dissabte, 26 de desembre del 2015

Francisco González Tejera. "El franquismo convirtió a Canarias en un laberinto de terror".


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El portavoz de la Plataforma de Familiares de los Fusilados de San Lorenzo ha escrito 'Tormenta en la memoria', que reúne 47 relatos novelados sobre la represión franquista en las islas
La obra ha sido aportada como prueba en la denuncia que pretende incorporar 1.800 víctimas isleñas a la querella por genocidio que se tramita en un juzgado de Buenos Aires
“Me impulsa dar voz a los sin voz, a todas esas personas asesinadas, más de 5.000 en Canarias, y sacar a la luz lo que sucedió para que no se vuelva a repetir”
“Muchos políticos y muchos jueces son herederos de los asesinos. El Gobierno español está integrado por los herederos del franquismo. el Partido Popular fue fundado por un franquista”
“La Iglesia católica participó y fue parte activa de la represión. Había curas con pistola al cinto dando tiros de gracia, dando la extremaunción y asesinando, revelando secretos de confesión para que asesinaran a gente”
“Hay que saber los nombres de los que cometieron barbaridades, violaciones de derechos y asesinatos. Hay que dignificar a las familias. Aquí no se busca dinero, se busca justicia”
Francisco González Tejera, en la Sima de Jinámar. (ALEJANDRO RAMOS)
Francisco González Tejera, en la Sima de Jinámar. (ALEJANDRO RAMOS)
Francisco González Tejera (Las Palmas de Gran Canaria, 1960) se crió en una familia desgarrada por el dolor, víctima de la brutalidad de la represión franquista. Su abuela materna, Frasquita, trató de levantar un muro de silencio para protegerlo. Lo derribó su marido, Juan Tejera Pérez, el abuelo de Francisco, que se había librado de la pena de muerte a la que fue condenado en un consejo de guerra tras permanecer encarcelado durante 12 años (una parte en el campo de concentración de Las Palmas de Gran Canaria y otra, en prisiones de la Península). Fue él, Juan el comunista, quien comenzó a relatarle historias de los horrores del régimen instaurado tras el golpe de Estado militar del 18 de julio de 1936.
Su otro abuelo, Francisco González Santana, no pudo contarlo. Conocido comoPancho La Mahoma, fue sindicalista y concejal del Ayuntamiento de San Lorenzo, municipio anexionado a Las Palmas de Gran Canaria en 1937. El 29 de marzo de ese año fue fusilado en el campo de tiro de La Isleta junto a Matías López Morales, también sindicalista de la Federación Obrera; Juan Santana Vega, alcalde de San Lorenzo; Antonio Ramírez Graña, secretario municipal, y Manuel Hernández Toledo, jefe de policía, tras un consejo de guerra sumarísimo.
La ejecución de Francisco González Santana ahondó el sufrimiento atroz de Dolores, su esposa, que meses antes había perdido a Braulio, el más pequeño de sus cuatro hijos, en un registro nocturno de las Brigadas del Amanecer. Fueron a por Pancho, pero no lo encontraron. Los cinco de San Lorenzo habían huido tras el alzamiento militar encabezado por Francisco Franco Bahamonde y habían encontrado refugio en unas cuevas en la zona de San José del Álamo.
Esa noche, un disparo sobresaltó a la familia. Dolores abrió la puerta. Habían fulminado al perro, que estaba amarrado en la entrada. Entre los miembros de las Brigadas del Amanecer se encontraba Eufemiano Fuentes, conocido empresario tabaquero de la isla. “Iban borrachos y empezaron a registrar la casa. Tenía dos habitaciones muy pequeñas. Mi familia era gente muy humilde, los niños estaban todos en la misma cama, y Braulio, en la cuna. Al no encontrar a mi abuelo, en un gesto de rabia, uno de la Falange cogió al niño por los pies y lo lanzó de cabeza a la pared. Al día siguiente murió. Está enterrado en el cementerio de San Lorenzo”.
Falangistas en la plaza de Santa Ana de Las Pamas de Gran Canaria (©FEDAC)
Falangistas en la plaza de Santa Ana de Las Pamas de Gran Canaria (©FEDAC)
Francisco González Tejera narra el episodio con el dolor que le transmitió su abuela. “Se quedó ciega a los 37 años porque somatizó ese sufrimiento”, recuerda el p ortavoz de la Plataforma de Familiares de los Fusilados de San Lorenzo y miembro del Foro Canario de Víctimas del Franquismo , que ha plasmado la crudeza de la represión franquista en el Archipiélago en los 47 relatos novelados que forman parte de 'Tormenta en la memoria', obra que ha sido aportada como prueba en la denuncia con la que la Asociación Canaria de Víctimas del Franquismopretende incorporar 1.800 víctimas isleñas a la querella que se tramita en un juzgado de Buenos Aires. Asegura que no le empuja un sentimiento de odio, sino su anhelo de justicia.
¿Por qué decides embarcarte en este proyecto? ¿Qué te impulsa?
Es fruto de haber vivido desde la infancia en una familia que sufrió el terror del franquismo, de haber escuchado sus testimonios y haber visto la ocultación premeditada de todo lo que sucedió, unos hechos que pasaron hace 75 años se siguen ocultando por el Estado español, por los gobiernos sucesivos. Me impulsa dar voz a los sin voz, a todas esas personas asesinadas, más de 5.000 en Canarias, y sacar a la luz lo que sucedió para que no se vuelva a repetir. El libro no tiene ningún componente de odio. Hay sentimientos de aclaración de la verdad, de reparación y de justicia.
¿Cómo recuerdas esas conversaciones en casa? ¿Se hablaba sin reservas, de forma abierta?
En mi familia había mucho dolor. Mi abuelo Juan 'el comunista', mi tía Rosa García, que también pertenecía al Frente Popular y que fue violada por varios falangistas... Había mucho miedo. Mi abuela Frasquita, la mujer de Juan, no quería que me contaran nada, que se transmitiera, por el terror que sentía. Mi abuela Dolores sí me trasladó su sufrimiento, vio cómo mataban a su bebé y luego, a los pocos meses, cómo fusilaban a su marido y la dejaban sola con tres hijos, sin trabajo y sin medios. Tuvo que estar mendigando para darles de comer. No le daban trabajo porque estaba estigmatizada por ser la mujer de un comunista asesinado. Todo ese dolor inevitablemente se fue transmitiendo y a mí me llegó, igual que a otros familiares.
¿Cómo fue el proceso de investigación para construir los 47 relatos del libro?
Muchas historias me llegaron a través de mi familia, de amigos de mis abuelos, de personajes vinculados al movimiento antifascista y, sobre todo, de testimonios directos, de ir a hablar con personas que sufrieron esas aberraciones. Es un trabajo de investigación desarrollado en diferentes islas, sobre todo en Gran Canaria, pero también en otras. Es una labor de rescate de la historia oral, de grabar a una persona e ir enlazando lo que realmente sucedió para plasmarlo.
¿Te has topado con un muro de silencio en esa búsqueda de la verdad?
Ha sido muy difícil. Muchas personas aún hoy siguen sin querer hablar. Algunos se fueron a la tumba sin hablar cuando sufrieron directamente la represión, estuvieron encarcelados o les asesinaron a familiares. Las entrevistas se han hecho con mucho cariño, con mucho amor y sin ningún planteamiento de venganza. Algunos han querido guardar el anonimato, otros no. Aunque no ha sido fácil, al final la gente habla, porque es una herida abierta que seguimos teniendo en Canarias. Te lo dicen en voz baja, mirando para los lados, no sea que alguien le esté escuchando o se entere el vecino de al lado, que tiene vínculo con el PP o con partidos que siguen defendiendo el franquismo. Sigue existiendo ese terror.
Por fortuna, logré recopilar las historias y ya tengo preparado un segundo libro, prácticamente cerrado, con otras personas que también han querido hablar. Poco a poco se está viendo cómo en los medios de comunicación cada vez salen más temas de memoria histórica y se está perdiendo el miedo, cada vez hay más gente dispuesta a contar lo que sucedió, sobre todo para homenajear a sus familiares asesinados, y que se sepa que esa persona no era un delincuente, o un vago o un maleante, como decía la ley, sino que eran personas dignas que defendían los derechos civiles, los derechos sociales, la libertad y la democracia.
Esa mayor sensibilidad, ¿se ha trasladado también a las administraciones?
Ahora mismo, con la incorporación de fuerzas de la izquierda, con políticos nuevos que no son cómplices de la transición, que fue una auténtica traición para que siguieran gobernando y robando los mismos, se están abriendo puertas. El Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria nos ha cerrado históricamente todas las puertas. El alcalde Cardona se portó de forma vergonzosa con las familias de las víctimas del franquismo, concretamente con la mía.
Ahora, la llegada de nuevas caras está propiciando que la fosa del cementerio de Vegueta se vaya a abrir, que una institución tan importante como el Cabildo de Gran Canaria se sume a la denuncia que hemos presentado y estoy seguro de que va a haber más instituciones que van a sumarse y que están quitando simbología franquista y cumpliendo la Ley de Memoria Histórica, que han vulnerado e incumplido hasta ahora.
¿En qué ha quedado esta ley?
Primero hay que decir que no fue una ley bien estructurada, se hizo de cara a la galería. No se ha llegado a aplicar nunca, ni por el PSOE ni por el PP. El PP no ha llegado a dar ni un céntimo en estos cuatro años de gobierno, pretende ocultar los crímenes, los asesinatos, por eso no entregan a quienes la Justicia argentina ha pedido que sean extraditados, entre ellos Martín Villa, el suegro de Gallardón o los policías torturadores Jesús Muñecas y Billy el Niño. Hay gente buscada por la Interpol y España los protege. Eso es una muestra de que no están cumpliendo la Ley de Memoria Histórica, igual que siguen permitiendo que existan calles dedicadas a los criminales. Eso en Alemania o Francia sería inconcebible, pero aquí seguimos con la pandereta todavía.
¿Por qué en Canarias hubo poca resistencia a la sedición? ¿Cuáles fueron los principales focos de lucha?
Meses antes del golpe de Estado, desde el Frente Popular y la Federación Obrera pidieron armas al gobernador civil para defenderse. El gobernador civil no lo autorizó, decía que no iba a pasar nada, que todo estaba bien y que no había que fomentar la violencia. Cuando estalla el golpe de Estado, la gente no tiene forma de defenderse. Sólo hubo pequeños focos en La Palma, un pequeño maquis guerrillero que duró pocos meses y fue exterminado.
¿Qué caracterizó a la represión en las Islas? ¿Por qué fue tan brutal?
Fue una represión ideológica, a quienes defendían la democracia y la legalidad constitucional. La oligarquía canaria, la patronal, gente rica de Canarias y también ingleses, y la iglesia católica orquestaron una represión basada en el odio y en exterminar a lo mejor de nuestro pueblo, a la gente más concien ci ada. Meses antes del golpe de Estado se hicieron listas negras, estaba todo preparado. Hubo curas que revelaron secretos de confesión.
Sima de Jinámar. (ALEJANDRO RAMOS)
Sima de Jinámar. (ALEJANDRO RAMOS)
Canarias se convirtió en un laberinto de terror, no había forma de escapar. La condición insular marca. No hubo guerra, pero sí un genocidio que se llevó por delante a 5.000 personas. Se cebaron con la gente simplemente por defender la legalidad constitucional, por haber sido líderes sindicales, por defender los derechos de los trabajadores, la democracia. Hubo un genocidio orquestado terrible, La gente de la Península se sorprende cuando se entera de lo que sucedió aquí. Aquí no hubo guerra, se sentía, se palpaba, pero no hubo un enfrentamiento, una batalla del Ebro,
La oligarquía canaria, la Iglesia católica, la Falange, Acción Ciudadana y los militares hicieron un verdadero genocidio en Canarias.
Una de las imágenes más simbólicas del libro es la que describe a un capellán con sotana y pistola al cinto. ¿Qué papel desempeñó la iglesia católica en este periodo?
La Iglesia católica participó y fue parte activa del golpe de Estado franquista, de la represión y de los asesinatos en Canarias y en toda España. Participó y no ha pedido perdón, al menos la Iglesia canaria. Había curas con pistola al cinto dando tiros de gracia, dando la extremaunción y asesinando, revelando secretos de confesión para que asesinaran a gente. Hubo una participación activa de la Iglesia como institución en el genocidio franquista, con excepciones puntuales de curas que defendieron la libertad y la democracia.
 Los mismos que mataron a mis padres son los que ahora te roban la casa”. Lo dice la protagonista de la primera historia. Lo cierto es que en el libro figuran apellidos ilustres, muy conocidos en la isla (Del Castillo, De Lugo, Manrique de Lara, Fuentes, Bonny, Leacock...)
Muchos políticos que están ocupando ahora puestos de diputados, concejales o alcaldes son herederos de los asesinos. Y hay que decirlo claramente porque es la realidad. Muchos jueces son herederos de los asesinos y te cierran la puerta para abrir una fosa común diciendo que los crímenes de lesa humanidad prescribieron, cuando eso jamás prescribe en la legislación internacional de derechos humanos.
Acantilados de la Marfea. (ALEJANDRO RAMOS)
Acantilados de la Marfea. (ALEJANDRO RAMOS)
El Gobierno español está integrado por los herederos del franquismo. El Partido Popular fue fundado por un franquista, Manuel Fraga Iribarne, que firmó sentencias de muerte y participó en el genocidio y en la represión brutal. Esos apellidos siguen estando en la sociedad canaria y por eso sigue sucediendo lo que sucede. Se asesina de otra forma. Ahora no te matan con un tiro en la nuca en la Sima de Jinámar, ahora te van matando con un desahucio, un despido, una reforma laboral absolutamente inhumana.
 Ya han pasado 40 años de la muerte de Franco”. “Es un enfrentamiento que debería estar superado”. “Hay que olvidarse y pasar página”. ¿Qué sientes cuando escuchas este tipo de afirmaciones?
Siento mucha tristeza y rabia contenida. La mejor forma de cerrar una herida es haciendo justicia. Las personas que dicen eso públicamente, personas de a pie o personajes de la farándula como Bertín Osborne, o políticos como (Rafael) Hernando, (Carlos) Floriano o Esperanza Aguirre, que siguen diciendo que no hay que remover nada, que todo esto hay que cerrarlo ya, es porque directa o indirectamente tienen las manos manchadas de sangre, por familiares o por tener vínculos directos con la represión. Quienes hemos sufrido el terror directamente sentimos mucha decepción de que haya en una supuesta democracia personas ostentando un cargo público que humillan a las víctimas del franquismo, es una auténtica vergüenza.
Alemania juzgó a los criminales nazis. En España, la Audiencia Nacional se inhibió en favor de los juzgados territoriales y la mayor parte de las causas fueron archivadas desde el primer momento. ¿Qué nos diferencia?
En Alemania, después de la II Guerra Mundial, se constituyó una democracia, y en España no, fue un engaño. El franquismo está incrustado en el poder judicial, en el Supremo, en el Constitucional, en cualquier juzgado de guardia... Aunque haya honrosas excepciones. El franquismo también está incrustado en el Congreso, en el Senado, en muchos ayuntamientos, en el PP, en Ciudadanos.. . Partidos que quieren que sigamos 40 años más tapando un genocidio terrible, que se llevó por delante a más de 200.000 personas en toda España. Somos el segundo país del mundo con más fosas comunes de asesinados por los militares, después de Camboya. Esa es la diferencia. En Alemania y Francia hay democracia. En Francia te puedes encontrar con el nombre de un colegio de un miliciano antifascista, incluso español, que luchó contra los nazis, y aquí el maquis o los guerrilleros que lucharon contra la dictadura siguen siendo considerados en sus antecedentes penales como vagos y maleantes.
Ante la imposibilidad de sentar en el banquillo a los represores, que ya han fallecido, ¿qué persiguen con la denuncia sobre los crímenes cometidos por el franquismo en Canarias?
La denuncia es un ejercicio de justicia y dignidad. Ya que en España nos han cerrado todas las puertas, es una oportunidad para que la legislación internacional en materia de derechos humanos se aplique de verdad y para que se le tire de las orejas al Gobierno español por no haber juzgado a los asesinos, estén vivos o muertos. Hay que saber los nombres de los que cometieron barbaridades, violaciones de derechos y asesinatos. Hay que dignificar a las familias y no se trata de dinero, como dice (Rafael) Hernando (PP). Aquí no se busca dinero, se busca justicia, que se puedan sacar los restos de un familiar de una fosa y se puedan enterrar dignamente, que quienes fueron asesinados tengan sus monumentos, sus placas, que sus nombres figuren como personas que lucharon y dieron su vida por la libertad.
¿Cuánto tiempo llevan trabajando en la denuncia? ¿Qué esperan de este proceso?
Ha sido un proceso largo, arduo. Ya los familiares de los fusilados de San Lorenzo habíamos presentado una denuncia hace tres años por Juan Santana Vega, alcalde de San Lorenzo, y mi abuelo, Francisco González Santana. Pero ahora ha sido un trabajo a propuesta de la abogada argentina Ana Messuti, que fue una de las que inició la querella. Ha sido un trabajo de seis meses para poder recopilar 1.800 asesinatos y presentarlos a la justicia internacional para tratar de que se sepa, que la opinión pública se entere de lo que sucedió en Canarias. Mucha gente de aquí y fuera de aquí no sabe que aquí hubo un genocidio en toda regla. Queremos que la justicia internacional intervenga, juzgue a quien tenga que juzgar y reconozca a quien fue asesinado defendiendo la legalidad constitucional.

Símbolos de la represión

La Sima de Jinámar y los acantilados de la Mar Fea son dos símbolos de la represión franquista en la isla de Gran Canaria, dos escenarios del horror.
A las inmediaciones de la Sima, ubicada en lo alto de los campos de volcanes de Jinámar, llegaban de madrugada camiones cargados de represaliados con cuerpos lacerados por las torturas. Allí los hacían bajar y caminar un trecho de montaña hasta llegar al agujero volcánico de 80 metros de profundidad donde los arrojaban y los hacían desaparecer. Los relatos recogidos por Francisco González Tejera hablan de los gritos y los disparos que resonaban en el valle rompiendo el silencio de la noche.
Según explica Aarón León Álvarez en su libro La represión franquista en Canarias' muchos de los desaparecidos en las Islas durante el periodo 1936-1939 fueron lanzados al mar. En la isla de Gran Canaria, los ataban con sacos utilizados en la comercialización de productos del campo, a los que agregaban un peso, y los arrojaban a los acantilados situados cerca de la playa de La Laja, en la zona conocida como la Mar Fea. Algunos cadáveres llegaban hasta San Cristóbal, barrio de pescadores. Cuenta el autor de 'Tormenta en la memoria' que quienes veían los cuerpos en el mar evitaban recogerlos por temor a las represalias de las fuerzas del bando franquista.