La proclamación de la República supuso para millones de obreros y campesinos la esperanza de ver realidad sus deseos de tierra, de trabajo digno, de libertades. Para los grandes grupos económicos, para la Iglesia, para los jerarcas del Ejército, el simple entusiasmo popular que supuso el 14 de abril de 1931 ya suponía una amenaza para sus intereses sociales. Desde los primeros momentos hicieron todo posible para derrocar a la República y evitar cualquier política de progreso.
Sin embargo, el miedo a los grandes poderes sociales la desconfianza en movilizar a las masas de trabajadores, de los líderes republicanos de izquierdas y de los líderes obreros durante el primero bienio, supusieron que la mayoría de reformas que se querían llevar a cabo o no se llevaron o fueron insuficientes. La reforma del ejército mantuvo a la mayoría de militares reaccionarios en la cúpula, la Iglesia mantuvo prácticamente intacto su poder, la reforma agraria se quedó muy corta, los derechos laborales fueron papel mojado y las libertades muchas veces se quedaron en el papel. Se consiguieron grandes progresos (como el voto a la mujer o la creación de escuelas laicas y de miles de plazas de maestros) pero el poder capitalista se mantuvo prácticamente intacto. Todo ello por no llevar una política que se enfrentara a los terratenientes, a los grandes capitalistas y a su poder, siendo necesario la movilización social de los obreros y campesinos. Todo esto hizo que quienes se habían entusiasmado con la República pronto pasaron al desencanto y a enfrentarse al poder republicano, que muchas veces utilizó la represión para acabar con las protestas.
Todo este desencanto produjo que la reacción, la derecha reagrupada en la CEDA y el Partido Radical se envalentonara. Y ganara las elecciones de 1933. Sin embargo, los trabajadores, viendo la lección que había dado el fascismo en Italia y el nazismo en Alemania, consiguieron con la Revolución del 34 en Asturias y la huelga general en todo el país, parar los intereses de Lerroux y Gil Robles de acabar con la República. Aunque la derecha consiguió detener el golpe, y acabó con la mayoría de tibias reformas anteriores, no tocaron el Estado republicano.
Los trabajadores pusieron sus esperanzas para conseguir sus derechos en el Frente Popular, conjunción de partidos pequeñoburgueses de izquierdas y partidos obreros, para ganar las elecciones de febrero de 1936. Y las ganaron. La derecha, los jerarcas militares y eclesiásticos, los terratenientes y los grandes capitalistas, al ver la experiencia de las elecciones de 1933, se pusieron a conspirar desde el primer momento para derrotar por vía insurreccional y militar al gobierno frente populista.
Con la excusa de un supuesto “levantamiento comunista” (que no existía) los conspiradores comenzaron desde el mes de marzo a acaparar capitales, armas, a reunirse entre ellos para preparar concienzudamente el Golpe, para no fracasar como la Sanjurjada de 1932. Los trabajadores y campesinos lucharon ante un gobierno que no cumplía lo que decía y que parecía que iba a cometer los mismos errores que el bienio republicano-socialista de 1931. Y encima, a pesar de que las conspiraciones de Golpe era un secreto a voces, los gobernantes republicanos hicieron caso omiso a las advertencias y tomaron muy pocas medidas para prevenir la conspiración.
Y el 18 de julio, pasó lo que desde hacía meses se estaba gestando. Mola, Queipo de Llano, Franco se levantaron contra el gobierno republicano. Y fueron los obreros y campesinos, los que, con utensilios o incluso con las manos desnudas, ocuparon las armerías y fábricas de armas y pararon el Golpe en Madrid, Barcelona, Asturias, Valencia, etc. Lo que los golpistas suponían un golpe rápido, al estilo del de Primo de Rivera en 1923, se convirtió en unos días en un conflicto civil que afectó no sólo a nivel nacional, sino también internacional. Italia y Alemania apoyaron al bando sublevado, mientras que Francia e Inglaterra dejaron a la república a su suerte, temerosos más de una revolución que de la victoria de los militares. Y la URSS apoyó de forma desigual al Gobierno de Frente Popular. Fue la solidaridad internacional, mediante las Brigadas Internacionales, el gran apoyo extranjero para el gobierno republicano.
Y es que es verdad que en el lado republicano se produjo, en los primeros meses, una revolución social sin precedentes. Además de que el pueblo tenía las armas, consiguió ocupar las tierras y las fábricas. Se crearon colectividades de fincas, de transportes, de abastecimiento. La mujer, relegada a un segundo plano hasta ese momento de la política (aunque había conseguido derechos como el del voto) consiguió tomar el destino en sus manos, tomando las armas junto con sus compañeros, convirtiéndose en milicianas, trabajando con los mismos derechos que los hombres. Eran los sindicatos obreros los que controlaban la vida pública y política. Incluso impartían la justicia contra los quintacolumnistas y sublevados. Sin embargo, el gobierno republicano, en una situación de doble poder, seguía manteniendo sus estructuras. Y Azaña y compañía (incluso Largo Caballero) no estaban dispuestos a hacer la revolución, temerosos más de que la revolución nos les permitiera tener apoyos de las democracias burgueses europeas (que por cierto, nunca tuvieron) que de la revolución permitiera el reparto de tierra y del trabajo, lo que hubiera elevado la moral de los soldados a la hora de luchar (porque no solo luchaban por una democracia en abstracto, sino por mantener su poder y el control sobre sus vidas).Y acabaron, poco a poco, con todas las conquistas revolucionarias.
Por tanto, lo que los militares supuestamente querían evitar, una revolución social, fueron los principales instigadores de la misma. El Golpe de Estado del 18 de julio y la posterior Guerra Civil levantaron todos los odios de clase, todo los resentimientos y rencores que durante el siglo XIX y principios del XX se habían ido gestando entre una burguesía rentista y parasitaria y una clase obrera y campesina con pocas expectativas de mejorar su vida y sin tierras. Todas las luchas anteriores se elevaron a la enésima potencia durante el conflicto bélico. La Guerra Civil no fue solo un conflicto entre República y dictadura, sino también entre revolución social y fascismo, entre la transformación y el reformismo, entre cambiarlo todo o volver al pasado. La Guerra Civil tampoco fue una locura colectiva, fue un conflicto político de primera magnitud, que puso sobre la mesa la posibilidad de la transformación social por parte de los oprimidos. Y que tras la derrota de los republicanos el 1 de abril de 1939, trajo una cruel dictadura de casi cuarenta años donde no se paró de matar hasta el final.
Mi más sincero homenaje a toda esa gente anónima , a todos esos nadie, que dieron toda su vida por mejorar esta sociedad, por transformarla, por hacer otro mundo. Y que dieron incluso su vida, por parar los pies al fascismo. Gracias de verdad. Vuestra historia de resistencia jamás será olvidada. Nosotros somos los guardianes de nuestra memoria.
Programa 16 – Antonio Maestre, elecciones y memoria histórica
Ir a descargar
Autor: Pablo Alcántara @PablodeVilla17
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada