dilluns, 15 d’agost del 2016

Francisco Espinosa: “El tipo de horror que se practicó en Extremadura difícilmente tiene parangón”.

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Hace 80 años, el 14 de agosto de 1936 por la noche, comenzó la ‘matanza de Badajoz’.
 Francisco Espinosa lleva décadas buceando en archivos y sorteando trabas para investigar la Guerra civil y el franquismo en el suroeste de España.
14 agosto 2016
16:55
“El tipo de horror que se practicó en Extremadura difícilmente tiene parangón”
Francisco Espinosa (Villafranca de los Barros, 1954) lleva décadas buceando en archivos y sorteando trabas para investigar la II República, la Guerra Civil y el franquismo en el suroeste de España, donde la columna del general Juan Yagüe hizo estragos y sembró de terror los pueblos tras el golpe de Estado. Comprometido contra el olvido, su último libro, Lucha de historias, lucha de memorias. España 2002-2015, se centra precisamente en los avatares del combate por la memoria histórica.
¿Se encuentra con muchas trabas el investigador de la época del golpe de Estado contra la II República y el franquismo?
La investigación de la historia reciente siempre ha sido conflictiva. Siempre. En los 80 en el suroeste peninsular había un tope a la hora de investigar, que era la II República. De ahí no se pasaba. Cuando lo intentabas los funcionarios rápidamente te decían que para qué querías determinados documentos… Había todo tipo de trabas y al final solamente si encontrabas una vía de acceso lateral, accedías a la documentación. Si no, no. Siempre ha sido una carrera de obstáculos. Ibas al Archivo Histórico Nacional y pedías documentación de la Causa General y rara era la vez que no te tocaba un funcionario que te hiciera comentarios negativos. La mayoría eran antiguos guardias civiles. También los archivos militares, que estaban más restringidos.
¿Esto tiene paralelismo con otros países de Europa?
No, no, en otros países todo esto está profesionalizado. Archivos como los ingleses o los franceses se diseñan de cara a favorecer el trabajo al usuario. Aquí no. Aquí cualquier investigador que se ha metido en este tema ha tenido problemas a algún nivel. Todo se reduce a un favor que te hacen.
¿Qué queda por saber de documentos inéditos del franquismo?
Queda lo fundamental. Hay tres fondos documentales que no hemos podido ver todavía y en los que está realmente la clave. Nos podrían dar un retrato fiable de lo que supuso la represión. Se trata de la documentación militar, que en su mayor parte fue destruida pero de la que tienen que quedar cosas, que aún no sabemos dónde están. Por otra parte está la documentación de las delegaciones de orden público, donde tenían un fichero exhaustivo de lo que había pasado con cada persona. Y por último falta la guardia civil, que también tenía una documentación completa sobre lo que estaba ocurriendo. En pueblos la máxima autoridad era el comandante militar de la guardia civil. Podía ser un sargento, un teniente, un cabo… lo que hubiera, según la entidad de la población. Si tuviéramos esa documentación, haría ya tiempo que se habrían desvelado totalmente las consecuencias del golpe. En algunas entrevistas con motivo del 80 aniversario me han pedido la cifra exacta de la gente que mataron en Badajoz. Eso con los registros civiles no se puede saber, la cantidad se queda en nada al lado de la realidad. Y esa documentación me temo que va a ser muy complicado que salga a la luz.
¿De qué depende que lo haga?
Sobre todo de voluntad política.
Habiendo gobernado el PSOE, que se supone que es un partido con tradición antifranquista, ¿no se tendría que haber solucionado?
No, no. En la época de Felipe González no querían saber absolutamente nada de la república ni de la guerra. Pero en el caso de [José Luis Rodríguez] Zapatero, cuando estuvo Carme Chacón de ministra de Defensa, se inició un proyecto de desclasificación de 10.000 documentos militares. La datación era entre 1936 y 1968. Hubo un equipo que estuvo clasificándolo -no sabemos qué es ni lo que contienen- y de esos montones de documentos iban a desclasificar una parte. Ya estaba todo preparado, pero faltó la voluntad. Antes de dejar el gobierno, cuando volvió a ganar el PP, dejaron sin pasar por el Congreso ese tema, por lo que no se aprobó el último paso necesario. Y ahí siguen los documentos.
La liberación de estos fondos documentales, ¿cerraría definitivamente discusiones como la de cuántos muertos hubo en la matanza de Badajoz?
Por supuesto, claro que acabaría. En el caso de la matanza de Badajoz, en el archivo militar de Ávila hay un documento importante que es un informe de [el general franquista] Yagüe. Se lo manda a Franco recién tomada la ciudad. Le explica la operación y le dice que en documento adjunto le pasa todos los datos sobre bajas propias, bajas ajenas, armamento recogido… un montón de cosas. Ese documento no está. Alguien lo ha cogido. Como antes de que pudiéramos entrar nosotros estaba abierto a los militares… Han estado solos, sin vigilancia. Imagina lo que pondría en ese documento. Hay un historiador francés que decía que cuanto más interesante sea un documento más posibilidades hay de que desaparezca.
Como historiador con experiencia, ¿tiene esperanzas de que en algún momento se sepa a ciencia cierta lo que pasó en Badajoz?
La esperanza no se puede perder, pero lo veo difícil.
Ha criticado en alguna ocasión el trato desastroso de los lugares de la memoria en Extremadura, como la destrucción física de la plaza de toros de esta ciudad.
Eso lo critiqué en el libro La columna de la muerte y tuvo un coste… Cuando se presentó en Badajoz, allí no fue nadie, ni del ámbito PSOE. Gente incluso que conocía, no fueron. Habían comprado ejemplares a la editorial, porque sabían lo que era el libro, que incluía listados de 7.000 personas que fueron asesinadas en la provincia y querían llevarlos a sus agrupaciones. Pero aquellas palabras les sentaron fatal. La destrucción de la plaza de toros, contado por alguien que lo vivió, se dio tras una reunión que convocó [el ex presidente de la Junta de Extremadura] Juan Carlos Rodríguez Ibarra y en la que comunicó la idea que había tenido: hacer un palacio de congresos en su lugar. “¿Hay alguien que tenga algo que decir?”, dijo. Y todo el mundo se quedó callado. Ni uno dijo nada. Por otra parte, el movimiento social por la memoria histórica en Extremadura ha sido siempre débil, y en eso ha podido influir la emigración. Toda esa gente se fue a Madrid, Cataluña, Euskadi, a otros países europeos. Los emigrantes eran precisamente gente del mundo de los vencidos, que podrían haber tenido ahora una participación más importante en todo este proceso. Desde el 2002 al 2008 se vivió una época de cierto ajetreo pero desde entonces el movimiento por la memoria ha ido en picado.
¿Qué se tenía que haber hecho con la plaza de toros de Badajoz para ser respetuosos con la memoria?
Pues había un plan ideado por Luis Pla, a quien mataron al padre y al tío, los hermanos Pla. Pertenecía a una familia de dinero. El padre tenía el garaje de venta de coches más importante de Extremadura. Eran gente de Izquierda Republicana.
Digamos burguesía progresista.
Eso es. Claro, los golpistas cuando encontraban a alguien así se ponían muy contentos. No sacaban nada de matar a miles de jornaleros, pero cuando cogían a uno como a Pla… el coche que se llevó Yagüe a Toledo era el coche de Pla. Un cochazo. La viuda y los hijos batallaron como pudieron y lograron que les devolvieran el garaje en los 50, que hoy en día es la sede del Colegio de Arquitectos. Pese a que les quitaron todo, conservaban las buenas relaciones que tenía la familia. Pues Luis Pla hizo hace años un proyecto en el que proponía un uso doble, en el que se conservaba media plaza y la otra era un espacio abierto. Y como por debajo estaba hueca, que era donde metían a la gente, quería aprovechar para hacer un centro de interpretación de lo que había pasado allí, con documentos, fotografías… Pla se lo presentó a Ibarra pero éste no tuvo ningún interés. A esta gente este tema les molestaba. El mismo Alfonso Guerra había dicho que la guerra civil era “pura arqueología”. Ése era el espíritu que se respiraba. Todo era la UE, lo que teníamos por delante, los acuerdos con Alemania… Lo que no tiene sentido ninguno es lo que hicieron, porque entre otras cosas el palacio de congresos es una ruina, no se utiliza. Hay que mantenerlo, limpiarlo… no quiero imaginar lo que costará su mantenimiento. Fue un error. Debería haberse hecho un centro donde la gente pudiera ir a recordar la ocupación de Badajoz, el golpe en la ciudad, y habría sido un lugar especial de memoria, como en Euskadi el árbol de Guernika o en Granada el sitio donde mataron a Lorca.
También es cierto que los poderes fácticos en la ciudad venían de la dictadura. Eso habría generado una resistencia muy fuerte.
Sí, pero ocurre una cosa. Durante muchos años la alcaldía y la Junta fueron del PSOE, podrían haber hecho lo que les hubiera dado la gana. La derecha de la dictadura y la transición no se habían atrevido a tocar la plaza de toros, porque pensaba que eso hubiera supuesto un problema social, una reacción importante. Llega el PSOE al poder y la derecha ve que éste no hace nada e incluso decide tirarla. Se quedan absolutamente asombrados. Al final resulta que lo tiran ellos. Una cosa absurda.
En su libro La columna de la muerte relaciona la represión tan brutal que hubo en la provincia de Badajoz con las ocupaciones de latifundios que tuvieron lugar el 25 de marzo de 1936. ¿Tanta trascendencia tuvieron aquellos hechos?
Escribí un libro, La primavera del Frente Popular, que lo que intenta es precisamente responder a esa pregunta. Y creo que demuestra que sí, que hubo una relación directa. Además Badajoz fue una provincia piloto para la reforma agraria por los problemas que arrastraba desde hacía ya muchísimo tiempo, como mínimo desde el siglo XIX.
Con las desamortizaciones.
Sí. Fíjate que coincide con la creación de la Guardia Civil, porque se crea una conflictividad social enorme y tienen que poner en todos sitios guardias vigilando la propiedad. Dejan a la gente sin medios de vida. El problema se plantea en 1932 cuando la República aprueba la reforma agraria. Cuando llega la derecha lo corta absolutamente todo y sólo mantienen los proyectos que ya están en marcha, que eran muy pocos. Y luego gana el Frente Popular, en cuyo programa se decía que se iba a iniciar de manera inminente el tema de la reforma agraria. Ahí la gente no esperó a que el gobierno actuase, porque ya había estado antes y se había quedado corto. La gente puso el ritmo de marcha. Tuvo que ser una cosa impresionante. El 25 de marzo se produce la invasión de fincas. Se presentaron a las cinco de la mañana para ocupar cientos de fincas en la provincia. El gobierno mandó a las fuerzas de asalto y lo que hacían los campesinos era salirse de la finca, con lo que no hubo choque. ¿Que se iba la guardia de asalto? Pues otra vez para dentro de la finca. Consiguieron lo que querían. Esto no era la revolución mexicana, no se quería quitar la propiedad a nadie, sólo se quería expropiar parte para el uso de los asentamientos.
¿De qué tipo eran esos asentamientos? ¿Dio tiempo a desarrollarlos?
Sí, en tan poco tiempo se hicieron. Había parcelas individuales y colectivas. Hay términos municipales inmensos, como Jerez de los Caballeros, donde hubo varios asentamientos. Además casi todos los propietarios eran absentistas, vivían en Madrid. En las décadas anteriores había habido muchísimo conflicto. Llegué a ver en varios ayuntamientos, aunque se conservaban muy pocas, las actas de formación de los asentamientos. Son documentos oficiales en los que se decide quiénes se van a asentar, cuántos, se nombra a una persona responsable de ese grupo, al que llamaban el cabezalero, e inmediatamente comenzaban a trabajar. En el Instituto de Reforma Agraria había técnicos a los que ese proceso les sobrepasaba totalmente. Eran gente normalmente de buena clase, eso de estar participando en un proceso de expropiaciones… pero luego había otros que sí estaban dispuestos a hacerlo. Claro, luego lo pagarían. Esos funcionarios lo acabaron pagando duro. En el caso de los que se asentaban, comprobé que eran prácticamente los mismos que aparecían en los listados de la represión. Había una represión de tipo ejemplarizante y para dejar a la gente aterrorizada, y luego otra que queda en mano de fuerzas locales. La Guardia Civil es la que manda, pero a ella la asesoran propietarios de derechas, los manijeros -los que llevaban las tierras de los propietarios cuando se ausentaban-, curas…
La Iglesia jugó también un papel fundamental en la represión.
Es terrible. Es otra de las cosas precisamente que tienen los documentos de los archivos militares. Cuando se le hacía un consejo de guerra a alguien, se le pedía informe a la Guardia Civil, al alcalde y jefe local del movimiento, a la Falange y al cura. Ahí se ve lo que decían los curas. Ese tipo de documentación ha desaparecido de los archivos parroquiales.
El siglo anterior fue de expolio de bienes comunales. ¿Cuáles eran las condiciones de vida del extremeño medio en el momento del golpe?
Lo que había precisamente era una falta de extremeños medios. Había una élite que vivía bien, clase media había muy poca, y luego una masa enorme de jornaleros, yunteros… Aquí no había industria, no podían trabajar como en otras zonas. La situación era terrible, explosiva. El momento clave para Extremadura se produce con la guerra de la independencia contra los franceses. Aquí se produjeron muchos de los episodios bélicos, en Badajoz, en las ciudades amuralladas de frontera. Se produce una inflexión, empieza una crisis que ya no se acaba durante todo el siglo XIX, con momentos especialmente duros, como la revolución del 68 de ese siglo, que aquí en Extremadura fue reprimida también duramente. Las nuevas expectativas se abren a finales del XIX cuando surgen los sindicatos importantes, la huelga general de 1917, que fue también notoria aquí. Luego se entró en la dictadura de Primo de Rivera y de nuevo volvieron las esperanzas con la República. Pero eso acabó fatal. Creo que Extremadura no se ha recuperado todavía. La reforma agraria iba a cambiar la vida de millones de personas en toda España, y aquí en la provincia de Badajoz a cientos de miles de personas, que habrían tenido posibilidades de acceder a otro estatus. Sin embargo se produjo el golpe y frente a lo que había habido, se dio una contrarrevolución. Se les quitó todo, incluso animales, el grano… Saqueaban las casas. Esa clase social quedó absolutamente anulada. Todo lo que recibía era limosna, como cuando se le da a los pobres la sopa boba. Si formó en todos los pueblos una especie de olla a presión. Muchos se cruzaban diariamente a con gente que sabían que habían participado en la muerte de familiares suyos. Para cualquier papel había que ir a suplicar al ayuntamiento.
Prácticamente una humillación.
Una humillación continua. La única válvula de escape se produce con la emigración en los 50, que es precisamente cuando se recupera la situación económica que había en 1935. Veinte años tardó en recuperarse la riqueza del país. En ese momento ya permiten a la gente moverse, porque antes para ir de un pueblo a otro necesitabas un permiso de la guardia civil. En algunos pueblos había calles que daban al campo y que las vallaron, para que no fueran salida para nadie. En otros lugares a la gente de izquierda les ponían en las paredes cuadros con simbología religiosa, marcándola. El tipo de horror que se practicó en Extremadura difícilmente tiene parangón con otras zonas, sobre todo en las primeras semanas después del golpe. Aquí la diferencia es que sube la columna africana, que es la que impone el sello particular que tuvo la represión. Por donde pasaron hicieron una matanza continua y encima a los que se quedaron les dejaron un modelo de funcionamiento. “Aquí podéis matar a quienes os dé la gana, no hay ningún problema”. Se mataba sin ningún tipo de sumario, ni de procedimiento de ningún tipo.
Una impunidad total.
Absoluta. Matando mujeres, algunas embarazadas. No había límite de ningún tipo. Todo estaba justificado. Llegaron a matar incluso a niños de 14 o 15 años.
Usted llega a hablar de una “matanza fundacional” del franquismo. Se aniquila a la mayoría de cuadros. Se asesina a gran parte del ayuntamiento de Badajoz.
En el de Badajoz cae más de la mitad. Pero eso fue general. Los primeros que caen en los pueblos son los representantes políticos, sindicales, la gente que se ha significado más durante la República, incluidas las mujeres y sus manifestaciones del 1º de Mayo… Todo lo descabezan y crean el modelo que van a seguir, que es el que marca la Iglesia y la Sección Femenina.