dissabte, 16 de juliol del 2016

Ceuta 1936: un plan para matar a Franco que pudo cambiar la historia.


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Cuartel de Ceuta. 17 de julio de 1936. El cabo José Rico proyecta matar a Franco. La traición de uno de sus compañeros hizo fracasar un plan que habría cambiado la historia

MARÍA SERRANO / 16 Jul 2016
Franco llega a Ceuta el 19 de julio 1936 tras aterrizar en el aeródromo de Tetuán// ARCHIVO SÁNCHEZ MONTOYAFranco llega a Ceuta el 19 de julio 1936 tras aterrizar en el aeródromo de Tetuán// ARCHIVO SÁNCHEZ MONTOYA
“Aquel atentado hubiera podido cambiar el curso de la historia de España”. El investigador ceutí Francisco Sánchez Montoya recuerda el asesinato planeado para el 17 de julio de 1936 contra el general Francisco Franco. La maniobra la llevarían a cabo cuatro cabos y varios soldados el mismo 18 de julio de 1936 siendo uno de sus cabecillas el cabo republicano José Rico. Tras ser delatados en Ceuta por un chivatazo, fueron finalmente ejecutados en un Consejo de Guerra Sumarísimo un año más tarde.

Montoya recuerda que “todo comenzó en la medianoche del 17 de julio de 1936”. Aquella madrugada los militares golpistas comenzaron a tomar Ceuta. La represión sería terrible: 268 asesinatos entre 1936 y 1944 en la ciudad. El objetivo “salvar a España” de la República. El Regimiento de Infantería número ocho saldría en armas, junto al teniente coronel Juan Yagüe y las tropas de legionarios de Dar Riffien. La situación se complicaba a medida que pasaban las horas. “Patrullas de falangistas detenían a civiles y asaltaban varias sedes de partidos políticos, comunicando al pueblo el estado de guerra, la disolución de partidos y la prohibición de realizar reuniones”, recuerda el investigador.

LA TRAMA DEL ATENTADO EN EL CUARTEL DE CEUTA
Los cabos José Rico y Pedro Veintemillas hacían la ronda aquella noche como otra jornada más. Solo en pocas horas, la ciudad había sido tomada por los militares sin tener que disparar un solo tiro. Pocos opusieron resistencia, sin saber lo que se avecinaba. El profundo republicanismo de Rico lo alentó a oponerse al golpe que ya se estaba gestando. Las primeras horas del día siguiente, ya 18 de julio, urdiría plan de resistencia. Una pequeña habitación del cuartel sirvió de reunión clandestina para el encuentro. Le acompañaron Anselmo Carrasco y Pablo Frutos. Rico tenía solo 21 años cuando se alistó voluntario en el Ejército desde Salamanca, su tierra natal, cuando marchó al Norte de África.

El cabo tramaría, como cabecilla, el complot para atentar contra la vida de Franco, que en aquellos decisivos momentos se encontraba en las Islas Canarias. “La idea se concretó en la segunda reunión en el cuartel”, puntualiza Montoya. Se trataba de frenar el golpe de Estado y una guerra civil que parecía ya irrevocable.

La magia del plan radicaba en su sencillez. La tarde del 18 de julio, Rico pidió estar de guardia en la entrada principal del cuartel con la intención de ser el primero en enterarse de la llegada de Franco. Cuando entrada en el patio central, le dispararían una ráfaga de fuego. El resto de militares serían detenidos. Sin embargo, la mayor complicación era buscar apoyo en el pueblo. Esa era una baza necesaria para el éxito del atentado. Sin el beneplácito –que no lograron– de los ciudadanos de Ceuta, Melilla y el protectorado, el golpe continuaría su curso.

LA TRAICIÓN FINAL Y EL CONSEJO DE GUERRA
Agustina Rico, sobrina del militar republicano, aludiría muchos años más tarde, en una entrevista, a la traición final que desbarató la operación. “En la tarde del 18 de julio, mi tío pidió entrar de guardia en la puerta principal del cuartel para ser el primero en enterarse de la llegada de Franco. Lo consiguió. Compartió vigilancia con el cabo Rodríguez, quien confesó después en el consejo de guerra que mi tío le había preguntado qué le parecía el movimiento, la revuelta fascista”.

Las detenciones, alrededor de medio centenar, no tardaron mucho en llegar, como recoge Montoya en su libro ‘Ceuta y el Norte de África 1931-1944. República, guerra y represión’. Uno de los supervivientes de aquel arresto, el anarquista Sánchez Téllez, recordaba así los terribles interrogatorios: “Entré en un pequeño despacho sin ventanas y un brigada me tomó la filiación y comenzó a interrogarme. Aún no había terminado la primera pregunta cuando sobre mi espalda sentí un golpe de vergajo. Para que me recuperara me echaban agua de un botijo, pero yo lo negaba todo”.

FUSILAMIENTO EN LA PRISIÓN DEL HACHO
Los presos fueron llevados en las peores condiciones imaginables hasta la fortaleza prisión del Monte Hacho. Tras pasar casi un año en prisión, el 17 de marzo de 1937, Rico fue sometido a un consejo de guerra, que decretó su fusilamiento. Sin testigos para poder ejercer su derecho de defensa, fue fusilado por una patrulla de falangistas a las puertas del Hacho. Antes de su muerte, el cabo relató en una carta a su familia las circunstancias en la que se encontraba: “Me fusilan al amanecer. El capitán Navarro me ha preguntado si quiero algo. Vivir, le he dicho, y no ha sabido qué responderme”. Y continuaba con profundad emotividad: “Tengo miedo y no sé cómo reaccionaré cuando esté ante el pelotón de ejecución. Me gustaría mantener la dignidad, pero ¿cómo? Padres, no se culpen de nada, porque de nada tienen la culpa, como tampoco me culpo yo de mis acciones”.

En su único turno de palabra durante el consejo de guerra, el juez permanente teniente coronel Buesa dictaminó el veredicto de culpabilidad: “No sois españoles, sois todos unos cobardes traidoresa la patria”, a lo que el cabo Rico replicó: “Juré defender una España democrática y la defiendo porque soy español; los traidores a la patria sois vosotros”.