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Por A.Febus | en Literatura
J. M. Menéndez, escritor y presidente de la Agencia Febus, presenta un texto desconocido del gran poeta republicano Antonio Machado
Un investigador que cultiva el cuerpo y la recuperación de la 2ª República
J. M. Menéndez, investigador, escritor, autor de La epooeya del “Chato”, fotoperiodista, entrenador personal, finalista del europeo de culturismo natural (doping free), y presidente de la Agencia Febus, fundada por él mismo, para recuperar del olvido a intelectuales de la 2ª República, acaba de presentar un texto de Antonio Machado, desconocido, hasta la fecha, perteneciente a su hemeroteca. Hace poco, el mencionado Menéndez, recibió un email de Jordi Doménech, uno de los expertos machadianos más relevantes, donde le pedía que le mandase una copia de un texto del citado Antonio Machado que aparecía parcialmente como complemento a un artículo sobre el diario El Sol y Tánger, ya que, según Doménech, era desconocido. Poco después Manuel Álvarez Machado, familiar de Antonio, ha confirmado también este extremo.
El texto único y diferente
Este texto se publicó en el Diario El Sol, en 1937, en febrero, para ser más exactos, cuando Antonio Machado residía en Valencia. Un diario que fue el reflejo más valiosos de la intelectualidad de la 2ª República, donde colaboraron hombres de la talla de José Ortega y Gasset, Miguel de Unamuno, Rafael Alberti, Manuel Altolaguirre, Javier Bueno, Manuel Navarro Ballesteros o Jaime Menéndez “El Chato” que, además, fue su último director. Este texto es singular en forma y contenido. En forma porque el estilo utilizado es diferente a los trabajos conocidos hasta la fecha. Y en contenido porque se centra en la importancia de Madrid, de sus milicianos, de sus combatientes, en la defensa de la 2ª República contra el fascismo, en plena guerra civil española. Y siempre con una sonrisa ya que luchaban por amor a una causa justa. Pero lo mejor, es que vayamos directamente al texto para su deleite, así pues lo transcribimos.
Madrid por Antonio Machado
Tres meses de asedio, bajo el hierro y el fuego, viene resistiendo Madrid, y todavía tiene, según me dicen, la sonrisa en los labios. Yo no lo dudo. Porque Madrid es la sonrisa de España y la flor inmarcesible de esa misma sonrisa. La gracia madrileña, que tanto han enturbiado y desmedido sus malos comediógrafos y que tan finamente han captado los buenos, es eso, precisamente eso: una sonrisa a pesar de todo, no exenta nunca de ironía. En la vida cotidiana, más dura, más incierta, más amarga y más laboriosa que en ninguna otra de nuestras ciudades, Madrid, centro y capital de España, rompeolas de sus varias regiones, crisol también de todas ellas, Madrid, tantas veces tachado de frívolo, aprendió a sonreír a pesar de todo, quiero decir con plena conciencia de los motivos del llanto, que Madrid llegue a la plena tragedia y al sacrificio heroico sin perder la sonrisa es algo muy digno de admiración, pero no de extrañeza. A los que no podemos acudir al frente de combate por viejos o por enfermos o por falta de ánimo, no nos incumbe la misión de reforzar la moral de los combatientes. Son los combatientes quienes están reforzando la nuestra, al poner al tablero la moneda única que se juega en estos lances. Es esto lo que no debemos olvidar cuantos escribimos sobre la guerra. Item más: por respeto a los que luchan, para contribuir en la medida de nuestras fuerzas al éxito final de nuestra causa, hemos de evitar o corregir lo que sería el más grave pecado de la retaguardia: el de pensar que incrementando el odio a nuestros adversarios aumentaríamos el valor polémico, la eficacia guerrera de los luchadores. Esto sería un error psicológico y un yerro moral. Como supremo resorte de combate, el amor a una causa es mucho más fuerte que el odio a los adversarios a ella.
He aquí la gran lección que el frente de combate dicta a la retaguardia. Es la lección de Madrid, que todos debemos aprender. Y si preguntáis: ¿Es que esos hombres heroicos, que a tan crueles enemigos combaten, no dudan de la victoria? Yo no vacilaría en contestaros: Lo propio del heroísmo no es la seguridad del triunfo, sino la ferviente aspiración a merecerlo.
Madrid lucha hoy por defender a toda España, como tantas veces y con tanta razón se ha dicho; a toda España, sin excluir a la España de sus adversarios. Porque Madrid sabe muy bien que no todos sus enemigos son teutones y bereberes, que hay muchos españoles entre ellos, cuyos hijos sólo podrán salvarse con la derrota de sus padres. Madrid lucha sin odio -ésta es su mayor grandeza y el secreto de su energía milagrosa-; por eso puede sonreír y merece vencer.