orden de regresar a Francia.
En Arica, subieron al barco, médicos y enfermeros chilenos, que sometieron a una revisión médica a los refugiados detectándose que no existían casos de gravedad a bordo y que, en general, todos estaban en buenas condiciones de salud.
En ese puerto, veinticuatro refugiados españoles desembarcaron y se quedaron, ya que había ofertas de trabajo para ellos. La mayoría eran pescadores que se integraron a las faenas pesqueras en el Norte de Chile, otros se integraron a labores mineras y a tareas de construcción del ferrocarril de Arica a la ciudad de La Paz, la capital de Bolivia.
El mismo día en la noche, el “Winnipeg” continuó su viaje al Puerto chileno de Valparaíso, viajando ya por aguas chilenas, lo que trajo un alto grado de tranquilidad, a los refugiados españoles. El buque recorrió los 2.000 km. que separan Arica de Valparaíso, en un par de días, en tal forma que, en la noche del sábado 2 de Septiembre de 1939, el ”Winnipeg” ancló en la Bahía de Valparaíso, en la zona central de Chile.
Las autoridades chilenas, dada la situación de normalidad existente en el buque, determinaron postergar el desembarco para las primeras horas del Domingo 3 de Septiembre. Los refugiados no durmieron esa noche. Contemplaron extasiados, llenos de asombro, el gigantesco anfiteatro iluminado que forman los cerros que rodean Valparaíso y cuya infinidad de luces se confundía con las estrellas del cielo. Esa noche, en el "Winnipeg" se repartió champagne a los refugiados para festejar el feliz término del viaje.

Valparaiso de noche
En las primeras horas del amanecer el “Winnipeg” ingresó al Puerto y realizó las maniobras de atraque guiado por los marinos chilenos. En uno de sus costados el buque tenía un gigantesco retrato del Presidente de Chile, Pedro Aguirre Cerda, que había sido pintado durante el viaje por un inmigrante.
Ese mismo día se supo la noticia del estallido de la Segunda Guerra Mundial.
En Valparaíso, la bienvenida a los refugiados del " Winnipeg" fue apoteósica. Una impresionante masa humana colmaba muelles, edificios aduaneros, grúas y maquinarias del Puerto. Bandas de música tocaban tonadas y cuecas chilenas. Banderas y pancartas ondeaban por todas partes. La gente gritaba, reía y aplaudía.
A las nueve de la mañana se inicia el desembarco de todos los refugiados, que se realiza en forma muy ordenada, cumpliendo instrucciones adoptadas previamente por las autoridades chilenas.
Inmediatamente de tendido el puente y después de las comprobaciones finales de documentos, se inició el desembarco, el cual estuvo a cargo de los funcionarios especiales del Gobierno de Chile y el recibimiento en tierra a cargo del Comité de Recepción. Al bajar, los refugiados se colocaban en filas a fin de dar cumplimiento a la última disposición sanitaria: vacuna antitífica, la que se hizo por medio de una brigada especial que atendió en el interior de uno de los galpones. Se determinó que dos inmigrantes requerían hospitalización y fueron llevados al hospital.
A medida que cada uno era vacunado, y daba sus datos, salía enseguida a colocarse en los diversos grupos que se había formado. Aquellos cuyas vestimentas eran exiguas y deficientes, eran atendidos por un comité de damas españolas y chilenas, las cuales entregaban a cada refugiado una caja conteniendo mudas completas de ropa blanca. Se les daba también ternos completos, zapatos, chaquetas, etc.
La labor de desembarco se realizó calmadamente, sin inconvenientes de ninguna especie. Doctores y enfermeras chilenas procedían a vacunar a los inmigrantes con la vacuna antitífica a fin de prevenir problemas posteriores a los refugiados.
Se aproximó al barco un tren especial, con doce vagones, dispuesto para llevar a Santiago de Chile a 1.600 refugiados que iban a ser distribuidos entre la capital chilena y las ciudades del sur de Chile.
Gran multitud de porteños habían llegado al Puerto a presenciar el desembarco, la Banda Municipal interpretó los himnos patrios de Chile y España. La recepción otorgada a los refugiados fue calurosa. El Alcalde de Valparaíso y los regidores se hicieron presentes para el desembarco. También se encontraba presente don Rodrigo Soriano, último embajador del Gobierno Republicano en Chile.
Esperaban en Valparaíso los familiares de setenta refugiados republicanos cuyo reencuentro dio lugar a conmovedoras y emotivas escenas.

Estación Mapocho

Después de almorzar, se embarcaron en el tren especial a Santiago de Chile, del orden de 1.600 inmigrantes, quedando alrededor de 600 en Valparaíso.
Otros treinta refugiados viajaron por vía marítima, al puerto de Antofagasta, al norte de Chile, a trabajar en faenas de pesca. El tren partió a las 15.00 horas desde el mismo puerto de Valparaíso.
La distancia entre Valparaíso y Santiago de Chile era sólo de 150 km, sin embargo el recorrido del tren fue demorado por las manifestaciones de aprecio de los chilenos que se produjeron en todos los pueblos por los cuales pasaba la vía férrea.
El tren especial con los refugiados llegó a la Estación Mapocho de la capital chilena alrededor de las 20.30 horas, fueron recibidos por una multitud que los recibió en forma muy cariñosa.
Entre los refugiados venía Leopoldo Castedo, hijo de Sabastián Castedo, Ministro de Economía de Alfonso XIII. Posteriormente, en Chile, fue un célebre historiador. En España había trabajado con Federico García Lorca en "la Barraca". También era amigo de Rafael Alberti, gracias al cual tomó contacto con Neruda en París, y luego embarcado con su familia en el Winnipeg con destino a Chile.
En sus " Contramemorias de un Transterrado", Leopoldo Castedo describe la llegada del tren con los refugiados a Santiago de Chile :
" Si la recepción en Valparaíso fue emocionante, la de Santiago llegó a límites inimaginables. La Estación Mapocho de airosa arquitectura metálica, estaba repleta de entusiastas, hombres, mujeres, viejos y jóvenes. Estos se habían trepado a las farolas y a las estructuras sobresalientes del edificio. Los gritos, los abrazos, no tenían límite ni descanso. A los españoles del exilio, sustantivo que empleo transitoriamente, porque no cuadra utilizarlo en Chile, se nos había transmutado de proscritos abyectos en héroes de una guerra que Chile había seguido apasionantemente, como si hubiera sido suya".
Algunos afortunados encontraron trabajos en la misma estación repleta de gente, luego todos los refugiados y sus familias fueron invitados a una cena en los Centros Republicanos, Catalán y Vasco de Santiago, Finalizada la cual fueron conducidos a los distintos alojamientos preparados para ellos.

Estación Mapocho - Andenes
A algunos les esperaban, en Valparaíso y Santiago, inmediatas ofertas de trabajo y alojamientos de gentes de diferentes ciudades y pueblos de Chile, por lo que todos los llegados en el Winnipeg tuvieron desde el primer momento donde comer y dormir.Nadie quedó sin la debida atención desde el primer día, mediante la generosa hospitalidad que les ofreció la comunidad chilena y la española residente, arraigada desde antes en el país austral.
Los Centros españoles, fueron al comienzo, un gran apoyo para los refugiados. En ellos los inmigrantes realizaban reuniones, en las cuales, al mismo tiempo que se rememoraban los tristes últimos días de la guerra civil y el paso por Francia con sus campos de concentración y las experiencias pasadas, se intercambiaban novedades, informaciones sobre oportunidades de trabajo, nuevos hospedajes, atención médica y otros aspectos.
Iglesia de San Francisco - Cordillera de los Andes al fondo - Santiago de Chile
Inicialmente, los refugiados tenían la esperanza que se produjera un cambio en la situación política de España que les permitiera retornar, sin problemas, a la tierra natal, pero pasaron los años y esto no sucedió. Así, los refugiados se fueron integrando cada vez más en el país austral que tan cordialmente los había acogido. Los refugiados del Winnipeg se fueron separando entre sí, hasta llegar casi a no relacionarse entre ellos mismos, salvo los que mantenían una antigua amistad. Además, que, como hemos dicho, estaban repartidos a lo largo de los cuatro mil kilómetros de largo de Chile.