Sobre la tortilla se han dado muchas vueltas, cuando solamente hay que darle una. Lo sabían bien los españoles durante la Guerra Civil, que por necesidad tuvieron que ignorar este debate y hacer la tortilla de patatas con trampa.
A falta de ingredientes, el cocinero exprimía su imagiación para hacer la mejor tortilla posibe en tiempo de guerra.
A esta solución de tortilla sin huevo se la llamó "falsa tortilla" o “tortilla de guerra con patatas simuladas” y no llevaba huevos ni patatas, porque en las épocas de escasez no se encontraban por ningún lado y si los había, costaban una fortuna.
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¿Solución? Naranja y harina.
Prometemos que es de naranja y harina
El cocinero y gastrónomo Ignasi Domènech i Puigcercós (1874-1956), famoso por el best-seller de cocina catalana La teca (1924), recogía esta receta en su recetario de supervivencia Cocina de recursos (1941).
Y es que en Cataluña se sufrió especialmente una falta de huevos de gallina. A principios de 1937, seis meses después de empezar la guerra, la prensa ya apodaba esta circunstancia como La Batalla del Huevo y se abrió una Oficina del Huevo para solventarla.
Así empieza la receta de la falsa tortilla para los días de mucha hambre y poco dinero:
“(...) empezaremos por disponer la simulación de las patatas de esta tortilla a base de tres naranjas de corteza gruesa. Se empieza por rallar toda la superficie roja o amarilla de la naranja, hasta que aparezca la parte blanca, llamado albedo. De ahí precisamente sacaremos unas exquisitas patatas, aunque sí, también simuladas”.
La receta prosigue con el hervido del albedo durante 2 o 3 horas para quitarle el amargor. “Logrado este detalle de cocinación, se escurre bien, se sazonan de sal y se ponen a freír a la sartén en la forma idéntica a la tortilla de patatas corriente. Se le añade un poco de cebolla trinchada, que favorece mucho nuestra tortilla”.
Una vez se tienen las falsas patatas a punto, hay que inventarse el huevo para ligarlas. Este pseudohuevo se hacía frotando un ajo por un plato, añadiendo unas gotas de aceite, sal, 4 cucharadas soperas de harina de trigo, 1 cucharadita de bicarbonato, algo de pimienta en polvo y 8 o 10 cucharadas soperas de agua.
El mejunje se batía bien, se dejaba reposar y ya estaba listo para cuajar en la sartén junto con las patatas de naranja.
Foto: Con gorrito y delantal
“Siempre que no vayan contándole monadas al que tenga que comerla, ella sola bastará para que reconozca que es una magnífica tortilla y nada más”, sentenciaba el cocinero.
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