dissabte, 24 de desembre del 2016

Barcelona vive las Navidades de 1936, hace 80 años, en un ambiente de efervescencia revolucionaria

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Ni aguinaldos ni propinas

Barcelona vive las Navidades de 1936, hace 80 años, en un ambiente de efervescencia revolucionaria

Ni aguinaldos ni propinas
ARCHIVO CENTELLES / CENTRO DOCUMENTAL DE LA MEMORIA HISTÓRICA
El escritor y brigadista George Orwell, en los cuarteles Lenin, el 26 de diciembre de 1936. Es la cabeza altísima que sobresale a la izquierda de la foto.
OLGA MERINO / BARCELONA
VIERNES, 23 DE DICIEMBRE DEL 2016 - 21:47 CET
Ni aguinaldos ni propinas
Una felicitación para pedir el aguinaldo.
Esta es una crónica caótica, de remover papeles en la Casa de l’Ardiaca, el archivo histórico de la ciudad, periódicos ya muy viejos como 'Diari de Barcelona' o 'La Veu de Catalunya', en busca de la atmósfera de lo que debieron de ser las Navidades de 1936, las primeras de una contienda que se creyó fulminante. En realidad, fueron unas pascuas a la sordina, en que las jornadas de Navidad, Sant Esteve y Año Nuevo se decretaron laborales por la faena acumulada de hacer la revolución y la guerra a un tiempo. De todo aquello se cumplen ahora 80 años.
El espíritu navideño apenas se percibe en los anuncios de lo que entonces se llamaba champán. ¿Qué marcas se degustan? Pues, Codorniú ("empresa nacionalizada", advierte la publicidad) y Xampany Noyet, "l’indiscutible". Para cestas y cajas adornadas, dulcería La Colmena, que ahí sigue, imperturbable, en la plaza de L’Àngel.
Los teatros se han socializado y han desaparecido la reventa, la claque, que aplaude gratis en el gallinero, y las entradas de balde por trato de favor. La efervescencia revolucionaria ha barrido también la costumbre de pedir el aguinaldo por gremios con estampitas porque, como regaña el sindicato mercantil, "estamos en guerra y ningún trabajador puede cometer la canallada de aprovecharse de las circunstancias".

El británico George Orwell, autor de 'Homenaje a Catalunya', llega el mismo día de Sant Esteve

Tampoco se admiten ya las propinas. Al pobre George Orwell, el escritor británico que devino miliciano, le cae un rapapolvo de bemoles por haber entregado unas monedas al chico de las maletas en el Hotel Continental, donde se hospeda a su llegada a la ciudad, el mismo día de Sant Esteve de 1936. Tiene 33 años y, aunque su primera intención es cubrir la guerra como reportero, se alista enseguida en el Partit Obrer d’Unificació Marxista (POUM), en cuyas filas acaba como voluntario en el frente de Aragón. El autor de 'Homenaje a Catalunya' pasa antes por el cuartel Lenin, ubicado en la calle Tarragona.
Los diarios de la época informan, desde luego, sobre la actividad bélica, cuyos focos más preocupantes se centran en Huesca y en los alrededores de Madrid, pero la vida cotidiana parece seguir su curso discreto, como si el fin de la guerra y la victoria republicana estuviesen a la vuelta de la esquina. Los barceloneses se divorcian y compran aparatos de radio a plazos. Continúan las carreras de galgos en el Kennel de Sarrià y en el Canodrom Park. Un abrigo de señora cuesta 18,90 pesetas en los almacenes El Barato, en la esquina de Villarroel con Tamarit. La cartelera anuncia que en el cine Victoria, en el Paral·lel, se proyecta la película 'Sombrero de copa', con Ginger Rogers y Fred Astaire. Para la tos, las Pastillas del Doctor Andreu. Para otros malestares, "Blenosil curará radicalmente vuestra blenorragia [purgaciones] sin inyecciones ni lavajes".

COMPETICIÓN DE SOLIDARIDADES

Las primeras Navidades de la guerra civil son también una competición de solidaridades en la ciudad. El Socorro Rojo anda organizando dos colectas, una para que los milicianos en el frente reciban algún obsequio por Año Nuevo y la segunda para los niños refugiados, "infants de les dissortades terres ibèriques que jauen sota la tiranía del feixisme". El rotativo 'El Diluvio' enmarca un aviso con una orla negra para que las mujeres se presten a confeccionar abrigos de niña y ropa blanca para niño. En la redacción se les facilita el género.

En la ciudad escasean el carbón, el azúcar y sobre todo el pan, que genera colas y peleas

También es la Barcelona de las colas. Escasean el carbón, el azúcar y sobre todo el pan. Son las mujeres quienes aguardan en filas de centenares de metros, entre empujones y peleas en las que deben intervenir a menudo las fuerzas del orden, hasta que el ayuntamiento impone horarios estrictos a las panaderías y multas a los acaparadores.
De repente, aparece de refilón un suelto informando de la llegada a la ciudad, la misma Nochebuena y en avión, de Juan Negrín Indalecio Prieto, titulares de las carteras de Finanzas y Marina. Primero, visitan al presidente Azaña, instalado en el edificio del Parlament, y luego, ya entrada la tarde, a Companys en la Generalitat. Aunque apenas trasciende nada del contenido, queda muy claro que vienen a hablar de pelas. Al día siguiente, la Navidad de 1936, los ministros de la República contratacan y se encuentran de nuevo con el 'president'... Ay, los 'calerons', hoy, ayer y siempre.