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Manuel Alfonso ha muerto este martes a los 99 años en Burdeos
Su habilidad con los pinceles le permitió sobrevivir cuatro años y medio en ese campo de concentración nazi
"Yo, durante toda mi vida, he tenido mucha suerte; también en el campo de concentración tuve mucha suerte". Esta era la frase que más repetía Manuel Alfonso. Este barcelonés vivió durante 99 años una historia de película... de película dura, repleta de lucha y sufrimiento, que incluyó dos guerras, numerosas decepciones políticas y no pocas alegrías personales. Una historia que este martes, en la localidad francesa de Talence, tuvo un tranquilo final al que asistieron todos sus hijos.
Manuel Alfonso Ortells nació para luchar por la libertad. Con solo 17 años vivió el golpe de Estado contra la República liderado por Franco. Pese a su extrema juventud, en el otoño de 1936 decidió abandonar la seguridad y la relativa comodidad que le brindaba su localidad natal, Hospitalet de Llobregat: "Aproveché que la Columna Durruti se encontraba en Barcelona, descansando en la retaguardia después de pasar varios meses combatiendo. El día que regresaban al frente me marché con ellos, sin decirle nada a mi familia", solía contar entre risas. Durante la guerra resultó herido en el frente y alcanzó el grado de teniente. Ya completamente restablecido tuvo que huir a Francia, en febrero de 1939, para escapar del imparable avance franquista.
Ni siquiera en los últimos años de su vida Manuel pudo olvidar el maltrato que él, junto al medio millón de españoles exiliados, recibió en aquellos días por parte de las autoridades democráticas francesas. Pasó varios meses encerrado, con miles de excombatientes republicanos, en los campos de concentración de Vernet y Septfonds. A finales de 1939, "para huir de aquella miseria y poder comer un poco más", se alistó en una de las Compañías de Trabajadores Españoles creadas por el Ejército francés para defenderse de la ya más que previsible invasión alemana. Los peores pronósticos se confirmaron y en junio de 1940 las tropas de Hitler ocuparon todo el país y capturaron a Manuel Alfonso junto a varios miles de españoles y centenares de miles de soldados franceses, británicos, holandeses y belgas.
Manuel Alfonso fue a parar al campo de prisioneros de guerra de Estrasburgo donde debería haber pasado el resto de la guerra junto a los cautivos del resto de naciones ocupadas. No fue así porque Franco, a través de su cuñado y ministro de la Gobernación Ramón Serrano Suñer, pactó con Hitler que todos los españoles fueran sacados de esos campos para prisioneros donde se respetaban, más o menos, los derechos humanos, y fueran enviados al campo de concentración de Mauthausen. "Franco nos condenó a muerte y estuvo contento de no tener que hacerlo él; ya lo hicieron los alemanes en su nombre", denunció Manuel hasta el mismo día de su muerte.
El dibujante de Mauthausen
Las puertas de Mauthausen se abrieron para él y para los centenares de republicanos españoles que viajaban en su mismo tren, el 13 de diciembre de 1940. Nada más llegar tuvo su primer golpe de suerte. A pesar de que le raparon todos los pelos de su cuerpo, le humillaron y le dieron el traje rayado, consiguió esconder un retrato de su madre que él mismo había dibujado en el campo de prisioneros de guerra. Esa pequeña hazaña fue para Manuel su primera gran victoria frente a los siniestros SS.
Los primeros meses de cautiverio fueron los peores. El luchador catalán fue destinado, como la mayoría de los prisioneros españoles, a trabajar en la durísima cantera de granito donde acarreaba piedras de hasta 40 y 50 kilos de peso. "Yo ya no podía más", confesaba siempre que recordaba el inhumano esfuerzo que realizaba cada día, ingiriendo la ridícula cantidad de alimento que les suministraban los nazis."Entonces volví a tener suerte. Necesitaban delineantes para la oficina de arquitectos del campo y, como yo era dibujante, me cogieron".
Ese trabajo fue el que le salvó la vida. Pasaba el día a cubierto del frío y el calor, realizando labores de oficina y recibiendo una cantidad extra de comida. Fue en aquellos años cuando más popular se hizo entre el resto de los prisioneros españoles. Manuel ayudaba a sus camaradas como podía; les daba parte de su comida a los más débiles y también les trataba de animar con sus dibujos: "Cuando alguno cumplía años, le hacía un dibujo y se lo regalaba. En ellos solía incluir siempre una pequeña ave que simbolizaba la libertad. Por eso me llamaban Pajarito". El prisionero artista también se encargó de retratar, en sencillas pinturas, todo el horror que se vivía entre las alambradas nazis.
Resto de su vida en Francia
Manuel recuperó la libertad el 5 de mayo de 1945 cuando las tropas estadounidenses liberaron el campo. Había tenido la suerte que le faltó a miles de sus compañeros. De los 5.500 españoles que murieron en todos los campos de concentración nazis, casi 5.000 perecieron en Mauthausen. La felicidad de los supervivientes no fue, sin embargo, completa. Al igual que Manuel, todos creían que los Aliados derrocarían el régimen fascista de Franco y que eso les permitiría regresar a sus hogares. No fue así.
Manuel Alfonso rehízo su vida en Francia, donde formó una gran familia. Sus dibujos han formado parte de multitud de exposiciones e incluso, uno de ellos, fue reproducido en un sello oficial de la República francesa. Su increíble historia también quedó plasmada en un humilde libro de memorias titulado De Barcelona a Mauthausen. Aunque no fue el único prisionero español de ese campo de concentración nazi que realizó ilustraciones, la historia de Mauthausen no se puede ni se podrá conocer por completo sin sumergirse en los sencillos, pero estremecedores trazos que dibujó un gran luchador, al que sus compañeros de infierno llamaban Pajarito.
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