Posted: 24 May 2015 09:01 AM
PDT
La jueza investiga desde 2010
en Buenos Aires el genocidio y los crímenes de lesa humanidad
perpetrados durante el franquismo. La instrucción avanza a pesar del
permanente rechazo a colaborar de las autoridades españolas.
La jueza
María Romilda Servini de Cubría se ha convertido en la magistrada
argentina más conocida en España. Instruye desde Buenos Aires la causa
que investiga los crímenes del franquismo, única en el mundo. Suele ser
renuente a dar entrevistas, y es también cuidadosa a la hora de extenderse en
sus respuestas. Frente a la periodista, habla poco y mira de vez en cuando a
quien la observa a su vez sin perder detalle: su secretario Alfredo
Mangano, la persona en la que quizás más confía dentro de su juzgado.
Servini es una jueza muy
singular por su trayectoria, prolífica y compleja. Fue la primera magistrada
de su país en restituir a dos menores apropiados durante la dictadura
cívico militar (1976-1983), y también dice ser la única magistrada que
abrió las puertas de su juzgado a Abuelas de Plaza de Mayo durante
aquellos años. En sus 25 años como jueza federal, ha recuperado la
identidad de otros doce nietos, incluido el de la titular de Abuelas, Estela
de Carlotto. Su juzgado tramita alrededor de 80 procesos referentes a la
búsqueda de hijos de desaparecidos.
Si hay una
constante en el juzgado de Servini son las causas sobre delitos de lesa
humanidad. Pese al indulto del presidente Carlos Menem que lo protegía, en 1998
detuvo con prisión domiciliaria al comandante Emilio Massera, integrante
de la Junta militar que dio el golpe de Estado junto a Jorge Videla.
Tres años después, solicitaba a la Justicia de Chile la detención del
dictador Augusto Pinochet por su vinculación en el asesinato del general
Carlos Prats y de su mujer Sofía Cuthbert, asesinados en 1974 en el marco de
la operación Cóndor.
La jueza
acostumbra a enlazar su apellido con el de su marido fallecido en 2010, el
brigadier Tomás Cubría, que fue retirado en 1977 por decisión del tercer
integrante de la Junta que dio el golpe de Estado, Ramón Agosti.
Procedente de San Nicolás
(provincia de Buenos Aires), Servini llegó muy joven a la capital argentina
para terminar sus estudios de Escribanía y Derecho. Con 37 años, fue
la primera mujer en ingresar a la Justicia penal como defensora pública.
Dos años después, en 1976, fue promovida como jueza de instrucción. Y en
1990, ya con Menem en el poder, fue ascendida a jueza federal en el juzgado
más político por excelencia, el número 1, que tiene a su cargo la justicia
electoral.
Le llegó la fama fuera del ámbito judicial en 1991, por un caso de
lavado de dinero proveniente del narcotráfico que involucraba a la cuñada
de Menem, Amira Yoma, y que desveló el semanario español Cambio 16.
Aquel escándalo político adquirió públicamente el sobrenombre de Yomagate.
Sancionada por la Corte Suprema por haber cometido irregularidades, Servini
fue apartada de la causa. El Congreso, de mayoría peronista, la salvó de una
docena de juicios políticos. Todo este periodo opacó su prestigio, siendo acusada
de ser “menemista” hasta por el propio expresidente Néstor Kirchner en
2003.
La jueza con sus ayudantes y los abogados de la querella Máximo
Castex y Carlos Slepoy.
Servini provocó además una de las anécdotas
más recordadas de la televisión argentina al interponer un recurso de
amparo contra el famoso cómico Tato Bores para no ser nombrada en su
programa. El artista sorteó la censura llevando al estudio de televisión a
actores, músicos y periodistas que cantaron a coro “la jueza Barú Budú Budía
es lo más grande que hay”, en socarrona referencia a la magistrada.
Servini es
menos reconocida en el imaginario social por haber irrumpido en persona en
las sangrientas protestas en la Plaza de Mayo durante la crisis de
2001 y haber ordenado a la policía que terminara con la represión del
Gobierno de Fernando de la Rúa.
El 14 de abril de 2010 cayó en
su juzgado una querella para que investigara el genocidio y los crímenes de
lesa humanidad perpetrados desde el 17 de julio de 1936 hasta el 15 de junio
de 1977, fecha de las primeras elecciones democráticas en España. En base a
un dictamen del fiscal Federico Delgado, Servini se excusó de intervenir. La
contradijo la Cámara Federal en septiembre de ese año, obligándola a mandar
un exhorto al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero para averiguar
si en España se estaban investigando los delitos del franquismo.
El corazón de
la causa
Así comenzó este proceso que en sus cinco años de vida ha conseguido que pese una orden de extradición contra 20 imputados españoles –tres fallecidos–, que ha invitado a denunciar los crímenes franquistas a través de los consulados argentinos, que ha individualizado a más de 4.500 víctimas, y que ha motivado a una jueza a viajar a España para recoger en persona declaraciones testimoniales sobre desapariciones y otros crímenes.
“Aquel viaje
fue muy bueno”, recuerda Servini. “Nos dieron mucho apoyo y nos atendieron
muy bien, salvo una jueza en Málaga que no nos recibió y no nos dejó ir
al lugar donde estaban enterradas las víctimas para después solicitar la
exhumación”. La magistrada se refiere al cementerio de San Rafael, la
fosa común más grande de España. Allí fueron fusiladas y enterradas 4.471
personas.
Durante su itinerario por el
País Vasco, Madrid y Andalucía, la jueza recogió otras pruebas documentales
y conversó con dos víctimas de la dictadura junto al juez de la Audiencia
Nacional Fernando Andreu. “Yo pensaba que ni nos iban a recibir, así que no
tengo más que palabras de agradecimiento para la Justicia española”, aclara
Servini.
Tal vez por eso, contesta con
reserva al ser inquirida por la actuación de la Audiencia Nacional
cuando en abril de 2014 denegó las extradiciones del exguardia civil
Jesús Muñecas y del exinspector de Policía Juan Antonio González Pacheco,
alias Billy el Niño.
“Bueno, los jueces responden a
su legislación. Son decisiones que toman de acuerdo a las leyes y a la
Constitución que tienen”, dice casi a modo de disculpa. “Estas son decisiones
jurídicas. A veces estamos en el mismo lugar y un juez concede la
extradición y otro no. Está dentro del libre pensamiento de cada juez”.
Servini se pasa la mano por el
pelo y entrecierra los ojos. “La causa avanza, sólo que un poco más lenta. Lo
que ocurre es que en vez de avanzar más rápidamente, como podría ocurrir con
una causa argentina, aquí hay que hacer todo más pausado, porque dependes
de exhortos y de viajes”.
“Quizás
es demasiado pronto para que España investigue sus propios crímenes, hay
heridas todavía abiertas”
En el caso de
España, evalúa, están en una etapa más primaria. “Es importante que podamos
indagar, porque ahí se impulsa la causa. El exministro Rodolfo Martín
Villa [uno de los imputados] ha dicho que quiere declarar”.
Por este motivo, el juzgado está
examinando la posibilidad de volver a España. “Ahora estamos con más
declaraciones testimoniales [por videoconferencia], pero estoy estudiando
viajar de nuevo para indagar a los imputados, si me autoriza la Corte y el
Consejo de la Magistratura”, adelanta. “Nosotros tomaremos la declaración de
todos los imputados, no podemos hacer diferencia. Aunque alguno se niegue a
declarar, tienen que presentarse ante nosotros”.
La duda que puede rondar a
todas las víctimas es hasta dónde puede evolucionar la causa ante el rechazo
permanente a colaborar de las autoridades españolas. “Eso no se puede
adelantar, sería hacer futurología”, admite. “Cuando uno empieza una
investigación nunca sabe hasta dónde llega. La causa puede prosperar pese a
los obstáculos que nos encontramos”.
La jueza Servini, en el despacho en el que nos recibe para la
entrevista.
El guiño sobre
un cambio político en España que permita agilizar el proceso se cuela
en la entrevista. “No me puedo adelantar a los acontecimientos, como ustedes
tampoco pueden adelantarse a los procesos políticos de su país”, desliza.
“Hay que ver. Si yo tuviera que adelantarme y decir que el año que viene va a
pasar tal cosa, no podría hacerlo, porque no sé quién será el presidente el
año que viene”.
¿Será posible que España
investigue alguna vez sus propios crímenes? “Yo creo que al final sí los
van a investigar”, asiente. “Con el tiempo lo van a hacer. Quizás es
demasiado pronto, hay heridas todavía abiertas”.
Se acuerda entonces de su investigación
sobre la muerte del general chileno Prats. “Chile no nos entregó a ningún
imputado, pero toda la investigación se hizo acá en Argentina, y luego
juzgaron allá, pero con mi investigación. En la resolución final de la Corte
me mencionan, incluso, ‘que gracias a la investigación que se hizo en Argentina…’”.
Se interrumpe, y piensa. “Yo viajé
en ese momento a Estados Unidos a interrogar al que puso la bomba [el
ex agente de la DINA Michael Townley], que estaba con un pacto de impunidad,
porque existe eso en Estados Unidos. Y el tipo declaró todo, pero no yo lo
podía poner porque al mismo tiempo tuve que firmar un pacto de
confidencialidad”.
Trascendencia
del proceso
La relevancia de una causa que por primera vez afronta los crímenes cometidos durante la Guerra Civil y la dictadura puede tener más eco en España que en Buenos Aires. La jueza hace como que no es consciente de las repercusiones de su investigación. “No suelo prestarle atención a eso, no estoy con eso. A veces te critican, a veces te elogian. La Justicia es así. Algunos en España nos criticarán”.
“No sé si la causa es
importante para Argentina. Para mí es una causa más de lesa humanidad. Acá a
nadie le interesa. Sí, hay gente que incluso me ha felicitado en la calle,
pero ¿sabes lo que pasa? Que las causas de lesa humanidad son distintas al
resto. Tienen otra trascendencia, hasta uno tiene otro sentimiento, pero
siempre estamos en la objetividad. Ahora, no podemos estar pensando en si
es española o argentina”, justifica.
¿Cómo lidia Servini con este
proceso? “Yo estoy en todo, pero tengo mucha gente que me ayuda, equipos que
están con los detalles. Me pasan a mí los datos, los reviso y firmo si estoy
de acuerdo”, consiente. “Yo tengo que tener objetividad y tranquilidad. Si
empiezo a seguir qué dice este diario o el otro, qué dice Twitter, si me
insultan o no, me vuelvo loca. Tienes que vivir en una cierta abstracción,
por eso aquí [en el edificio donde están los tribunales] los juzgados están
separados, los dejan apartados”.
Pero ella, lo quiera o no,
pasará a la historia por ser la primera jueza que imputa a represores
franquistas. “No lo había pensado”, dice despacio. “Estoy trabajando y no
pienso en gloria o premios. Nosotros investigamos los delitos del general
Prat como ahora también estamos investigando los delitos de nuestro país, con
chicos desaparecidos. En todo caso, me alegro de poder ser útil”.
La magistrada
revela que no había imaginado los progresos que iba a tener la causa a
lo largo del tiempo. “Estoy muy contenta, porque veo que vamos muy bien”,
concede. “En concreto, que ya haya imputados y hayamos podido pedir
extradiciones. Estamos a una altura muy importante que para nosotros es la
llamada a indagatoria, cuando se pide la extradición”.
Una de las
últimas trabas a la investigación no provino de la Audiencia Nacional, sino
del Consejo de Ministros de Mariano Rajoy cuando denegó en marzo
las extradiciones que pedía la magistrada. España, en este punto, vulnera
el Tratado de Extradición y Asistencia Jurídica ratificado por ambos países
en 1990.
Servini reconoce que desde
la Justicia argentina no hay mucho margen de maniobra. “Los tratados son
vinculantes, pero si no lo cumplís… la Justicia argentina no puede
intervenir”. Queda en silencio unos instantes, y añade. “Con las
extradiciones que pidió Garzón en su momento, Argentina tampoco cumplió.
Garzón sólo pudo detener a los que tenía allá”.
“Los
tratados son vinculantes pero si España no los cumple la Justicia argentina
no puede intervenir”
Intercede
entonces su secretario Mangano. “España no hizo lugar a nuestros pedidos de
extradición por la ley de Amnistía que tienen vigente, no porque
consideraran que no teníamos razón. No trataron el fondo del asunto, se
escudaron en eso. Pero esto es muy importante, porque si hubieran podido
voltear nuestros argumentos lo habrían hecho como para que no mandemos más
pedidos”, delibera.
Servini interviene decidida. “La
causa la trabajamos para terminarla. Esperamos poder hacerlo”. Pero ¿qué
significa terminarla? “Que podamos procesar, o sobreseer, y que la causa pase
a un tribunal oral, o no”, alega. Es todo un abanico de posibilidades.
Lo que sí sabe es que la
investigación no está condenada a eternizarse por las constantes
denuncias que se incorporan al proceso. “Puedes ir cerrando la causa por
partes mientras las nuevas denuncias se van investigando. A mí me gustaría
que esta investigación se pudiera terminar, aquí o en España. No es algo que
yo quiero para mí. La querella está queriendo una reparación. Los imputados,
una defensa. Esto tiene que tener un final”, sentencia Servini.
Miedo en las víctimas
Si hay algo que a la magistrada le ha impresionado durante el transcurso de la causa fue el temor de las víctimas a dar su testimonio. “Me impactó el miedo que tiene la gente a declarar”, recuerda Servini de su viaje. “No estamos acostumbrados a que la gente, en derechos humanos, tenga miedo. La gente acá es espontánea, habla. Nos impresiona el miedo”. Ante la pregunta de a qué cree que obedece ese miedo, se echa para atrás y aprieta los labios. “Investiguen ustedes, los españoles. Pregúntenle a la gente por qué los querellantes tienen miedo de declarar”. |
Blog d'en Jordi Grau i Gatell d'informació sobre les atrocitats del Franquisme..... "Las voces y las imágenes del pasado se unen con las del presente para impedir el olvido. Pero estas voces e imágenes también sirven para recordar la cobardía de los que nada hicieron cuando se cometieron crímenes atroces, los que permitieron la impunidad de los culpables y los que, ahora, continúan indiferentes ante el desamparo de las víctimas" (Baltasar Garzón).
dilluns, 25 de maig del 2015
Jueza Servini: “Me impacta el miedo a declarar de las víctimas”
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