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80 años de la guerra
civil española, una herida todavía abierta
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Publicada por: Redacción Sumarium el 9
julio, 2016 - 8:42 am redaccionsumarium@gmail.com @sumariumcom
(Madrid, España |
AFP).- Hace 80 años, España
se sumergía en una dolorosa guerra civil cuyas heridas todavía deben
cicatrizar. Oscuro preludio de la Segunda Guerra Mundial, el conflicto despertó
pasiones en todo el mundo y terminó por instaurar una larga dictadura.
El 18 de julio de 1936,
una conspiración de generales se levantó contra la República proclamada cinco
años atrás. Los diferentes gobiernos no habían podido reformar un país muy
agrícola, con retraso respecto a Europa y muy dividido ideológicamente.
El golpe de Estado fracasó
y empezó una cruenta guerra entre el bando republicano y el bando “nacional”
insurgente.Escogido en febrero, el gobierno del Frente Popular, apoyado por
socialistas y centristas, fue incapaz de mantener el orden e impedir los
asesinatos políticos de ambos bandos y los incendios de iglesias.
El grueso de las tropas
insurgentes esperaba en el Marruecos español, bajo el mando del general
Francisco Franco. Adolf Hitler y Benito Mussolini, los dictadores alemán e
italiano, le enviaron sus aviones para poder llegar a la península. Fue el
primer puente aéreo de la historia.
Su contribución no
terminó ahí. Sus aviones fueron los primeros en bombardear sistemáticamente
poblaciones como Gernika, en el País Vasco, arrasada por las bombas en 1937.
Fue también la primera
guerra mediática. Las nuevas cámaras permitieron el desarrollo de reportajes
fotográficos y cinematográficos. Las imágenes del combate y la destrucción
llenaban las portadas internacionales y se difundían en los cines.
Sin cuartel
Mientras, en el terreno,
se desencadenaba una lucha sin cuartel.
“Es necesario crear una
atmósfera de terror (…) eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todo el que
no piensa como nosotros”, declaró el general insurgente Gonzalo Queipo de
Llano, encargado de la campaña en el sur de España.
En el otro bando,
socialistas, anarquistas y comunistas se hacían con el control de la calle. Las
fábricas fueron nacionalizadas, las tierras colectivizadas y los adinerados o
sospechosos de simpatizar con la derecha ejecutados en los primeros meses de
guerra.
Se los llevaban de noche
para un “paseo” del que nunca volvían.
También los clérigos
pagaron su identificación con la clase poderosa con asesinatos y torturas. Más
de 6.500 murieron, la mayoría a manos de los republicanos.
Diputados de
izquierdas, sindicalistas, militantes socialistas, simpatizantes y sus
familiares fueron perseguidos, ejecutados y masacrados.
Fascismo contra
comunismo
Aunque Madrid pidió ayuda
a sus vecinos, ni el Reino Unido ni Francia acudieron, temerosos de entrar en
una nueva guerra mundial. Se refugiaron en un “pacto de no intervención”,
ignorado completamente por Roma y Berlín.
La República sólo contó
con las armas de la Unión Soviética y las municiones del México revolucionario.
La guerra se convirtió en un enfrentamiento entre fascismo y comunismo.El
dictador soviético Stalin lo aprovechó para reforzar su influencia. Los
militantes de la Internacional Comunista, liderada por Moscú, dirigían las
tropas republicanas.
“Nuestros enemigos son
los Rojos, los Bolcheviques del mundo entero”, cantaban los jóvenes pilotos de
la Legión Cóndor enviada por Hitler.
La inacción de las
democracias occidentales contrastó con el posicionamiento pro-republicano de
intelectuales, desde el escritor estadounidense John Steinbeck al poeta indio
Rabindranath Tagore, ambos premios Nobel de literatura.
Jóvenes extranjeros se
alistaron en las “brigadas internacionales” republicanas, supervisadas por la
Internacional Comunista. Franceses, polacos, estadounidenses, alemanes o italianos,
casi 50.000 voluntarios del mundo entero llegaron a España para “frenar al
fascismo”.
Su contribución fue vital
en las escasas victorias republicanas: impedir la caída de Madrid en 1936 y
hacer huir en desbandada a las tropas italianas de Mussolini el 1937 en
Guadalajara.
Pero aislada
militarmente, debilitada por sus divisiones y la feroz lucha entre anarquistas
y comunistas, la República perdía terreno inexorablemente ante los franquistas
que procedían a la limpieza de las regiones conquistadas.
En marzo de 1939, el
gobierno, refugiado en Barcelona, se exilió con 400.000 españoles.
Sólo cinco meses después
estalla la Segunda Guerra Mundial, que París y Londres tanto quisieron evitar.
“Justicia al revés”
El 1 de abril de 1939,
Franco proclama su victoria tras rechazar cualquier paz negociada. España
vivirá bajo su represiva dictadura hasta su muerte en 1975.
El franquismo homenajeó a
sus muertos pero muchos republicanos asesinados terminaron en fosas comunes,
todavía desaparecidos.Todos aquellos quienes no apoyaron a los insurgentes
podían ser juzgados por “rebelión” ante tribunales militares. Era una “justicia
al revés”, reconocería más tarde Ramón Serrano Suñer, cuñado y ministro del
Interior de Franco.
En “El holocausto
español”, el historiador británico Paul Preston cifra en 20.000 las ejecuciones
después de la guerra. Estima en 200.000 los muertos en combate y una cifra
similar para los asesinados y los ejecutados, de las cuales habría unas 150.000
víctimas del bando franquista.
En 2007 se aprobó una ley
de memoria histórica para ayudar a las familias a encontrarlas.
Pero el actual jefe de
gobierno conservador, Mariano Rajoy, se enorgullece de no haber gastado un sólo
euro para aplicarla. Su partido, fundado por antiguos ministros de Franco,
rechaza “remover las cenizas del pasado”.
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