miércoles, 27 de mayo de 2015
No manejamos megapixels, no sabemos de ebooks, aun no existen los bluetooth y la comida macrobiótica nos es desconocida. Tan desconocida y ajena, como a pesar nuestro nos es el rancho que debiera ser normal, pero que nunca está presente, o como lo son los teléfonos, las añoradas radios, los libros en papel o las viejas cámaras ópticas de fotografía. En su ausencia, algunos imaginan historias y las memorizan para cuando podamos salir de aquí; otros recrean eternos diálogos con inventados personajes y los repiten hasta la extenuación; otros reinventamos el ajedrez usando como piezas huesos de aceituna y chinos de piedra; y otros recorremos incansablemente el patio, de norte a sur, vuelta tras vuelta, un dia, y otro día, en compulsivo paseo que persigue evadir la neurosis del preso.
Pero unos pocos construyen, inventan, de la nada crean algo y con un carboncillo, un lápiz sisado en la oficina y unos colores, en ausencia de prohibidas cámaras fotográficas, nos retratan, nos inmortalizan y procuran esconder sus obras, pues si los verdugos supieran de ellas los condenarían a muerte. Tienen muchos nombres: Castelao, en Galicia; Robledano, en Valdenoceda; Buero Vallejo, en El Dueso; Antequera, Daniel Álvarez... Los creadores se refugiaron en el dibujo clandestino para escapar de la opresión y para ilustrar la muerte y hacerla impercedera. Uno de ellos fue José Manaut. Pintor, fauvista, ilumidador, retratista, profesor de arte, destacadísimo artista y republicano comunista. Y preso. Condenado a 12 años y 1 día por el Tribunal para la Represión de la Masonería y el Comunismo, pasó 6 años en Durango, fue preso en Carabanchel del 43 al 44, otra vez en Durango hasta el 45 y nuevamente en Madrid hasta el 49.
Una de las prisiones por las que pasó fue Porlier. Y en ella nos retrató. Nuestras caras son reconocibles. Cada uno de sus retratos tienen nombres y apellidos, e incluso en aquellos que parecen meros apuntes a vuelapluma se pueden reconocer historias, imaginar pasados y descubrir rostros de resistentes antifranquitas que al poco de posar inadvertidamente fueron asesinados por los fascistas. Vemos algunos, los que son simples trazos. Mañana veremos algunos más, profundos, coloridos, expresionistas. Pero recordad: tras cada rostro que contempláis, hay un espíritu luchador. Tras cada gesto contenido, una historia de dignidad, respeto y compromiso. Aprended, pues os hablamos desde este terrible y no evadible presente que quizás os parezca remoto y casi ilusorio pasado.
Pero unos pocos construyen, inventan, de la nada crean algo y con un carboncillo, un lápiz sisado en la oficina y unos colores, en ausencia de prohibidas cámaras fotográficas, nos retratan, nos inmortalizan y procuran esconder sus obras, pues si los verdugos supieran de ellas los condenarían a muerte. Tienen muchos nombres: Castelao, en Galicia; Robledano, en Valdenoceda; Buero Vallejo, en El Dueso; Antequera, Daniel Álvarez... Los creadores se refugiaron en el dibujo clandestino para escapar de la opresión y para ilustrar la muerte y hacerla impercedera. Uno de ellos fue José Manaut. Pintor, fauvista, ilumidador, retratista, profesor de arte, destacadísimo artista y republicano comunista. Y preso. Condenado a 12 años y 1 día por el Tribunal para la Represión de la Masonería y el Comunismo, pasó 6 años en Durango, fue preso en Carabanchel del 43 al 44, otra vez en Durango hasta el 45 y nuevamente en Madrid hasta el 49.
Una de las prisiones por las que pasó fue Porlier. Y en ella nos retrató. Nuestras caras son reconocibles. Cada uno de sus retratos tienen nombres y apellidos, e incluso en aquellos que parecen meros apuntes a vuelapluma se pueden reconocer historias, imaginar pasados y descubrir rostros de resistentes antifranquitas que al poco de posar inadvertidamente fueron asesinados por los fascistas. Vemos algunos, los que son simples trazos. Mañana veremos algunos más, profundos, coloridos, expresionistas. Pero recordad: tras cada rostro que contempláis, hay un espíritu luchador. Tras cada gesto contenido, una historia de dignidad, respeto y compromiso. Aprended, pues os hablamos desde este terrible y no evadible presente que quizás os parezca remoto y casi ilusorio pasado.
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