dijous, 30 d’abril del 2015

El 'cura verdugo' del penal de Ocaña. Entre 1939 y 1959, 1.300 presos políticos fueron asesinados en Ocaña. El capellán de la prisión era el encargado de dar el tiro de gracia.



http://www.publico.es/politica/cura-verdugo-del-penal-ocana.html



"La luna lo veía y se tapaba / por no fijar su mirada / en el libro, en la cruz / y en la Star ya descargada. / Más negro que la noche / menos negro que su alma / cura verdugo de Ocaña".
Estos versos anónimo escritos por presos republicanos de la cárcel de Ocaña en 1941 bajo la supervisión de Miguel Hernández, según relató el militante comunista Miguel Nuñez en sus memorias, es el único documento escrito que da fe de los crímenes cometidos por “el cura verdugo de Ocaña”, tal y como los reos le bautizaron. Se trataba del capellán del penal de esta localidad toledana, también conocido entre los familiares de los reclusos como el “cura asesino”. Un religioso entre cuyas funciones se encontraba dar el tiro de gracia a los republicanos condenados a muerte.
“Todos sabíamos que era el cura. Participaba en las palizas y después gustaba de coger su pistola y dar el último disparo. Pero poco sabíamos de él. No se dejaba ver por el pueblo y un buen día desapareció de la prisión. Ni siquiera recuerdo su nombre”, cuenta a Público Celedonio Vizcaíno, de 75 años. Su abuelo, de quien heredó el nombre, fue fusilado el 8 de julio de 1939 por “el gran delito de pertenecer a Juventudes Comunistas”.  
En la memoria de este hombre, sin embargo, sí ha quedado marcada una imagen: la de decenas de presos caminando desde el penal hasta el cementerio en mitad de la noche. En una larga y profusa fila. Presos cabizbajos seguidos de una camioneta militar. Los registros dan fe de que una noche llegaron a ser 57 los fusilados. “A veces, cuando eran pocos, iban todos en la camioneta”, recuerda. Después llegaba el silencio más absoluto y, por último, el ruido de una ametralladora que los verdugos apoyaban sobre un montón de piedras.
Los registros recogen hasta 57 fusilamientos en una noche También recuerda Celedonio las mañanas en las que acompañaba a su madre al cementerio para poner flores a la fosa común donde descansan los restos de su padre. Las tres fosas del pequeño cementerio permanecieron abiertas hasta 1945 y él, siendo un niño de 5 años, podía ver los cuerpos de los fusilados comidos por la cal. Entre ellos, el de su progenitor
Otros días, llegar hasta la fosa se hacía imposible. “Muchas veces tuvimos que salir corriendo y escondernos en cualquier lugar cuando íbamos al cementerio. Las familias de derechas nos señalaban, nos insultaban y temíamos que nos mataran”, señala este hombre. El miedo no es de extrañar. Además de su abuelo, murieron otros tres familiares fusilados en el penal.
Sólo en Ocaña, un pueblo de apenas 11.000 habitantes de la provincia de Toledo, se registraron entre 1939 y 1959, fecha del último fusilamiento, 1.300 víctimas de la represión franquista. En su pequeño cementerio se concentran tres fosas comunes. La mayoría murieron fusilados, pero un gran número de ellos lo hicieron enfermos dentro de la prisión. La Asociación de Familiares de Ejecutados en la Cárcel de Ocaña, tras examinar los registros del penal, señala que en invierno la lista de fallecidos aumentaba considerablemente debido a las penosas condiciones de vida a las que estaban sometidos los presos. En muchos casos los verdugos ni siquiera necesitaban balas para cometer sus crímenes.
“Hemos encontrado varias partidas de defunción de bebés, que morían en la cárcel. Era habitual que las presas tuvieran allí a sus hijos. De hecho, conozco un caso escalofriante”, narra Carmen Díaz, vicepresidenta de la asociación. “Una presa fue condenada a muerte pero tenía un bebé en edad de lactancia. Las monjas permitieron que la presa continuara con vida hasta que el bebé cumplió dos años. Entonces, se lo quitaron de los brazos y la fusilaron. El bebe fue abandonado entre los matojos, aunque me consta que logró sobrevivir”, cuenta esta mujer, cuya historia familiar no es menos  trágica.
“En el penal de Ocaña conocí lo más duro para un condenado a muerte: la soledad", detalla Marcos Ana
Su abuelo murió en la prisión tras ser juzgado tres veces: una para condenarle a muerte, otra para conmutarle la pena por 30 años de prisión y, finalmente, una última ocasión, en la propia cárcel, para condenarlo de nuevo a muerte. La sentencia fue ejecutada inmediatamente sin avisar a los familiares. “Sospechamos que el último juicio fue un fraude ya que no aparece en ningún registro. Simplemente, querían verlo muerto”, cuenta a Público Carmen.
La cárcel de Ocaña ha pasado a la historia como uno de los símbolos de la represión franquista. Tanto por el alto número de fusilados como por el nombre de los presos que albergó. Entre sus barrotes estuvieron Miguel Hernández y el poeta Marcos Ana en el año 1940-41, el primero, y a partir de 1944, el segundo. A pesar de la breve estancia de Hernández en la prisión, su figura se ha transmitido en la historia oral de los familiares de las víctimas.
“Siempre se ha contado que Miguel Hernández enseñaba a leer y a escribir a los presos republicanos y que, a escondidas de los guardias, organizaba clases de poesía. El poema de El cura verdugo surgió de esas clases”, asegura Julián Ramos, cuyo abuelo fue fusilado en el cementerio de Ocaña por ser el alcalde socialista de San Bartolomé de las Abiertas (Toledo).
La versión de Julián del poema fue corroborada por el militante comunista Miguel Nuñez, fallecido en 2008, quien estuvo preso en el mismo municipio en aquellos años y relató este episodio en sus memorias. No obstante, este diario no ha podido corroborar la autoría del poema tras consultar biógrafos y expertos de la vida y obra de Hernández.
Marcos Ana, el reo político que pasó más tiempo en las cárceles franquistas (23 años), describió para el documental ‘Memoria Viva’ las condiciones de vida del penal de Ocaña, donde estuvo preso hasta 1946.
“En el penal de Ocaña conocí lo más duro para un condenado a muerte: la soledad. Me llevaron a una pequeña celda, de unos dos metros de largo y tan estrecha que con los brazos en cruz tocaba las paredes. Una puerta de hierro, un retrete en un rincón, un colchón de esparto y un pequeño y alto tragaluz enrejado iban a formar mi nuevo universo. Nos dejaban salir al patio dos veces al día, una hora por la mañana y otra por la tarde”, detalla el poeta, que añade que el momento más triste del día era el atardecer, cuando se despedían unos de otros “sin saber si aquél sería el último abrazo”.  

Muy de mañana, aún de noche,
Antes de tocar diana,
Como presagio funesto
Cruzó el patio la sotana.
¡Más negro, más, que la noche
Menos negro que su alma
El cura verdugo de Ocaña!
Llegó al pabellón de celdas,Allí oímos sus pisadas
Y los cerrojos lanzaron
Agudos gritos de alarma.
“¡Valor, hijos míos,
que así Dios lo manda!”
Cobarde y cínico al tiempo
Tras los civiles se guarda,
¡Más negro, más, que la noche
Menos negro que su alma
El cura verdugo de Ocaña!
Los civiles temblorososLes ataron por la espalda
Para no ver aquellos ojos
Que mordían, que abrasaban.
Camino de Yepes van,
Gigantes de un pueblo heroico,
Camino de Yepes van.
Su vida ofrendan a España,
Una canción en los labios
Con la que besan la Patria.
El cura marcha detrás,
Ensuciando la mañana.
¡Más negro, más, que la noche
Menos negro que su alma
El cura verdugo de Ocaña!
Diecisiete disparosTaladraron la mañana
Y fueron en nuestros pechos
Otras tantas puñaladas.
Los pájaros lugareños
Que sus plumas alisaban,
Se escondieron en los nidos
Suspendiendo su alborada.
La Luna lo veía y se tapaba
Por no fijar su mirada
En el libro, en la cruz
Y en la “star” ya descargada.
¡Más negro, más, que la noche
Menos negro que su alma
El cura verdugo de Ocaña! 

Y el cura les daba el tiro de gracia

@ellibelaresc
curas criminalesLa guerra civil española ha dado pie a mucha literatura, panfletaria muchas veces, y a un anecdotario muy rico en historias emotivas, crueles, de arrancarte el corazón, intrigantes, desoladoras, que conviene recordar para que no se olvide la barbarie. Es la memoria histórica. Hoy tomaré como referencia un artículo de Alejandro Torrús publicado en  Público que comento y resumo.
La historia a la que nos referimos hoy es la del cura verdugo del penal toledano de Ocaña. Entre 1939 y 1959, 1.300 presos políticos fueron asesinados en esta cárcel. El capellán de la prisión era el encargado de dar el tiro de gracia.
“La luna lo veía y se tapaba / por no fijar su mirada / en el libro, en la cruz / y en la Star ya descargada. / Más negro que la noche / menos negro que su alma / cura verdugo de Ocaña”.
Es la primera estrofa del poema El cura verdugo de Ocaña de Miguel Hernández, que estuvo recluido en esta cárcel al final de la guerra civil. Allí daba clase a los reclusos analfabetos, y compuso este poema a hurtadillas de las autoridades carcelarias. En esta prisión proporcionaba consuelo espiritual a los condenados a muerte un cura especialmente sádico, conocido como el verdugo de Ocaña. Dicen de este piadoso cura que se reservaba el placer de dar el tiro de gracia a los fusilados (a veces los remataba a martillazos).
 “Todos sabíamos que era el cura. Participaba en las palizas y después gustaba de coger su pistola y dar el último disparo. Pero poco sabíamos de él. No se dejaba ver por el pueblo y un buen día desapareció de la prisión. Ni siquiera recuerdo su nombre”, cuenta  Teófilo Fernández, de 75 años. Su abuelo fue fusilado el 8 de julio de 1939 por “el gran delito de pertenecer a Juventudes Comunistas”.
En la memoria de este hombre, sin embargo, sí ha quedado marcada una imagen: la de decenas de presos caminando desde el penal hasta el cementerio en mitad de la noche. En una larga y profusa fila. Presos cabizbajos seguidos de una camioneta militar. Los registros dan fe de que una noche llegaron a ser 57 los fusilados. “A veces, cuando eran pocos, iban todos en la camioneta”, recuerda. Después llegaba el silencio más absoluto y, por último, el ruido de una ametralladora que los verdugos apoyaban sobre un montón de piedras.
Sólo en Ocaña, un pueblo de apenas 11.000 habitantes de la provincia de Toledo, se registraron entre 1939 y 1959, fecha del último fusilamiento, 1.300 víctimas de la represión franquista. En su pequeño cementerio se concentran tres fosas comunes. La mayoría murieron fusilados, pero un gran número de ellos murieron enfermos dentro de la prisión. La Asociación de Familiares de Ejecutados en la Cárcel de Ocaña, tras examinar los registros del penal, señala que en invierno la lista de fallecidos aumentaba considerablemente debido a las penosas condiciones de vida a las que estaban sometidos los presos. En muchos casos los verdugos ni siquiera necesitaban balas para cometer sus crímenes.
 “En el penal de Ocaña, escribe el poeta Marcos Ana, conocí lo más duro para un condenado a muerte: la soledad. Me llevaron a una pequeña celda, de unos dos metros de largo y tan estrecha que con los brazos en cruz tocaba las paredes. Una puerta de hierro, un retrete en un rincón, un colchón de esparto y un pequeño y alto tragaluz enrejado iban a formar mi nuevo universo. Nos dejaban salir al patio dos veces al día, una hora por la mañana y otra por la tarde. El momento más triste del día era el atardecer, cuando nos  despedíamos unos de otros sin saber si aquél sería el último abrazo”.
Empezábamos esta gacetilla citando la primera estrofa de “El cura verdugo de Ocaña”. Si quieres leer el poema completo lo puedes hacer en el siguiente hipervínculo:
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El Cura Verdugo !!.Ya desde el 14 de abril de 1931 la Iglesia Católica se manifestó abiertamente contraria a la II República Española. Las figuras de los cardenales Segura y Gomá se convirtieron en el eje del fundamentalismo católico español antirrepublicano......Con el golpe de Estado de los militares traidores en 1936, la Iglesia se declara a favor de los golpistas y les presta con entusiasmo todo su apoyo moral, ideológico, material y humano. .!! ..En aquel penal de Ocaña había un capellán que era especialmente sádico por la crueldad con la que trataba a los presos y sus familiares. Cuentan que este piadoso cura se reservaba el placer de dar el tiro de gracia a los fusilados... Miguel Hernández compuso este poema que por sí solo habla de la calaña de este personaje ....